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Una Copa América con varios tintes especiales: la primera edición que se jugará en Colombia, su realización como un precedente para seguir apostándole al fútbol femenino en el país y la región; los tres cupos al Mundial Femenino de Australia y Nueva Zelanda 2023 y dos a los Juegos Olímpicos de París 2024, y la promesa de que aquí en adelante se jugará cada dos años y no cada cuatro o tres, como sucedió en las siete ediciones anteriores.
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Podría incluso pensarse que Colombia busca una revancha luego de que el año pasado no pudiera realizarse la Copa América masculina por problemas de orden público y por la pandemia del coronavirus. Esta vez será posible llevar a cabo un certamen que potenciará el balompié femenino en la región y que tiene como favorita a Brasil -siete veces campeona del torneo-, que viene a defender el título que, desde 1991, solamente le ha sido arrebatado en una oportunidad por Argentina, cuando fue campeona en 2006, en la edición que se jugó en Mar de Plata.
Colombia, además por su localía, es una de las candidatas del torneo por la fuerza -aunque con varias trabas- que ha cogido el fútbol femenino en el país por el empuje de sus jugadoras. Venimos de romper el récord de asistencia en la final de la liga profesional del semestre pasado entre América y Cali. Y en las dos más recientes ediciones de la Copa Libertadores, el conjunto escarlata y Santa Fe fueron subcampeonas, a pesar de la falta de ritmo de competencia, lo que demuestra el compromiso y el nivel de las mujeres en el territorio nacional. Y aunque se esperaba que este certamen impulsara aún más la Liga local, la Dimayor anunció en la tarde de ayer, luego de su asamblea, que la edición que estaba pensada para el segundo semestre tuvo que cancelarse y el campeonato, como venía sucediendo, volverá hasta el próximo año.
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“Tenemos un estímulo en el favoritismo que nos dan, no una presión. La mayoría de las jugadoras de prejuvenil y juvenil también han estado en ciclo de mayores. En ese aspecto nosotros venimos de hace rato abarcando un número importante de jugadoras y tenemos en proyección a varias para que en el futuro sean importantes. Vienen jugadoras de sub-17 y sub-15 que han sido importantes, y en eso nosotros teníamos claro hacia dónde íbamos y qué norte debíamos llevar. El favoritismo se construye de peldaño a peldaño, es un paso a paso”, aseguró ayer Nelson Abadía, técnico de la selección de Colombia.
“El fútbol femenino ha cambiado mucho desde que se consiguió el primer cupo al Mundial en 2010, y esperemos que esta vez se puedan conseguir los objetivos de clasificar a este y a los Juegos Olímpicos. Colombia tiene que volver a sonar en Suramérica como una de las mejores selecciones. Esto nos pone en la mira de muchos países para que vengan a mirar jugadoras y puedan estar en otras ligas. Esto nos convoca a todos, y la realización de esta copa le aportará mucho a nuestro balompié”, comentó Carmen Rodallega, exdelantera de la selección nacional.
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El equipo, que tendrá a referentes como Daniela Montoya, Catalina Usme y Leicy Santos, y promesas como Gisela Robledo y Linda Caicedo en su nómina -y ausencias como Natalia Gaitán, Yoreli Rincón e Isabella Echeverri , que siguen despertando cuestionamientos a la selección-, buscará defender su condición de local y conseguir el título de la Copa América, que le fue esquivo en 2010 y 2014, cuando fueron subcampeonas del certamen al perder con Brasil.
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“Colombia está fuerte por sus partidos de preparación. Hay jugadoras que vienen compitiendo y trabajando juntas desde hace varios años, y eso es importante para el trabajo que hace el profe Abadía”, concluyó Rodallega.