La pequeña puerta abierta de Brasil al bossa nova
¿El juego de posición de Tite está matando la creatividad de sus jugadores? El lindo, pero caliente debate con el que llegan los pentacampeones del mundo a enfrentar a Colombia.
Thomas Blanco
Esa vez la puerta amaneció abierta. Fue en la función pasada en la que Brasil goleó 4-1 a Uruguay en octubre. Neymar, el perro más raza pura de la gambeta y principal arquetipo del artista sudamericano, salió a pasear sin correa por el conjunto. A dar una vuelta y regresar cuando él quisiera, cuándo él lo sintiera, a seguir su intuición. Saltó, ladró, movió la cola: dos asistencias y un gol. Tanto él, como toda Brasil, fueron Neymar.
La segunda vez que la era Tite tocó el nirvana, tras la goleada 3-0 a Argentina en 2016 por las Eliminatorias al Mundial de Rusia. Un vinilo nostálgico de bossa nova en tiempos en los que parece que ese tipo de baile está en vía de extinción.
(Lea: Cafú: “Tengo la certeza de que un país suramericano ganará el Mundial de Catar”)
La forma en la que Brasil juega ya es un asunto de estado que se ha trasladado a los clubes. Un ejercicio que ha servido para reconocerse a ellos mismos y hacerse las dos preguntas fundamentales: ¿quiénes somos y qué queremos ser?
La respuesta de la primera se pronuncia casi al unísono con palabras claves como intuición, gambeta, asimetría, espontaneidad y libertad. Que responden a una forma de entender al fútbol de manera funcional: de organizarse en relación con dónde esté la pelota, más callejera, y no a ocupar posiciones de manera racional y fijas en el césped.
La segunda, que despierta fuego en varias orillas ideológicas, toca muchos nervios. Eso llevó a Tite, tras una participación imperial en las pasadas Eliminatorias, a hacer una gira por Europa antes del Mundial de Rusia para incorporar nuevos principios a su modelo de juego. Llevó una libreta, habló con entrenadores y optó por cambiar la forma de sentir el fútbol de su selección hacia un ataque posicional, más rígido y estático, de pase y recepción, con plantillas prediseñadas para resolver situaciones y problemas. Los cambios se vieron en los juegos de fase de grupos ante Suiza y Costa Rica. Desde el final de la Copa del Mundo, hasta hoy, Tite, con números escandalosamente buenos, lleva una mochila pesada de críticas por la forma europeizada en la que juega su selección que “traiciona sus orígenes y esencia”. Es un secreto a voces que no seguirá tras el Mundial de Catar.
Lea: Suramérica y el monopolio de la gambeta
Y una verdad revelada por Xavi esta semana: que la Confederación Brasileña de Fútbol lo buscó a él para ser asistente de Tite y luego hacerse DT en propiedad de la selección. Los coqueteos con Pep Guardiola también son agenda del día. El DT del Manchester City, en un evento comercial en Brasil en agosto pasado, confesó que en dos años, cuando acabe su contrato con su equipo, buscará dirigir a una selección que juegue la Copa América. El timonazo de los dirigentes brasileños hacia esa otra corriente de sentir el fútbol es evidente, por ahí van los tiros.
Y Brasil, a un año del Mundial de Catar, con los días y partidos contados, se sigue debatiendo a sí misma, se sigue descubriendo. El partido de esta noche ante Colombia, un rival que respetan, que le saca chispas, que en los últimos años lo ha mirado a los ojos, que para Tite podrían enfrentar en un mata a mata en Catar, y sobre todo con el precedente de la explosión musical del último juego ante Uruguay, es sagrado para encontrar el credo cuando se cumplirán 20 años del último campeón del mundo sudamericano.
(Lea también: Neymar, un inventor en la era de la técnica)
De Brasil, la invencible, que no pierde por Eliminatorias desde octubre de 2015, que nunca en su historia ha perdido un partido de local, que venía con puntaje perfecto hasta que se estrelló con el empate en Barranquilla, no se conoce la disposición que tendrá esta noche. En el fútbol no hay respuestas incorrectas, no hay blancos o negros, hay miles tonalidades de grises. Como los que adoptó el artista Sergio Mendes con los Black Eyed Peas en la recordada canción brasileña Más que nada, de Jorge Ben, que ellos reeditaron. “Black Eyed Peas came in to make it hotter with hip hop mixed up with samba”, dice una letra que podría ser una metáfora de la coctelera de Tite.
La pregunta del millón: ¿la puerta de Neymar y de su cachorro Antony amaneció abierta? Parece, se especula, se rumora, que un poco. Que un poco sí.
Por: Thomas Blanco- @thomblalin
Esa vez la puerta amaneció abierta. Fue en la función pasada en la que Brasil goleó 4-1 a Uruguay en octubre. Neymar, el perro más raza pura de la gambeta y principal arquetipo del artista sudamericano, salió a pasear sin correa por el conjunto. A dar una vuelta y regresar cuando él quisiera, cuándo él lo sintiera, a seguir su intuición. Saltó, ladró, movió la cola: dos asistencias y un gol. Tanto él, como toda Brasil, fueron Neymar.
La segunda vez que la era Tite tocó el nirvana, tras la goleada 3-0 a Argentina en 2016 por las Eliminatorias al Mundial de Rusia. Un vinilo nostálgico de bossa nova en tiempos en los que parece que ese tipo de baile está en vía de extinción.
(Lea: Cafú: “Tengo la certeza de que un país suramericano ganará el Mundial de Catar”)
La forma en la que Brasil juega ya es un asunto de estado que se ha trasladado a los clubes. Un ejercicio que ha servido para reconocerse a ellos mismos y hacerse las dos preguntas fundamentales: ¿quiénes somos y qué queremos ser?
La respuesta de la primera se pronuncia casi al unísono con palabras claves como intuición, gambeta, asimetría, espontaneidad y libertad. Que responden a una forma de entender al fútbol de manera funcional: de organizarse en relación con dónde esté la pelota, más callejera, y no a ocupar posiciones de manera racional y fijas en el césped.
La segunda, que despierta fuego en varias orillas ideológicas, toca muchos nervios. Eso llevó a Tite, tras una participación imperial en las pasadas Eliminatorias, a hacer una gira por Europa antes del Mundial de Rusia para incorporar nuevos principios a su modelo de juego. Llevó una libreta, habló con entrenadores y optó por cambiar la forma de sentir el fútbol de su selección hacia un ataque posicional, más rígido y estático, de pase y recepción, con plantillas prediseñadas para resolver situaciones y problemas. Los cambios se vieron en los juegos de fase de grupos ante Suiza y Costa Rica. Desde el final de la Copa del Mundo, hasta hoy, Tite, con números escandalosamente buenos, lleva una mochila pesada de críticas por la forma europeizada en la que juega su selección que “traiciona sus orígenes y esencia”. Es un secreto a voces que no seguirá tras el Mundial de Catar.
Lea: Suramérica y el monopolio de la gambeta
Y una verdad revelada por Xavi esta semana: que la Confederación Brasileña de Fútbol lo buscó a él para ser asistente de Tite y luego hacerse DT en propiedad de la selección. Los coqueteos con Pep Guardiola también son agenda del día. El DT del Manchester City, en un evento comercial en Brasil en agosto pasado, confesó que en dos años, cuando acabe su contrato con su equipo, buscará dirigir a una selección que juegue la Copa América. El timonazo de los dirigentes brasileños hacia esa otra corriente de sentir el fútbol es evidente, por ahí van los tiros.
Y Brasil, a un año del Mundial de Catar, con los días y partidos contados, se sigue debatiendo a sí misma, se sigue descubriendo. El partido de esta noche ante Colombia, un rival que respetan, que le saca chispas, que en los últimos años lo ha mirado a los ojos, que para Tite podrían enfrentar en un mata a mata en Catar, y sobre todo con el precedente de la explosión musical del último juego ante Uruguay, es sagrado para encontrar el credo cuando se cumplirán 20 años del último campeón del mundo sudamericano.
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De Brasil, la invencible, que no pierde por Eliminatorias desde octubre de 2015, que nunca en su historia ha perdido un partido de local, que venía con puntaje perfecto hasta que se estrelló con el empate en Barranquilla, no se conoce la disposición que tendrá esta noche. En el fútbol no hay respuestas incorrectas, no hay blancos o negros, hay miles tonalidades de grises. Como los que adoptó el artista Sergio Mendes con los Black Eyed Peas en la recordada canción brasileña Más que nada, de Jorge Ben, que ellos reeditaron. “Black Eyed Peas came in to make it hotter with hip hop mixed up with samba”, dice una letra que podría ser una metáfora de la coctelera de Tite.
La pregunta del millón: ¿la puerta de Neymar y de su cachorro Antony amaneció abierta? Parece, se especula, se rumora, que un poco. Que un poco sí.
Por: Thomas Blanco- @thomblalin