La selección de Colombia: el equipo de todos
El deporte también ha ayudado a construir la identidad colombiana. Por eso buscamos a referentes masculinos y femeninos del combinado nacional para entender cómo nos une la tricolor.
Daniel Bello
Es una pintoresca casualidad que cada vez que hay año electoral tenemos también un Mundial de Fútbol. En medio de esa situación, en la que los calores políticos y la división están alborotados, 11 personas son capaces de reunir en un abrazo a quienes minutos antes se gritaron de todo por tener diferencias ideológicas. El fútbol como deporte rey ha tenido el poder de unir.
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Es una pintoresca casualidad que cada vez que hay año electoral tenemos también un Mundial de Fútbol. En medio de esa situación, en la que los calores políticos y la división están alborotados, 11 personas son capaces de reunir en un abrazo a quienes minutos antes se gritaron de todo por tener diferencias ideológicas. El fútbol como deporte rey ha tenido el poder de unir.
La selección de Colombia, desde el principio, ha sido un rasgo inherente de nuestra identidad. “En las primeras décadas de nuestro profesionalismo el máximo anhelo era llegar al equipo nacional y representar internacionalmente al país. Antes de los 80 realmente no pensaban tanto en ir al exterior y hacer carrera afuera, sino en alcanzar la gloria defendiendo la camiseta tricolor”, afirmó Guillermo Ruiz, historiador de nuestro balompié.
La camiseta ha sido blanca, roja, naranja, azul y amarilla, pero el color es irrelevante ante el honor que significa estar en la selección. “Nada es comparable con vestir los colores del país. Fue el logro más grande de mi vida como persona. En esta bella actividad no hay nada comparable con jugar o dirigir a la selección”, subrayó en vida Efraín el Caimán Sánchez en entrevista con este diario.
Con el tiempo surgieron ídolos que ilusionaron al país con grandes logros, y el primero que brilló fue Willington Ortiz, quien lideró a la Colombia subcampeona de América en 1975. Él destaca de esa época que “logramos que la gente creyera en nuestro fútbol y se sintiera orgullosa del país”.
Nuestro regreso a los mundiales se hizo rogar, pues debutamos en el 62 y el segundo fue hasta el 90. El gestor de ese éxito fue Francisco Maturana. El profe nos contó que en la selección que dirigió se enfocó en lo cultural. “¿Qué tiene el antioqueño?, orden y humildad para trabajar de seis a seis. Entonces tiene que defender. El costeño tiene gol y alegría, tiene que estar en la delantera. En el Valle uno encuentra lo fantasioso, lo creativo. Ahí tienes que buscar las ideas”.
Maturana definió a qué jugamos. “Así como los alemanes se definen desde la puntualidad, el orden y el físico, nosotros somos más de la fantasía, risa y charla. Eso está en nuestro fútbol, el de la calle, el de la esquina, cuando nos juntamos cuatro o cinco a tocar un balón”.
La tricolor en los 90 dejó recuerdos como el 5-0, el gol de Rincón a Alemania y tres clasificaciones consecutivas a la Copa Mundo. En el nuevo siglo llegaron nuevos motivos para celebrar. Uno de ellos fue la Copa América 2001, que se celebró en Colombia en medio de una crisis de seguridad por la violencia de los grupos armados. Eso no nos impidió festejar nuestro primer título.
“La selección une a todos los colombianos, llámense blancos, amarillos, rosados, izquierda o derecha. Es ese elemento que permite al país ir hacia un mismo lado”, resaltó en arquero Óscar Córdoba. “En ese trofeo hay un pedacito de cada uno, no solo de los jugadores, sino de los colombianos que siguen el fútbol”.
Fue muy lindo, sí, pero sería nuestra única alegría durante un tiempo. Con la llegada de José Pékerman en 2012 Colombia se reencontró y clasificó a dos Mundiales. Por ese proceso pasó Abel Aguilar, quien recuerda con claridad lo que fue ponerle punto final a la espera por volver a la cita orbital, con el privilegio de vivirlo.
“Cierro los ojos, canto el himno y en ese momento empiezo a tener una visión de esos años de trabajo y los sueños de niño”, recordó el bogotano, quien es un convencido de que un balón de fútbol es un transformador de vidas.
Claro que fue especial, si 16 años tuvieron que pasar para que una nueva generación supiera lo que era vivir ese certamen. Uno de los que más paciencia tuvo fue Mario Yepes, quien con 38 años debutó en un Mundial.
“Hicimos una gran eliminatoria, clasificamos como cabeza de serie y logramos un quinto puesto en un Mundial. Esas cosas enamoraron al país. Se veía en las calles, en la gente comprando las camisetas de la selección”, le contó a El Espectador la persona que nos unió bajó el lema de “Era gol de Yepes”, por aquel tanto anulado en cuartos de final.
Tras clasificar a Rusia 2018, y no a Catar, quedó un sinsabor en 2022. Ese mismo año la selección femenina quedó subcampeona del continente y se ganó el tiquete al Mundial de 2023, nuestra tercera y mejor participación hasta la fecha. Y es que la selección femenina también nos une, así durante mucho tiempo algunos no hayan valorado el fútbol femenil como se merece.
Catalina Usme, referente de la selección, resalta que “ahora que toda Colombia tenga los ojos encima de nosotras es maravilloso. Ver un estadio, de 90.000 personas, colmado casi de colombianos, no te lo puedo describir”.
En el horizonte tienen los Juegos Olímpicos de París, pero no son el único reto de la tricolor en cualquiera de sus dos ramas este 2024. También están la Copa América masculina y el Mundial Sub-20 femenino. No sabemos cómo nos irá, pero sí que como colombianos haremos fuerza unidos.
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