Alemania, el rival que cambió la historia de nuestro fútbol
La selección de Colombia enfrenta este martes al combinado teutón, 1:45 p.m. por el Gol Caracol, en su último partido de preparación antes del comienzo de la eliminatoria al Mundial 2026.
Para el fútbol colombiano hay un antes y un después de aquel 19 de junio de 1990. Ese día, en el estadio Giuseppe Meazza de Milán, la selección dirigida por Francisco Maturana enfrentó a la de Alemania, por la tercera y última fecha del Grupo D, del Mundial de Italia.
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Fue un partido parejo, muy bien jugado, con los teutones demostrando su potencia y velocidad, y los cafeteros apostándoles a la tenencia de la pelota y su juego colectivo. Hubo más opciones de gol de los europeos, pero la igualdad parecía justa.
Pero al minuto 89 Rudi Voeller hizo una diagonal y evitó dos “planchazos” de Leonel Álvarez y Luis Carlos Perea antes de habilitar a Pierre Littbarski, quien superó en velocidad a Luis Fernando Chonto Herrera y con un remate de zurda al ángulo venció a René Higuita.
“Jugamos como nunca y perdimos como siempre”, gritaron al unísono millones de colombianos en todos los rincones del mundo. La eterna historia de nuestro deporte parecía repetirse. Una vez más nos faltaban “cinco centavos para el peso” y la generación de oro de nuestro balompié, liderada por Carlos Valderrama, sufría su golpe más duro. Cabizbajos, los jugadores, vestidos de rojo y no del tradicional amarillo, veían impotentes la celebración de sus rivales.
Esa selección se había convertido en el símbolo de una Colombia que quería un cambio y afrontaba con dignidad y esperanza una de las etapas más violentas de su historia. El fútbol era su principal motivo de orgullo por esos días, marcados por las noticias de amenazas, bombas y masacres.
El gol de Littbarski nos devolvió a la realidad después de ocho meses de sueños, los que pasaron entre el 30 de octubre de 1989, el día de la clasificación en el repechaje ante Israel, en Tel Aviv, y ese Mundial al que regresábamos después de 28 años y que había comenzado con una convincente victoria 2-0 ante Emiratos Árabes Unidos, con goles de Bernardo Redín y el Pibe Valderrama, y la injusta derrota 1-0 contra Yugoslavia, ambas en el estadio Renato Dall’Ara de Bolonia.
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“Vamos, vamos que se puede”, gritaban desde afuera de la cancha Diego Barragán, el temperamental preparador físico del equipo, y el volante Ricardo Chicho Pérez, que era suplente. Pero eran solo ellos los que creían que en apenas un par de minutos que restaban algo se podía hacer.
Mientras buena parte de los cinco mil hinchas colombianos que estaban en el estadio comenzaban a buscar las puertas de salida, los fanáticos alemanes festejaban una trabajada victoria.
“Recuerdo que entre Leonel y Perea le quitaron la pelota a Voeller. La cogió el Bendito Fajardo y se la dio al Pibe. Estaba más arriba y me le mostré. De primera se la di al Bendito y seguí corriendo. El balón volvió al Pibe, pero no pensé que me lo fuera a tirar, porque estaba perfilado y mirando para el otro lado, en donde estaba la Gambeta Estrada”, recordó muchas veces Freddy Rincón con esa extraña precisión que tienen los futbolistas profesionales o aficionados al recrear en su memoria jugadas especiales, así no las hayan vuelto a ver.
Valderrama explica que “la Gambeta estaba ahí, clarito para dársela, pero con lo cagado que andaba ese día, dije: ‘No, ese man lo va a botar otra vez’. En cambio Freddy no pelaba (fallaba) gol”.
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Fue así como el pase quirúrgico del número 10 llegó a los pies de Rincón. “Ya cuando la recibo, digo: ‘Ay, juepucha’. Piensa uno mil cosas en unos pocos segundos, ¿le pego duro, me saco al arquero, la cruzo? y en esas veo que Bodo Illgner, que se veía más grandote de lo que es, se me tira como de frente y me da la posibilidad de hacerle el túnel. Eso ahí ya es instinto, ya sabía que era gol”, decía Freddy, cuya imagen celebrando, con los puños cerrados delante del pecho, quedó inmortalizada.
“Ese día nos graduamos. Y con todo lo que hicimos en esos años pusimos al fútbol colombiano en un lugar bien alto”, explicaba Rincón. En realidad, ese momento para nuestro balompié solo se compara con el empate 4-4 ante Unión Soviética en Chile 1962, el 5-0 sobre Argentina en 1993, el título de la Copa América 2001 y el quinto puesto en el Mundial de Brasil 2014.
Efectivamente, ese empate 1-1 frente a la futura campeona mundial nos puso en otro nivel. Nuestros futbolistas, entrenadores y dirigentes entendieron que había con qué pelearles a las grandes potencias y cambiaron definitivamente su mentalidad, más allá de que cuatro días después, en el estadio San Paolo, en Nápoles, Colombia cayó 2-1 ante Camerún en los cuartos de final. Con altas y bajas, desde entonces las selecciones nacionales aprendieron a competir mejor.
“El gol de Freddy Rincón nos dejó una enseñanza clara: más que vivir se sobrevive. Sin embargo, las dificultades nos hacen más fuertes y en el momento de encarar, en los combates diarios, podemos lograr cosas como marcarle un gol de caño al mejor arquero del momento”, comenta el periodista Farouk Caballero, autor del libro Relatos cancheros, que hace un homenaje a la memoria al Coloso de Buenaventura.
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La selección de Colombia modelo 2023, dirigida por el argentino Néstor Lorenzo, enfrenta hoy a la de Alemania, en Gelsenkirchen, en su último partido de preparación antes de la eliminatoria al Mundial de 2026 en Canadá, México y Estados Unidos. El juego se verá desde la 1:45 p.m., por el Gol Caracol.
Además de ese histórico 1-1 en Italia 1990, se han enfrentado tres veces más. Días antes del Mundial de Francia 1998, los teutones se impusieron 3-1 en un amistoso disputado en Frankfurt, en el que Olivier Bierhoff abrió el marcador apenas al minuto de juego.
En otro fogueo, en febrero de 1999, en Miami, quedaron empatados 3-3 y se encontraron por última vez en 2006, en Mönchengladbach, antes de la Copa Mundo de Alemania, cuando los locales ganaron 3-0.
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Para el fútbol colombiano hay un antes y un después de aquel 19 de junio de 1990. Ese día, en el estadio Giuseppe Meazza de Milán, la selección dirigida por Francisco Maturana enfrentó a la de Alemania, por la tercera y última fecha del Grupo D, del Mundial de Italia.
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Fue un partido parejo, muy bien jugado, con los teutones demostrando su potencia y velocidad, y los cafeteros apostándoles a la tenencia de la pelota y su juego colectivo. Hubo más opciones de gol de los europeos, pero la igualdad parecía justa.
Pero al minuto 89 Rudi Voeller hizo una diagonal y evitó dos “planchazos” de Leonel Álvarez y Luis Carlos Perea antes de habilitar a Pierre Littbarski, quien superó en velocidad a Luis Fernando Chonto Herrera y con un remate de zurda al ángulo venció a René Higuita.
“Jugamos como nunca y perdimos como siempre”, gritaron al unísono millones de colombianos en todos los rincones del mundo. La eterna historia de nuestro deporte parecía repetirse. Una vez más nos faltaban “cinco centavos para el peso” y la generación de oro de nuestro balompié, liderada por Carlos Valderrama, sufría su golpe más duro. Cabizbajos, los jugadores, vestidos de rojo y no del tradicional amarillo, veían impotentes la celebración de sus rivales.
Esa selección se había convertido en el símbolo de una Colombia que quería un cambio y afrontaba con dignidad y esperanza una de las etapas más violentas de su historia. El fútbol era su principal motivo de orgullo por esos días, marcados por las noticias de amenazas, bombas y masacres.
El gol de Littbarski nos devolvió a la realidad después de ocho meses de sueños, los que pasaron entre el 30 de octubre de 1989, el día de la clasificación en el repechaje ante Israel, en Tel Aviv, y ese Mundial al que regresábamos después de 28 años y que había comenzado con una convincente victoria 2-0 ante Emiratos Árabes Unidos, con goles de Bernardo Redín y el Pibe Valderrama, y la injusta derrota 1-0 contra Yugoslavia, ambas en el estadio Renato Dall’Ara de Bolonia.
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“Vamos, vamos que se puede”, gritaban desde afuera de la cancha Diego Barragán, el temperamental preparador físico del equipo, y el volante Ricardo Chicho Pérez, que era suplente. Pero eran solo ellos los que creían que en apenas un par de minutos que restaban algo se podía hacer.
Mientras buena parte de los cinco mil hinchas colombianos que estaban en el estadio comenzaban a buscar las puertas de salida, los fanáticos alemanes festejaban una trabajada victoria.
“Recuerdo que entre Leonel y Perea le quitaron la pelota a Voeller. La cogió el Bendito Fajardo y se la dio al Pibe. Estaba más arriba y me le mostré. De primera se la di al Bendito y seguí corriendo. El balón volvió al Pibe, pero no pensé que me lo fuera a tirar, porque estaba perfilado y mirando para el otro lado, en donde estaba la Gambeta Estrada”, recordó muchas veces Freddy Rincón con esa extraña precisión que tienen los futbolistas profesionales o aficionados al recrear en su memoria jugadas especiales, así no las hayan vuelto a ver.
Valderrama explica que “la Gambeta estaba ahí, clarito para dársela, pero con lo cagado que andaba ese día, dije: ‘No, ese man lo va a botar otra vez’. En cambio Freddy no pelaba (fallaba) gol”.
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Fue así como el pase quirúrgico del número 10 llegó a los pies de Rincón. “Ya cuando la recibo, digo: ‘Ay, juepucha’. Piensa uno mil cosas en unos pocos segundos, ¿le pego duro, me saco al arquero, la cruzo? y en esas veo que Bodo Illgner, que se veía más grandote de lo que es, se me tira como de frente y me da la posibilidad de hacerle el túnel. Eso ahí ya es instinto, ya sabía que era gol”, decía Freddy, cuya imagen celebrando, con los puños cerrados delante del pecho, quedó inmortalizada.
“Ese día nos graduamos. Y con todo lo que hicimos en esos años pusimos al fútbol colombiano en un lugar bien alto”, explicaba Rincón. En realidad, ese momento para nuestro balompié solo se compara con el empate 4-4 ante Unión Soviética en Chile 1962, el 5-0 sobre Argentina en 1993, el título de la Copa América 2001 y el quinto puesto en el Mundial de Brasil 2014.
Efectivamente, ese empate 1-1 frente a la futura campeona mundial nos puso en otro nivel. Nuestros futbolistas, entrenadores y dirigentes entendieron que había con qué pelearles a las grandes potencias y cambiaron definitivamente su mentalidad, más allá de que cuatro días después, en el estadio San Paolo, en Nápoles, Colombia cayó 2-1 ante Camerún en los cuartos de final. Con altas y bajas, desde entonces las selecciones nacionales aprendieron a competir mejor.
“El gol de Freddy Rincón nos dejó una enseñanza clara: más que vivir se sobrevive. Sin embargo, las dificultades nos hacen más fuertes y en el momento de encarar, en los combates diarios, podemos lograr cosas como marcarle un gol de caño al mejor arquero del momento”, comenta el periodista Farouk Caballero, autor del libro Relatos cancheros, que hace un homenaje a la memoria al Coloso de Buenaventura.
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Además de ese histórico 1-1 en Italia 1990, se han enfrentado tres veces más. Días antes del Mundial de Francia 1998, los teutones se impusieron 3-1 en un amistoso disputado en Frankfurt, en el que Olivier Bierhoff abrió el marcador apenas al minuto de juego.
En otro fogueo, en febrero de 1999, en Miami, quedaron empatados 3-3 y se encontraron por última vez en 2006, en Mönchengladbach, antes de la Copa Mundo de Alemania, cuando los locales ganaron 3-0.
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