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Extrovertido, de hablar largo y con una memoria prodigiosa, como si todo lo que contara lo estuviera viviendo en ese momento: así es Mauricio Ortega, un atleta al que siempre lo acompaña una sonrisa y más en estos días después de haber logrado la medalla de oro en el lanzamiento de disco en los Juegos Centroamericanos y del Caribe, que se realizan en Barranquilla.
“Fue una participación que me dejó tranquilo, porque fue mi mejor marca personal”, afirmó con un aire de tranquilidad, como si se hubiera quitado un peso muy grande de encima. El antioqueño registró 66,30 metros y cada vez que recuerda el lanzamiento se le iluminan más los ojos.
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Sin embargo, la primera pasión de Ortega no fue el atletismo. De niño, era inquieto, revoltoso y ansioso. Encontró en el deporte la fórmula para evitar andar por malos caminos. Pasó por el fútbol, el baloncesto, el béisbol y las pesas, pero en ninguno se destacó. “Era muy malo para todos los deportes de conjunto. En fútbol no completaba una pared, en baloncesto no hacía bien un dribbling y en béisbol tenía más errores que hits en un partido”, explicó con sinceridad en medio de risas.
De hecho, su incursión en el atletismo se dio después de que el entrenador Johan López (hoy en día su cuñado) le dijera que no continuara con las pesas, porque no tenía la estabilidad para levantar el peso que intentaba alzar y le recomendó que más bien practicara el atletismo, al ver la frustración en sus ojos y observar su contextura física: ancha, de brazos largos y fuertes. La primera reacción de Ortega fue negarse; no quería simplemente correr. En ese momento, la idea que tenía de este deporte es que eran las pruebas de mediano aliento como 1.500, 5.000 o 10.000 metros y las de corto, 100, 200 y 400 metros.
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Sin embargo, Johan le abrió los ojos y le dijo que el atletismo no solo se trataba de correr, también estaba compuesto por saltos y lanzamiento. Y fue en este último en el que le propuso que lo intentara. “Cuando comencé a asistir había veces en las que iba bien y otras en las que no me sentía tranquilo. Sin embargo, estaba allá porque lo primero que me dijo el entrenador que me vio fue que con los brazos que tenía podía lanzar un camión, algo que me animó mucho. Pero hubo momentos en los que me aburría. Estaba en lanzamiento de bala y disco y no me sentía cómodo. No obstante, todo cambió cuando me dijeron que me iban a llevar para Medellín; me di cuenta de que algo estaba haciendo bien. Participé en un interclubes y gané plata en disco y bronce en bala”.
A partir de ahí comenzó el éxito de Mauricio Ortega en el atletismo. Con el paso de los días fue fortaleciéndose. Tomó la decisión de quedarse en disco, porque además de verse con más futuro en esa actividad, la práctica en bala le dejaba un constante dolor en las articulaciones y no le gustaba mucho. Aunque tuvo que adaptarse a lanzar con la derecha en disco, puesto que es zurdo de nacimiento. “Mi entrenador, Ferney Romaña, me dijo que dejara la bobada, que empezara a utilizar la mano derecha y eso hice. Hoy en día la izquierda solamente la utilizo para comer y escribir”.
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A pesar de las adversidades, ha logrado convertirse en uno de los atletas más destacados del país. Nada lo ha hecho renunciar, ni la frustración que vivió a los 15 años en el Mundial de Atletismo de Menores de 2011 que se disputó en Lille (Francia), cuando a un compañero suyo le robaron una cámara fotográfica y después un taxi les dio muchas vueltas y los dejó tirados en la mitad de la nada. Tras el mal momento, tuvo una actuación notable: clasificó en la segunda posición a la final y en esa instancia terminó en la cuarta posición. Internacionalmente ya daba a conocer sus dotes con el disco.
Esas cualidades las consolidó en el ciclo olímpico que tenía como objetivo Río de Janeiro, el que comenzó con una mala noticia de la que le costó recuperarse: la muerte de su abuelo José Mercedes, en 2012. Después de ese golpe al corazón, empezaron a llegar los triunfos en la categoría de mayores. Se impuso en los Juegos Suramericanos de Santiago de Chile en 2014 y posteriormente logró su paso a los Juegos Olímpicos de 2016. Este año se concentró en los Juegos Centroamericanos y del Caribe y viajó a España, de abril a julio, para estar en su mejor forma. Por fortuna logró el objetivo: se colgó la presea dorada. Ahora tiene la mirada puesta en los Juegos Panamericanos de Lima 2019 y en Tokio 2020, su más grande anhelo.