Los refugiados que jugarán el Mundial de Catar 2022
Alphonso Davies, Luka Modric, Awer Mabil y Xherdan Shaqiri tienen algo en común, todos huyeron de una guerra cuando niños y gracias al fútbol pudieron ser las estrellas que brillan hoy en las canchas de todo el mundo.
Daniel Bello
Al rededor de la Copa del Mundo de Catar hay miles de historias. Entre ellas hay denuncias por violación de Derechos Humanos, corrupción, leyes retrógradas, entre otras. Por su poderío económico derivado de la explotación de petróleo y negocios afines, este pequeño país árabe se convirtió en destino de miles de migrantes. Tanto así que la mayor parte de su población, tres cuartas partes, son de origen extranjero.
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Al rededor de la Copa del Mundo de Catar hay miles de historias. Entre ellas hay denuncias por violación de Derechos Humanos, corrupción, leyes retrógradas, entre otras. Por su poderío económico derivado de la explotación de petróleo y negocios afines, este pequeño país árabe se convirtió en destino de miles de migrantes. Tanto así que la mayor parte de su población, tres cuartas partes, son de origen extranjero.
Varios de los ciudadanos que llegaron a la pequeña, pero millonaria nación, lo hicieron escapando de conflictos o condiciones que ponían en riesgo su seguridad, en especial de países como India, Pakistán y Bangladesh.
En el mundo del fútbol es normal encontrar historias de grandes estrellas que tuvieron que reponerse de situaciones límite para cumplir su sueño, jugar a la pelota. En algunas ocasiones, el fútbol es un salvavidas que permite alcanzar el cielo para jóvenes que en algún momento estuvieron a la deriva por un conflicto bélico o crisis económicas.
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Los refugiados son personas que se encuentran fuera de su país de origen por temor a la persecución, al conflicto, la violencia generalizada, u otras circunstancias que hayan perturbado gravemente el orden público y, en consecuencia, requieren protección internacional.
Esa es la historia detrás de algunos de los protagonistas de la Copa del Mundo que arranca en Catar el próximo 20 de noviembre. Luka Modric, Alphonso Davies, Awer Mabil y Xherdan Shaqiri son la prueba de que el fútbol, la migración y la búsqueda de refugio están más que ligadas.
Luka Modric, el niño de Zadar que tocó el cielo
El nombre de Luka Modric es toda una institución en el balompié mundial. Hablar de él es hablar de cuatro Ligas de Campeones y un Balón de Oro. Pocos jugadores han habido como él y menos con una historia como la suya. Al igual que muchos jóvenes de los Balcanes, los años noventa fueron complicados para Modric y su familia.
Con la muerte de Josip Broz Tito en 1980, Yugoslavia se enfrentó al principio de su fin. A lo largo de los años ochenta los nacionalismos fueron creciendo en la península y eso desembocó en el nacimiento de varias repúblicas. Surgieron Macedonia, Eslovenia, Bosnia-Herzegovina y Croacia, esta última el lugar de origen del mediocampista que juega en Real Madrid.
Modric nació en Zadar hace 37 años, pero se radicó en Modrici, un pueblo a las afueras de su ciudad natal. A los seis, en 1991, un grupo de nacionalistas serbios mataron a su abuelo paterno e incendiaron su casa. En medio de ese panorama tan hostil, el futuro ídolo croata tuvo que huir de lo que alguna vez llamó su hogar.
“Yo tenía seis años de edad. Estos fueron tiempos realmente difíciles. Los recuerdo vívidamente, pero no es algo que quieras recordar o pensar”, contó el futbolista años después. Su familia encontró refugio en un hotel de Zadar y él, en el fútbol.
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Aunque no pasó las pruebas en el Hadjuk Split, el Dinamo de Zagreb, el club más importante de Croacia, le vio condiciones. Debutó con 17 años cedido en el Zrinjski Mostar de la liga de Bosnia, otro país afectado por el nacionalismo serbio durante las guerras yugoslavas. Allí estuvo un año y tras un breve paso el Inter de Zapresic croata, debutó en el primer equipo del Dinamo.
Con 24 años llamó la atención del Tottenham Hotspur de la Premier League y en 2008 se mudó a Londres. Con los Spurs destacó y tras cuatro temporadas el Madrid tocó a su puerta. Aunque se llegó a cuestionar su fichaje se graduó como leyenda en el equipo blanco y en la actualidad disputa su undécima temporada como merengue. Hace cuatro años en Rusia, mismo año en el que ganó el Balón de Oro, lideró a Croacia en su camino a la final del Mundial, el cual perdió contra Francia.
Alphonso Davies, el refugiado que puso a los canadienses a hablar de fútbol
Davies nació en Buduburam, Ghana, en un campo de refugiados abierto por el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados, Acnur, en 1990 para recibir a los desplazados de las guerras civiles que azotaron Liberia durante esa década. Sus padres vivieron en Monrovia, la capital, hasta que se vieron forzados a dejar la ciudad debido a la inminente llegada de los enfrentamientos entre el gobierno y los rebeldes.
Su padre afirmó que la única garantía para vivir en Liberia por esos días era tener un arma y, para evitar cualquier conflicto, huyeron a Ghana. Allí nació Alphonso y, junto a sus padres, experimentó las difíciles condiciones que el refugio ofrecía, como el pobre acceso a los servicios básicos, la paupérrima oferta educativa y las pocas oportunidades para que su familia saliera adelante.
Ante tal panorama, su familia buscó asilo y la opción de Canadá llegó a su padre. Cinco años después tuvieron finalmente el chance de tener la vida que añoraban lejos del campo de refugiados. Se establecieron en Edmonton, donde dio sus primeros pasos en el fútbol. Sus actuaciones le hicieron llegar al equipo reserva del Vancouver Whitecaps, donde disputó la USL (segunda división norteamericana). Con 15 años y 3 meses, el zurdo se convirtió en el jugador más joven en firmar contrato en esa liga.
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Sus buenas actuaciones le condujeron al primer equipo tan solo cuatro meses después, convirtiéndose en el segundo jugador más joven en debutar en la MLS (primera división). Siendo titular indiscutible en primera con 17 años, además de ser el más joven en debutar con la selección canadiense, era lógico pensar que iba a llamar la atención de algún grande europeo. En diciembre de 2018, Bayern Múnich pagó 11,5 millones de euros para tener dentro de sus filas a la joven promesa.
El resto es historia. Davies se convirtió en uno de los mejores laterales izquierdos del mundo y ganó todo lo que se puede ganar a nivel de clubes con los bávaros. En su selección fue una pieza clave para que, después de 36 años, el país del hockey volviera a ver a los suyos en el evento deportivo más importante del mundo.
Awer Mabil, de jugar descalzo en África a ser figura en Oceanía
Mabil nació hace 26 en Kenia, pero sus orígenes no tienen nada que ver con ese país. Sus raíces estaban más hacia el noroeste, en el sur de Sudán, antes de que fuera un país independiente. Sus primeros años los pasó en Kakuma, un campo de refugiados en el que comenzó a jugar a la pelota desde los cinco años.
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“Íbamos afuera y jugábamos por ahí. No había mucho más que hacer”, recuerda Mabil del refugio donde jugaba descalzo y la pelota eran varios calcetines amarrados. Cuando cumplió seis años, su familia se mudó a Australia, donde ya pudo jugar con guayos y balones.
En el gigante oceánico, el fútbol creció gracias a las comunidades migrantes, en especial las europeas. Mabil debutó en Campbelltown City y luego paso a Adelaide United. Con solo 20 años dio el paso al fútbol europeo. Pasó por las ligas de Dinamarca, Portugal y Turquía, hasta que el pasado verano fichó por el Cádiz de la Primera División de España.
Mabil disputó el repechaje camino al mundial contra Perú. Anotó uno de los penales con los que su selección dejó por fuera a los incas. El jugador dijo que su cobro fue una forma de decirle gracias a Australia por todo lo que hizo por él y su familia al recibirlos.
“Marqué, muchos de mis compañeros marcaron, todos jugaron un papel y tal vez ese niño refugiado jugó un papel importante”, comentó el delantero de 26 tras sellar su boleto mundialista.
Xherdan Shaqiri, el albanokosovar que eliminó a Serbia del pasado Mundial
“Cuando entro al campo, tengo las banderas de Suiza y Kosovo en mis botas”, dijo en una entrevista con Players Tribune.
“No por política ni nada por el estilo, sino porque las banderas cuentan la historia de mi vida”, agregó.
Shaqiri, nacido en 1992, tenía solo cuatro años cuando su familia huyó de su hogar en Gjilan en medio de la guerra de Kosovo, uno de los tantos conflictos que surgieron tras la caída de Yugoslavia. Se establecieron en el pueblo suizo de Augst, cerca de Basilea.
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El extremo que ahora defiende los colores del Chicago Fire de la MLS recuerda que la casa de su tío fue quemada y que la de sus padres fue saqueada. “Estoy muy contento de haber encontrado en Suiza un país seguro donde podemos vivir nuestras vidas en paz” comentó en otra entrevista.
Con esa historia detrás, Shaqiri saltó al campo el 22 de junio de 2018 para enfrentar a Serbia en el Mundial de Rusia. Los helvéticos empezaron abajo en el marcador por un gol de Aleksandr Mitrovic. Sin embargo, Granit Xhaka, también de origen albanokosovar, empató el compromiso e hizo con sus manos el símbolo del águila bicéfala, el símbolo nacional de Albania.
En el minuto 90, Shaqiri se escapó en un mano a mano y definió ante la salida del portero. Repitió el gesto del águila bicéfala y, como si fuera algún tipo de venganza o ajuste de cuentas, dejó por fuera del Mundial al país de los victimarios de su familia. Este año, el duelo se repite el 2 de diciembre en Catar.
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