La utopía de Reinaldo Rueda y el paraíso perdido de Catar 2022
Cuando volvió a la selección, el vallecaucano prometió un juego alegre y vistoso. Hoy, Colombia, con siete partidos seguidos sin anotar, está casi eliminada del Mundial.
Fernando Camilo Garzón
Pasó hace poco más de un año, aunque parezca más lejano. Reinaldo Rueda volvió a la selección de Colombia iniciando 2021 para reemplazar a Carlos Queiroz, apartado de su cargo por la presión del camerino y las estrepitosas caídas contra Uruguay (3-0) y Ecuador (6-1). Rueda prometió, desde el primer día, regresarle la “identidad” al fútbol colombiano. La añoranza por el toque, la gambeta y un fútbol, en teoría, “más ofensivo” fueron las banderas con las que el vallecaucano asumió la dirección técnica y se sentó en el banquillo de la tricolor.
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Pasó hace poco más de un año, aunque parezca más lejano. Reinaldo Rueda volvió a la selección de Colombia iniciando 2021 para reemplazar a Carlos Queiroz, apartado de su cargo por la presión del camerino y las estrepitosas caídas contra Uruguay (3-0) y Ecuador (6-1). Rueda prometió, desde el primer día, regresarle la “identidad” al fútbol colombiano. La añoranza por el toque, la gambeta y un fútbol, en teoría, “más ofensivo” fueron las banderas con las que el vallecaucano asumió la dirección técnica y se sentó en el banquillo de la tricolor.
Hoy, doce fechas después y con Colombia prácticamente eliminada de Catar —a la espera del milagro—, el discurso del entrenador no logró plasmarse en la cancha. La racha de siete partidos sin anotar es producto de un equipo que no tiene claro a qué juega. El abuso de pases intrascendentes, la falta de profundidad, los centros sin sentido al área donde no hay rematadores y los disparos que no llegan al arco son las principales características de una selección a la que le cuestra crear más de una ocasión clara por partido.
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Ante la crisis, Reinaldo Rueda entró en negación. Su rostro, confundido, refleja la impotencia de la pérdida del sueño de su vida, que otra vez parece que se le va de las manos. Y sus palabras, que jamás abandonaron las promesas de aquellos primeros días y son conscientes, eso sí, de la debacle, no reconocen la falta de ideas que tienen a Colombia séptima en el camino al Mundial.
Rueda dice que el equipo juega bien y explica que Colombia vive este momento de incertidumbre por factores externos. Defiende que la falta de gol no es responsabilidad de su juego y que las fallas, derivadas de su estrategia en el campo, son culpa de los demás. Reinaldo Rueda soñó con la tierra prometida y, al no encontrarla, halló en la utopía un refugio para entender por qué no pudo dar con el equipo en medio de la abundancia de herramientas y talento de una generación que se resiste a perderse la Copa del Mundo.
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Las contradicciones de Reinaldo Rueda en la selección de Colombia
La noción de utopía empezó a discutirse en Grecia. En un principio lo entendían como “un no lugar”, algo que no existe. Platón, por ejemplo, lo veía como una ciudad. Lo enunciaba así para reflejar, en escala humana, las complejidades del término; pero él entendía la utopía como un ideal, una aspiración.
Así lo explica Adrián Celentano, investigador de la Universidad Nacional de La Plata (Argentina), que define la idea de lo utópico al acercarla a la concepción metafísica con la que la interpretó el rumano Mircea Eliade: “Es cierta la relación de la utopía con los sentimientos religiosos, las nostalgias del paraíso perdido que aumentan en tiempos de crisis”.
Colombia está en ese caos. Perdió el rumbo y está casi afuera de Catar 2022. En dos partidos, los dos últimos contra Perú y Argentina, la Copa del Mundo se convirtió en ese “no lugar” del que hablaban los griegos, la utopía de Rueda. La selección contempla, calculadora en mano, escenarios idílicos en los que los demás equipos pierden, ellos ganan y el Mundial se vuelve un terreno tangible; no obstante, a la luz de lo visto, ni por resultados ni por juego, principalmente, esos panoramas parecen reales.
Ante la crisis, Reinaldo Rueda amarró su discurso a la suerte. Aparecieron las excusas. Primero, habló de la herencia que le dejó Queiroz: “Recibimos al equipo séptimo y hoy lo tenemos en zona de clasificación”. Después, cuando los resultados de las demás selecciones dejaron de favorecer a Colombia, dejaron de acompañarlo, culpó al árbitro. “Es una vergüenza. Quedé muy triste y preocupado”, dijo Rueda después del empate en Barranquilla contra Ecuador. Ahora, al final del camino, responsabilizó a sus jugadores.
Esto se supo porque trascendió que, hace poco más de un mes, cuando el entrenador fue llamado por la Federación Colombiana de Fútbol a dar explicaciones del momento del equipo, Rueda señaló a sus futbolistas como principales culpables de la posible eliminación del Mundial. Y en un video mostró cómo los delanteros fallaron cinco opciones claras de gol. Cinco oportunidades en apenas cuatro encuentros. Sus razones no colmaron las expectativas de los dirigentes. Tanto que, después del comité, Álvaro González, presidente de la Difútbol, dijo: “Quedé muy triste porque ni él mismo Rueda se explica qué es lo que pasa con el equipo”. Rueda, sin embargo, fue ratificado en su cargo.
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Quedó muy lejos esa primera conferencia de prensa en la que el entrenador, que llevó a Atlético Nacional a su última Copa Libertadores, dijo: “Colombia va a ser fiel a lo que es la sensibilidad y la expresión futbolística del jugador colombiano, independientemente de los sistemas. Hay que armar un equipo fuerte y consolidarlo”.
A lo mejor, en su momento faltó analizar aquella idea de que el juego sería independiente de los sistemas. Como si una cosa no dependiera de la otra. O, tal vez, faltó revisar cuál era esa sensibilidad y expresión de nuestro fútbol, la que debíamos recuperar. Lo cierto es que la utopía de Rueda ya estaba marcada desde esa fecha y lo que vino después fue resultado de un discurso que el estratega no pudo trasmitirles a sus jugadores. La idea nunca se cocinó, quedó cruda. De ahí lo idílico para explicar la segunda era de Rueda con Colombia, por el equipo que nunca llegó a ser lo prometido. La selección, en la desidia de su modelo de juego, sin emoción, goles, ocasiones ni riesgos, y con el calendario más tranquilo entre los que disputaban el tercer y el cuarto cupo directo a Catar, se sacó sola.
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Las matemáticas, en la eliminatoria más irregular de los últimos años, todavía le dan opciones a Colombia. Rueda se jugará todo contra Bolivia en Barranquilla, primero, y contra la Venezuela de José Pékerman afuera, después. Y no será fácil, porque el estratega vallecaucano siempre entendió que la crisis se explicaba desde el azar, eso que no existe pero que nutre lo fantástico. Por eso, valía la pena revisar la utopía desde lo metafísico, por la nostalgia que referencia Celentano de un paraíso perdido que nunca existió, esa tierra de la que expulsaron a Adán y Eva, ese equipo que Rueda nos prometió que existiría y al final nunca vimos.