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A pesar de todos los avances que ha logrado la población LGBTIQ+ en las últimas décadas, los deportes continúan siendo un recordatorio muy visible de que la homofobia persiste. En los últimos años, más atletas profesionales han “salido del clóset” públicamente; de hecho, en 2021 fueron 17. Sin embargo, los tabús sobre la diversidad sexual y los estereotipos alrededor de ser mujer o ser hombre en el deporte hacen difícil asumir abiertamente su orientación. (El debate por la participación trans en competencias deportivas)
Los prejuicios sociales que relacionan a un hombre gay como “débil” y a una lesbiana como “marimacha” influyen en las percepciones de las identidades y orientaciones de deportistas de alto rendimiento. El libro Atletas LGBT en los medios deportivos, editado por Rory Magrath, lo ejemplifica. Si una futbolista anuncia públicamente su orientación sexual diversa se asume como algo “esperable”, mientras que si fuera una gimnasta rítmica la aceptación social no sería la misma, caso completamente inverso si se hablara de un hombre. (Rostros de mujeres icónicas en el deporte colombiano)
Según las investigaciones de Out on the Fields, organización internacional que ha realizado estudios sobre atletas LGBTIQ+ y homofobia en el deporte, el 73 % de las personas cree que no es seguro revelar la orientación sexual en entornos deportivos y el 33 % de los deportistas prefiere mantenerla en secreto. Esto es algo que se ve en el hecho de que la mayoría de deportistas de élite que han declarado abiertamente su orientación sexual lo hicieron cuando habían concluido su carrera profesional, como, por ejemplo, el nadador Ian Thorpe y el exfutbolista Thomas Hitzlsperger, del Aston Villa.
Los pasados Juegos Olímpicos tuvieron el mayor número de atletas queer de la historia, con un récord de 186 deportistas, y 36 en el caso de los Paralímpicos. Pero al revisar esta cifra se encuentra que apenas 16 son hombres y solo tres hacen parte de una disciplina grupal. “Para los hombres, la amenaza de la homofobia puede ser mayor que para las mujeres, particularmente en entornos de equipo, donde el miedo a ser marginado puede ser particularmente fuerte”, explica Juan Pablo Molinos, secretario de deportes de la Federación Argentina LGBT.
Una de las disciplinas más “enclosetadas”, en palabras de las fuentes consultadas, es el fútbol profesional masculino. Actualmente, ocho jugadores han hablado abiertamente sobre su orientación sexual mientras estaban activos y solo dos de ellos juegan todavía. Algunos tuvieron que abandonar el fútbol por el acoso y la falta de apoyo, siendo el caso de Justin Fashanu el más representativo, quien, en 1990, fue el primer futbolista en declararse gay. A pesar de su talento, debido a la presión social, terminó suicidándose.
“El fútbol es un espacio muy masculinista y homofóbico. Casi que es un lugar en el que se construye la masculinidad y, para un hombre cuya orientación sexual es diversa, un espacio así no es afirmativo, porque los hombres se sienten con el poder de controlar la hombría de los demás”, opina Franklin Gil Hernández, antropólogo de la Escuela de Estudios de Género de la Universidad Nacional. Esto también ocurre fuera de las canchas en barras que hablan del sometimiento sexual y la feminización del otro. (Novia de Mbappé: no dejó de ser hetero el jugador del PSG por estar con Inés Rau)
Hernández también resalta que, en el caso de las lesbianas, los equipos suelen ser un espacio seguro, por lo que es más común que ellas tengan un activismo reivindicando su rol en un “mundo de hombres”. La estadunidense Megan Rapinoe y la española Mapi León son voceras de esto, pues ellas suelen denunciar las condiciones desiguales del fútbol femenino. El Espectador intentó contactarse con futbolistas latinoamericanas LGBTIQ+ para este tema pero, ante la posibilidad de recibir sanciones, prefirieron no dar su opinión.
A menos de un mes para el Mundial de Catar 2022, la tensión entre el mundo del fútbol y la homofobia parece aumentar, pues en ese país la homosexualidad es un delito que se condena hasta con siete años de cárcel. Hace poco, Víctor Madrigal, experto independiente de Naciones Unidas sobre diversidad sexual, identidades y expresiones de género, tildó este evento como una “causa perdida para avanzar en los derechos de las personas LGBTIQ+” y señaló que, a pocas semanas de iniciar, no se ve voluntad de protección para la población diversa por parte de la FIFA.
A su vez, Wilson Castañeda, director de Caribe Afirmativo, declaró en un comunicado que la realización de este Mundial es reflejo de que la FIFA “no tiene problema con dejar que las amenazas de exclusión sean parte de la oferta de la Copa Mundial”. Ante esto, organizaciones de derechos humanos han llamado la atención para que se anteponga la dignidad de todas las personas sobre los intereses políticos y presupuestales que hay tras el Mundial.
La semana pasada, el exfutbolista inglés Gary Lineker, quien es comentarista de la BBC, afirmó que “sería grandioso que algún futbolista declarase públicamente ser homosexual durante el Mundial”. Asimismo, la campaña OneLove dio a conocer que los capitanes de trece selecciones usarían un brazalete con los colores del arcoíris; sin embargo, el país organizador anunció posibles sanciones disciplinarias contra las muestras de apoyo a la población LGBTIQ+.
Aunque no existe un dato oficial de cuántas personas con orientaciones sexuales diversas son o fueron deportistas profesionales, se conocen públicamente las historias y los testimonios de al menos 695. Este es un número que demuestra que ser deportista y LGBTIQ+ no es algo excluyente, pero que aún así hay muchas barreras, especialmente para los varones, al expresar su orientación sexual. Por esto, existen paralelamente equipos y competencias gestionadas por personas con orientaciones sexuales y de género diversas para construir espacios más seguros. (¿Quiénes son las y los deportistas transgénero referentes en Latinoamérica?)
Hace cuarenta años surgieron los Gay Games, competencia multideportiva que se realiza cada cuatro años, por eso son conocidos como los “Olímpicos LGBT”. Tom Waddel, su fundador, era médico, exatleta olímpico y activista. Su intención era crear un espacio deportivo libre de discriminación por orientaciones sexuales e identidades género, ante la exclusión derivada por la crisis del sida. En este evento participan más de 10.000 atletas, tanto profesionales como aficionados.
“Estos juegos tienen una naturaleza inclusiva e interseccional”, comenta Fernando Serrano, antropólogo colombiano, quien participó en las últimas ediciones: Cleveland (2014) y París (2018). Para él, este evento manda el mensaje de que ninguna persona debe ser excluida de participar en deportes por motivos de orientación sexual, género, raza, religión ni nacionalidad, entre otros. El próximo año, la XI edición de los Gay Games se celebrará por primera vez simultáneamente entre Hong Kong (China) y Guadalajara (México), y contará con 36 disciplinas.
Daniel López, cofundador de la Asociación Nacional de Deporte LGBTIQ+ de México, destaca que los espacios seguros para atletas con orientaciones sexuales diversas se han fortalecido en los últimos años, pero aún falta pedagogía para que se entienda que los deportes son un espacio de socialización. Asimismo, López revela que el hecho de que la próxima versión de los Gay Games sea en dos regiones donde las cifras de violencia contra la población LGBTIQ+ son altas “es una gran oportunidad para la lucha del movimiento y que las nuevas generaciones vean que pueden practicar deportes sin ocultar su orientación”.
*Este texto hace parte de la campaña “La misma meta”, del Deportista del Año, El Espectador y Movistar por la inclusión y la igualdad en el deporte. Te invitamos a apoyar y firmar nuestro compromiso aquí.