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Caster Semenya sabía desde hace meses que el día en que compitiera en los Juegos pasaría a ocupar la atención de todos, hiciera lo que hiciera. La atleta sudafricana de 800m llegó a Río precedida por una polémica mundial y avisos publicados en todos los medios: la suya será una de las grandes historias de los Juegos. Pese a eso, ha sobrevivido. La atleta se clasificó para semifinales de 800m, una distancia en la que es tan buena que está cualificada para batir su récord mundial. Que es lo que da peso al debate.
La suya es la historia de una persona que nació con atributos sexuales masculinos que no se desarrollaron porque no estaban acompañados de la suficiente producción de testosterona. Es la condición que se llama intersexual, personas que, en las convenciones cotidianas, son del género del que se sienten. Desde niña, Semenya, de 25 años, se sintió mujer. Vivió como mujer.
La vida cotidiana, sin embargo, poco tiene que ver con el deporte de alta competición, cuyas reglas no aceptaban su condición. Su producción de testosterona, si bien inferior a la que habría desarrollado sus características masculinas es muy superior a la de las que compiten como mujeres. Como bien saben los científicos del deporte, la testosterona es la hormona que más influye en el rendimiento. El récord de los 800m (los 1m 43,28s de Jarmila Kratochvilova en 1983) se considera justamente imbatible porque hay consenso en afirmar que la checa lo consiguió dopada con dosis sintéticas de la hormona masculina.
Si no hubiera ganado el Mundial de Berlín en 2009, no habría habido caso Semenya. Pero lo ganó, y con tal superioridad (1m 55,45s), que la IAAF no pudo evitar que se supiera que la estaba investigando por su supuesta masculinidad. Después de varios meses, la federación de atletismo decidió que solo se la permitiría seguir compitiendo si se sometía a un tratamiento antitestosterona, para reducir su producción natural.
Aunque ganó la medalla de plata en los Juegos de Londres, Semenya no volvió a acercarse a sus marcas anteriores.
En diciembre pasado, todo cambió. La atleta india Dutee Chand, intersexual, como la africana, que no se había sometido a tratamientos de feminización, logró que el TAS declarara que no se podía aplicar la norma de la IAAF si la federación no probaba palpablemente que la testosterona provocaba un aumento del rendimiento. Además, el tribunal del deporte pidió que no se midiera el nivel de testosterona natural de ningún deportista, por considerarlo una prueba encubierta de verificación del sexo,un examen ya prohibido. La IAAF aún no ha contestado a la prohibición.
Semenya ha vuelto al nivel de sus marcas de 2009. Incluso las ha mejorado. En una sola tarde ganó el Campeonato de Sudáfrica de 400m (por debajo de 50s), 800m (por debajo de 2m) y 1.500m (rozando los 4m). En las pruebas de la Diamond League daba la impresión de frenarse para no abusar de sus rivales. Es la gran favorita de Río.
Aunque Dutee Chand compitió en Río, sin gran éxito en los 100m, la transformación de las marcas de Semenya paralela a los cambios normativos es, para muchos especialistas y fisiólogos, la prueba más clara de los beneficios de la testosterona en el rendimiento. También lo piensan sus rivales, que hablan de que la igualdad de partida está rota, pero no lo verbalizan porque el debate, que refleja la evolución social respecto a muchos conceptos que se creían establecidos, está envenenado. La realidad es otra.
El caso refleja, de todas maneras, cómo las reglas del deporte para preservar la igualdad de las competiciones, marchan desfasadas. Hace solo unos años, a las atletas como Semenya se les prohibía simple y llanamente competir.