Se apagó la samba, pero sigue el tango en Catar
No se pudo dar una llave suramericana. Los penaltis eliminaron a Brasil, pero clasificaron a Argentina, que enfrentará a Croacia.
Andrés Osorio Guillott
Las batucadas cambiaron su tono. Ya los bombos no están pintados con los colores verde y amarillo. Esos bombos retornan a casa. En Catar el ambiente de carnaval se va. Cada vez hay menos ruido, menos música. Hay otros ritmos, otras formas de reivindicar la pasión del fútbol. Se fue Brasil en uno de esos partidos que a muchos aficionados de este deporte no les gusta, porque mereció más la Canarinha, porque hizo más por ganar, tanto que hizo que el guardameta rival, Dominik Livakovic, fuera la figura en los 120 minutos y en los penaltis al atajarle a Rodrygo uno de los dos cobros que fallaron los suramericanos.
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Lágrimas de Neymar, quien abrió el marcador y alcanzó a Pelé en la tabla de artilleros de Brasil con 77 goles. Manos en la cintura, miradas al piso o al cielo, pero todas con desconsuelo, Era una de las favoritas. Otra eliminación que no estaba pronosticada, o al menos no era el primer pensamiento de muchos.
“Derrota dolorosa, sin embargo, estoy en paz conmigo mismo. Fin del ciclo”, dijo Tite, que ya había anticipado meses atrás que dejaría a Brasil una vez terminara su participación en el Mundial de Catar. Un proceso que quizá merecía más que unos cuartos de final, pero que deja un equipo que se conoce, que cuenta con el proyecto de jugadores de la liga local y de las promesas que ya pertenecen a la élite del balompié internacional.
“Estamos tristes. Todo el equipo dio lo mejor y nos enoja la forma en la que ocurrió, teníamos (la victoria) en nuestras manos y se nos escapó… es difícil”, aseguró Casemiro, uno de los referentes de la verdeamarilla.
Y entonces para Suramérica quedaba solo una esperanza: Argentina. Ya son 20 años sin un título para este lado del mundo, y todos los que hablan en nombre de la región hacen énfasis en que es momento de cortar esa racha, de no dejar ir a los europeos en el palmarés de la Copa del Mundo.
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“Olé, olé, olé, olé, olé, olé, olá, sooooy argentino, es un sentimiento que no puedo paraaar”, se escuchaba en el estadio Lusail. No pararon los cantos, no paró Argentina. Algo de drama para que se configure la épica. Iba ganando la albiceleste 2-0 hasta el 82’ con goles de Nahuel Molina y Lionel Messi (que igualó a Gabriel Batistuta con 10 goles en mundiales), pero en ese minuto y a falta de 40 segundos para terminar el partido, Wout Weghorst marcó un doblete que puso a celebrar con rabia y con ilusión a Países Bajos. Los nervios de que todo se escapara por una última jugada. Tiempo extra y penaltis. Vuelven los recuerdos de Brasil 2014, cuando también desde los 12 pasos los albicelestes sacaron a los neerlandeses en la semifinal.
Igual que en aquella ocasión, Argentina clasificó, esta vez a semifinales, pero con el resultado de 4-3. ¿Y en dónde está el héroe de este relato? En el arco. Con el escozor que a muchos colombianos les da recordar a Emiliano Martínez por la manera de “cancherear” a Colombia en la Copa América, con esa misma forma volvió a demostrar que es un especialista en atajar penaltis (y si no lo fuera tienen en la banca a otro que sabe: Franco Armani). Tapó los cobros de Van Dijk y Berghuis. Pidió que los hinchas en las gradas alentaran, grito y se golpeó el pecho, bailó y volvió a lograr darle a su país la alegría de clasificar.
“No esperábamos llegar al alargue y mucho menos a penales. Sufrimos, pero bueno, son unos cuartos de un Mundial. Argentina demuestra partido a partido que sabe jugar. Salimos con intensidad y ganas, y entendemos los momentos del partido. Necesitábamos esta alegría para todo el país”, dijo Messi.
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Otra vez Suramérica queda en las manos de Argentina para ganar un Mundial. Ellos saben que el camino no es fácil, pero que tampoco se ve cuesta arriba. Quieren la revancha de Brasil 2014, quieren la tercera. Europa tiene más probabilidades de sumar otro título, pero si hay un equipo que ha demostrado en este Mundial que las estadísticas son apenas una anécdota o un número cuando se trata de convicción, esa es Argentina, un combinado que no se ha visto cómodo, que tiene pasajes donde juega bien, pero nada le ha sobrado, llega siempre con lo justo.
Será la tercera vez que Argentina juegue contra Croacia en un Mundial. Sucedió la primera vez en Francia 1998, cuando la albiceleste ganó 1-0 en fase de grupos; la segunda fue en Rusia 2018, y en esa ocasión los croatas golearon 3-0 a los argentinos, también por fase de grupos.
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Ambos equipos llegan impulsados. Croacia quiere volver a la final, así como lo hizo hace cuatro años en Rusia; Argentina sabe que lleva las banderas de su país y del continente, incluso los más fervorosos hablan de la bendición de Diego Armando Maradona.
Se apagó la samba, pero el bandoneón del tango y la milonga siguen escuchándose en Doha. El bombo con el rostro de Leo Messi sigue en sus calles y seguirá retumbando en un silencio que parece retornar a un país poco futbolero, pero que puede ser el centro de una gran historia por contar para los argentinos.
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Las batucadas cambiaron su tono. Ya los bombos no están pintados con los colores verde y amarillo. Esos bombos retornan a casa. En Catar el ambiente de carnaval se va. Cada vez hay menos ruido, menos música. Hay otros ritmos, otras formas de reivindicar la pasión del fútbol. Se fue Brasil en uno de esos partidos que a muchos aficionados de este deporte no les gusta, porque mereció más la Canarinha, porque hizo más por ganar, tanto que hizo que el guardameta rival, Dominik Livakovic, fuera la figura en los 120 minutos y en los penaltis al atajarle a Rodrygo uno de los dos cobros que fallaron los suramericanos.
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Lágrimas de Neymar, quien abrió el marcador y alcanzó a Pelé en la tabla de artilleros de Brasil con 77 goles. Manos en la cintura, miradas al piso o al cielo, pero todas con desconsuelo, Era una de las favoritas. Otra eliminación que no estaba pronosticada, o al menos no era el primer pensamiento de muchos.
“Derrota dolorosa, sin embargo, estoy en paz conmigo mismo. Fin del ciclo”, dijo Tite, que ya había anticipado meses atrás que dejaría a Brasil una vez terminara su participación en el Mundial de Catar. Un proceso que quizá merecía más que unos cuartos de final, pero que deja un equipo que se conoce, que cuenta con el proyecto de jugadores de la liga local y de las promesas que ya pertenecen a la élite del balompié internacional.
“Estamos tristes. Todo el equipo dio lo mejor y nos enoja la forma en la que ocurrió, teníamos (la victoria) en nuestras manos y se nos escapó… es difícil”, aseguró Casemiro, uno de los referentes de la verdeamarilla.
Y entonces para Suramérica quedaba solo una esperanza: Argentina. Ya son 20 años sin un título para este lado del mundo, y todos los que hablan en nombre de la región hacen énfasis en que es momento de cortar esa racha, de no dejar ir a los europeos en el palmarés de la Copa del Mundo.
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Igual que en aquella ocasión, Argentina clasificó, esta vez a semifinales, pero con el resultado de 4-3. ¿Y en dónde está el héroe de este relato? En el arco. Con el escozor que a muchos colombianos les da recordar a Emiliano Martínez por la manera de “cancherear” a Colombia en la Copa América, con esa misma forma volvió a demostrar que es un especialista en atajar penaltis (y si no lo fuera tienen en la banca a otro que sabe: Franco Armani). Tapó los cobros de Van Dijk y Berghuis. Pidió que los hinchas en las gradas alentaran, grito y se golpeó el pecho, bailó y volvió a lograr darle a su país la alegría de clasificar.
“No esperábamos llegar al alargue y mucho menos a penales. Sufrimos, pero bueno, son unos cuartos de un Mundial. Argentina demuestra partido a partido que sabe jugar. Salimos con intensidad y ganas, y entendemos los momentos del partido. Necesitábamos esta alegría para todo el país”, dijo Messi.
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Otra vez Suramérica queda en las manos de Argentina para ganar un Mundial. Ellos saben que el camino no es fácil, pero que tampoco se ve cuesta arriba. Quieren la revancha de Brasil 2014, quieren la tercera. Europa tiene más probabilidades de sumar otro título, pero si hay un equipo que ha demostrado en este Mundial que las estadísticas son apenas una anécdota o un número cuando se trata de convicción, esa es Argentina, un combinado que no se ha visto cómodo, que tiene pasajes donde juega bien, pero nada le ha sobrado, llega siempre con lo justo.
Será la tercera vez que Argentina juegue contra Croacia en un Mundial. Sucedió la primera vez en Francia 1998, cuando la albiceleste ganó 1-0 en fase de grupos; la segunda fue en Rusia 2018, y en esa ocasión los croatas golearon 3-0 a los argentinos, también por fase de grupos.
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Ambos equipos llegan impulsados. Croacia quiere volver a la final, así como lo hizo hace cuatro años en Rusia; Argentina sabe que lleva las banderas de su país y del continente, incluso los más fervorosos hablan de la bendición de Diego Armando Maradona.
Se apagó la samba, pero el bandoneón del tango y la milonga siguen escuchándose en Doha. El bombo con el rostro de Leo Messi sigue en sus calles y seguirá retumbando en un silencio que parece retornar a un país poco futbolero, pero que puede ser el centro de una gran historia por contar para los argentinos.
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