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Generalmente es un hombre tranquilo, pero la paciencia no es una de las virtudes de Anthony Zambrano. Sin embargo, por estos días ha tenido que recurrir a ella para responder con calma entrevistas vía telefónica y retomar las llamadas cada vez que se corta la comunicación.
No pierde oportunidad para “mamar gallo” y explicar que sigue siendo la misma persona de antes, aunque sabe bien, por todo lo que pasa a su alrededor, que la vida le ha cambiado con la medalla de plata que conquistó en la prueba de los 400 metros del Mundial de Atletismo Doha 2019.
Antes de viajar de regreso a Colombia, el velocista nacido en Maicao, pero criado en Barranquilla, recordó sus sensaciones antes, durante y después de las carreras que lo consagraron, la primera en la final individual de la vuelta a la pista y la segunda con la que se cerró el evento, el relevo largo.
Aunque recuerda bien sus inicios en el deporte, cuando representó al Instituto Educativo Distrital María Cano en unos Juegos Supérate Intercolegiados, Anthony asegura que su velocidad se la debe sobre todo a que cuando era niño tenía que salir corriendo lo más rápido posible cada vez que su mamá le quería “dar chancleta”, porque “era muy tremendo. Todos los días le daban quejas en el colegio”.
Ya después de ganar varias medallas, fue invitado a participar en el programa Talentos del Atletismo Colombiano (TAC) y ahí comenzó su historia ganadora, esa de las finales en mundiales de menores y juveniles, así como medallas en diferentes eventos del ciclo olímpico, esa que todavía tiene muchos capítulos por contar.
¿Cómo fue esa final individual? ¿Quedó satisfecho con la medalla de plata?
Pues tenía la convicción de que podía ganar. Siempre pienso en eso. Llegué quinto a la última recta y ahí ya sabía que me subía al podio, porque remato muy bien. Me pasé al cuarto, al tercero y al segundo, pero se acabó la pita y no logré ganar, aunque seguro que habrá revancha. Asumí la medalla con mucha calma en el momento, pero por la noche me di cuenta de lo que había hecho, casi no pude dormir.
¿Le faltó arrancar más fuerte?
No. Confío mucho en mi estilo, mi manera de correr. Es mejor apretar al final, que aflojar. Hay gente que comienza muy duro y se va quedando en la parte más importante.
¿Conocía bien a sus rivales, los había analizado?
Eso es lo que me enseña mi técnico, Nelson Gutiérrez, él me dice que hay que estudiar a los otros atletas, saber cuáles son la referencia y cómo ganarles; sabía que yo remataba mejor que la mayoría de ellos.
Y el domingo quedaron cuartos en el relevo. La cereza en el pastel.
Hicimos historia. Entrar en la final ya era importante, pero queríamos más, sabíamos que podíamos pelearles a todos, a los gringos, a los jamaiquinos. Cometimos unos pequeños errores en los que vamos a trabajar para los Olímpicos de Tokio 2020. Vamos a buscar dos chamacos más, para poder tener recambio, como hacen las otras selecciones. La verdad es que no tuvimos una gran preparación y ahí lo pagamos, pero hicimos dos veces récord nacional y estuvimos cerca de ganar la medalla, dejamos en alto el nombre del país, que era lo más importante.
¿Por qué se llaman la banda de los Firulais?
Porque nos la pasamos recochando y mamando gallo, somos muy alegres y extrovertidos, al igual que un grupo de amigos con los que me la paso en Barranquilla, los que me ayudan en todo.
¿Cómo celebró?
Todavía no he podido, eso será en Colombia. Lo que sí hice fue pegarme una comilona tremenda el domingo por la noche, porque llevaba un mes a punta de pollo, pescado y ensalada. Comí como loco, hasta repetí postre.
¿Y salió a conocer Doha?
La verdad es que no, porque yo vine fue a competir y me concentré para dar los resultados, cuando venga de vacaciones sí me voy a dar vueltas y conocer todo.
¿Cómo analiza la actuación de Colombia en Doha 2019, con dos medallas y tres finales y tres semifinales más?
Nosotros tenemos mucho talento y eso quedó demostrado. Seguro lo que se viene es mejor, porque con estos buenos resultados habrá más apoyo para todos los deportistas camino a los Juegos Olímpicos. Allá vamos a dar de qué hablar.
¿Se ve en el podio de Tokio?
A mí no me gusta prometer ni hablar, pero siempre pienso en grande, me programo. Seguro que voy a trabajar para seguir mejorando y salir a matar allá. Eso lo vamos a planificar con mi entrenador y mi fisio, porque es importante cuidarse y no tener lesiones de aquí hasta allá.
¿Con qué sueña en el futuro?
Con seguir corriendo, que es lo que me gusta. Poder ganar medallas y darle una casa bonita a mi mamá, vivir con comodidad, sabroso, no con riqueza, pero bien, con buenas condiciones para entrenar y competir. Ser un ejemplo para los que me siguen, porque hay muchos mejores que yo.
¿Se ha sentido apoyado en el país?
Ahora sí, tengo el patrocinio de Nike y la ayuda del Comité Olímpico, Coldeportes y la Federación de Atletismo, así como mi departamento.
¿No siente miedo de que la fama se le suba a la cabeza?
Le tengo miedo a Dios y a mi mamá, a nadie ni nada más. Voy a seguir entrenando como si no hubiera pasado nada. A veces uno se cansa de tanto entreno y disciplina, pero el que quiere triunfar tiene que sacrificarse. Yo sé que si me descuido pierdo todo, como me pasó después de los Olímpicos de 2016. Acepto mis errores, pero aprendo de ellos y por eso volví, porque cuando estuve en la mala entendí que el deporte abre muchas puertas, pero también exige sacrificios.