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Si los Juegos Olímpicos de Tokio 2020 se inauguraran mañana, los reflectores enfocarían la figura de Caterine Ibargüen Mena, la mejor saltadora del mundo en 2018, y cuyo favoritismo para colgarse la medalla de oro es indiscutible.
Y no es para menos. En diversas pistas del planeta, con su estilo depurado, la antioqueña ha dado cátedra de perfección a la hora de ejecutar sus saltos. En la presente temporada, la Deportista del Año El Espectador y Movistar 2018 se coronó séxtuple campeona de la Liga Diamante, al sumar su quinta corona en el salto triple y su primer título en salto de longitud, que le reportaron US$100.000 de ganancia. Junto a la croata Sandra Perkovic (lanzamiento de disco), la colombiana acumula el mayor número de triunfos en el historial de ese campeonato en la categoría femenina.
Integró, además, el equipo de América que conquistó la Copa Continental IAAF Ostrava 2018, una competición por equipos de atletismo celebrada el 8 y el 9 de septiembre en la ciudad checa de Ostrava, donde Ibargüen logró otro doblete de victorias que ayudó al combinado americano a superar al conjunto de Europa. Su privilegiado biotipo y un estado de salud excepcional, que la mantiene al margen de lesiones, le abrieron paso a su bicampeonato en los Juegos Centroamericanos y del Caribe de Barranquilla 2018, donde se colgó dos preseas doradas tras imponerse en el salto triple (14,92 m) y el salto largo (6,83 m).
Por su impecable trayectoria a lo largo de la temporada la Asociación Internacional de Federaciones de Atletismo (IAAF), en una gala celebrada el martes pasado en Mónaco, proclamó a la colombiana como la mejor atleta de 2018. “Caterine ha demostrado este año una gran categoría, ha ganado todas las competencias de primer nivel y ha tenido un año de lujo”, declaró a EFE el cubano Alberto Juantorena, el único atleta de la historia que ha podido ganar la medalla olímpica de oro en 400 y 800 metros en unos mismos Juegos (Montreal 76).
Este antecedente inmediato de éxitos pone a Caterine en el camino de ser la mejor saltadora de la historia, sumando su oro olímpico, el bicampeonato mundial y sus seis victorias en Liga Diamante. Si gana en Tokio, superará a la bicampeona olímpica camerunesa Francoise Mbango. Si esta proyección se cumple, la colombiana acumularía dos victorias en olimpiadas, que se sumarían a su medalla de plata en Londres 2012. Mbango, quien nunca fue campeona del mundo, quedaría relegada al segundo lugar, con sus dos metales dorados.
No hay, en este momento, otra saltadora que pueda mostrarle al mundo la regularidad de la atleta paisa. Sus rivales se rotaron este año el podio en los cajones 2 y 3. Caterine ha demostrado que la cuestión es de experiencia. Ella es la segunda saltadora más veterana del circuito (34 años) solo superada por la ucraniana Olga Saladuka (35). Por el camino, fruto de las lesiones, ha quedado la venezolana Yulimar Rojas (23), quien destronó a la colombiana en el Mundial de Londres 2017, una de sus dos derrotas en los últimos dos años. El otro revés lo sufrió ese mismo año en la Liga Diamante, a manos de la kazaja Olga Rypakova (34), la única del grupo en tener tres podios olímpicos entre 2008 y 2016, con medallas de oro, plata y bronce, lo que la convierte en la más dura rival en la próxima olimpiada.
Descontando el mal año de Rojas, este es un cuarteto fijo que en cada campeonato se ha disputado en los últimos tres años el podio de honor, con un resultado muy favorable a Caterine.
Una mirada al escalafón de todos los tiempos publicado en la página de la IAFF, nos permite decantar aún más a estas cuatro rivales. Entre las cien mejores marcas de la historia del salto triple, la colombiana figura con seis menciones, con apenas dos de Ripakova y Saladuka, y una de Rojas. La mejor marca personal de Caterine es de 15,31 m, mientras Ripakova exhibe 15,25; Saladuka 15,06 y Rojas 15,02. En otra lectura de ese listado, la superioridad de la antioqueña se refleja también en haber franqueado seis veces la cota de los 15 metros, Ripakova lo hizo dos veces, mientras Saladuka y Rojas, una sola vez. Esa estadística confirma la envidiable categoría de Caterine.
Una carrera de excelencia
Fue el 13 de agosto de 2011 cuando la antioqueña le dio al mundo el primer campanazo de alerta al firmar el mejor salto de la temporada hasta esa fecha: 14,99 metros en el Grand Prix de Bogotá, al final el segundo mejor registro del año, que le permitió pisar más duro en el circuito internacional, donde ya inspiraba respeto. Una progresión significativa, si se tiene en cuenta que en apenas cinco meses su salto mejoró 69 centímetros.
Un año después, en los Juegos Olímpicos de Londres, Caterine fue protagonista de una hazaña hasta entonces inédita en la historia del atletismo colombiano: que uno de los nuestros se colgara una medalla de plata olímpica. Ella, también, es la primera triplista suramericana en llegar al podio olímpico, entre las damas. En Barcelona 1992, pero en los 400 metros planos, la corredora Ximena Restrepo antecedió a su coterránea en el podio al conquistar la presea de bronce. Desde aquella final olímpica londinense, Caterine encadenó 33 victorias consecutivas en alta competición.
Su racha de éxitos en 2013 le permitió destronar a las mejores del planeta. Otra vez haciendo historia, el 15 de agosto, Caterine se convirtió en la primera mujer colombiana en ganar una medalla de oro en un Mundial de Atletismo, con un salto de 14,85 m en el mítico estadio Luzhniki, de Moscú, donde la local Ekaterina Koneva (14,81 m) y la ucraniana Olga Saladuka (14,65 m) se vieron impotentes para volar más lejos que la colombiana y se resignaron con las preseas de plata y bronce, respectivamente.
Nunca conformista, Caterine siempre quiere más y en 2014 se subió a lo más alto del podio en los Juegos Centroamericanos y del Caribe de Veracruz, donde saltó 14,57 m. Al año siguiente revalidó su título de los Juegos Panamericanos de Toronto, con un registro de 15,08 m, al tiempo que preservó su cetro mundial. Un apogeo que prolongó a los Juegos Olímpicos de Río de Janeiro 2016, donde alcanzó el summum de su carrera al conquistar la medalla de oro con un registro de 15,17 metros —el mejor de la temporada—, dejando postrada en el segundo lugar a la veinteañera venezolana Yulimar Rojas (14,98 m), mientras la kazaja Olga Rypakova (14,74 m) no pudo defender la presea dorada obtenida en Londres 2012 y se resignó al tercer lugar.
Esa fue la segunda victoria de una suramericana en 68 años de intervenciones en esa justa, pues en 1948 Argentina debutó por esta parte del continente en el atletismo olímpico. Y lo hizo con una presea de plata obtenida por Noemí Simonetto de Portela, en salto largo. Con apenas 22 años la gaucha hizo una marca de 5,60 metros. Simonetto se había mantenido al frente hasta la última ronda, siendo superada por la húngara Olga Gyarmati, en el último intento, con 5,695 m.
Antes de Caterine, a lo más alto del podio olímpico se subió la brasileña Maurren Higa Maggi, en Beijing 2008, en el salto largo (7,04 metros). Con cuarenta años, ella no estuvo presente en Río, pues ya estaba en uso de buen retiro.
En resumen, la colombiana lo ha ganado todo. Lo único que le falta conquistar en su hoja de vida deportiva es el récord mundial, que desde 1995 ostenta la ucraniana Inessa Kravetz, con marca de 15,50 metros, 19 centímetros más que la mejor marca personal que la colombiana logró el 18 de julio de 2014 en el principado de Mónaco, con un salto de 15,31 metros, la quinta mejor marca de todos los tiempos en salto triple. Y pensar que en 2001 este prodigio del atletismo comenzó con un registro personal de 12,90 metros. Con disciplina espartana fue superándose hasta convertirse en protagonista central en las pistas de la región y del mundo.
Sus resonantes victorias la han llevado a ser reconocida como un paradigma a seguir. No hay colombiano que hoy ignore quién es Caterine Ibargüen Mena, quien con su carisma, ejemplo de vida y conquistadora sonrisa se ha ganado el cariño de grandes y chicos. Los niños y las niñas amantes del atletismo quieren emularla porque saben que con el deporte no solo pueden ganarse el sustento, sino tener patrocinios para acceder a la educación superior, hacerse profesionales y lograr un mejor estatus de vida.
Muchas veces hemos hablado con ella y desempolvando algunas entrevistas cabe recordar que Caterine no se fija nunca en sus rivales, pues ha afirmado hasta la saciedad que lo que busca es superarse a sí misma, tener un plan de entrenamiento basado en sus metas personales y en su potencial como deportista de alto rendimiento, en una disciplina en la que ya alcanzó la excelencia.
Por lo pronto, según nos comentó recientemente Ubaldo Duany, el cubano que entrena a la antioqueña, “una de las cosas que hemos tratado de hacer es alargar la vida deportiva de Caterine, y por eso cada carga de entrenamiento es planificada milimétricamente. Nosotros entendemos que, independientemente de que pueda tener 36 años para Tokio 2020, vamos a luchar con el mismo ímpetu con que lo hicimos en los Olímpicos de 2016”.
Que se enciendan los reflectores...