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La magia del 10 nunca se apaga. Ni con las críticas de hinchas y periodistas, ni con los altibajos de una carrera llena de desafíos y cambios. James Rodríguez, el arquitecto y mago del fútbol colombiano, es más que un jugador. Él es un símbolo de pasión y un amor inquebrantable por la camiseta tricolor.
Desde su espectacular actuación en el Mundial de Brasil 2014, donde fue el goleador y conquistó el prestigioso premio Puskás, un logro que figuras como Lionel Messi aún buscan, el mundo se rindió ante su talento, que ya había comenzado a brillar años atrás. Sin embargo, el camino del éxito nunca ha sido algo sencillo.
La presión de las expectativas lo ha llevado a enfrentar momentos difíciles, tanto por lesiones como en su vida personal, pero James ha seguido siendo una luz de esperanza para millones de colombianos. Su capacidad para conectar con la afición es un recordatorio constante de que el fútbol, en su esencia, es una cuestión de emociones y nunca será solo un deporte.
En su travesía por varios clubes en Europa, la adaptación ha sido un reto permanente. No obstante, en la selección de Colombia, su esencia florece y brilla. Ha jugado incluso en circunstancias muy complicadas, dejando claro que su amor por el país es más fuerte que cualquier obstáculo. “Aquí juego hasta cojo”, es una frase que aún resuena y es aplaudida por los hinchas de la tricolor.
Fue Néstor Lorenzo quien, al verlo alejado de la selección con pasados entrenadores, reconoció la chispa que aún ardía en su interior. Con un gesto de confianza y cariño, se propuso construir un equipo en torno a él, un acto que desató un notable resurgimiento. El cucuteño volvió a vestir la camiseta tricolor y lucir el brazalete de capitán. Así, la magia del 10 resurgió con una gran fuerza.
James no solo es el capitán de una selección que nos ha hecho volver a soñar; es el latido de nuestra esperanza. Su liderazgo ha inspirado en el equipo una renovada energía, llevando a Colombia a luchar la posibilidad de un título que, por tanto tiempo, ha sido un sueño esquivo.
Aunque en la Copa América 2024 fue considerado el mejor jugador y estableció un récord al registrar seis asistencias, le quedó un sabor amargo, al igual que a nosotros. La página ya pasó y, mientras nos acercamos al Mundial 2026, el futuro de su carrera es incierto.
Una cosa es clara: James Rodríguez sigue persiguiendo el sueño de llevar a la selección a su segundo título en la historia, y lo hace con su zurda mágica, que ha brillado en las eliminatorias. Eso sí, su legado va más allá de los títulos. James es sinónimo de perseverancia y valentía. En cada pase, cada gol y cada lágrima de emoción, ha tejido una historia de amor por el fútbol que quedará grabada en la historia del deporte nacional.
James será uno de los galardonadas en la ceremonia del Deportista del Año de El Espectador y Movistar, que se realizará el miércoles 11 de diciembre en el Centro Empresarial Connecta, en Bogotá, en donde esta casa editorial premiará a los mejores atletas de la temporada, como lo ha hecho ininterrumpidamente desde 1960, en la ceremonia más prestigiosa y tradicional de la actividad física en el país.
Homenajearemos a los deportistas más destacados en las categorías Mayores, Juvenil y Paralímpica, así como a los mejores entrenadores y dirigentes. Entregaremos también el Premio al Juego Limpio Guillermo Cano, de especial significado para El Espectador.
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