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Podríamos decir que todo empezó en algún barrio de Vegachí, en una cancha pulida por el sol y por las pisadas ociosas de los jugadores despreocupados. Incluso se podría argumentar que no fue el talento o el esfuerzo; que fueron las risas de los niños, el llanto, la frustración y las alegrías las que impulsaron el balón, las que empezaron por construir sueños imaginarios y utópicos.
Y quizá, con un poco de suerte, todo eso sea cierto, tal vez no es una ilusión; en un mundo calcinado, así es como empieza siempre la carrera profesional de un futbolista, con sueños que parecen lejanos, que parecen inalcanzables.
Pero el lector deberá avanzar hacia el futuro unos años; después de que Richard Ríos dejara Vegachí, cuando vestía la camiseta de la selección de Colombia en el Sudamericano de Futsal Sub-20, en Lima, Perú, en el año 2018; porque Richard empezó ahí, jugando fútbol de salón, ignorando su futuro, como todos, pero preso del mismo, también como todos. Richard Ríos ahora juega para Palmeiras y ganó el Brasileirao con apenas 23 años, tras empezar su carrera jugando un fútbol diferente, en miniatura.
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Era el 5 de noviembre del 2018. Colombia enfrentaba a Ecuador en la segunda jornada del Suramericano de Futsal Sub-20. Ríos vestía la camiseta número 6 y las gradas estaban parcialmente vacías. El sol se filtraba por el techo formando un aro de luz opaca que adornaba la pared que contenía la cancha de Ecuador. Los cafeteros caían 2-0 y faltaban solo 5 minutos para que se acabara el primer tiempo.
Era un partido difícil y amargo, Argentina les había ganado 3-1 en la primera jornada y los ánimos estaban bifurcados, hasta que Richard recibió el balón, tirado en la banda izquierda y apurado por un jugador ecuatoriano que lo seguía de cerca con obstinación; Ríos no tuvo espacio, sacó un pase sin que su pierna tuviera algún recorrido perceptible, hizo un movimiento raro con el pie y Ricardo Riaño, debajo del arco contrario, empujó el balón adentro. Tan solo un minuto después, Richard recuperó el balón en el medio de la cancha, hizo un enganche ladino y disparó sin pensarlo.
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El balón pasó por el medio de las piernas de un rival y terminó escabulléndose en el arco de Ecuador, que tuvo que presenciar cómo se diluía su ventaja en apenas 1 minuto gracias al compromiso y la calidad de Ríos, que aún no terminaba con el asedio. Ahora el minuto de gracia era lo único que restaba en el cronómetro; el empate era aberrante e inútil para ambos seleccionados. Ríos recibió el balón de espaldas al arco contrario, luchó y condujo hasta el borde del área, donde cedió con extrema candidez el balón a Ricardo Riaño, que definió con simpleza pero eficacia. Colombia ganó 3-2. Así empezó todo realmente, en una cancha de futsal, con la camiseta de Colombia.
Camiseta que vestirá 5 años después; con los mismos colores, el mismo peso y las mismas exigencias. Era el 11 de octubre de 2023. Colombia enfrentaba a Uruguay, esta vez por las Eliminatorias para la Copa Mundial del 2026. Al minuto 67 Néstor Lorenzo lo llamó, le pidió que dejara de calentar y se preparara para entrar al campo.
Matheus Uribe dejó la cancha con la mirada frustrada, exhausta, había marcado el segundo gol y Colombia se mantenía por encima en el marcador 2-1 frente a los charrúas, de forma momentánea. Ese día Richard debutó para la selección de Colombia, pero ya no como jugador de futsal, sino como jugador de fútbol. Luego vendrían más alegrías, más inicios.
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El 17 de octubre de nuevo entró de cambio por Matheus Uribe, contra Ecuador, un viejo y risueño rival. Y luego contra Brasil, el 16 de noviembre. Ríos tomó el balón cerca al córner, lo movió como si estuviera aún jugando futsal; lo pisó y arrastró la marca con maestría, luego levantó la cabeza y le cedió el esférico a James Rodríguez, que lo lanzó al área para que Luis Díaz marcara el segundo gol, el definitivo, el que le daría a Colombia la primera victoria frente a la canarinha en eliminatorias mundialistas.
“Recuerdo que llegué a Colombia, luego de estar jugando un torneo en Brasil con la Selección de Colombia, un torneo de futsal. Estaba hablando por teléfono. Me dijeron que me tenían una propuesta para jugar en un equipo, pero no me dijeron el nombre. Así llegué a Brasil, aun sin saber que era para hacer un test, y estuve tres meses haciendo las pruebas en Flamengo; en ese momento no miraba mucho fútbol, no podía saber si era un equipo bueno o exigente.
Pero descubrí pronto que era un equipo con mucha historia, muy importante en Brasil” dijo Richard en una entrevista para FLA TV, hace tres años, con la mirada confiada y alegre, con un portugués fluido y unos ademanes cándidos. Richard Ríos fue introducido al fútbol porque alguien en Flamengo le pareció que sus condiciones en el futsal podían trasladarse con extrema sencillez al fútbol; alguien con visión y con decisión. Llegó al equipo brasileño en el año 2020, jugó para el equipo juvenil y luego ascendió. Fue cedido al Mazatlán, de México, pero jugó poco, así que volvió a Brasil, a jugar con Guaraní, donde marcó sus primeros 3 goles y donde no duró mucho, apenas una temporada.
Finalmente, Palmeiras se fijó en él. Lo compró, lo pulió, lo mimó y el resto es otra historia, para otro momento. Ríos ha jugado 53 partidos para Palmeiras en todas las competiciones, y ha marcado 4 goles.
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