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Los batazos de Rentería

A sus 37 años de edad abandonó los diamantes. Una cita con el mejor beisbolista colombiano de la historia.

Olga Lucía Barona Torres
20 de abril de 2013 - 09:00 p. m.
El barranquillero Édgar Rentería lució feliz y sonriente en su cita con El Espectador.  / Gustavo Torrijos - El Espectador
El barranquillero Édgar Rentería lució feliz y sonriente en su cita con El Espectador. / Gustavo Torrijos - El Espectador

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Sus dientes blancos, muy blancos, contrastan con su pinta negra de pies a cabeza. Llega sonriente, feliz, como si fuera su primera entrevista, como si detrás de sus 37 años no hubieran pasado 16 temporadas de éxito en el béisbol de las Grandes Ligas, las mismas que le dejaron dos títulos de Serie Mundial, dos Guantes de Oro, Tres Bates de Plata y cinco Juegos de las Estrellas.

El pequeño arete —que siempre lució como deportista— ya no está en su oreja. “Es que ahora soy todo un empresario y ya no puedo estar con areticos”. Hace menos de un mes que Édgar Enrique Rentería Erazo anunció de forma oficial su retiro del béisbol y ahora maneja una empresa que opera entre Miami y Barranquilla. “Los detalles de mi compañía los sabrán en el momento oportuno. Por ahora no puedo contar más”, dice con una sonrisa de orgullo.

A diferencia de la mayoría de los deportistas, que se inclinan por ser entrenadores tras su retiro, Rentería se fue por los negocios: “Siempre me han gustado los negocios, siguiendo lo pasos de mi ídolo Magic Johnson, que era basquetbolista y ahora es uno de los dueños de una reconocida organización de béisbol. Espero que me vaya bien, porque a los deportistas nos ven como una máquina para hacer dinero y después se olvidan de nosotros, en vez de ayudarnos a seguir adelante”.

Fueron 16 años en las Grandes Ligas. Debe tener muchos recuerdos...

Todo en general fue buenísimo, fue una buena carrera y experiencias. Todo lo que tengo en mi vida se lo debo al béisbol.

Sin duda, los dos títulos de la Serie Mundial le quedaran grabados en la memoria...

Sí, y van a quedar en los libros y ojalá que permanezcan por muchos años, pero lo más importante que me dio el béisbol fue la relación con los jugadores y los fanáticos. El respeto que hubo de parte de ellos, llena más que los títulos que gané. Y todo el terreno recorrido y la disciplina que tuve me llevaron a ser un hombre de bien. Fueron muchos años de carrera y nunca hubo un escándalo, o este llegó tarde o no llegó; siempre fue una carrera absolutamente limpia. Y para eso hay que estar siempre guiado por Dios. Cada uno sabe manejar su vida y es muy difícil, porque hay gente que no quiere que uno triunfe, hay envidias, pero justo esas son las personas que hay que echarlas a un lado y no pararles bolas.

Empezó desde muy pequeño a jugar béisbol en Barranquilla. ¿Su anhelo siempre fue llegar a las Grandes Ligas?

No te voy a mentir. De niño uno sólo está pensando en jugar y divertirse, pero ya cuando estaba grandecito, y listo en la primera categoría, me di cuenta de que mi deseo era ir a Estados Unido.

¿Quién le ayudó para irse?

Un venezolano que se llama Levi Ochoa. Jólbert Cabrera, el papá de los Cabrera, me vio jugar y llamó a Levi y le contó sobre mí. Así llegué a Estados Unidos. En 1992, a los 16 años, ya estaba con los Marlins. Entré a las menores y desarrollé mi juego para llegar a las Grandes Ligas.

Y en 1997, tras un año del debut, ya era campeón de la Serie Mundial...

Pero no fue nada fácil, nunca fue sencillo. Como en cualquier trabajo, tuve que afrontar muchos obstáculos. Cuando uno llega a Estados Unidos sin saber el idioma, desconociendo las costumbres, la experiencia no es tan buena. Pero yo creo que ahí es cuando uno debe tener la mente fuerte. La familia definitivamente es muy importante en esos momentos, ellos siempre van a estar para ti y te van a apoyar para que sigas siempre trabajando.

¿Qué se siente en la piel ser el protagonista del hit de oro para que los Marlins ganaran por primera vez en la historia la Serie Mundial?

Uno siente de todo, una felicidad muy grande. Pero fue cuando pasaron los días que me di cuenta de lo importante que había logrado. Era la primera vez que los Marlins quedaban campeones, la primera celebración en la Florida y bueno, que un colombiano quedaba campeón. Todo eso me llenó de orgullo y me daban más ganas de seguir superándome.

¿Cómo resumiría su paso por los Marlins?

Mi mejor aprendizaje, ahí fue que pisé fuerte, me dieron mis bases, aprendí a jugar y me preparé para lo que se venía.

¿Y qué dice sobre los Cardenales de San Luis, su segundo equipo?

Mi mejor momento personal. Ahí crecí como jugador. Me gané dos Guantes de Oro, tres Bates de Plata y aunque no gané una Serie Mundial, sí fui a cinco Juegos de Estrellas, hice muchas cosas interesantes en mi carrera, y en lo personal ese es mi equipo favorito y mi ciudad preferida para jugar.

¿Y de los Medias Rojas de Boston?

Fue un paso importante para conocer la otra realidad del béisbol, porque yo venía de jugar en San Luis y allá los fanáticos son más expresivos y entienden lo que uno puede sufrir. En Boston son totalmente diferentes, hay una afición exigente, era otro ambiente, pero bueno, aprendí de los dos extremos.

Luego pasó por los Bravos de Atlanta…

Tremenda ciudad, tremenda organización. Ahí también se lograron cosas muy buenas.

Y después salta a los Tigres de Detroit...

Como los de Boston, se parecen mucho, los fanáticos no son tan buenos, pero insisto, de todo se aprende. Fue chévere porque jugué de nuevo con Jim Leyland, el mánager con quien fui campeón en los Marlins.

Terminó su carrera con broche de oro, en los Gigantes de San Francisco, nuevamente campeón de la Serie Mundial y con el hit de oro...

Sí, Gigantes es la mejor organización que yo he visto en mi carrera. Hay mucho respeto, todo es perfecto, creo que tienen a los mejores y definitivamente no hubo mejor manera de cerrar mi carrera que ahí.

¿Cómo fue su experiencia jugando en la selección de Colombia en el Clásico Mundial en Panamá?

Fue buenísima. Como fue finalizando mi carrera, sentí un poquito de nostalgia, porque quería que hubiera sido un poco antes. Pero lo disfruté y me siento muy orgulloso y feliz por haber estado ahí.

Después de 16 años de gloria, ¿cree que le quedó faltando algo?

Sí, me hubiera gustado que cuando gané las dos Series Mundiales se hubiera alargado más el día para poder seguir disfrutando, porque se acabó muy rápido.

¿En qué momento decidió que ya era hora de retirarse?

Cuando jugué con los Rojos de Cincinnati, tras ser campeón con los Gigantes. Allí acepté el reto de dejar de jugar todos los días y nunca había vivido esa situación. Yo veía a muchos jugadores que sí lo hacían y de buena forma, pero eso no me gustó, ese no era mi propósito en el béisbol, no quería terminar mi carrera así.

¿Le dolió tomar esta determinación?

No, porque soy feliz con todo lo que logré y ahora sólo quiero seguir con la cabeza en alto, porque no hay nada mejor que irse por la puerta grande.

¿Pero no le dio duro dejar el ritmo de entrenamientos y todo lo que genera la actividad profesional?

No, a mí no me pasó nada de eso. Yo también pensé que el béisbol me iba a hacer falta porque era todo lo que tenía, era muy disciplinado y correcto, pero la verdad es que la vida sigue.

¿Siente que es un bendecido por Dios?

Más que bendecido, porque sin la ayuda de Dios no estaría sentado acá en este momento y no hubiera hecho todo lo que hice. Por eso le doy muchas gracias a Él y a la gente que me dio sus buenas oraciones.

¿Qué recuerdos tiene de su infancia?

Un muchacho callejero. Yo salía del colegio a correr a jugar fútbol o béisbol. Llegaba a la casa, tiraba los libros y salía corriendo para la calle. Recuerdo que era peleón. Siempre con mis hermanos y con la gente del barrio hacíamos deporte. Fue una infancia divina.

¿Nunca fue rumbero?

No, siempre he sido muy disciplinado. A mí me gustan las fiestas, pero cuando estoy en vacaciones. Además, el baile también ayuda a que los huesos no estén apretados y eso es importante cuando uno va a jugar.

Pero, ¿le gusta bailar?

Yo bailo al son que me toquen, lo que sea me gusta.

¿A qué le tiene miedo?

Yo le tengo mucho miedo y respeto a Dios, por eso trato de no hacer cosas malas para que Él no me reprenda.

¿Es glotón?

No, nunca, trato de comer lo que me gusta, pero moderadamente.

¿Qué prefiere comer?

Mi comida especial es la peruana y después y la italiana. Bueno, y lo de nosotros, la comida costeña, esa nunca la voy a dejar.

¿Cómo hacer para que la fama no se suba a la cabeza?

Yo siempre he sido quien soy. Sé cómo soy y de dónde vengo. Hubo gente que decía cosas que no eran, pero a mí no es fácil que me saquen de quicio.

¿Nada lo pone de mal genio?

Sí, claro, muchas cosas, pero trato de llevar la vida tranquilo. No me gusta pelear y aunque no todo el mundo te va a querer, hay que hacer las cosas bien.

¿Es un hombre realizado?

No, me faltan muchas cosas por hacer. Pero como deportista sí me siento feliz, realizado y orgulloso de lo que hice.

¿Cuál es su sueño pendiente?

Mi empresa, tratar de organizarla bien y que coja un buen rumbo. Ese es mi sueño, ser un empresario exitoso.

Por Olga Lucía Barona Torres

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