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Las dudas que deja Catar para ser el Mundial más sostenible de la historia

Este mundial se ha presentado como el más sostenible de la historia. Sin embargo, informes de Carbon Market Watch y WWF muestran que Catar está lejos de ser un país no agresivo ambientalmente.

María Paula  Lizarazo
20 de noviembre de 2022 - 02:30 p. m.
Estadio Al-Bayt, en Al-Khor, es uno de los estadios en los que más partidos se disputarán.
Estadio Al-Bayt, en Al-Khor, es uno de los estadios en los que más partidos se disputarán.
Foto: Crédito: Oficina de prensa FIFA
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Desde antes de que empezara el Mundial de Catar 2022 ha sido polémico. Pero la violación de derechos humanos a poblaciones vulnerables como los migrantes y la comunidad LGTB en este país no son las únicas situaciones críticas que rodean a la organización de la cita mundialista. Un informe de la ONG Carbon Market Watch advirtió hace unos meses de los dudosos proyectos que hacen parte de los intentos de los cataríes de pasar por sostenible el evento que organizan.

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Pero antes de entrar en detalle es necesario ir hacia atrás. Catar se comprometió a comprar 1.8 millones de créditos de carbono para compensar las emisiones asociadas con el Mundial, por lo que al evento lo han definido como “carbono neutro”. En palabras simples, la carbononeutralidad es cuando una organización, país, comunidad o incluso una persona compensa las emisiones de contaminantes, como dióxido de carbono, que generan las actividades que realiza.

Un medio para lograrla son los mercados de carbono, en los cuales se adquieren los denominados bonos o créditos que están asociados a proyectos que capturan o evitan emisiones de CO2. El informe de Carbon Market Watch reveló que el Comité Supremo de Catar, encargado de la organización del Mundial, estaría comprando “créditos de baja calidad”. ¿Pero qué significan en este caso los créditos de baja calidad? Por ahora, los que se han adquirido están vinculados con granjas eólicas en Serbia y Croacia.

En un reportaje presentado por el proyecto periodístico Comunidad Planeta, del que El Espectador hace parte, se consultó a Gilles Dufresne, investigador de Carbon Market Watch, quien explicó que los créditos de carbono deben estar asociados a proyectos que tengan cierta “adicionalidad” o que sean excepcionales, es decir, por ejemplo, que sin la financiación de los bonos no se realizarían. En el caso de energías renovables, los créditos de carbono son valiosos si con los proyectos se evita el desarrollo de energías “sucias”.

Sin embargo, según el investigador, la organización del Mundial está comprando estos créditos “pensando que está reduciendo emisiones, pero eso no está pasando”. Dufresne señala que el dinero de los bonos “está yendo a un proyecto que iba a suceder de todas formas, entonces no hay una reducción de emisiones adicional”.

El mismo informe de Carbon Market Watch señala otra falencia en todo esto. La Organización del Golfo para la Investigación y Desarrollo (GORD por sus siglas en inglés), que regula los mercados de carbono en la región, creó la empresa verificadora Global Carbon Council (GCC), que ha sido la encargada de aprobar los créditos que se compran en el marco de este Mundial. Pero tanto la GORD como la GCC cuentan con el mismo presidente, por lo que Carbon Market Watch cuestiona fuertemente su independencia. Aun así, el Comité Supremo ha defendido que se siguen requisitos estrictos para la compra de carbono, alegando que toda la información se encuentra pública en la página de la GCC.

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Este tipo de controversias entran en lo que ha sido denominado como greenwashing, lavado verde o ecoblanqueo. Según el argentino Bruno Giambeluca, coordinador de la campaña de Clima y energía de Greenpeace, el greenwashing es una suerte de “campaña de marketing que lo que busca es hacer parecer que estás abordando un problema o estás haciéndote cargo de una situación ambiental cuando en realidad no estás solucionando un problema de fondo. Puede ser aplicado al mundial, pero también a muchas cosas que pasan en el día a día: el uso de plásticos en compañías de carros que quieren decirnos que un carro es sostenible cuando en realidad usa combustibles fósiles, por ejemplo”.

Para Giambeluca, se trata de un concepto que está en auge “porque las compañías se están dando cuenta de que más personas se interesan en el cuidado del medio ambiente”. “Es algo que exige el mismo consumidor”, explica.

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Cuando ocurren estos ecoblanqueos generalmente no hay sanciones a las compañías o eventos que los realizan. Giambaluca dice que no más la Cop27, por algunos de sus patrocinadores, fue un claro ejemplo de greenwashing. De hecho, en la reciente cumbre climática, Sheikh Faleh, ministro de Ambiente de Catar, afirmó que el país “liderará” los estándares de cómo hacer un evento deportivo que sea amigable ambientalmente. Sin embargo, los índices de consumo y generación de emisiones de ese país también cuestionan sus intenciones climáticas, tal como lo muestra, entre otros, el Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF por sus siglas en inglés).

El 28 de julio, que fue el día del Sobregiro o Sobrecapacidad de la Tierra, es decir, el día en que los humanos nos gastamos los recursos de 2022 y empezamos a vivir de recursos “prestados”. Un informe de WWF advirtió que el consumo de Catar equivale a nueve planetas como la Tierra. En otras palabras, esto significa que esa sería la cantidad equivalente de recursos que necesitaríamos si todos consumiéramos al ritmo de ese país. Por otra parte, por ejemplo, si consumiéramos como Yemen, necesitaríamos 0,3 planetas.

Giambeluca añade que algunos países que firmaron el Acuerdo de París, como Catar, “no están en línea con lo que firmaron”. Por lo que, lamentablemente, dice, “si un país no cumple el Acuerdo no tiene una sanción, simplemente es una cuestión moral”.

El rastro ambiental de los eventos deportivos

En 2018, la Convención de las Naciones Unidas lanzó la iniciativa Deportes por la acción climática en la que, reuniendo a organizaciones deportivas, equipos y atletas, busca generar conciencia para, desde este campo, lograr los objetivos del Acuerdo de París, firmado en 2015.

Sin embargo, los eventos deportivos y los “experimentos” que se realizan para garantizar su desarrollo todavía son constantemente criticados por científicos y ambientalistas. En el caso del Mundial de 2022, la Universidad de Catar desarrolló un artefacto (o “nube”) de un material liviano como el carbono que por dentro tenía gas hielo. Aunque finalmente no serán usados en este mes, Julián García, investigador de la Universidad Nacional y candidato a PhD en Geodesia, explica que “la fuente de energía de este artefacto es energía solar, entonces el efecto atmosférico no es tan grande”.

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Pero en otros casos, como el de los Juegos Olímpicos de Invierno celebrados en Pekín el pasado diciembre, en donde se crearon unas “nubes” para producir nieve, “se estuvieron mezclando gases en la atmósfera en diferentes capas y altitudes de la atmósfera para que hubiese reacciones químicas o físicas y estos pudieran hacer nevar o llover. Eso es un aspecto extremadamente invasivo en un medio tan complejo como la atmósfera”, advierte García.

El investigador añade que actualmente se realizan otro tipo de pruebas enfocadas en formar nubes para generar precipitaciones, especialmente en zonas áridas, lo que genera un “perjuicio amplio porque la atmósfera tiene una dinámica compleja y un equilibrio al que no se puede ingresar un agente así como así porque se están causando problemas climáticos y atmosféricos a largo plazo”.

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De los 1.5 millones de toneladas de CO2 que Catar debe compensar por el mundial, Carbon Market Watch advierte que apenas se han compensado alrededor de 200 mil. Por su lado, el Comité Supremo ha afirmado que hasta que no se acabe el Mundial no va a dar cuenta de las diferentes formas en que alcanzó tales compensaciones.

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