¿A qué jugamos?: La chispa que encendió la llama
¿Cuál es nuestra idea de juego? ¿Qué nos identifica? En Brasil hablan del ‘jogo bonito’. De los uruguayos viene la garra charrúa y de los italianos, el ‘catenaccio’. Los neerlandeses inventaron el fútbol total y los españoles el tiki taka. ¿Y acá? En este especial multimedia, con un documental y cuatro capítulos temáticos, intentamos encontrar esa respuesta. Las razones detrás de esta investigación.
Fernando Camilo Garzón
Me contaba Francisco Maturana, una semana antes de lanzar esta investigación, que la curiosidad lo hizo volverse entrenador. Los años le despertaron la duda por entender cómo jugábamos acá y cuál era nuestro estilo. “Tuve la suerte de jugar en varias selecciones de Colombia. Y creo que ahí radicaron todas esas pistas de cara al futuro, porque cuando era futbolista sabía cómo jugaba Perú, Paraguay, Uruguay y Argentina, pero no sabía cómo jugaba Colombia”.
Mire: El Espectador lanza su especial sobre el fútbol colombiano: “¿A qué jugamos?”
¿A qué jugamos? La misma chispa que encendió la llama de este especial, cuando en “Fútbol y política”, la cátedra dictada por el maestro Jorge Cardona —exeditor general de este periódico—, empecé a entender que los modelos de juego y las ideas futbolísticas se movían en los mismos compases del mundo. Que la sociedad y el poder —sobre todo el poder— se reunían en torno a la pelota.
Y en medio de una cultura tan violenta como la nuestra, tan tramposa, inequitativa y carente de oportunidades, pensé: ¿cuáles son nuestros modelos de juego? ¿Qué nos inspira? ¿Jugamos al fútbol como vivimos la vida? ¿Por qué hablamos de fantasía en la cancha, mientras en las calles abundan el hambre y la pobreza? ¿Es el fútbol un sueño que nos permitía salir de nuestras tristezas?
Le conté al maestro Cardona de esas dudas, que me habían suscitado sus enseñanzas, y me respondió corto y al pie, sencillo: ¡Hágalo! Una sola palabra, ese fue el pistoletazo que marcó la salida de este proyecto.
Empezamos, sentados en una mesa, Luis Guillermo Ordóñez, Thomas Blanco, Sebastián Arenas, Andrés Osorio y yo. Teníamos un norte, encontrar cuál era nuestra identidad de juego. Íbamos a repasar las escuelas fundamentales —no podíamos abarcarlas todas— que le dieron, como diría Maturana, “sentido a nuestro caminar”.
Mire de este especial: Los primeros héroes del fútbol colombiano y el mito de la identidad
Sin embargo, como el fútbol se escapa entre las grietas de la política, las dudas de este especial se quedaron cortas. Apareció la necesidad de también entender cómo la violencia y el narcotráfico permearon nuestra identidad. Cómo, a partir de la cronología de nuestro fútbol, se iban desarrollando acontecimientos claves de nuestra historia a la par de la narrativa deportiva. Y ahí Andrés Osorio fue clave para pedirle a Fernando Araújo, que también participara de este proyecto. Con ese cambio de rumbo, entendimos que la idea que perseguíamos, ese “quienes éramos”, estaba, más que extraviada, confundida.
Lea de este especial: El juego de las mafias I: América, del rojo pueblo al rojo sangre
Encontramos que la gente se identificaba con un fútbol alegre, como lo que somos. Maturana nos dijo: “Nosotros somos más de la fantasía y la risa, más de la charla. Somos el fútbol de la calle, el de la esquina cuando nos juntamos cuatro o cinco a tocar un balón”.
Sin embargo, el camino también nos demostró que esa identidad no es un sentir general. Que si bien la idea de un fútbol feliz y vistoso, ese sueño que nos prometió la generación del 90, fue el ideal que nos hizo ganar, la identidad de nuestro fútbol es más compleja y no se define solo por eso.
“¿Identidad? Ese es un cuento de los periodistas. La identidad depende de los jugadores y de las condiciones que tengan para poder aplicarlas a un modelo de juego determinado”, nos dijo Willington Ortiz.
Y detrás del descontento de la mayoría de los aficionados del fútbol colombiano se oculta una profunda crisis. La respuesta a la pregunta, finalmente, revela esa confusión: no sabemos de dónde venimos, ni qué nos define. ¿Cómo vamos a saber para dónde vamos? Colombia, a lo largo de su historia, ha tenido muchos modelos. Múltiples ideas intentaron darnos un norte y todas confluyeron en la explosión de los años 90, la generación que nos reveló al mundo.
Pero, más allá de ese momento fugaz, Colombia nunca tuvo un estilo determinado, tuvo cientos. Por eso las dudas del porvenir revelan esa nostalgia del tiempo pasado. Las ideas que nos prometieron la grandeza y que, gracias al trabajo de diseño de Éder Rodríguez y Mario Fernando Rodríguez, así como de todo el equipo de Deportes y Video, hoy les presentamos en este especial multimedia: “¿A qué jugamos?”.
🚴🏻⚽🏀 ¿Lo último en deportes?: Todo lo que debe saber del deporte mundial está en El Espectador
Me contaba Francisco Maturana, una semana antes de lanzar esta investigación, que la curiosidad lo hizo volverse entrenador. Los años le despertaron la duda por entender cómo jugábamos acá y cuál era nuestro estilo. “Tuve la suerte de jugar en varias selecciones de Colombia. Y creo que ahí radicaron todas esas pistas de cara al futuro, porque cuando era futbolista sabía cómo jugaba Perú, Paraguay, Uruguay y Argentina, pero no sabía cómo jugaba Colombia”.
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¿A qué jugamos? La misma chispa que encendió la llama de este especial, cuando en “Fútbol y política”, la cátedra dictada por el maestro Jorge Cardona —exeditor general de este periódico—, empecé a entender que los modelos de juego y las ideas futbolísticas se movían en los mismos compases del mundo. Que la sociedad y el poder —sobre todo el poder— se reunían en torno a la pelota.
Y en medio de una cultura tan violenta como la nuestra, tan tramposa, inequitativa y carente de oportunidades, pensé: ¿cuáles son nuestros modelos de juego? ¿Qué nos inspira? ¿Jugamos al fútbol como vivimos la vida? ¿Por qué hablamos de fantasía en la cancha, mientras en las calles abundan el hambre y la pobreza? ¿Es el fútbol un sueño que nos permitía salir de nuestras tristezas?
Le conté al maestro Cardona de esas dudas, que me habían suscitado sus enseñanzas, y me respondió corto y al pie, sencillo: ¡Hágalo! Una sola palabra, ese fue el pistoletazo que marcó la salida de este proyecto.
Empezamos, sentados en una mesa, Luis Guillermo Ordóñez, Thomas Blanco, Sebastián Arenas, Andrés Osorio y yo. Teníamos un norte, encontrar cuál era nuestra identidad de juego. Íbamos a repasar las escuelas fundamentales —no podíamos abarcarlas todas— que le dieron, como diría Maturana, “sentido a nuestro caminar”.
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Sin embargo, como el fútbol se escapa entre las grietas de la política, las dudas de este especial se quedaron cortas. Apareció la necesidad de también entender cómo la violencia y el narcotráfico permearon nuestra identidad. Cómo, a partir de la cronología de nuestro fútbol, se iban desarrollando acontecimientos claves de nuestra historia a la par de la narrativa deportiva. Y ahí Andrés Osorio fue clave para pedirle a Fernando Araújo, que también participara de este proyecto. Con ese cambio de rumbo, entendimos que la idea que perseguíamos, ese “quienes éramos”, estaba, más que extraviada, confundida.
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Encontramos que la gente se identificaba con un fútbol alegre, como lo que somos. Maturana nos dijo: “Nosotros somos más de la fantasía y la risa, más de la charla. Somos el fútbol de la calle, el de la esquina cuando nos juntamos cuatro o cinco a tocar un balón”.
Sin embargo, el camino también nos demostró que esa identidad no es un sentir general. Que si bien la idea de un fútbol feliz y vistoso, ese sueño que nos prometió la generación del 90, fue el ideal que nos hizo ganar, la identidad de nuestro fútbol es más compleja y no se define solo por eso.
“¿Identidad? Ese es un cuento de los periodistas. La identidad depende de los jugadores y de las condiciones que tengan para poder aplicarlas a un modelo de juego determinado”, nos dijo Willington Ortiz.
Y detrás del descontento de la mayoría de los aficionados del fútbol colombiano se oculta una profunda crisis. La respuesta a la pregunta, finalmente, revela esa confusión: no sabemos de dónde venimos, ni qué nos define. ¿Cómo vamos a saber para dónde vamos? Colombia, a lo largo de su historia, ha tenido muchos modelos. Múltiples ideas intentaron darnos un norte y todas confluyeron en la explosión de los años 90, la generación que nos reveló al mundo.
Pero, más allá de ese momento fugaz, Colombia nunca tuvo un estilo determinado, tuvo cientos. Por eso las dudas del porvenir revelan esa nostalgia del tiempo pasado. Las ideas que nos prometieron la grandeza y que, gracias al trabajo de diseño de Éder Rodríguez y Mario Fernando Rodríguez, así como de todo el equipo de Deportes y Video, hoy les presentamos en este especial multimedia: “¿A qué jugamos?”.
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