El blanco de las camisetas de Estados Unidos fue casi imperceptible en las tribunas del Commanders Field de Washington. Las graderías pintadas de rojo vinotinto se tiñeron casi en su totalidad de amarillo gracias a los cerca de 30.000 colombianos que hicieron sentir a la selección como si estuviera jugando en el Metropolitano de Barranquilla, en su victoria 5 a 1 sobre Estados Unidos este sábado.
En los alrededores del estadio retumbaban los sonidos de salsa, champeta y reguetón. Los vendedores ambulantes negociaban camisetas, banderas y sombreros vueltiaos que se negociaban rápido y a precios más que cuestionables. Pero no importaba demasiado, pues para muchos de los colombianos que viven en Estados Unidos, cerca de 1,4 millones según el Pew Research Center, un partido de la tricolor es su oportunidad de conectarse de nuevo con el país.
Para muchos de los asistentes, el juego de este sábado fue la posibilidad de ver a las nuevas caras de la selección. Y aunque Luis Díaz y James Rodríguez fueron los jugadores por los que varios pagaron sus boletas, los asistentes salieron satisfechos de ver a Jorge Carrascal, John Arias, Richard Ríos y sobre todo a un equipo que carga con un invicto de19 partidos, pero no lo siente como una cruz.
Colombia jugó con aplomo, suelto y con confianza. Un partido casi perfecto, en el que el equipo de Néstor Lorenzo mostró un rendimiento que espera se vea en la fase decisiva de la Copa, en la que las cosas no serán sencillas. El entrenador argentino movió las fichas del tablero e hizo seis cambios, pero el equipo nunca se resintió, salvo en un pequeño tramo del segundo tiempo en donde Estados Unidos descontó para el 1-2 parcial.
Y aunque en muchas ocasiones se habla de que hay marcadores engañosos, el 1-5 final sí resumió lo que fue el penúltimo partido antes de la Copa América. Los estadounidenses, que habían llegado con expectativa, ilusionados por una camada de jugadores formados en Europa, vivieron un “baño de realidad”, como lo calificaron algunos de los periodistas que se encontraban dentro del estadio.
“El nivel sudamericano está muy encima del nuestro”, discutían entre ellos algunos expertos que veían, casi con impotencia, cómo Colombia aumentaba una y otra vez el marcador. Los estadounidenses en las tribunas, desconcertados por lo que veían, no tenían más opción que bromear con los colombianos y “gozarse” las cargadas.
Han pasado ya ocho años desde aquella aventura en la Copa América de 2016 en Estados Unidos y solo cuatro jugadores sobreviven de aquella nómina, en la que Chile privó al equipo de José Pékerman de llegar a su segunda final continental. James Rodríguez, David Ospina, Yerry Mina y Santiago Arias, sumados a jugadores como Juan Fernando Quintero, Matheus Uribe y Davinson Sánchez, saben que esta es quizá la última oportunidad en la que pueden darle a Colombia un nuevo título.
De momento, el equipo de Lorenzo se trasladará desde Washington a Connecticut, donde tiene un amistoso contra Bolivia el 15 de junio, y donde tendrá que entregar la lista final de 26 convocados para el torneo.
Y aunque aún es temprano -y quizás necio- exigir un título, como se oye en algunos sectores de la prensa, lo cierto es que la selección de Colombia no puede llegar a la Copa América en un momento más dulce que el actual. Las sonrisas de los asistentes al salir de las puertas del Commanders Field lo dicen todo.
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