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En Rusia 2018, la mayoría de jugadores de la selección de Colombia representan a los llamados millennials o Generación Y, bautizada así en 1993 por la revista Advertising Age. Según la socióloga estadounidense Kathleen Shaputis, estos jóvenes colombianos poseen mente y talento de avanzada, propios de un cambio de siglo. Crecieron, como James Rodríguez -nacido en 1991, con el horizonte de un nuevo país, con una nueva Constitución-, apegados a factores de estimulación mental temprana, como la serie de dibujos animados Supercampeones, soñando convertirse en Oliver Atom. También hacen parte de lo que los psicólogos llamaron generación Play Station: niños inmersos en videojuegos y por ello de mente ágil, abierta y competitiva. Más que una adicción, una herramienta pedagógica que fortaleció su personalidad en convicción, concentración, acción, decisión y amor por el deporte. (Lea: James, el ser humano).
Ahora los protagonistas de los videojuegos son ellos. Con el quinto lugar en Brasil 2014, demostraron que fueron más lejos que la selección liderada por El Pibe Valderrama, la generación X que forjó la historia de nuestro fútbol en los mundiales de Italia, Estados Unidos y Francia. Los millennials son más dedicados, más profesionales y están dispuestos a consagrarse del todo en Rusia, porque cuatro años después, son más experimentados como jugadores y maduros como personas.
Y si el triunfo les vuelve a sonreír será porque han llevado al tope la disciplina, la convicción y la perseverancia en sus metas. Como son metódicos, tienen claro que cuando es a trabajar es a trabajar y cuando es a gozar es a gozar, a ritmo de Ras Tas Tas, sin los excesos de los X modelo Asprilla e Higuita. Así se han hecho más hogareños, más juiciosos; sin obnubilarse por trofeos, dinero y fama. Y otra cualidad: son más místicos. Sean católicos o cristianos, en cabeza de Falcao y James, evidencian un modo de ser espiritual que complementa el plano físico. No es que los X no lo fueran, sino que lo encarnaban de otra manera. Este equilibrio de vida ha hecho de los millennials de nuestra Selección hombres más solidarios con la sociedad y el país que les tocó. No seres humanos perfectos. Sí deportistas más integrales; ejemplares sin importar cómo termine su viaje de graduación a Rusia. (Lea: El ADN de Falcao).
* Autor de los libros Vivir un Mundial (Elibros Editorial) y James, su vida (sello editorial Aguilar).