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A diferencia de John McEnroe, el más famoso de los chicos malos del tenis, el serbio Novak Djokovic nunca tuvo la intención de convertirse en uno de ellos. El pecado original del serbio, por así decirlo, es que se entrometió en la histórica rivalidad entre Roger Federer y Rafael Nadal.
A mediados y finales de la década de 2000, el suizo y el español eran las figuras dominantes del juego y también se habían convertido en los campeones más venerados del deporte blanco. Djokovic fue señalado como el tercer hombre, el aguafiestas, el intruso.
El tenis masculino solía estar dividido en dos bandos: o se estaba con Federer o en el tren de Nadal. Al principio Djokovic trató de ganarse a los fanáticos no solo con su juego, sino con su carisma y simpatía. Hacía imitaciones de otros jugadores: el gesto de Nadal antes de servir, las celebraciones sutiles del estadounidense Pete Sampras o incluso las reacciones arrebatadas del francés Jo-Wilfred Tsonga. Sin embargo, parecía que nada le daba resultado, porque no lograba seducir a los amantes de esta disciplina.
Y tuvo momentos de dificultad. Rompía raquetas cuando se enojaba durante sus partidos. Se empezó a mostrar falto de tacto en sus declaraciones públicas, de esos jugadores que tienden a decir lo que piensan sin preocuparse demasiado por las consecuencias. A pesar de que en más de una ocasión llegó a afectar su imagen, el plan estaba saliendo muy bien porque salió del anonimato y comenzó a hacerse notar en el circuito de la ATP.
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Se consolidó en el Abierto de Australia de 2008, cuando logró su primer título de Grand Slam tras vencer a Tsonga en Melbourne Park.
Al darse cuenta de que sus cosechas habían empezado a dar frutos, continuó con su comportamiento polémico y rebelde mientras se abría paso entre los grandes del tenis de la época. Puede que los gestos y acciones de Djokovic no fueran de lo más escandaloso, pero comparado con la elegancia y clase de Federer no pasaban desapercibidos. Poco a poco se empezaron a formar nuevas rivalidades con Andy Murray y Stanislas Wawrinka, pero la que más le importaba al serbio era la que se había forjado entre Federer, Nadal y él.
Habían disputado varios partidos entre ellos, pero fue en Wimbledon 2011 cuando Djokovic logró demostrar que de verdad estaba a la altura del suizo y el español. Nole y Rafa jugaron por el título y por primera vez el serbio logró ganarle una final de Grand Slam a uno de sus dos rivales preferidos. Desde entonces el tenis ya no fue dominado únicamente por Federer y Nadal. Los dueños del deporte blanco eran los integrantes del Big 3.
Nole ha ganado 92 títulos ATP, entre ellos 20 grandes. Una carrera que envidiaría cualquier jugador. Sin embargo, ha podido ganarse lo único que parece codiciar tanto como cualquier trofeo: el afecto de la mayoría los fanáticos del tenis. Buena parte de los aficionados, especialmente los incondicionales de Federer y Nadal, lo perciben como arrogante y altivo.
De hecho, algunos jugadores, entre ellos el estadounidense Andy Roddick, con quien tuvo un altercado en el Abierto de Estados Unidos de 2008, han expresado abiertamente su rechazo hacia él.
El inicio de un infortunado antagonismo: 2020
El mundo aún estaba procesando la locura que desencadenó la pandemia y una manera de despejar un poco la mente fue el Abierto de Estados Unidos, que aunque fue jugado a puerta cerrada se organizó en agosto de 2020. Sin la participación de Rafael Nadal y Roger Federer, todo apuntaba a que siendo el número uno y sin aparente competencia, Nole tendría el camino libre para ganar su cuarto US Open.
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Todo iba bien hasta que llegó la cuarta ronda del torneo. El serbio se medía ante Pablo Carreño en octavos de final. A pesar de que la balanza estaba inclinada hacia Djokovic, iba abajo 6-5 en el primer set en el estadio Arthur Ashe. En un ataque de ira tras un servicio quebrado, lanzó una pelotazo que infortunadamente golpeó a una jueza de línea, lo que llevó a su descalificación por comportamiento antideportivo.
Tras haber dejado la cancha expulsado, el serbio se negó a presentarse en la rueda de prensa, lo cual le acarreó una multa de US$7.500. El mismo John McEnroe, quien fue expulsado del Abierto de Australia en 1990, criticó la decisión de Djokovic de optar por no dar la cara ante los medios y solamente disculparse en una publicación en sus redes sociales. Incluso lo tildó de “chico malo” y dijo que esto lo perseguiría el resto de su carrera.
Llegó 2021 y estaba dispuesto a dejar atrás lo ocurrido en Flushing Meadows para empezar de la mejor forma un nuevo año. Y así fue. Nole se llevó el Abierto de Australia tras derrotar al ruso Daniil Medvedev. La buena racha de Djokovic se extendería hasta el punto de que también levanto el trofeo en Roland Garros y en Wimbledon para sumar 20 títulos de Grand Slam, igualando a Nadal y Federer en ese momento. El serbio solo tenía una cosa en mente, los Juegos Olímpicos de Tokio, que se realizarían entre julio y agosto de ese año.
Djokovic llegó a Japón con la esperanza de lograr aquel mítico Golden Slam alcanzado por la alemana Steffi Graf en 1988 (hazaña que consiste en llevarse los cuatro grandes del tenis y el oro olímpico en el mismo año calendario). Nole pasó las primeras rondas sin dificultad, pero el alemán Alexander Zverev fue el encargado de ponerle fin a su sueño derrotándolo en la semifinal.
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Djokovic jugaría un último partido para lograr llevarse por lo menos la presea de bronce y su rival fue nada más y nada menos que Carreño Busta el mismo con el que jugaba cuando ocurrió el incidente con la jueza en Nueva York.
La derrota ante Zverev dejó en Djokovic una frustración que fue evidente en su comportamiento en la cancha a medida que avanzaba el partido. En un punto fundamental del segundo set, Djokovic arrojó la raqueta hacia las gradas cuando no pudo llegar a una volea ganadora de su rival.
Un par de juegos después, cuando Carreño Busta había quebrado su servicio para tomar el control del set decisivo, el serbio volvió a perder la calma y estrelló la raqueta contra el poste de la red durante un cambio de lado. Luego recogió la raqueta destrozada y la arrojó al foso de los fotógrafos. Tras más de dos horas de partido, Carreño Busta se llevó el bronce y a Djokovic no le quedó más que irse sin medalla olímpica por tercera ocasión consecutiva.
El serbio aún tenía pendiente un partido de dobles mixtos junto a Nina Stojanovic por el bronce olímpico. Sin embargo, alegando una supuesta lesión en el hombro izquierdo se retiró dejando a Stojanovic sin oportunidad de disputar el juego. Debido al abandono de los serbios, la presea fue para los australianos Ashleigh Barty y John Peers. Djokovic fue considerado el malo de la historia y, al parecer, la predicción de McEnroe se estaba haciendo realidad.
Desde entonces Novak Djokovic ha sido visto como el villano de la bioseguridad, pues decidió no vacunarse contra el covid-19, lo cual no solo generó señalamientos del mundo entero, sino que también tuvo repercusiones para su carrera deportiva.
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Para el Abierto de Australia 2022, el gobierno de ese país exigía que todos los participantes estuvieran vacunados, aunque conociendo el caso del serbio, los organizadores optaron por otorgarle una exención. Djokovic llegó a Australia a principios de enero pero fue detenido debido a un problema en el papeleo que llenó su equipo.
Un funcionario fronterizo canceló su visa después de decidir que Djokovic no calificaba para una exención médica de las reglas de Australia para visitantes no vacunados. Todo esto desató un escándalo que terminó con la expulsión del serbio del país. Su ausencia en el primer Grand Slam de 2022 le sirvió en bandeja de plata el título número 21 de un grande a Nadal, convirtiéndolo en el máximo campeón en la historia del tenis.
La exigencia de carné de vacunación en países como Estados Unidos y Canadá, hicieron que el serbio se perdiera los Masters 1000 de Indian Wells, Miami, Montreal y Cincinnati. Del mismo modo, tampoco estuvo en las listas del Abierto de Estados Unidos y terminó el año en la quinta casilla del escalafón de la ATP.
Borrón y cuenta nueva
Pasada la página de lo ocurrido en 2022, este año Novak Djokovic llega al Abierto de Australia con hambre de gloria. Con el reciente retiro de Federer y la inestabilidad deportiva con la que viene Nadal, Nole sería el que más posibilidad tiene de llevarse el título del primer Grand Slam de 2023.
Ganar el torneo en Melbourne Park tiene varios significados para el serbio. En primer lugar, reivindicarse como uno de los más grandes jugadores en Australia llevándose su décimo título en este abierto, solo uno por debajo de la máxima campeona Margaret Court. También, lograría igualar a Nadal con 22 títulos de los cuatro grandes del tenis y volver a la pelea codo a codo para definir quién es el mejor de la historia en lo que respecta a números.
El ocaso de los mejores tenistas de los últimos tiempos y las lesiones de algunos de los más importantes de la generación actual podrían significar un segundo amanecer para el serbio. Sin embargo, carga sobre sus hombros una gran responsabilidad: mantener viva la imagen del Big 3.
El único tenista con el que Djokovic ha logrado algo parecido a una rivalidad es Medvedev, con 13 partidos jugados y nueve victorias a su favor. Tres de estos fueron en finales de Grand Slam y la única victoria que logró llevarse el ruso fue en el Abierto de Estados Unidos 2021, cuando acabó con la ilusión de Nole de ganar los cuatro grandes en una misma temporada.
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Infortunadamente, este Grand Slam no contará con Carlos Alcaraz, actual número uno del mundo y el más joven de la historia en liderar el escalafón, con solo 19 años. Sin embargo, sí estarán varios jugadores que se enfrentaron a Djokovic en pasadas finales de esta categoría, como Dominic Thiem (Roland Garros, 2020), Stefanos Tsitsipas (Roland Garros, 2021), Matteo Berretini (Wimbledon, 2021) y Nick Kyrgios (Wimbledon, 2022). Los viejos conocidos Murray y Wawrinka también hacen parte del cuadro principal.
No obstante, hay otros tenistas que no se pueden perder de vista y Casper Ruud es uno de ellos. El noruego de 25 años, tercero en el escalafón, llegó a dos finales de Grand Slam el año pasado y está dispuesto a hacer todo lo que esté a su alcance para llevarse su primer título. Tampoco hay que menospreciar a las figuras del recambio generacional de la ATP. Por ejemplo, está Holger Rune, de solo 19 años, que incluso logró vencer a Djokovic en la final del Masters 1000 de París en diciembre pasado.
Ahora Novak Djokovic, de 35 años, depende de sí mismo para volver a la cima de la ATP y lograr agregar otro párrafo glorioso a su historia en el deporte blanco. Sus últimos comportamientos, como sacar a su hermano de su box en Adelaida, la semana pasada, han demostrado su capacidad para superar las adversidades. El exnúmero uno llegó para demostrar que este 2023 está enfocado en sumar títulos y no fanáticos.