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Durante años y años, la belicosidad y las amenazas entre las dos Coreas han tenido al mundo en vilo. En los últimos meses la tensión creció con el ensayo de misiles del presidente norcoreano Kim Jong-un. Las diferencias entre ambos países los tuvieron al borde de un nuevo conflicto armado. Hablar de dialogo parecía imposible, una utopía. Sin embargo, a comienzos de este año apostaron por el deshielo de las relaciones, por lo menos por un momento. Pionyang (capital de Corea del Norte) dio el sí para participar en los Juegos Olímpicos de Invierno de Pyeongchang (Corea del Sur). Después llegaron a un acuerdo para desfilar bajo una bandera de unificación en la ceremonia de inauguración, como ya lo habían hecho en las Olimpiadas de verano de Sídney 2000 y Atenas 2004.
El deporte, una de las piezas fundamentales que conforman el rompecabezas de la cultura de la sociedad contemporánea, nuevamente aparece en escena como símbolo de reconciliación para calmar las aguas turbias de un océano que estaba bastante agitado por amenazas de un lado y de otro. Así como sucedió en Ypres (Bélgica), durante la Primera Guerra Mundial, cuando alemanes y británicos hicieron un cese del fuego en Navidad y jugaron un partido de fútbol sin precedentes. Fue un momento sentimental, festejaron, jugaron, intercambiaron cigarrillos, dulces y por unas pocas horas el mundo estuvo en paz. Después, la batalla continuó.
“Es un simbolismo. Es la forma de llevar las diferencias a otro plano. Siempre habrá un ganador y un perdedor. Pero eso no quiere decir que no tenga ninguna utilidad. Recuerdo un juego de tenis de mesa entre China y Estados Unidos que permitió que los dos países establecieran relaciones diplomáticas a partir de ese acto”, afirmó Rubén Sánchez, profesor de ciencias políticas de la Universidad del Rosario, quien también deja claro que, gracias a que son masivos, estos eventos se han utilizado como instrumento político para abrir una ventana hacia la reconciliación. “No resuelven las diferencias, aunque sí sirven para hacer un alto en el camino. Depende de los políticos y la sociedad si lo aprovechan o no”, añadió.
Esta es una práctica que se remonta a los antiguos Juegos Olímpicos en Grecia. Las ciudades se paralizaban durante las fiestas, ya que se suspendía toda actividad oficial. Estas justas eran una ocasión precisa para que se diera el acercamiento entre estados griegos. En la actualidad, como lo resalta Sánchez, algunos gobiernos hacen del deporte un arma política muy importante. Tras la Segunda Guerra Mundial, Joseph Stalin visualizó la importancia del deporte para reforzar el poder y la capacidad de seducción cultural. En 1945, pocos meses después del final del conflicto armado, tomó la decisión arriesgada de enviar al Dinamo de Moscú a jugar una serie de partidos amistosos en Inglaterra para mostrar el poderío soviético.
Sin embargo, no todos lo utilizaron para ejercer poder. Otros supieron aprovechar las emociones y pasiones que despierta el deporte para intentar unir a un país. Así lo hizo Nelson Mandela en una Sudáfrica que se hundía poco a poco por el racismo que inculcaba el apartheid. Los Springboks, símbolo de los blancos, fueron el medio que el presidente utilizó para que 39 millones de sudafricanos, blancos, negros, mestizos e indios, se juntaran en un solo grito. A un lado dejaron los odios, los miedos, las riñas. Lo único que importaba era la victoria.
Así como algunos de estos eventos simbólicos quedan grabados en la memoria por lo que logran, otros pasan al olvido. Eso ha sucedido con las dos Coreas, que marcharán unidas hoy, por tercera vez en la inauguración de unos Juegos Olímpicos. Pero ¿será esta la vencida? Pío García, profesor de la Universidad del Externado de Colombia y experto en el conflicto en esa península asiática, asegura que no. “Esta tregua seguramente se sostendrá hasta mediados de marzo, dada la disposición de ambas partes a tener buena voluntad y sacar adelante los juegos”, afirmó el catedrático. “Se prolongará por dos meses. Sin embargo, después se va a repetir la fase de zozobra, porque cada año Estados Unidos y Corea del Sur llevan a cabo ejercicios militares conjuntos (aéreos, marítimos y por tierra), que es algo que irrita al norte, que los juzga como actos provocadores”, añadió.
El deporte abre ventanas, despeja caminos para la reconciliación. “No hay una mejor estrategia. Son muchas las bondades que tenemos a través de este medio, porque tiene la capacidad de unir, de dejar de lado las diferencias sociales”, resaltó la directora de Coldeportes, Clara Luz Roldán. Hoy, en Pyeongchang, se da una nueva oportunidad para que los diálogos entre las dos Coreas, que se iniciaron el pasado 9 de enero, se fortalezcan. Hay disposición de las dos partes. Tanto que la hermana de Kim Jong-un viajó con la delegación norcoreana que participará en los juegos. El acto simbólico de la marcha bajo una misma bandera puede quedar enmarcado en la historia como el hecho que acabó con las diferencias de más de medio siglo entre estos dos países.
jdelahoz@elespectador.com