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La FIFA decidió, para 1954, la celebración de un nuevo Mundial en Europa, tras la sorprendente victoria uruguaya en territorio brasileño. Esta vez, Jules Rimet eligió a la insistente delegación de Suiza, la cual había intentado quedarse con el torneo de 1950 y había construido nuevos y mejores estadios para jugar al fútbol. Además, el país helvético se mantuvo neutral durante la Segunda Guerra Mundial, por lo que ofrecía garantías sociales y económicas tras apenas verse involucrado en la confrontación. Otra razón de peso en la designación fue la celebración de los 50 años de la FIFA, cuyas oficinas centrales se ubican en Zúrich, el centro cultural y económico del país.
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En contraste con las ultimas eliminatorias al Mundial, la FIFA permitió la participación de Sarre y Alemania Federal en la fase clasificatoria para Suiza 1954. La primera, Sarre, era un protectorado francés que se instaló en el sector occidental de Alemania y que disputaría su primera y última competencia como selección. La segunda, Alemania Federal, representaba el sector capitalista que quedó manos de Inglaterra y Estados Unidos después de la Segunda Guerra Mundial. Por otro lado, Alemania Democrática, gobernada por la URSS, aún no había consolidado una selección de fútbol que disputase la clasificación al Mundial. La división de Alemania, ocupada por los ganadores de la reciente guerra, marcó las nuevas tensiones del planeta. Desde su posesión, el país fue forzado a ser la esfera de influencia de dos ideologías opuestas.
La Guerra Fría
En 1946, Estados Unidos decidió reconstruir el territorio bajo su jurisdicción en la derrotada Alemania. Destinó más de 700 millones de dólares para lograrlo. Un año después, franceses e ingleses se unieron a los americanos con el objetivo de activar una de las economías más importantes de Europa y hacerle frente a una ideología que veían como amenaza: el comunismo.
La República Federal Alemana se fundó en 1949, tras la intervención económica de Francia, Inglaterra y Estados Unidos. Entonces, políticos y abogados alemanes escribieron una constitución cuyo objetivo era la creación de un estado federal de carácter parlamentario. Pronto se eligió a Konrad Adenauer como primer Canciller, quien fue elegido por el Partido Demócrata Cristiano.
Por su parte, la URSS, bajo el mando de Iosif Stalin, creó un régimen de partido único en la zona oriental de Alemania: el Partido de Unidad Socialista. Los jefes de la organización eran comunistas alemanes a las órdenes de Stalin, protegidos por el temible Ejército Rojo de la Unión Soviética.
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En Europa Oriental, la mayoría de países ubicados en la frontera soviética, liberados de Hitler por el Ejército Rojo, fueron captados como naciones satélites de la URSS. El proyecto ideológico de Stalin logró, a su vez, revoluciones comunistas en Grecia y Checoslovaquia. Por si esto no fue suficiente, Stalin intentó hacerse con Yugoslavia, una vasta región balcánica que el Mariscal Tito había unificado tras la Segunda Guerra Mundial. Sin embargo, el dirigente yugoslavo tenía fuertes convicciones nacionalistas y se abstuvo de conformar el bando soviético durante la Guerra Fría. Tito, además, fundó el grupo de los No Alineados, cuyos miembros eran en su mayoría países recién liberados en Asia, que no se sentían identificados con los capitalistas o los comunistas.
A pesar de las turbulencias políticas del continente europeo, el fútbol no se detuvo. En el transcurso de dos años se disputaron las eliminatorias a la Copa del Mundo de 1954. Los aspirantes se ubicaron en 13 grupos, de los cuales diez correspondían exclusivamente a naciones europeas. Egipto e Israel participaron con selecciones europeas en diferentes grupos, todo para evitar las tensiones del conflicto árabe-israelí en el mundo de fútbol.
El primer grupo de las eliminatorias estaba conformado por Sarre, Noruega y Alemania Federal. Solo se clasificaba una de las tres selecciones al Mundial de Suiza. Alemania Federal se clasificó sin ningún problema tras ganar la mayoría de partidos. Por su parte, la Selección de Sarre mostró un pobre desempeño en la única competencia de su historia. Noruega no ganó ningún partido.
La selección de Alemania Federal
Alemania Federal se ubicó en el segundo grupo de la Copa Mundial de Fútbol de Suiza 1954. Los jugadores mantuvieron la indumentaria blanca con negro que el seleccionado de Alemania unificada utilizó en las competencias anteriores. El uniforme alternativo, ese que contrasta por si algún otro equipo tiene la misma camiseta, fue de color verde. La teoría más popular –y emotiva– dice que adoptaron ese tono porque Irlanda del Norte, cuyo uniforme también es verde, fue la primera selección que quiso jugar un partido amistoso contra ellos, después de la Segunda Guerra Mundial.
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En contraste con la situación de Alemania Democrática, la selección de Alemania Federal contó con suficiente apoyo para renacer. El Plan Marshall, promovido por el presidente de Estados Unidos, Harry Truman, le había otorgado más de 1.500 millones de dólares al Estado de la República Federal Alemana. El objetivo de esta política fue la reconstrucción de los territorios bajo la esfera capitalista y la aversión al modelo comunista propuesto por la URSS.
El 17 de junio, la selección de Alemania Federal debutó contra Turquía en Berna. El resultado fue un contundente 4-1 a favor de los teutones. Luego, en el siguiente partido, se enfrentaron a los húngaros del mítico Ferenc Puskas, quien era goleador y, a la vez, coronel del ejército de su país. La selección alemana sufrió su primera goleada monumental en competencias oficiales: 8-3. La humillación se magnificó a una escala inédita, pues el Mundial de 1954 fue el primero en transmitirse por televisión. El entrenador alemán Herberguer prometió vengarse.
Como Turquía y Alemania Federal obtuvieron los mismos puntos en el grupo, se tuvo que jugar un partido de desempate. Para el infortunio de los pobre turcos, las consecuencias de la goleada húngara fueron pagadas por ellos. Resultado final: 7-2 a favor de los alemanes.
La selección de Corea del Sur fue el último equipo de la zona De hecho, los asiáticos hicieron la peor campaña del torneo. Los candidatos al título, Hungría, los golearon 9-0. Luego, tres días después, Turquía les metió siete. Sin embargo, los coreanos llegaron al Mundial con una historia aparte.
La venganza de Corea del Sur
La FIFA no solo aprobó que Sarre y Alemania Federal pudiesen participar en la Copa del Mundo de Suiza, también se le permitió a la selección de Japón disputar las eliminatorias. Fue la primera vez que se jugaron partidos de clasificación en el continente asiático, pues antes solo habían participado selecciones invitadas al Mundial.
Entre Taiwán, Japón y Corea del Sur había un cupo para acceder a Suiza 1954. Los primeros se retiraron de las eliminatorias, dejando un duelo más que tenso entre dos países que no tenían mucho aprecio mutuo, debido a conflictos territoriales que databan de principios del siglo XX, cuando el Imperio japonés invadió la península coreana. Durante la época colonial japonesa, los habitantes coreanos sufrieron torturas crueles por parte del ejército invasor, siendo tratados, entre otras cosas, como ratas de laboratorio en experimentos que iban desde vivisecciones sin anestesia hasta pruebas de armas biológicas. Así mismo, los coreanos fueron obligados a adoptar el idioma, costumbres y nombres del estilo japonés como una suerte de reemplazo cultural.
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Cuando Japón firmó la rendición en la Segunda Guerra Mundial, la región coreana fue dividida en dos: Corea del Sur y Corea del Norte. En 1950 las tropas de Kim Il Sung invadieron Corea del Sur, desatando una guerra que duró casi tres años. Se libraron batallas sangrientas con miles de soldados, en las cuales tuvieron influencia directa la URSS y Estados Unidos.
En el momento que Stalin murió, en 1953, a causa de un derrame cerebral, la guerra en la península coreana se suspendió. Entonces, se firmó un armisticio entre ambas partes, cuyo principal objetivo fue la separación de ambos territorios en el paralelo 38. La delgada línea que los divide está vigilada por dos bandos de soldados idénticos, que se miden desde el siglo pasado porque la guerra oficialmente no ha acabado.
Después de la firma del armisticio, como había pasado en Alemania Federal, el territorio capitalista de Corea pudo rehacer su fútbol con mayor facilidad. Las ayudas occidentales a sus esferas capitalistas eran generosas, para estos gobiernos era un método propagandístico contrarrestar el progreso con la economía dirigida soviética. Cabe resaltar que, para la época, los clubes locales de fútbol en Corea del Sur hacían parte de las diferentes fuerzas militares del país.
Tiempo después, durante la clasificación al Mundial de Suiza 1954, Japón y Corea del Sur dse enfrentaron por un cupo al máximo certamen de fútbol. Los japoneses fueron locales en el encuentro de ida, pero esto de nada sirvió. Durante el partido, una suerte de venganza, tal vez motivada por la invasión nipona y la posterior guerra peninsular, debió apoderarse de los jugadores coreanos que golearon a su rival nipón 5-1. En el partido de vuelta, ambos equipos empataron 2-2, lo cual fue suficiente para la clasificación de Corea del Sur.
Aquella debió ser una derrota muy dolorosa para Japón, pues la FIFA le había negado la participación cuatro años antes y ahora caía eliminado por un país sediento de venganza. Para la fortuna de Jules Rimet, quien siempre creyó en la capacidad del deporte para resolver conflictos entre países, las tensiones políticas entre ambas naciones se empezaron a diluir en la cancha de fútbol.
El milagro de Berna
A los cuartos de final de la Copa del Mundo de Suiza clasificaron ocho equipos, los dos mejores de los cuatro grupos. La poderosa selección de Hungría, candidata al título, eliminó al renovado Brasil de camiseta verde amárela. Ese día le marcaron cuatro goles. Por su parte, la selección de Alemania Federal avanzó a semifinales tras vencer a Yugoslavia con un apretado 2-0.
El rival de los teutones en semifinales fue Austria, la misma selección que disolvieron antes de Francia 1938, cuando Hitler empezaba a hacer de las suyas. Los austriacos se vieron sorprendidos por el nivel creciente de sus rivales, quienes los golearon 6-1. Así, la selección alemana accedió a su primera final de Copa del Mundo de su historia.
Por su parte, los húngaros eliminaron al único competidor sudamericano que quedaba en pie: los bicampeones uruguayos.
La final parecía un partido más para Hungría. La selección dirigida por Guztáv Sebes ya había alcanzado la gloria en el torneo de fútbol olímpico de Helsinki 1952; además, venía de golear a todos los rivales del torneo, incluido el 8-3 en contra de Alemania Federal en fase de grupos.
La organización dispuso el Estadio Wankdorf en Berna para disputar la gran final. Ese día, el 4 de julio, del cielo cayó un aguacero tan fuerte que la cancha parecía un lodazal. Aun así, las predicciones indicaban que la selección de Hungría pasaría por encima del combinado de Alemania Federal.
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A los seis minutos, el húngaro Ferenc Puskas anotó el primer gol de partido. Enseguida, dos minutos después, Zoltán Czibor aprovechó un error del portero alemán Turek, y anotó el segundo gol para Hungría. La goleada parecía que iba a llegar en cualquier momento. Sin embargo, los jugadores alemanes descontaron pronto y evitaron otra catástrofe como en fase de grupos. Morlock logró el 1-2. Luego de esto, pasaron menos de diez minutos para que los teutones lograran el empate con un zapatazo de Helmut Rahn.
A partir de ahí, fue una de las finales más entretenidas de la historia. Ambos equipos buscaron la victoria con lo que tenían, rindiendo homenaje a esa vieja frase que dice “en el fútbol todo puede pasar”. En el 80′, la selección de Hungría casi tuvo la victoria cuando Ferenc Puskas disparó al arco, sin embargo, el tiro fue rechazado en la línea de gol por el defensa alemán Kohlmeyer.
En el 84′ se dio el milagro: la pelota cayó cerca del área húngara tras un rechazo defensivo, con tan buena suerte para Alemania que Helmut Rahn recibió la esférica en sus pies. El delantero alemán avanzó por el centro y soltó un disparó fuerte de zurda que entró al ángulo inferior derecho del portero húngaro Grosics. Los jugadores de Alemania saltaron y levantaron sus brazos como nunca antes.
“Alemania avanza por el costado izquierdo con Schäfer. El pase de Schäfer a Morlock es despejado por los húngaros. Y Bozsik, de nuevo Bozsik, el carrilero derecho de Hungría, se hace con el balón… Pero esta vez lo pierde, ante Schäfer. Schäfer centra, despejan de cabeza, Rahn debería disparar desde atrás, ¡Rahn dispara! ¡Gooool! ¡Gooool! ¡Gooool! ¡3-2 para Alemania!”, narró el locutor alemán Herbert Zimmerman.
Ferenc Puskas anotó un gol en los minutos finales, pero este fue invalidado por fuera de juego según la terna central de árbitros. Antes de que otra cosa pasara, el árbitro inglés William Ling decretó el final del partido y, así, la selección de Alemania Federal conquistó el mundo por primera vez. Los alemanes no ocuparon todo el planeta como su suicida exdictador lo quiso, pero sí levantaron el trofeo que los catalogaba como campeones entre todos los países.
*Capítulo del libro Disparos a Gol
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