Una vida de Película
El manizalita afronta el camino con la amputación de parte de su pierna.
Olga Lucía Barona Torres
Ni el mismísimo director de cine Steven Spielberg, con su infinita imaginación, sería capaz de incluir en un libreto de su película más fantasiosa, la vida del montañista colombiano Nelson Cardona, quien a los 45 años, puede decir que pasó solo su niñez en plena selva; parte de su juventud en el Nevado del Ruiz; que batió varios récord nacionales, que ascendió a las cimas más altas del mundo y que, desde noviembre pasado, producto de un aparatoso accidente, afronta el camino con la amputación de parte de su pierna derecha.
Y lo más sorprendente es que así, “mocho” —como él mismo dice— aspira en 2010 en convertirse en el primer hombre es escalar el Monte Everest, el pico más alto del mundo (8.848 metros), con prótesis y sin ayuda de oxígeno.
El primer capítulo de esta historia se remonta a 1975, en Manizales, cuando, a los 12 años de edad, Nelson decidió irse de su casa, sin avisarle a nadie, sin despedirse de sus padres. Sencillamente se fue, porque quería tener un tiempo sabático para él. Reunió unos pesos, hizo una pequeña maleta y se fue rumbo a la Costa para conocer el mar, uno de sus sueños.
Cardona sabía que del Matadero de Manizales salían unos camiones que iban hasta La Dorada a cargar ganado. Y allí se subió, claro, sin permiso. Luego se ‘coló’ en el tren de carga, donde tuvo que luchar hasta el cansancio, cuál película de vaqueros, para que no lo bajaran.
Cuatro días después de viaje y de hacer mil musarañas para que no lo descubrieran, llegó a Santa Marta. De inmediato se metió al mar con ropa y todo. Durmió varios semanas en la calle y luego se fue para la Sierra Nevada, pues escuchó que allí necesitaban gente para trabajar de raspachines.
Tras un tiempo decidió irse hacia los Llanos Orientales y posteriormente vivió en la selva del Amazonas, donde sobrevivió cargando y descargando camiones.
Un día conoció en un remolcador a Germán Castro Caicedo, quien escribía el libro Perdidos en el Amazonas. Luego de intercambiar algunas conversaciones, a Nelson le quedó retumbando en su cabeza el título Mi alma no se la dejo al Diablo y cuando cumplió lo 20 años, ocho después de su partida de casa, decidió volver, porque dice él: “yo sí no quería dejarle mi alma al Diablo”.
Y así, sin más ni más, golpeó en la casa y su madre, al verlo, se desmayó. En su familia ya lo daban por muerto, así que el impacto de su regreso causó conmoción. Después de algunos regaños, especialmente de su mamá, pues su padre Israel siempre fue su cómplice, Nelson acabó sus estudios secundarios.
Con la aparición permanente de la montaña en sus días y noches, Cardona partió en dos la historia de su vida. Motivado por su padre, quien desde pequeño lo llevó al Nevado del Ruiz, empezó a hacer sus primeros ascensos. Allí conoció a los guardaparques y se interesó en esta profesión. A fuerza de que lo veían casi todos los días en los nevados, personal de Ingeominas lo contactó para que trabajara con ellos, llevándoles informes de flora y fauna, e instalando algunas baterías para los sismógrafos.
Ese trabajo lo combinó picando piedra en una cantera. Lo tomó como una manera de autocastigo por haber durado ocho años fuera de su casa sin avisarle a sus padres. “Tenía que purgar mis penas y encontrar una purificación espiritual mediante el trabajo físico”, fue su pensamiento.
Tanto iba el cántaro al agua que, al final, el jefe de Parques, Gustavo Sánchez, vio tan comprometido a Nelson con la causa que lo contrató como guardaparques, un sueño hecho realidad para él.
En medio de su realización, conoció al famoso montañista Manolo Barrios, quien ese día batió el récord nacional de recorrer Termales El Rancho en Ibagué, pasar por el Nevado del Tolima, Laguna del Encanto, Paramillo del Quindío, Laguna La Leona, Laguna del Otún, Nevado Santa Isabel, Cisne y Nevado del Ruiz, con un total de 122 kilómetros, en 20 horas. Y Cardona se dijo: “si él pudo, yo también”.
Y fue así como se lanzó a la aventura, a entrenar fuertemente y de nuevo con la ayuda de su padre, dos años después rompió la marca, el 18 de enero de 1992, día de su cumpleaños, con 18 horas y un minuto. En 2001 lo volvió a superar con 16:08.
Pero luego de ese clímax de felicidad, Nelson recibió uno de los golpes más duros de su vida. Su padre murió de un paro cardíaco y fue cuando decidió adentrarse a la montaña, irse a vivir al Nevado del Ruiz, de donde salió 22 años después.
En medio de este proceso, Cardona conoció a los montañistas Marcelo Arbeláez y Juan Pablo Ruiz, quienes llegaron al Nevado preparándose para su ascenso el Monte Everest. Allí su vida tomó otro rumbo.
Tras entablar una amistad con ellos, meses después y al ver que se interesaba de su expedición cada vez que Ruiz y Arbeláez llegaban al lugar, un día lo llamaron para invitarlo a ascender con ellos el Monte Everest.
Nelson quedó literalmente paralizado. En un instante pasó por su memoria cómo, de ser un cargador en plena selva del Amazonas —durante su infancia—, llegó a ser un montañista profesional.
Cuenta que todos en su casa se disgustaron, incluso su esposa, con la que se acababa de casar en la cima del Nevado del Ruiz. Pero, como un homenaje a su padre, decidió marcharse.
Primero entrenaron en Sudamérica durante un mes en la Cordillera Blanca y en 1997 partieron hacia el Everest. Ese año no coronaron y Nelson estuvo a punto de morir por una avalancha que lo arrastró varios metros.
En el 98 se fue para el Monte Manaslú y también sintió la muerte de cerca. De hecho, tuvo que ver morir a su compañero Lennis Granados. Y, para rematar, al año siguiente, en el Monte Cho Oyu, su amigo Gonzalo Ospina casi fallece en sus manos, tras sufrir un edema cerebral.
En 2006 la tragedia llegó a su vida. Cuando se preparaba para, en 2007, intentar nuevamente la cima del Everest, pero sin oxígeno, el destino le puso una cita con la muerte, de la que claramente él se escabulló. El 2 de marzo, Nelson llegó a las 6 de la mañana al Nevado del Ruiz. Escaló la roca conocida con el nombre de La Gazapera. Cuando estaba a una altura de 18 metros, se soltó la cuerda y se paró en una repisa, con tan mala suerte que sufrió un fuerte mareo y cayó al abismo.
Sufrió cuatro fracturas maxilofaciales, perdió los dientes, además de dos fracturas de la pelvis (se fraccionó por delante y por detrás) y otra en la tibia y el peroné, y también se le astilló el pie derecho. De inmediato fue llevado a Manizales, donde le
practicaron una cirugía que duró 11 largas horas. Unos médicos se encargaron de su rostro, otros de la cintura y los demás, de su pierna.
Nelson, apenas se despertó, sólo pensó en que su expedición al Everest también se iba por la borda. Y por ello, se paró muy rápido de la cama. A los cuatro meses ya andaba en un caminador de cuatro ruedas. Pero, infortunadamente, su pierna no se recuperó. Se le infectaron las platinas que le habían implantado en la tibia y el peroné. El pie le quedó deforme y los médicos le dijeron que ya nunca más podía correr y, mucho menos, escalar.
El montañista sintió entonces que el mundo se le derrumbó. Su vida no tenía sentido. Así que tomó la decisión más dura y drástica. Le preguntó al médico si haciendo una amputación parcial de su pierna, él podría volver a la montaña. El doctor le dijo que era la determinación más dura que podía tomar, pero que sí.
Cardona, quien ya vivía en Suesca, se fue para la montaña e hizo lo el que él llama el ritual del desapego:
“Me fui solo, en muletas y me senté en la cima a llorar. Me abracé con mi pie y lloramos juntos. Le dije: ‘piecito, tú me has acompañado por tanto tiempo, hemos hecho tantas cosas, hemos batido récords, hemos escalado montañas, hemos cruzado océanos, pero llegó el momento en el que yo te pido permiso, porque me tienes que dejar para yo poder continuar adelante’. Lo abracé, lo lloré, le corté las uñas por última vez y le di un beso”.
El 29 de noviembre de 2007, Nelson fue amputado. Perdió parte de su pierna. Pero, con gran fortaleza , se levantó como el Ave Fénix de las cenizas y asimiló su pérdida de la mejor manera. Aunque los meses siguientes fueron duros por el dolor propio de la amputación, Cardona empezó a escalar en muletas y gracias a la ayuda de la ARP Colmena hace cuatro meses estrenó orgullosamente su prótesis. Ya monta bicicleta como todo un profesional y escala roca.
Y como él quiere que la historia de su película tenga un final feliz, se prepara desde ya para ascender el Monte Everest, en una expedición que él ha llamado Sin Límites 2010 y que además ya cuenta con patrocinador (Amway de Colombia). Para ello, a mediados de agosto, comenzará su preparación en la montaña. Después de dos años regresará al Nevado del Ruiz, su casa.
Mientras llega el momento se entrena en Suesca y disfruta de sus hijas Sofía, de seis años, y Salomé, de 15, y de su compañera Olga Lucy.
A los 45 años de edad sí que tiene historia para contar. Pero dice que todavía le falta mucho, que el final de la película aún está por contar, pero, mientras ello ocurre, quiere dejar de legado, esta moraleja:
“Hoy soy un mejor ser humano. Este accidente me enseñó a ser más humilde. Ahora soy un hombre más sencillo, más mortal que nunca, con muchos desapegos de la parte material, incluso de la misma vida, y con unos apegos espirituales grandísimos”.
Nelson Cardona definitivamente es un hombre de película.
En Cifras
16:08. horas fue el récord nacional de ascenso que Cardona estableció en el Parque de los Nevados.
2010 año, en el que el montañista manizaleño aspira a convertirse en el primer hombre sin pierna y sin oxígeno que sube el Everest.
1999 fue el año en el que el montañista Nelson Cardona subió su primer 8.000.
Ni el mismísimo director de cine Steven Spielberg, con su infinita imaginación, sería capaz de incluir en un libreto de su película más fantasiosa, la vida del montañista colombiano Nelson Cardona, quien a los 45 años, puede decir que pasó solo su niñez en plena selva; parte de su juventud en el Nevado del Ruiz; que batió varios récord nacionales, que ascendió a las cimas más altas del mundo y que, desde noviembre pasado, producto de un aparatoso accidente, afronta el camino con la amputación de parte de su pierna derecha.
Y lo más sorprendente es que así, “mocho” —como él mismo dice— aspira en 2010 en convertirse en el primer hombre es escalar el Monte Everest, el pico más alto del mundo (8.848 metros), con prótesis y sin ayuda de oxígeno.
El primer capítulo de esta historia se remonta a 1975, en Manizales, cuando, a los 12 años de edad, Nelson decidió irse de su casa, sin avisarle a nadie, sin despedirse de sus padres. Sencillamente se fue, porque quería tener un tiempo sabático para él. Reunió unos pesos, hizo una pequeña maleta y se fue rumbo a la Costa para conocer el mar, uno de sus sueños.
Cardona sabía que del Matadero de Manizales salían unos camiones que iban hasta La Dorada a cargar ganado. Y allí se subió, claro, sin permiso. Luego se ‘coló’ en el tren de carga, donde tuvo que luchar hasta el cansancio, cuál película de vaqueros, para que no lo bajaran.
Cuatro días después de viaje y de hacer mil musarañas para que no lo descubrieran, llegó a Santa Marta. De inmediato se metió al mar con ropa y todo. Durmió varios semanas en la calle y luego se fue para la Sierra Nevada, pues escuchó que allí necesitaban gente para trabajar de raspachines.
Tras un tiempo decidió irse hacia los Llanos Orientales y posteriormente vivió en la selva del Amazonas, donde sobrevivió cargando y descargando camiones.
Un día conoció en un remolcador a Germán Castro Caicedo, quien escribía el libro Perdidos en el Amazonas. Luego de intercambiar algunas conversaciones, a Nelson le quedó retumbando en su cabeza el título Mi alma no se la dejo al Diablo y cuando cumplió lo 20 años, ocho después de su partida de casa, decidió volver, porque dice él: “yo sí no quería dejarle mi alma al Diablo”.
Y así, sin más ni más, golpeó en la casa y su madre, al verlo, se desmayó. En su familia ya lo daban por muerto, así que el impacto de su regreso causó conmoción. Después de algunos regaños, especialmente de su mamá, pues su padre Israel siempre fue su cómplice, Nelson acabó sus estudios secundarios.
Con la aparición permanente de la montaña en sus días y noches, Cardona partió en dos la historia de su vida. Motivado por su padre, quien desde pequeño lo llevó al Nevado del Ruiz, empezó a hacer sus primeros ascensos. Allí conoció a los guardaparques y se interesó en esta profesión. A fuerza de que lo veían casi todos los días en los nevados, personal de Ingeominas lo contactó para que trabajara con ellos, llevándoles informes de flora y fauna, e instalando algunas baterías para los sismógrafos.
Ese trabajo lo combinó picando piedra en una cantera. Lo tomó como una manera de autocastigo por haber durado ocho años fuera de su casa sin avisarle a sus padres. “Tenía que purgar mis penas y encontrar una purificación espiritual mediante el trabajo físico”, fue su pensamiento.
Tanto iba el cántaro al agua que, al final, el jefe de Parques, Gustavo Sánchez, vio tan comprometido a Nelson con la causa que lo contrató como guardaparques, un sueño hecho realidad para él.
En medio de su realización, conoció al famoso montañista Manolo Barrios, quien ese día batió el récord nacional de recorrer Termales El Rancho en Ibagué, pasar por el Nevado del Tolima, Laguna del Encanto, Paramillo del Quindío, Laguna La Leona, Laguna del Otún, Nevado Santa Isabel, Cisne y Nevado del Ruiz, con un total de 122 kilómetros, en 20 horas. Y Cardona se dijo: “si él pudo, yo también”.
Y fue así como se lanzó a la aventura, a entrenar fuertemente y de nuevo con la ayuda de su padre, dos años después rompió la marca, el 18 de enero de 1992, día de su cumpleaños, con 18 horas y un minuto. En 2001 lo volvió a superar con 16:08.
Pero luego de ese clímax de felicidad, Nelson recibió uno de los golpes más duros de su vida. Su padre murió de un paro cardíaco y fue cuando decidió adentrarse a la montaña, irse a vivir al Nevado del Ruiz, de donde salió 22 años después.
En medio de este proceso, Cardona conoció a los montañistas Marcelo Arbeláez y Juan Pablo Ruiz, quienes llegaron al Nevado preparándose para su ascenso el Monte Everest. Allí su vida tomó otro rumbo.
Tras entablar una amistad con ellos, meses después y al ver que se interesaba de su expedición cada vez que Ruiz y Arbeláez llegaban al lugar, un día lo llamaron para invitarlo a ascender con ellos el Monte Everest.
Nelson quedó literalmente paralizado. En un instante pasó por su memoria cómo, de ser un cargador en plena selva del Amazonas —durante su infancia—, llegó a ser un montañista profesional.
Cuenta que todos en su casa se disgustaron, incluso su esposa, con la que se acababa de casar en la cima del Nevado del Ruiz. Pero, como un homenaje a su padre, decidió marcharse.
Primero entrenaron en Sudamérica durante un mes en la Cordillera Blanca y en 1997 partieron hacia el Everest. Ese año no coronaron y Nelson estuvo a punto de morir por una avalancha que lo arrastró varios metros.
En el 98 se fue para el Monte Manaslú y también sintió la muerte de cerca. De hecho, tuvo que ver morir a su compañero Lennis Granados. Y, para rematar, al año siguiente, en el Monte Cho Oyu, su amigo Gonzalo Ospina casi fallece en sus manos, tras sufrir un edema cerebral.
En 2006 la tragedia llegó a su vida. Cuando se preparaba para, en 2007, intentar nuevamente la cima del Everest, pero sin oxígeno, el destino le puso una cita con la muerte, de la que claramente él se escabulló. El 2 de marzo, Nelson llegó a las 6 de la mañana al Nevado del Ruiz. Escaló la roca conocida con el nombre de La Gazapera. Cuando estaba a una altura de 18 metros, se soltó la cuerda y se paró en una repisa, con tan mala suerte que sufrió un fuerte mareo y cayó al abismo.
Sufrió cuatro fracturas maxilofaciales, perdió los dientes, además de dos fracturas de la pelvis (se fraccionó por delante y por detrás) y otra en la tibia y el peroné, y también se le astilló el pie derecho. De inmediato fue llevado a Manizales, donde le
practicaron una cirugía que duró 11 largas horas. Unos médicos se encargaron de su rostro, otros de la cintura y los demás, de su pierna.
Nelson, apenas se despertó, sólo pensó en que su expedición al Everest también se iba por la borda. Y por ello, se paró muy rápido de la cama. A los cuatro meses ya andaba en un caminador de cuatro ruedas. Pero, infortunadamente, su pierna no se recuperó. Se le infectaron las platinas que le habían implantado en la tibia y el peroné. El pie le quedó deforme y los médicos le dijeron que ya nunca más podía correr y, mucho menos, escalar.
El montañista sintió entonces que el mundo se le derrumbó. Su vida no tenía sentido. Así que tomó la decisión más dura y drástica. Le preguntó al médico si haciendo una amputación parcial de su pierna, él podría volver a la montaña. El doctor le dijo que era la determinación más dura que podía tomar, pero que sí.
Cardona, quien ya vivía en Suesca, se fue para la montaña e hizo lo el que él llama el ritual del desapego:
“Me fui solo, en muletas y me senté en la cima a llorar. Me abracé con mi pie y lloramos juntos. Le dije: ‘piecito, tú me has acompañado por tanto tiempo, hemos hecho tantas cosas, hemos batido récords, hemos escalado montañas, hemos cruzado océanos, pero llegó el momento en el que yo te pido permiso, porque me tienes que dejar para yo poder continuar adelante’. Lo abracé, lo lloré, le corté las uñas por última vez y le di un beso”.
El 29 de noviembre de 2007, Nelson fue amputado. Perdió parte de su pierna. Pero, con gran fortaleza , se levantó como el Ave Fénix de las cenizas y asimiló su pérdida de la mejor manera. Aunque los meses siguientes fueron duros por el dolor propio de la amputación, Cardona empezó a escalar en muletas y gracias a la ayuda de la ARP Colmena hace cuatro meses estrenó orgullosamente su prótesis. Ya monta bicicleta como todo un profesional y escala roca.
Y como él quiere que la historia de su película tenga un final feliz, se prepara desde ya para ascender el Monte Everest, en una expedición que él ha llamado Sin Límites 2010 y que además ya cuenta con patrocinador (Amway de Colombia). Para ello, a mediados de agosto, comenzará su preparación en la montaña. Después de dos años regresará al Nevado del Ruiz, su casa.
Mientras llega el momento se entrena en Suesca y disfruta de sus hijas Sofía, de seis años, y Salomé, de 15, y de su compañera Olga Lucy.
A los 45 años de edad sí que tiene historia para contar. Pero dice que todavía le falta mucho, que el final de la película aún está por contar, pero, mientras ello ocurre, quiere dejar de legado, esta moraleja:
“Hoy soy un mejor ser humano. Este accidente me enseñó a ser más humilde. Ahora soy un hombre más sencillo, más mortal que nunca, con muchos desapegos de la parte material, incluso de la misma vida, y con unos apegos espirituales grandísimos”.
Nelson Cardona definitivamente es un hombre de película.
En Cifras
16:08. horas fue el récord nacional de ascenso que Cardona estableció en el Parque de los Nevados.
2010 año, en el que el montañista manizaleño aspira a convertirse en el primer hombre sin pierna y sin oxígeno que sube el Everest.
1999 fue el año en el que el montañista Nelson Cardona subió su primer 8.000.