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Un lapidario informe, elaborado y divulgado por el profesor de derecho canadiense, Richard McLaren, por encargo de la Agencia Mundial Antidopaje (AMA), develó que el estado ruso creó un sistema de dopaje que tenía como objetivo encabezar el medallero en los Juegos Olímpicos de Invierno de Sochi 2014.
La investigación destapó que el Laboratorio Antidopaje de Moscú encubrió varios "positivos" de atletas rusos que consumían sustancias para mejorar su rendimiento.
Ese sistema "permitía transformar un resultado positivo en negativo (de una análisis antidopaje)" bajo la supervisión del Ministerio de Deportes de Rusia y el Servicio Federal de Seguridad (FSB, antiguo KGB), dijo McLaren en una comparecencia de prensa en Montreal.
"El sistema fue implantado después de los Juegos Olímpicos (de Invierno) de 2010 (Vancouver) y operó hasta 2014", agrega el documento.
Además, según EL PAÍS de España:
Sochi sería la sede de los siguientes Juegos y Rusia quería hacer un gran papel. El presidente ruso, Vladimir Putin, nombró entonces un viceministro encargado de supervisar el sistema, que reportaba a su ministro, Vitaly Mutko. Este, cercano a Putin, es también el presidente del comité organizador del Mundial de Fútbol de Rusia 2018. Según McLaren, la Metodología funcionó en los preparativos para Londres 2012, el Mundial de Atletismo de Moscú 2013 y los Mundiales de natación de 2015.
Meses antes de cada evento, los técnicos rusos designaban a aquellos deportistas que tendrían más posibilidades de medallas para someterlos a sus planes. No deberían preocuparse por los controles fuera de competición, uno de los puntales de la lucha antidopaje, les dijeron, pues en el laboratorio de Moscú, donde se analizarían todas las muestras, ya sabrían qué hacer cuando les llegara su orina.
Durante las competiciones, el laboratorio actuaba bajo control independiente de la AMA. Era necesario cambiar la orina de los frascos antes de que se analizara y se encontraran sustancias prohibidas. Así, a los probables medallistas de Sochi se les hizo meses antes congelar muestras de orina limpias en envases o latas de bebida. Estas muestras llegaron al laboratorio de Sochi, donde, por la noche, especialistas de la FSB, “usando una técnica que no hemos llegado a descubrir”, dice el informe, abrían los frascos con muestras reales, en teoría una tarea imposible sin dejar huella, y cambiaban la orina.
Las muestras procedían de controles fuera de competición y llegaban al laboratorio de Moscú. Allí el director, Grigory Rodchenkov, las analizaba y cuando daba con un positivo consultaba con la agencia antidopaje, Rusada, para saber a quién correspondía. Después, informaba al viceministro ruso de Deportes, Yuri Nagornykh: “Tal deportista ha dado positivo”. El político solo le podía responder con una palabra en código de las dos que disponía: salva o cuarentena. Si respondía “salva”, Rodchenkov debía reportar el control como negativo en el sistema informático Adams, por el que la AMA y las federaciones internacionales se informan de los controles, y después falsificar el informe. Si el dirigente respondía “cuarentena”, el caso seguía para adelante. Los “salva”, que según las pocas cuentas que ha podido hacer McLaren, calificaron a 312 de los 577 positivos que ha revisado, correspondían a los mejores deportistas rusos.
Durante un gran evento, como los Juegos de Invierno de Sochi, el FSB (antiguo KGB) construyó un edificio adjunto al laboratorio antidopaje, ajeno al control de los inspectores de la Agencia Mundial Antidopaje (AMA). Esta construcción estaba comunicada mediante un agujero, no mayor que una madriguera de ratón, con el cuarto en el que Rodchenkov realizaba el reparto de las partes alícuotas de la orina para los controles en horario de día. Las madrugadas las dedicaba a pasar a través de la ratonera los frascos de muestras de deportistas que el Ministerio le había comunicado que se habían dopado al cuarto de la FSB. Aunque los frascos solo se identificaban por un código, Rodchenkov sabía a quiénes correspondían, pues los deportistas habían tomado subrepticiamente fotos de los frascos al rellenarlos y se las habían enviado por Whatsapp.
En su instalación, los especialistas policiales disponían de una nevera con orina limpia que los sospechosos les habían enviado a Moscú meses antes. Con una técnica no descubierta, pero que dejó huellas microscópicas en los tapones. La FSB abría los frascos, tiraba la orina sucia y la sustituía por la limpia. A través del agujerito, devolvía los frascos abiertos a Rodchenkov, que les añadía sal para hacer que la gravedad específica del líquido fuera la misma que se había señalado en un análisis preliminar. Los frascos abiertos volvían al FSB, que los cerraba, y los retornaba para seguir la cadena habitual.