James Rodríguez: entre la gloria y la desdicha de los mundos posibles
La figura de James Rodríguez. Su legado, el abrir puertas para el fútbol colombiano. Nueva entrega del especial “¿A qué jugamos?”.
Andrés Osorio Guillott
Lo difícil de la grandeza es mantenerse en ella. Y mantenerse requiere disciplina, valentía y una mentalidad suficiente para no olvidar nuestra condición de mortales y recordar que llegar allí nos convierte en referentes, y que al ser espejos de otros que nos ven con admiración tenemos la responsabilidad de promover los valores necesarios para sostener la vieja y romántica idea de un “mundo mejor”, de soñar con otro mundo posible.
Mire el especial⚽: ¿A qué jugamos? Identidad e historia del fútbol colombiano
James Rodríguez ha suscitado varias preguntas que trascienden su próximo equipo, su destino. ¿Es suficiente con el logro del mundial? ¿Es suficiente con haber brillado en clubes en los que otros colombianos no pudieron siquiera llegar? ¿Bastan los triunfos sin importar cuán efímeros sean?
Sábado 28 de junio de 2014
Habría que dar las gracias porque la memoria retiene los días de gloria. Son las remembranzas las que sostienen los tiempos difíciles. O como diría Marguerite Yourcenar: “Y entonces, ¿quién sabe? Quizá cuiden de nosotros ciertos recuerdos, como ángeles”. Y de los hinchas del fútbol, que forjamos carácter con las derrotas que son más que las victorias, cuidan de nosotros recuerdos como el de ese sábado en la tarde.
Las calles solitarias. En las vías principales imperaba un silencio inusitado, pues en las casas, parques y bares nos aglomeramos todos. Nada detiene más la vida, en un país como el nuestro, que un partido que puede trascender en la historia. Eran los octavos de final del mundial de Brasil 2014, un certamen que al ser tan cercano también se vivió diferente. Era la alegría latinoamericana. Era el carnaval de Río, pero también el de Barranquilla, también el de las batucadas y el baile.
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Colombia vs. Uruguay, un partido con trabas. El imaginario siempre dicta que enfrentar a la selección celeste implica tener la paciencia suficiente para contrarrestar el juego compacto y defensivo. El libreto no le fallaba a la intuición. El combinado nacional, dirigido en aquel entonces por José Néstor Pekerman, jugaba en campo contrario, pero le costaba encontrar los espacios y la precisión para llegar con peligro al arco defendido por Fernando Muslera.
Habíamos llegado a octavos de final con algo de incredulidad. La lesión de ligamentos, unos meses antes del mundial, de Radamel Falcao García dejó a la hinchada con la tristeza de su ausencia, pues los goles del Tigre fueron determinantes para ir a Brasil y volver a la máxima cita del fútbol internacional luego de 16 años. Era la tristeza y la angustia de que no hubiera alguien que supiera reemplazar al que fuera por ese momento uno de los mejores nueves del planeta.
Corría el minuto 28 del primer tiempo en el Maracaná. Una serie de rebotes, a unos 35 metros del arco de Uruguay, hacían pensar que el partido seguía enredado y que de esa jugada no ocurriría una épica. Abel Aguilar hizo un pase de cabeza a James Rodríguez, que con un control orientado de pecho logró empalmar el balón con su pierna izquierda y de volea logró rematar y enviar un misil imposible de detener para Muslera. La pelota pegó en el horizontal e infló la malla del arco sur.
“Qué golazo de James, una pintura como si fuera un Picasso, una obra de arte. El Pecho, sin caer y la pierna zurda y la pelota pega en el bendito palo y luego infla esa red que se mueve como si fueran cuerdas de un tiple montañero, de un tiple tolimense, como si fueran cuerdas de un arpa llanera. Qué forma de meterse ese balón, qué lindo, qué golazo, bendito gol James. Muchas gracias, mi país se lo merece. Colombia tiene 1 Uruguay 0″, narró Antonio El Tato Sanint.
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Y así James, con los brazos abiertos y en alto, tocó el cielo. Era la cúspide de su carrera y del fútbol colombiano. Al minuto 50, ya en la segunda parte, volvió a aparecer el 10. Tras una asistencia de Juan Guillermo Cuadrado, el volante de la tricolor aumentó la diferencia, sentenció la victoria y aseguró el cupo a los cuartos de final del mundial de Brasil 2014. La nostalgia de la ausencia de Falcao se disminuyó con el protagonismo de Rodríguez, que completó cinco anotaciones en toda la copa.
El mundial se acabó para Colombia en los cuartos de final contra Brasil. 2-1. La famosa frase de “era gol de Yepes” quedó de una de las peores tusas futboleras de los últimos años. Fue la mejor participación de la selección nacional en este torneo en la historia, y James logró ser el primer colombiano en ganar el botín de oro como goleador del certamen, y además recibió ese año el Premio Puskas a la mejor anotación de 2014 por ese tanto contra Uruguay.
James, que salió de la llamada Cantera de héroes de Envigado, y que ya había triunfado en Banfield y Porto, dio un gran salto después del mundial al ser fichado por Real Madrid. Parecía inverosímil, pero la esperanza se hace fuerte y se reinventa cada vez que alguien demuestra que algo que parecía imposible ya no lo es. El volante colombiano llegaba al conjunto merengue, al que muchos denominan el mejor equipo del mundo, a vestir la número 10.
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Antes de alcanzar la cumbre, James Rodríguez había experimentado la gloria ganando el título de la segunda división con Envigado en 2007 y el de primera división en Argentina con Banfield. Ya en Europa, ganó ocho títulos con Porto (tres ligas, una copa, tres supercopas de Portugal y una Liga de Europa).
En Real Madrid brilló el primer año cuando estaba Carlo Ancelotti como técnico. Fue aliado de Luka Modric, Toni Kroos, Cristiano Ronaldo y Karim Benzema. Después de 2015, James se había convertido en una especie de Sísifo. Castigado por los dioses, el colombiano sabía subir siempre a la punta de la montaña con su presión de ser referente en la espalda, pero de la nada tenía que volver a bajar. Las razones siguen siendo inciertas, pero la verdad es que los destellos de James cada vez eran más efímeros, y sus ausencias cada vez más latentes.
Con Zidane como técnico de Real Madrid nunca pudo revivir su momento de gloria. Hasta 2016 estuvo en su primera etapa en el conjunto blanco, pues luego fue a Bayern Múnich, otro grande de Europa. Carlo Ancelotti fue su mentor y gracias a él su carrera se ha logrado mantener a flote. El italiano se lo llevó al conjunto bávaro, en el que también tuvo su momento de protagonismo, pero de nuevo su posible condena se realizó y su tiempo de gracia volvió a ser corto.
Volvió a Real Madrid en 2020, pero solo para hacer parte de la nómina, más no para jugar. En 2021, de nuevo cobijado por Ancelotti, pasó al Everton, en el que recuperó minutos de juego y nivel de competencia. Al poco tiempo el italiano se fue y llegó Rafa Benítez, quien también había sido su técnico en el cuadro de Chamartín y con quien no tuvo, en ninguno de los dos clubes, buena relación.
Dos ligas y una Supercopa de España, dos Champions League, dos Supercopas de Europa y dos mundiales de clubes ganó con Real Madrid; con Bayern Múnich ganó dos Bundesliga, una copa de Alemania y una Supercopa. Un palmarés que parece inalcanzable para otro futbolista colombiano, que deja un legado difícil de olvidar, pero que para quienes hemos sido testigos de su carrera, deja la sensación de una época exitosa, pero que estuvo opacada por los rumores de su indisciplina y por sus constantes ausencias en los equipos titulares.
Es difícil hablar de la figura de James Rodríguez. Él abrió el espectro del fútbol colombiano, y logró hazañas que quedarán en páginas de oro. Muchos lo admiran, otros le cobran habernos hecho soñar tanto y al final no corresponder con las expectativas que creó. Como referente y como ídolo contemporáneo, James carga con la presión y las críticas que solo recaen en los grandes, en los que se atrevieron a hacerse responsables de la historia. El tiempo juzgará el valor de su influencia y su legado, pues no se puede tampoco menospreciar lo que ha hecho por nuestro balompié. Más allá de las polémicas, el 10 de los últimos años fue el artífice de nuevas utopías y el estandarte de un mundo posible para quienes sueñan con ser estrellas del fútbol en nuestro país.
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Lo difícil de la grandeza es mantenerse en ella. Y mantenerse requiere disciplina, valentía y una mentalidad suficiente para no olvidar nuestra condición de mortales y recordar que llegar allí nos convierte en referentes, y que al ser espejos de otros que nos ven con admiración tenemos la responsabilidad de promover los valores necesarios para sostener la vieja y romántica idea de un “mundo mejor”, de soñar con otro mundo posible.
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James Rodríguez ha suscitado varias preguntas que trascienden su próximo equipo, su destino. ¿Es suficiente con el logro del mundial? ¿Es suficiente con haber brillado en clubes en los que otros colombianos no pudieron siquiera llegar? ¿Bastan los triunfos sin importar cuán efímeros sean?
Sábado 28 de junio de 2014
Habría que dar las gracias porque la memoria retiene los días de gloria. Son las remembranzas las que sostienen los tiempos difíciles. O como diría Marguerite Yourcenar: “Y entonces, ¿quién sabe? Quizá cuiden de nosotros ciertos recuerdos, como ángeles”. Y de los hinchas del fútbol, que forjamos carácter con las derrotas que son más que las victorias, cuidan de nosotros recuerdos como el de ese sábado en la tarde.
Las calles solitarias. En las vías principales imperaba un silencio inusitado, pues en las casas, parques y bares nos aglomeramos todos. Nada detiene más la vida, en un país como el nuestro, que un partido que puede trascender en la historia. Eran los octavos de final del mundial de Brasil 2014, un certamen que al ser tan cercano también se vivió diferente. Era la alegría latinoamericana. Era el carnaval de Río, pero también el de Barranquilla, también el de las batucadas y el baile.
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Colombia vs. Uruguay, un partido con trabas. El imaginario siempre dicta que enfrentar a la selección celeste implica tener la paciencia suficiente para contrarrestar el juego compacto y defensivo. El libreto no le fallaba a la intuición. El combinado nacional, dirigido en aquel entonces por José Néstor Pekerman, jugaba en campo contrario, pero le costaba encontrar los espacios y la precisión para llegar con peligro al arco defendido por Fernando Muslera.
Habíamos llegado a octavos de final con algo de incredulidad. La lesión de ligamentos, unos meses antes del mundial, de Radamel Falcao García dejó a la hinchada con la tristeza de su ausencia, pues los goles del Tigre fueron determinantes para ir a Brasil y volver a la máxima cita del fútbol internacional luego de 16 años. Era la tristeza y la angustia de que no hubiera alguien que supiera reemplazar al que fuera por ese momento uno de los mejores nueves del planeta.
Corría el minuto 28 del primer tiempo en el Maracaná. Una serie de rebotes, a unos 35 metros del arco de Uruguay, hacían pensar que el partido seguía enredado y que de esa jugada no ocurriría una épica. Abel Aguilar hizo un pase de cabeza a James Rodríguez, que con un control orientado de pecho logró empalmar el balón con su pierna izquierda y de volea logró rematar y enviar un misil imposible de detener para Muslera. La pelota pegó en el horizontal e infló la malla del arco sur.
“Qué golazo de James, una pintura como si fuera un Picasso, una obra de arte. El Pecho, sin caer y la pierna zurda y la pelota pega en el bendito palo y luego infla esa red que se mueve como si fueran cuerdas de un tiple montañero, de un tiple tolimense, como si fueran cuerdas de un arpa llanera. Qué forma de meterse ese balón, qué lindo, qué golazo, bendito gol James. Muchas gracias, mi país se lo merece. Colombia tiene 1 Uruguay 0″, narró Antonio El Tato Sanint.
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Y así James, con los brazos abiertos y en alto, tocó el cielo. Era la cúspide de su carrera y del fútbol colombiano. Al minuto 50, ya en la segunda parte, volvió a aparecer el 10. Tras una asistencia de Juan Guillermo Cuadrado, el volante de la tricolor aumentó la diferencia, sentenció la victoria y aseguró el cupo a los cuartos de final del mundial de Brasil 2014. La nostalgia de la ausencia de Falcao se disminuyó con el protagonismo de Rodríguez, que completó cinco anotaciones en toda la copa.
El mundial se acabó para Colombia en los cuartos de final contra Brasil. 2-1. La famosa frase de “era gol de Yepes” quedó de una de las peores tusas futboleras de los últimos años. Fue la mejor participación de la selección nacional en este torneo en la historia, y James logró ser el primer colombiano en ganar el botín de oro como goleador del certamen, y además recibió ese año el Premio Puskas a la mejor anotación de 2014 por ese tanto contra Uruguay.
James, que salió de la llamada Cantera de héroes de Envigado, y que ya había triunfado en Banfield y Porto, dio un gran salto después del mundial al ser fichado por Real Madrid. Parecía inverosímil, pero la esperanza se hace fuerte y se reinventa cada vez que alguien demuestra que algo que parecía imposible ya no lo es. El volante colombiano llegaba al conjunto merengue, al que muchos denominan el mejor equipo del mundo, a vestir la número 10.
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Antes de alcanzar la cumbre, James Rodríguez había experimentado la gloria ganando el título de la segunda división con Envigado en 2007 y el de primera división en Argentina con Banfield. Ya en Europa, ganó ocho títulos con Porto (tres ligas, una copa, tres supercopas de Portugal y una Liga de Europa).
En Real Madrid brilló el primer año cuando estaba Carlo Ancelotti como técnico. Fue aliado de Luka Modric, Toni Kroos, Cristiano Ronaldo y Karim Benzema. Después de 2015, James se había convertido en una especie de Sísifo. Castigado por los dioses, el colombiano sabía subir siempre a la punta de la montaña con su presión de ser referente en la espalda, pero de la nada tenía que volver a bajar. Las razones siguen siendo inciertas, pero la verdad es que los destellos de James cada vez eran más efímeros, y sus ausencias cada vez más latentes.
Con Zidane como técnico de Real Madrid nunca pudo revivir su momento de gloria. Hasta 2016 estuvo en su primera etapa en el conjunto blanco, pues luego fue a Bayern Múnich, otro grande de Europa. Carlo Ancelotti fue su mentor y gracias a él su carrera se ha logrado mantener a flote. El italiano se lo llevó al conjunto bávaro, en el que también tuvo su momento de protagonismo, pero de nuevo su posible condena se realizó y su tiempo de gracia volvió a ser corto.
Volvió a Real Madrid en 2020, pero solo para hacer parte de la nómina, más no para jugar. En 2021, de nuevo cobijado por Ancelotti, pasó al Everton, en el que recuperó minutos de juego y nivel de competencia. Al poco tiempo el italiano se fue y llegó Rafa Benítez, quien también había sido su técnico en el cuadro de Chamartín y con quien no tuvo, en ninguno de los dos clubes, buena relación.
Dos ligas y una Supercopa de España, dos Champions League, dos Supercopas de Europa y dos mundiales de clubes ganó con Real Madrid; con Bayern Múnich ganó dos Bundesliga, una copa de Alemania y una Supercopa. Un palmarés que parece inalcanzable para otro futbolista colombiano, que deja un legado difícil de olvidar, pero que para quienes hemos sido testigos de su carrera, deja la sensación de una época exitosa, pero que estuvo opacada por los rumores de su indisciplina y por sus constantes ausencias en los equipos titulares.
Es difícil hablar de la figura de James Rodríguez. Él abrió el espectro del fútbol colombiano, y logró hazañas que quedarán en páginas de oro. Muchos lo admiran, otros le cobran habernos hecho soñar tanto y al final no corresponder con las expectativas que creó. Como referente y como ídolo contemporáneo, James carga con la presión y las críticas que solo recaen en los grandes, en los que se atrevieron a hacerse responsables de la historia. El tiempo juzgará el valor de su influencia y su legado, pues no se puede tampoco menospreciar lo que ha hecho por nuestro balompié. Más allá de las polémicas, el 10 de los últimos años fue el artífice de nuevas utopías y el estandarte de un mundo posible para quienes sueñan con ser estrellas del fútbol en nuestro país.
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