La prueba de fuego del método Luis Enrique
El seleccionador español ha tenido carácter para implementar cambios en la Roja y renovar el plantel sin dejar de lado la esencia y el estilo de los últimos años. ¿Tiene cómo ganar el Mundial de Catar?
Luis Guillermo Ordoñez
“En el deporte de alto rendimiento no se puede dejar nada al azar. Menos en el fútbol profesional, en el que el más mínimo detalle marca la diferencia”. Esa frase es la que motiva a Luis Enrique, técnico de la selección española, a dedicarse en cuerpo y alma a su trabajo.
Toda la información del Mundial de Catar está en un solo lugar, encuéntrela aquí
Con 52 años, el estratega nacido en Gijón, el 8 de mayo de 1970, se ha convertido en uno de los personajes más admirados del Mundial de Catar 2022 por su estilo innovador, por supuesto, pero sobre todo por lo que plasmó su equipo frente a Costa Rica, en el estreno mundialista, con una histórica goleada 7-0.
En una de las canchas de grama natural del complejo deportivo de la Universidad de Catar, la sede de la Roja en Doha, el exvolante dirige la práctica dando pocas instrucciones generales y hablando personalmente con cada jugador. Se les acerca uno a uno, los abraza y comienza a explicarles cómo deben moverse y qué tienen que hacer. Mueve las manos, gesticula, se ríe... vuelve a abrazarlos y se va.
En el entrenamiento del jueves, tras la apabullante victoria sobre la Costa Rica de Luis Fernando Suárez fue un poco más relajado de lo habitual. El plantel debía recuperarse físicamente y había que moderar la exigencia, bajo un sol picante y una temperatura de 35 grados centígrados.
Luis Enrique está lejos de ser un gran orador, pero tiene las ideas claras. Sabe para dónde va. Siempre lo ha sabido, según quienes acompañaron su carrera como jugador, entre 1989 y 2004. Era volante, pero podía jugar en cualquier posición de defensa o ataque. De hecho, cree que todos los futbolistas profesionales deberían tener claras las funciones que eventualmente tendrían que cumplir en todas las zonas del campo, para poder dar una mano en caso de necesidad.
Catar 2022 se escucha: El Espectador a rueda, un pódcast en el que le seguimos la pista al Mundial
Jugó en Sporting de Gijón, Real Madrid y Barcelona, además de la selección española, con la que ganó la medalla de oro en los Juegos Olímpicos de 1992. Hizo parte de la nómina que en ese entonces venció 4-0 a Colombia, en la primera ronda. Él marcó el gol que cerró la goleada.
También estuvo en los mundiales de Estados Unidos 1994, Francia 1998 y Corea-Japón 2002, a los que España llegó con grandes expectativas, pero no pudo brillar.
Ganó 10 títulos como jugador y disputó Cerca de 700 partidos en los que anotó 117 goles oficiales, dos de ellos en copas del mundo. Era delantero, pero terminó jugando como una especie de carrilero, volante por una banda, con funciones de marca pero también aporte ofensivo. Su mayor virtud era la inteligencia de juego y la capacidad para adaptarse a las situaciones que se presentaban en los partidos, lo que le permitía tomar decisiones e implementarlas en la cancha. Además, confrontaba a los entrenadores, más que para cuestionarlos, para conocer mejor su filosofía y manera de trabajar. Lo hizo con todos los que tuvo, desde el yugoslavo Radomir Antic y el holandés Leo Beenhakker, con los que se consolidó en el Real Madrid, hasta Louis Van Gaal y Frank Rijkaard, otros holandeses, de sus últimos años en el Barcelona.
“De absolutamente todos aprendí, lo bueno y lo malo. Lo que sí quería copiar después y lo que no haría nunca”, asegura.
Su camino en el banquillo técnico comenzó en 2008, cuando se hizo cargo del Barcelona B para reemplazar a Pep Guardiola, quien asumió como entrenador del primer equipo.
Mire nuestro especial: ¿A qué jugamos?, la identidad del fútbol colombiano
Tenía el ADN del equipo catalán y desde su cargo fue clave para los éxitos del club en las siguientes temporadas. Iba a ser el heredero de Guardiola, pero aceptó una oferta para dirigir a la Roma, su primera aventura como DT principal. Ese año terminó séptimo en la Serie A y regresó a España, para manejar al Celta de Vigo.
Hasta que ocurrió lo inevitable. Tras los pasos sin gloria de Tito Vilanova y Gerardo Tata Martino, llegó al banquillo del Barcelona.
El desafío era enorme, pero demostró carácter y preparación. Aprovechó los recursos y modernizó las herramientas tecnológicas que se utilizaban para monitorear la preparación y el rendimiento de los futbolistas, con un cuerpo técnico multidisciplinario.
Como estratega azulgrana conquistó nueve títulos, cifra en la que solo es superado por Pep Guardiola (14) y Johan Cruyff (11). Pero en porcentaje de efectividad los supera a ambos y es el de mejores estadísticas en la historia del equipo. Dirigió 181 partidos, con 138 victorias, 22 empates y apenas 21 derrotas, para un rendimiento del 76,2 %, gracias a que sus equipos anotaron 519 goles y recibieron solo 147.
Esas fueron las credenciales para que fuera contratado por la Federación Española de Fútbol luego del fracaso en el Mundial de Rusia 2018. Sin embargo, su éxito como culé también significó resistencia en un buen sector de la afición y el periodismo.
Lo invitamos a conocer Disparos a gol, la relación entre los Mundiales y la política
Pero como triatleta aficionado con alma de profesional y acostumbrado a superar adversidades e imponerse retos, se propuso revolucionar al equipo nacional en todos los aspectos. Comenzó con el estilo de comunicar las convocatorias. lo hizo menos formal con la intención de acercar a la gente, especialmente a los jóvenes españoles. Después se encargó de la renovación del plantel, que contaba todavía con algunos campeones del mundo en Sudáfrica 2010, como Gerard Piqué y Sergio Ramos. El único que se mantiene en el plantel es el volante Sergio Busquets, quien además es el capitán. Los otros 25 jugadores que trajo a Catar son de una nueva generación, algunos de hecho todavía adolescentes, como Gavi y Pedri, las caras del futuro.
“Este es un grupo joven, pero con mucha personalidad. Al momento de evaluar y escoger a los futbolistas esos aspectos también los valoramos, porque es importante tener personas que sepan manejar emocionalmente los altibajos que son normales en una carrera deportiva.
Precisamente de eso habló con El Espectador y otros medios luego de su primera victoria como entrenador en un Mundial y ad portas de una prueba de fuego: Alemania, a la que enfrentará este domingo desde las 2:00 p.m., que viene de caer sorpresivamente contra Japón, por lo que llegará presionada y necesitada.
“El elogio debilita, aunque no voy a negar que es preferible arrancar ganando en cualquier competición y es mejor que la corriente sea positiva. Pero me ha gustado lo que hicimos en el primer partido: fue un partido redondo, en el que no nos han creado opciones de gol y pudimos marcar con varios jugadores, algo que sirve para que todos entren en confianza”.
Pero tantos años en el fútbol de élite le han enseñado que el Mundial apenas está comenzando y lo importante está por venir. “Conozco muy bien a estos muchachos y no se van a relajar. Alemania es un equipo poderoso, con muchas armas y argumentos para ganarnos. Si lo hace es porque fue mejor y se le reconocerá, pero no nos vencerá porque no tuvimos la actitud adecuada”.
Y eso tiene que ver con el grupo de asesores que tiene, entre ellos psicólogos que se encargan de que nadie pierda de vista el gran objetivo ni se excite con un triunfo importante, pero no determinante.
Y está tan enfocado en el tema del fútbol, que gambetea las preguntas sobre Catar como sede del Mundial y las denuncias, cada vez más camufladas en medio del torneo, por discriminación y violación de los derechos humanos. “Yo hablo de fútbol. Esa es la razón por la que estamos acá. Es lo que sabemos hacer. De las otras cosas, sinceramente, no tengo tantos argumentos para opinar esto o lo otro”.
Scaloni y Argentina, entre el idealismo y el pragmatismo
Para evitar incómodos cuestionamientos, se encarga él mismo de volver al tema del juego. “Este es un equipo que está motivado, se esfuerza y trabaja al máximo para aprovechar su talento y hacer el trabajo lo mejor posible. Esa es nuestra misión acá”.
La suya, particularmente, es sacarles provecho a los 26 jugadores que tiene. “Me exijo y promuevo que ellos hagan lo mismo. Un Mundial es un momento para vivir con intensidad, para dar el 200 %, para gestionar con alta intensidad”.
“Y para disfrutar”, dice en inglés, ante la pregunta que le hace un periodista alemán sobre la ansiedad y la angustia que general el favoritismo. “Tenemos una metodología en la que creemos. Una alta autoestima, por supuesto, pero también la cabeza fría.
“Ver perder a Alemania fue una sorpresa, sí, aunque Japón es un equipo muy rápido, dinámico y con buenos jugadores. Pero para enfrentarlos no vamos a cambiar, seremos fieles al estilo que hemos tenido, a intentar siempre ganar, proponiendo y representando de la mejor manera posible a nuestro país”, dice antes de advertir: porque si ganamos, gana España, no Luis Enrique”.
Precisamente sobre la cada vez menos resistencia que genera su gestión, señala: “No estoy para callar bocas, estoy para dirigir un equipo, para hacer que rinda al máximo y que llegue lo más lejos posible en este Mundial”.
Ha mostrado que tiene con qué. “Confío en los 26 jugadores, todos están listos y disponibles, con las mismas ganas. Nunca me han preocupado los temas de la motivación y del gol, porque todos están muy integrados y comprometidos con la causa del colectivo y siempre hemos generado muchas oportunidades para marcar desde que soy entrenador. Ese es más un tema de la prensa”.
Finalmente, con respecto a los rivales que ha visto en Catar y las opciones que le van a su selección, admitió que “más que preocuparme por ellos, por lo que están haciendo, me enfoco en tratar de lograr que funcionen bien todos los aspectos, ofensivos y defensivos, que las cosas marchen como las hemos planeado, que todos disfrutemos, sin importar quiénes entren a la cancha y que aunque perdamos, quedemos con la tranquilidad de haber hecho absolutamente todo para dejar lo mejor en esta competición”.
¿Tiene España con qué conquistar su segunda Copa del Mundo? “Evidentemente, creemos que sí”, responde sin titubeos, pero aclara: “Ahora, hay otros que también. Veremos si contamos con salud, buenas actuaciones y la dosis de buena suerte y fortuna que siempre se necesitan. Soñamos con eso, nos exigimos para eso; veremos si se logra”.
🚴🏻⚽🏀 ¿Lo último en deportes?: Todo lo que debe saber del deporte mundial está en El Espectador
“En el deporte de alto rendimiento no se puede dejar nada al azar. Menos en el fútbol profesional, en el que el más mínimo detalle marca la diferencia”. Esa frase es la que motiva a Luis Enrique, técnico de la selección española, a dedicarse en cuerpo y alma a su trabajo.
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Con 52 años, el estratega nacido en Gijón, el 8 de mayo de 1970, se ha convertido en uno de los personajes más admirados del Mundial de Catar 2022 por su estilo innovador, por supuesto, pero sobre todo por lo que plasmó su equipo frente a Costa Rica, en el estreno mundialista, con una histórica goleada 7-0.
En una de las canchas de grama natural del complejo deportivo de la Universidad de Catar, la sede de la Roja en Doha, el exvolante dirige la práctica dando pocas instrucciones generales y hablando personalmente con cada jugador. Se les acerca uno a uno, los abraza y comienza a explicarles cómo deben moverse y qué tienen que hacer. Mueve las manos, gesticula, se ríe... vuelve a abrazarlos y se va.
En el entrenamiento del jueves, tras la apabullante victoria sobre la Costa Rica de Luis Fernando Suárez fue un poco más relajado de lo habitual. El plantel debía recuperarse físicamente y había que moderar la exigencia, bajo un sol picante y una temperatura de 35 grados centígrados.
Luis Enrique está lejos de ser un gran orador, pero tiene las ideas claras. Sabe para dónde va. Siempre lo ha sabido, según quienes acompañaron su carrera como jugador, entre 1989 y 2004. Era volante, pero podía jugar en cualquier posición de defensa o ataque. De hecho, cree que todos los futbolistas profesionales deberían tener claras las funciones que eventualmente tendrían que cumplir en todas las zonas del campo, para poder dar una mano en caso de necesidad.
Catar 2022 se escucha: El Espectador a rueda, un pódcast en el que le seguimos la pista al Mundial
Jugó en Sporting de Gijón, Real Madrid y Barcelona, además de la selección española, con la que ganó la medalla de oro en los Juegos Olímpicos de 1992. Hizo parte de la nómina que en ese entonces venció 4-0 a Colombia, en la primera ronda. Él marcó el gol que cerró la goleada.
También estuvo en los mundiales de Estados Unidos 1994, Francia 1998 y Corea-Japón 2002, a los que España llegó con grandes expectativas, pero no pudo brillar.
Ganó 10 títulos como jugador y disputó Cerca de 700 partidos en los que anotó 117 goles oficiales, dos de ellos en copas del mundo. Era delantero, pero terminó jugando como una especie de carrilero, volante por una banda, con funciones de marca pero también aporte ofensivo. Su mayor virtud era la inteligencia de juego y la capacidad para adaptarse a las situaciones que se presentaban en los partidos, lo que le permitía tomar decisiones e implementarlas en la cancha. Además, confrontaba a los entrenadores, más que para cuestionarlos, para conocer mejor su filosofía y manera de trabajar. Lo hizo con todos los que tuvo, desde el yugoslavo Radomir Antic y el holandés Leo Beenhakker, con los que se consolidó en el Real Madrid, hasta Louis Van Gaal y Frank Rijkaard, otros holandeses, de sus últimos años en el Barcelona.
“De absolutamente todos aprendí, lo bueno y lo malo. Lo que sí quería copiar después y lo que no haría nunca”, asegura.
Su camino en el banquillo técnico comenzó en 2008, cuando se hizo cargo del Barcelona B para reemplazar a Pep Guardiola, quien asumió como entrenador del primer equipo.
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Tenía el ADN del equipo catalán y desde su cargo fue clave para los éxitos del club en las siguientes temporadas. Iba a ser el heredero de Guardiola, pero aceptó una oferta para dirigir a la Roma, su primera aventura como DT principal. Ese año terminó séptimo en la Serie A y regresó a España, para manejar al Celta de Vigo.
Hasta que ocurrió lo inevitable. Tras los pasos sin gloria de Tito Vilanova y Gerardo Tata Martino, llegó al banquillo del Barcelona.
El desafío era enorme, pero demostró carácter y preparación. Aprovechó los recursos y modernizó las herramientas tecnológicas que se utilizaban para monitorear la preparación y el rendimiento de los futbolistas, con un cuerpo técnico multidisciplinario.
Como estratega azulgrana conquistó nueve títulos, cifra en la que solo es superado por Pep Guardiola (14) y Johan Cruyff (11). Pero en porcentaje de efectividad los supera a ambos y es el de mejores estadísticas en la historia del equipo. Dirigió 181 partidos, con 138 victorias, 22 empates y apenas 21 derrotas, para un rendimiento del 76,2 %, gracias a que sus equipos anotaron 519 goles y recibieron solo 147.
Esas fueron las credenciales para que fuera contratado por la Federación Española de Fútbol luego del fracaso en el Mundial de Rusia 2018. Sin embargo, su éxito como culé también significó resistencia en un buen sector de la afición y el periodismo.
Lo invitamos a conocer Disparos a gol, la relación entre los Mundiales y la política
Pero como triatleta aficionado con alma de profesional y acostumbrado a superar adversidades e imponerse retos, se propuso revolucionar al equipo nacional en todos los aspectos. Comenzó con el estilo de comunicar las convocatorias. lo hizo menos formal con la intención de acercar a la gente, especialmente a los jóvenes españoles. Después se encargó de la renovación del plantel, que contaba todavía con algunos campeones del mundo en Sudáfrica 2010, como Gerard Piqué y Sergio Ramos. El único que se mantiene en el plantel es el volante Sergio Busquets, quien además es el capitán. Los otros 25 jugadores que trajo a Catar son de una nueva generación, algunos de hecho todavía adolescentes, como Gavi y Pedri, las caras del futuro.
“Este es un grupo joven, pero con mucha personalidad. Al momento de evaluar y escoger a los futbolistas esos aspectos también los valoramos, porque es importante tener personas que sepan manejar emocionalmente los altibajos que son normales en una carrera deportiva.
Precisamente de eso habló con El Espectador y otros medios luego de su primera victoria como entrenador en un Mundial y ad portas de una prueba de fuego: Alemania, a la que enfrentará este domingo desde las 2:00 p.m., que viene de caer sorpresivamente contra Japón, por lo que llegará presionada y necesitada.
“El elogio debilita, aunque no voy a negar que es preferible arrancar ganando en cualquier competición y es mejor que la corriente sea positiva. Pero me ha gustado lo que hicimos en el primer partido: fue un partido redondo, en el que no nos han creado opciones de gol y pudimos marcar con varios jugadores, algo que sirve para que todos entren en confianza”.
Pero tantos años en el fútbol de élite le han enseñado que el Mundial apenas está comenzando y lo importante está por venir. “Conozco muy bien a estos muchachos y no se van a relajar. Alemania es un equipo poderoso, con muchas armas y argumentos para ganarnos. Si lo hace es porque fue mejor y se le reconocerá, pero no nos vencerá porque no tuvimos la actitud adecuada”.
Y eso tiene que ver con el grupo de asesores que tiene, entre ellos psicólogos que se encargan de que nadie pierda de vista el gran objetivo ni se excite con un triunfo importante, pero no determinante.
Y está tan enfocado en el tema del fútbol, que gambetea las preguntas sobre Catar como sede del Mundial y las denuncias, cada vez más camufladas en medio del torneo, por discriminación y violación de los derechos humanos. “Yo hablo de fútbol. Esa es la razón por la que estamos acá. Es lo que sabemos hacer. De las otras cosas, sinceramente, no tengo tantos argumentos para opinar esto o lo otro”.
Scaloni y Argentina, entre el idealismo y el pragmatismo
Para evitar incómodos cuestionamientos, se encarga él mismo de volver al tema del juego. “Este es un equipo que está motivado, se esfuerza y trabaja al máximo para aprovechar su talento y hacer el trabajo lo mejor posible. Esa es nuestra misión acá”.
La suya, particularmente, es sacarles provecho a los 26 jugadores que tiene. “Me exijo y promuevo que ellos hagan lo mismo. Un Mundial es un momento para vivir con intensidad, para dar el 200 %, para gestionar con alta intensidad”.
“Y para disfrutar”, dice en inglés, ante la pregunta que le hace un periodista alemán sobre la ansiedad y la angustia que general el favoritismo. “Tenemos una metodología en la que creemos. Una alta autoestima, por supuesto, pero también la cabeza fría.
“Ver perder a Alemania fue una sorpresa, sí, aunque Japón es un equipo muy rápido, dinámico y con buenos jugadores. Pero para enfrentarlos no vamos a cambiar, seremos fieles al estilo que hemos tenido, a intentar siempre ganar, proponiendo y representando de la mejor manera posible a nuestro país”, dice antes de advertir: porque si ganamos, gana España, no Luis Enrique”.
Precisamente sobre la cada vez menos resistencia que genera su gestión, señala: “No estoy para callar bocas, estoy para dirigir un equipo, para hacer que rinda al máximo y que llegue lo más lejos posible en este Mundial”.
Ha mostrado que tiene con qué. “Confío en los 26 jugadores, todos están listos y disponibles, con las mismas ganas. Nunca me han preocupado los temas de la motivación y del gol, porque todos están muy integrados y comprometidos con la causa del colectivo y siempre hemos generado muchas oportunidades para marcar desde que soy entrenador. Ese es más un tema de la prensa”.
Finalmente, con respecto a los rivales que ha visto en Catar y las opciones que le van a su selección, admitió que “más que preocuparme por ellos, por lo que están haciendo, me enfoco en tratar de lograr que funcionen bien todos los aspectos, ofensivos y defensivos, que las cosas marchen como las hemos planeado, que todos disfrutemos, sin importar quiénes entren a la cancha y que aunque perdamos, quedemos con la tranquilidad de haber hecho absolutamente todo para dejar lo mejor en esta competición”.
¿Tiene España con qué conquistar su segunda Copa del Mundo? “Evidentemente, creemos que sí”, responde sin titubeos, pero aclara: “Ahora, hay otros que también. Veremos si contamos con salud, buenas actuaciones y la dosis de buena suerte y fortuna que siempre se necesitan. Soñamos con eso, nos exigimos para eso; veremos si se logra”.
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