María Isabel Urrutia, que la fuerza te acompañe
La pesista vallecaucana no solo lleva sobre sus hombros el honor de haber sido la primera en ganar una medalla de oro olímpica para Colombia, sino que hoy es la primera mujer en liderar el Ministerio del Deporte.
Mónica Rivera Rueda
La medalla de oro que consiguió María Isabel Urrutia en los Juegos Olímpicos de Sídney, el 20 de septiembre de 2000, es un hito en la historia del deporte colombiano. Es el precedente de una serie de triunfos que vinieron de la mano de otras mujeres como Mariana Pajón y Caterine Ibargüen, pero a la vez el comienzo de una lucha por el reconocimiento de tantas luchas, de la que la pesista no fue ajena.
La concentración de Urrutia no daba pie para interpretaciones. Con la mirada fija al frente y las manos sobre la barra, tomó aire para comenzar a levantar los 135 kilos y hacer el último envión. Eran 25 kilos más de los que alzó en el arranque, los que le daban un total de 245 kilos, con los que igualaba a la nigeriana Ruth Ogbeito y a la china Kou Yi Hang, pero le daban el oro al pesar menos que ellas. Abrió más los ojos, tomó impulso y sin mayor complicación llevó arriba de su cabeza los discos, para finalmente salir dando brincos con la sonrisa que la caracteriza.
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Más que el logro, también era la primera medalla de oro para Suramérica en esos Olímpicos, fue el camino para llegar hasta el triunfo. Once meses atrás había tenido una grave lesión de rodilla, por lo que Coldeportes decidió no darle el cupo olímpico a ella, sino a Carmenza Delgado. Empecinada, ya que tenía 34 años, lo que la hacía su única posibilidad de ir a unos Olímpicos, entrenó y bajó más de 20 kilos para competir en la categoría de 75 kg, con invitación que le dio la Federación Internacional de Pesas.
Aunque el reto era grande, no ha sido el menor que ha superado en su vida. Al igual que muchos otros deportistas comenzó entrenando en un barrio marginal de Cali, al que llegó muy pequeña de Candelaria, en Valle del Cauca. María Isabel se convirtió muy pronto, junto a su mamá, en la que sostenía a su familia, por lo que desde que tenía 14 años empezó a trabajar en Empresas Municipales de Cali (Emcali).
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“Duró más de 20 años trabajando allá. Le daban permiso para salir a competir, y eso le ayudó. Y también a nosotros, desde siempre ella ha estado muy pendiente de ayudarnos a nosotros”, asegura Carmen Tulia Urrutia, hermana de María Isabel, quien añade que la pesista iba en la mañana a trabajar recibiendo las llamadas de quejas, en la tarde entrenaba y en la noche estudiaba.
En esa época Urrutia todavía no levantaba pesas, sino que practicaba el atletismo. Se destacaba en el lanzamiento de jabalina, disco y bala, especialidades que la llevaron a los Juegos Olímpicos de Seúl y en las que logró múltiples medallas en eventos internacionales. Pero después de Sídney, aunque el deporte siguió en su vida, María Isabel siguió el camino de la política, a lo que se ha dedicado en las últimas dos décadas.
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“Dentro del Congreso hice hasta modificaciones donde creamos los incentivos para los deportistas, de igual manera hicimos la Ley de Educación Física y los cuatro puntos de telefonía celular para escenarios deportivos, y desde ahí me quedé en la política. Aspiré a la Alcaldía de Cali y fui la tercera mejor votación y después me vine a trabajar con Petro en la Alcaldía y organicé la Liga Distrital de Levantamiento de Pesas, donde tuve campeones panamericanos, participantes en Olímpicos de la juventud y campeones mundiales, hasta ahora que terminé siendo ministra del Deporte”, aseguró Urrutia.
No tuvo que pensarlo, conoce el deporte colombiano y quiere seguir haciendo lo que le gusta: servir. “Me hacen falta mis atletas, el estrés de estar en la competencia, estar todos los días armando los planes de entrenamiento, pero Dios lo trae a este mundo a uno a hacer cosas, y estoy casi segura de que las cosas me van a salir muy bien y vamos a trabajar por la niñez y llegar a los lugares más apartados de Colombia con la oferta deportiva y armar ese pacto para que todos podamos hacer deporte y también sea camino de paz”.
Además de incentivar el deporte, a corto plazo está empeñada en consolidar la liga femenina de fútbol de dos semestres, así como lograr una buena participación en los Juegos de París 2024. “Uno va creciendo de acuerdo con su capacidad y asimismo le va tocando”, pero cada día requiere otros retos y nuevas fuerzas. “Esta parte es más dura, porque hay muy malos hábitos en la dirigencia y cambiarlos no es fácil, pero lo estamos haciendo poco a poco”.
La medalla de oro que consiguió María Isabel Urrutia en los Juegos Olímpicos de Sídney, el 20 de septiembre de 2000, es un hito en la historia del deporte colombiano. Es el precedente de una serie de triunfos que vinieron de la mano de otras mujeres como Mariana Pajón y Caterine Ibargüen, pero a la vez el comienzo de una lucha por el reconocimiento de tantas luchas, de la que la pesista no fue ajena.
La concentración de Urrutia no daba pie para interpretaciones. Con la mirada fija al frente y las manos sobre la barra, tomó aire para comenzar a levantar los 135 kilos y hacer el último envión. Eran 25 kilos más de los que alzó en el arranque, los que le daban un total de 245 kilos, con los que igualaba a la nigeriana Ruth Ogbeito y a la china Kou Yi Hang, pero le daban el oro al pesar menos que ellas. Abrió más los ojos, tomó impulso y sin mayor complicación llevó arriba de su cabeza los discos, para finalmente salir dando brincos con la sonrisa que la caracteriza.
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Más que el logro, también era la primera medalla de oro para Suramérica en esos Olímpicos, fue el camino para llegar hasta el triunfo. Once meses atrás había tenido una grave lesión de rodilla, por lo que Coldeportes decidió no darle el cupo olímpico a ella, sino a Carmenza Delgado. Empecinada, ya que tenía 34 años, lo que la hacía su única posibilidad de ir a unos Olímpicos, entrenó y bajó más de 20 kilos para competir en la categoría de 75 kg, con invitación que le dio la Federación Internacional de Pesas.
Aunque el reto era grande, no ha sido el menor que ha superado en su vida. Al igual que muchos otros deportistas comenzó entrenando en un barrio marginal de Cali, al que llegó muy pequeña de Candelaria, en Valle del Cauca. María Isabel se convirtió muy pronto, junto a su mamá, en la que sostenía a su familia, por lo que desde que tenía 14 años empezó a trabajar en Empresas Municipales de Cali (Emcali).
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“Duró más de 20 años trabajando allá. Le daban permiso para salir a competir, y eso le ayudó. Y también a nosotros, desde siempre ella ha estado muy pendiente de ayudarnos a nosotros”, asegura Carmen Tulia Urrutia, hermana de María Isabel, quien añade que la pesista iba en la mañana a trabajar recibiendo las llamadas de quejas, en la tarde entrenaba y en la noche estudiaba.
En esa época Urrutia todavía no levantaba pesas, sino que practicaba el atletismo. Se destacaba en el lanzamiento de jabalina, disco y bala, especialidades que la llevaron a los Juegos Olímpicos de Seúl y en las que logró múltiples medallas en eventos internacionales. Pero después de Sídney, aunque el deporte siguió en su vida, María Isabel siguió el camino de la política, a lo que se ha dedicado en las últimas dos décadas.
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No tuvo que pensarlo, conoce el deporte colombiano y quiere seguir haciendo lo que le gusta: servir. “Me hacen falta mis atletas, el estrés de estar en la competencia, estar todos los días armando los planes de entrenamiento, pero Dios lo trae a este mundo a uno a hacer cosas, y estoy casi segura de que las cosas me van a salir muy bien y vamos a trabajar por la niñez y llegar a los lugares más apartados de Colombia con la oferta deportiva y armar ese pacto para que todos podamos hacer deporte y también sea camino de paz”.
Además de incentivar el deporte, a corto plazo está empeñada en consolidar la liga femenina de fútbol de dos semestres, así como lograr una buena participación en los Juegos de París 2024. “Uno va creciendo de acuerdo con su capacidad y asimismo le va tocando”, pero cada día requiere otros retos y nuevas fuerzas. “Esta parte es más dura, porque hay muy malos hábitos en la dirigencia y cambiarlos no es fácil, pero lo estamos haciendo poco a poco”.