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                                                                                                                                Una cita con Caterine Ibargüen

                                                                                                                                El Espectador acompañó a la antioqueña en el Mundial de Atletismo que se llevó a cabo en Pekín.

                                                                                                                                Luis Guillermo Ordóñez / Enviado especial, Pekín - China

                                                                                                                                El Espectador fue testigo del entrenamiento de Caterine Ibargüen, junto con su entrenador Ubaldo Duany, en Pekín, antes de su competencia en el Mundial de Atletismo. / Luis Guillermo Ordóñez
                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                Tras ese episodio se fue a estudiar enfermería en la Universidad Metropolitana de Puerto Rico y aceptó por fin los consejos de los técnicos Ubaldo Duany y Regla Sandino, quienes le habían insinuado que se especializara en el salto triple, pues por su velocidad y potencia la favorecía más. Y tenían razón. En pocos años Caterine perfeccionó su técnica y mejoró sus marcas, al punto que se convenció de que podía ser la mejor del planeta.

                                                                                                                                Read more!

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                                                                                                                                Sin embargo, ese invicto, todavía lejos de los mayores de la historia del atletismo, impuestos por leyendas como Edwin Moses (400 metros vallas), Emil Zatopek (5.000 y 10.000 metros), Carl Lewis (salto largo) y Iolanda Balas (salto alto), no le quita el sueño. “Lo que me preocupa es dar lo mejor de mí, entregarme al ciento por ciento, superarme yo misma. No suelo obsesionarme con las cosas, porque creo que el tiempo de Dios es perfecto”, explica antes de agregar que tampoco se presiona por batir el récord mundial de la especialidad, 15,50 metros, en poder de la ucraniana Inessa Kravets desde 1995, 19 centímetros más que su mejor marca hasta el momento (15,31 en Mónaco 2014). “Si se da, bienvenido sea, un logro más, pero si no, voy a quedar feliz porque siempre he trabajado duro”.

                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                Read more!

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                                                                                                                                “Me he preparado bastante bien. Hemos trabajado duro en los pequeños detalles técnicos que marcan la diferencia en mi prueba, en afinar todos los movimientos”, dice después de casi tres horas en la pista, en la que su morena figura de 1,81 metros de estatura y 65 kilogramos de peso no pasa desapercibida. “Debo admitir que sí me siento diferente. La gente se ha dado cuenta de que existo, que la campeona mundial es colombiana. Me saludan, me reconocen”, asegura sin modestia, pues sabe que todo se lo ha ganado a pulso.

                                                                                                                                Y lo hace día a día, trabajando hora y media en las mañanas y tres horas en la tarde. “Hago unos cinco o seis saltos técnicos (completos), no pasamos de ahí”, explica. Pero no tiene en cuenta 10 o 12 más que hizo sin impulso, ni otros 20 con carrera corta. Esos son tan rutinarios que es como si fueran parte del calentamiento que hace sola, bajo la mirada de su entrenador, ahora aficionado a la fotografía, quien aprovecha para captar unas buenas imágenes de su pupila, admirada por los atletas de la delegación italiana que entrenan a su lado.

                                                                                                                                No ad for you

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                                                                                                                                No ad for you

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                                                                                                                                No ad for you

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                                                                                                                                No ad for you

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                                                                                                                                No ad for you

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                                                                                                                                No ad for you

                                                                                                                                Está satisfecha con su carrera, a la que califica como “linda, bonita”, pero tiene claro que el oro olímpico en Río 2016 sería “la cereza en el pastel”. Pase lo que pase mañana y de aquí en adelante, se siente “contenta y agradecida por lo que he logrado en la vida” y sigue explorando nuevos horizontes: “Acabo de lanzar mi marca de ropa, Cibargüen, que tiene mi logo. Es un sueño que siempre tuve y que ahora se hace realidad. Le he puesto mucha energía y entusiasmo”, cuenta antes de despedirse amablemente con una sonrisa, esa que la ha convertido en la mejor embajadora de Colombia en el mundo, en la más fiel representante de una raza alegre y luchadora, acostumbrada a caer, pero sobre todo a levantarse siempre.

                                                                                                                                El Espectador fue testigo del entrenamiento de Caterine Ibargüen, junto con su entrenador Ubaldo Duany, en Pekín, antes de su competencia en el Mundial de Atletismo. / Luis Guillermo Ordóñez
                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                Tras ese episodio se fue a estudiar enfermería en la Universidad Metropolitana de Puerto Rico y aceptó por fin los consejos de los técnicos Ubaldo Duany y Regla Sandino, quienes le habían insinuado que se especializara en el salto triple, pues por su velocidad y potencia la favorecía más. Y tenían razón. En pocos años Caterine perfeccionó su técnica y mejoró sus marcas, al punto que se convenció de que podía ser la mejor del planeta.

                                                                                                                                Read more!

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                                                                                                                                Sin embargo, ese invicto, todavía lejos de los mayores de la historia del atletismo, impuestos por leyendas como Edwin Moses (400 metros vallas), Emil Zatopek (5.000 y 10.000 metros), Carl Lewis (salto largo) y Iolanda Balas (salto alto), no le quita el sueño. “Lo que me preocupa es dar lo mejor de mí, entregarme al ciento por ciento, superarme yo misma. No suelo obsesionarme con las cosas, porque creo que el tiempo de Dios es perfecto”, explica antes de agregar que tampoco se presiona por batir el récord mundial de la especialidad, 15,50 metros, en poder de la ucraniana Inessa Kravets desde 1995, 19 centímetros más que su mejor marca hasta el momento (15,31 en Mónaco 2014). “Si se da, bienvenido sea, un logro más, pero si no, voy a quedar feliz porque siempre he trabajado duro”.

                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                Read more!

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                                                                                                                                “Me he preparado bastante bien. Hemos trabajado duro en los pequeños detalles técnicos que marcan la diferencia en mi prueba, en afinar todos los movimientos”, dice después de casi tres horas en la pista, en la que su morena figura de 1,81 metros de estatura y 65 kilogramos de peso no pasa desapercibida. “Debo admitir que sí me siento diferente. La gente se ha dado cuenta de que existo, que la campeona mundial es colombiana. Me saludan, me reconocen”, asegura sin modestia, pues sabe que todo se lo ha ganado a pulso.

                                                                                                                                Y lo hace día a día, trabajando hora y media en las mañanas y tres horas en la tarde. “Hago unos cinco o seis saltos técnicos (completos), no pasamos de ahí”, explica. Pero no tiene en cuenta 10 o 12 más que hizo sin impulso, ni otros 20 con carrera corta. Esos son tan rutinarios que es como si fueran parte del calentamiento que hace sola, bajo la mirada de su entrenador, ahora aficionado a la fotografía, quien aprovecha para captar unas buenas imágenes de su pupila, admirada por los atletas de la delegación italiana que entrenan a su lado.

                                                                                                                                No ad for you

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                                                                                                                                No ad for you

                                                                                                                                En el carril del lado trabaja la kazaja Olga Rypakova, campeona olímpica y principal rival de Caterine en la actualidad, al lado de la rusa Ekaterina Koneva. A ella se le nota tensionada. Casi no sonríe. Mientras la colombiana canta, aplaude y se da palmadas en las piernas, la europea se reprocha cada salto y mira al cielo. Eso se refleja en la distancia que logra cada una. No hay una medición exacta en el entrenamiento, pero la colombiana le saca por lo menos medio metro de ventaja. Se nota cada vez que Duany, con paciencia, remueve la arena luego de cada caída.

                                                                                                                                No ad for you

                                                                                                                                Después Caterine prepara arranque y carrera. Uno, dos, tres…. quince pasos largos y pone su zapato. Luego da 36 pasitos y acomoda el termo. Así marca los sitios para cambiar de ritmo o de pie. “Vamos, negra”, se grita ella misma. “Duany, ¿qué hago?”, pregunta. Él responde rápido y Caterine emprende vuelo: “Voy de una”. Antes de caer ambos gritan al tiempo: “El tronco”. Están tan compenetrados que saben exactamente qué deben mejorar para poder celebrar este lunes un nuevo título mundial y obtener el justo premio a tanto sacrificio.

                                                                                                                                No ad for you

                                                                                                                                Cerca de ahí, la marchista Lorena Arenas y la atleta Muriel Coneo terminan su entrenamiento y la esperan para tomar el autobús de regreso al Convention Center Aoyuncun Branch Hotel, en donde se hospeda la delegación colombiana. Pero Caterine y Duany no han terminado. Recogen sus morrales y se van por el túnel que comunica la pista de calentamiento con el estadio olímpico. Hacen un reconocimiento del terreno en el que competirán y hasta se toman una foto con una impresionante estructura de metal que tiene la figura de un árbol, el símbolo del Mundial, ubicada en el centro de la tribuna oriental, el sector en el que se realiza el salto triple.

                                                                                                                                No ad for you

                                                                                                                                De regreso a la pista de práctica, la sesión termina con estiramientos con una banda elástica, abdominales y flexiones de pecho. Caterine se quita los spikes (zapatos de competencia), se limpia la arena de los pies y se pone unos tenis Nike, la marca que la patrocina. Se hidrata y se acomoda el iPod para escuchar música y relajarse. Camino al bus reconoce que se siente figura del deporte mundial: “De verdad hago parte de la gran actualidad del atletismo y eso me gusta. Me siento bien al poder influir para que un evento como este sea tan grande y para que nuestra disciplina se desarrolle”.

                                                                                                                                No ad for you

                                                                                                                                Está satisfecha con su carrera, a la que califica como “linda, bonita”, pero tiene claro que el oro olímpico en Río 2016 sería “la cereza en el pastel”. Pase lo que pase mañana y de aquí en adelante, se siente “contenta y agradecida por lo que he logrado en la vida” y sigue explorando nuevos horizontes: “Acabo de lanzar mi marca de ropa, Cibargüen, que tiene mi logo. Es un sueño que siempre tuve y que ahora se hace realidad. Le he puesto mucha energía y entusiasmo”, cuenta antes de despedirse amablemente con una sonrisa, esa que la ha convertido en la mejor embajadora de Colombia en el mundo, en la más fiel representante de una raza alegre y luchadora, acostumbrada a caer, pero sobre todo a levantarse siempre.

                                                                                                                                Por Luis Guillermo Ordóñez / Enviado especial, Pekín - China

                                                                                                                                Ver todas las noticias
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