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Los 5.000 metros una prueba de resistencia, en la que la fortaleza mental tiene que ser más potente que la física, porque cualquier pestañeo le puede costar a un atleta la carrera. En los Europeos de Atletismo, que finalizaron el domingo en Berlín, Alemania, la atleta Lonah Salpeter vivió en carne propia el sufrimiento de creer que la carrera había terminado antes, se frenó a falta de una vuelta, cuando sonó la campana. Eso le costó su puesto en el podio.
La carrera comenzó sin muchas angustias, fue la holandesa Sifan Hassan la que empezó a marcar el ritmo. Se adelantó y comenzó a sacarle ventaja a sus perseguidoras. A falta de dos vueltas para el final se le pegó la nacida en Kenia y representante de Israel en los Europeos, Lonah Chemtai Salpeter, quien días atrás se había impuesto en la carrera de los 10.000 metros y se había colgado el primer oro para ese país en la historia en estas justas.
Salpeter siguió el paso de Hassan. Fue constante y parecía tener las fuerzas para pelear por el oro. Entró a la última vuelta luchando codo a codo con la holandesa. Sin embargo, cuando sonó la campana indicando que quedaba una vuelta, sorpresivamente se frenó. Creyó que la carrera había terminado y nadie le dijo que no era así, se dio cuenta porque sus rivales mantuvieron el paso. Cuando regresó a la carrera ya era tarde, su enfoque y su ritmo se habían ido, no encontró un paso que pudiera mantener y fue superada por la británica Eilish McCongan y en los últimos metros por la turca Yasemin Can, quien era la defensora del título.
La atleta finalizó con los ojos empañados, con un nudo en la garganta y una amargura grande. Se tiró al suelo una vez cruzó la línea de meta en la cuarta posición de la competencia para lamentarse por lo que recién había tenido que vivir. Fue un llanto largo, un dolor inmenso del cual le costó sobreponerse. Un pestañeo significó su salida del podio, lo que parecía una medalla de plata terminó disolviéndose hasta quedar en nada.
Lonah Chemtai Salpeter finalizó en la cuarta posición. En lo que fue una actuación memorable para la historia del atletismo israelí, para la nacida en Kenia hace 29 años, fue un sin sabor grande lleno de lamentos y tristezas. De nudos en la garganta y llanto. Salpeter, una atleta que llegó a Israel en 2008 como niñera del embajador de Kenia y posteriormente se casó con un israelí por lo que consiguió la nacionalidad de ese país en 2016, se quedó al final con las manos vacías.