A Rodrigo Valencia, desaparecido en Ciénaga, su mamá lo busca hace más de 20 años
Desde el momento en el que Rodrigo se negó a precisarle el nombre de la finca a la que se iba a trabajar, María Beatriz Posada sabía que su hijo la estaba abandonando. Han pasado 21 años desde el momento en el que se despidieron en la terminal de Medellín y, a pesar de que durante ese mismo tiempo ella no ha recibido noticias por parte de él, María sigue esperando su regreso.
Rodrigo Esteban Valencia Posada nació el 30 de enero de 1978 en la clínica León XIII de Medellín. Desde entonces vivió toda su infancia y parte de su adolescencia con María Beatriz Posada, su madre, en la capital antioqueña. En 1.992 María decidió partir hacia Murindó, en los límites con el departamento del Chocó para buscar mejor futuro económico. Allí llegó con su hijo quien no se pudo acostumbrar a la falta de luz en las noches, la inexistencia de agua potable y el modo de vida que había para esa época en el poblado que queda sobre el río Atrato.
A sus 14 años Rodrigo regresó a Medellín para continuar sus estudios y se instaló en la casa de familiares de su madre. Mientras tanto, María le enviaba mensualmente un dinero para que pagara el colegio, se alimentara bien y cubriera los gastos que pudiera surgir. Además, una vez al mes viajaba a la capital antioqueña para visitar a su hijo.
Cuando Rodrigo terminó el bachillerato decidió iniciar la carrera militar, una decisión que no le gustó para nada a María y que significó la ruptura de la relación que llevaban hasta ese entonces. “A mi no me gustaba eso porque nunca me han gustado las armas, además el era hijo único. El caso es que yo no asistí al juramento de bandera y eso a él le molestó mucho”, relata con tristeza María. Desde ese momento, y a pesar de las visitas que su madre hacía a las instalaciones militares en donde se preparaba, Rodrigo nunca aceptó verse con ella.
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Fue hasta abril o mayo del año 2.000 cuando María volvió a recibir noticias de Rodrigo. Este le comentó que por actos de indisciplina había sido dado de baja del Ejército: “En ese entonces él me dijo ‘mamá, me voy para Ciénaga’. Yo le pregunté ‘¿por qué para Ciénaga’, pero él me respondió ‘mamá, no pregunte tanto, cuando yo esté allá la llamo’”. Sin embargo, 21 años después, María no ha recibido ninguna llamada de Rodrigo.
Ante la negativa de Rodrigo de responder preguntas tan básicas como ¿en dónde quedaba la finca?, o ¿quién era el dueño del terreno?, María supo que su hijo la estaba abandonando. Los únicos datos que le dejó fue que iba para Ciénaga, a una finca bananera de unos amigos soldados que también habían sido dados de baja por actos de indisciplina.
El 20 de junio, último día en el que Rodrigo y su madre se vieron, ella le rogó que no se fuera. Entre lágrimas, María recuerda las últimas palabras que le dijo en el terminal de Medellín antes de que él se subiera al vehículo que lo llevaría a Ciénaga: “Me le colgué al cuello y yo le lloré, le lloré y le dije que yo siempre lo iba a esperar, que el siempre iba a ser mi hijo. Él se montó en el bus y nunca ha llamado”.
Como su hijo nunca cumplió la promesa de llamar, María inició por su propia cuenta la búsqueda para dar con el paradero de Rodrigo. En 2002 empezó a pagar varios avisos en la prensa regional con una foto de su hijo. También visitó Ciénaga entre 2016 y 2017 y “empapeló” el poblado con la cara de Rodrigo. Viajó a otras ciudades en La Guajira y a Riohacha. Incluso se puso en contacto con David Nostas, un peruano que se hace llamar como “El Buscapersonas Latino”, pero en ningún lado encontró respuestas favorables.
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María también ha buscado en las instituciones colombianas. A pesar de que la Fiscalía no quiso recibirle en un primer momento la denuncia por desaparición de su hijo pues esta no había sido forzada, ella insistió hasta que logró que se la aceptaran. La dirigieron a Barranquilla donde una jueza le comentó que sobre el caso de Rodrigo había tres posibilidades: que hubiera huido a Venezuela, que hubiera sido reclutado por los paramilitares o que, al negarse a ser reclutado, hubiese sido asesinado.
Pero, al no encontrar una respuesta concreta, María siguió insistiendo. Ha intentado con la Comisión de Búsqueda de Personas Dadas por Desaparecidas, con la Unidad de Búsqueda de Personas dadas por Desaparecida, ante la Comisión de la Verdad y su presidente, el padre Francisco de Roux. También intentó ponerse en contacto con el abogado de Rodrigo Tovar Pupo, alías Jorge 40, comandante del Bloque Norte del extinto grupo paramilitar Autodefensas Unidas de Colombia (AUC), quien hizo presencia en la zona donde su hijo llegó. Pero allí tampoco ha recibido respuestas.
María sabe que su hijo no murió de manera violenta pues Medicina Legal así se lo confirmó. Sabe, por que habitantes de Ciénaga se lo confirmaron, que Rodrigo si llegó y vivió en este poblado del Magdalena. Intuye, con profundo dolor, que su hijo sabe de su búsqueda pero que, a pesar de esta, se niega a hacerle saber de su paradero. Y, a pesar de que su psicólogo le recomendó que “dejará ir a Rodrigo”, María aún espera el regreso de su único hijo.
Quienes tengan información sobre Rodrigo Esteban Valencia Posada pueden ponerse en contacto con la señora María Beatriz Posada Rentería por los siguientes medios:
Correo electrónico: cristiana.feliz@hotmail.com
Teléfono celular: 305 2962640
Rodrigo Esteban Valencia Posada nació el 30 de enero de 1978 en la clínica León XIII de Medellín. Desde entonces vivió toda su infancia y parte de su adolescencia con María Beatriz Posada, su madre, en la capital antioqueña. En 1.992 María decidió partir hacia Murindó, en los límites con el departamento del Chocó para buscar mejor futuro económico. Allí llegó con su hijo quien no se pudo acostumbrar a la falta de luz en las noches, la inexistencia de agua potable y el modo de vida que había para esa época en el poblado que queda sobre el río Atrato.
A sus 14 años Rodrigo regresó a Medellín para continuar sus estudios y se instaló en la casa de familiares de su madre. Mientras tanto, María le enviaba mensualmente un dinero para que pagara el colegio, se alimentara bien y cubriera los gastos que pudiera surgir. Además, una vez al mes viajaba a la capital antioqueña para visitar a su hijo.
Cuando Rodrigo terminó el bachillerato decidió iniciar la carrera militar, una decisión que no le gustó para nada a María y que significó la ruptura de la relación que llevaban hasta ese entonces. “A mi no me gustaba eso porque nunca me han gustado las armas, además el era hijo único. El caso es que yo no asistí al juramento de bandera y eso a él le molestó mucho”, relata con tristeza María. Desde ese momento, y a pesar de las visitas que su madre hacía a las instalaciones militares en donde se preparaba, Rodrigo nunca aceptó verse con ella.
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Ante la negativa de Rodrigo de responder preguntas tan básicas como ¿en dónde quedaba la finca?, o ¿quién era el dueño del terreno?, María supo que su hijo la estaba abandonando. Los únicos datos que le dejó fue que iba para Ciénaga, a una finca bananera de unos amigos soldados que también habían sido dados de baja por actos de indisciplina.
El 20 de junio, último día en el que Rodrigo y su madre se vieron, ella le rogó que no se fuera. Entre lágrimas, María recuerda las últimas palabras que le dijo en el terminal de Medellín antes de que él se subiera al vehículo que lo llevaría a Ciénaga: “Me le colgué al cuello y yo le lloré, le lloré y le dije que yo siempre lo iba a esperar, que el siempre iba a ser mi hijo. Él se montó en el bus y nunca ha llamado”.
Como su hijo nunca cumplió la promesa de llamar, María inició por su propia cuenta la búsqueda para dar con el paradero de Rodrigo. En 2002 empezó a pagar varios avisos en la prensa regional con una foto de su hijo. También visitó Ciénaga entre 2016 y 2017 y “empapeló” el poblado con la cara de Rodrigo. Viajó a otras ciudades en La Guajira y a Riohacha. Incluso se puso en contacto con David Nostas, un peruano que se hace llamar como “El Buscapersonas Latino”, pero en ningún lado encontró respuestas favorables.
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María también ha buscado en las instituciones colombianas. A pesar de que la Fiscalía no quiso recibirle en un primer momento la denuncia por desaparición de su hijo pues esta no había sido forzada, ella insistió hasta que logró que se la aceptaran. La dirigieron a Barranquilla donde una jueza le comentó que sobre el caso de Rodrigo había tres posibilidades: que hubiera huido a Venezuela, que hubiera sido reclutado por los paramilitares o que, al negarse a ser reclutado, hubiese sido asesinado.
Pero, al no encontrar una respuesta concreta, María siguió insistiendo. Ha intentado con la Comisión de Búsqueda de Personas Dadas por Desaparecidas, con la Unidad de Búsqueda de Personas dadas por Desaparecida, ante la Comisión de la Verdad y su presidente, el padre Francisco de Roux. También intentó ponerse en contacto con el abogado de Rodrigo Tovar Pupo, alías Jorge 40, comandante del Bloque Norte del extinto grupo paramilitar Autodefensas Unidas de Colombia (AUC), quien hizo presencia en la zona donde su hijo llegó. Pero allí tampoco ha recibido respuestas.
María sabe que su hijo no murió de manera violenta pues Medicina Legal así se lo confirmó. Sabe, por que habitantes de Ciénaga se lo confirmaron, que Rodrigo si llegó y vivió en este poblado del Magdalena. Intuye, con profundo dolor, que su hijo sabe de su búsqueda pero que, a pesar de esta, se niega a hacerle saber de su paradero. Y, a pesar de que su psicólogo le recomendó que “dejará ir a Rodrigo”, María aún espera el regreso de su único hijo.
Quienes tengan información sobre Rodrigo Esteban Valencia Posada pueden ponerse en contacto con la señora María Beatriz Posada Rentería por los siguientes medios:
Correo electrónico: cristiana.feliz@hotmail.com
Teléfono celular: 305 2962640