¿A dónde va a parar la ropa en Colombia?
El derrumbe del complejo textil Rana Plaza, en Bangladés, en donde murieron 1.138 personas, generó cambios en la industria textil. El suceso fue un punto de quiebre y le abrió la puerta a la moda sostenible de par en par. ¿Qué hemos aprendido desde entonces? El trueque, la reparación y las ventas de ropa de segunda toman fuerza.
Lucety Carreño Rojas
La moda es una industria que, como tantas otras cosas en la experiencia humana, habita tensiones y contradicciones, paradojas y absurdos. Y presenta, cuando menos, dos caras. Por un lado, está la magia de las prendas y sus creadores, la tecnología y la búsqueda por resaltar lo local; por el otro, la masificación ha hecho que muchos tengan lo último en tendencias a precios bajos.
De entrada, ofrecer ropa barata suena interesante para muchos consumidores, pero que sea así de económica quiere decir que alguien, en algún lugar del mundo, está pagando un costo, así no sea monetario. La industria textil permitió que el fast fashion ocasionara la peor tragedia en la historia de la moda. Un desastre que, además, estaba anunciado. Desde entonces, las consecuencias de ofrecer ropa tan económica dejaron de ser un secreto. Con más de 1.000 muertos a cuesta, ha habido algunos cambios.
Primero, un poco de historia breve. El 24 de abril de 2013, antes de las 9:00 a.m., se derrumbó el complejo textil Rana Plaza, en la capital de Bangladés (Daca). “La tragedia marcó un punto de quiebre para mostrar algo que ya sabíamos que sucedía: que la moda rápida usaba mano de obra mal remunerada de países en desarrollo para poder ser así de barata. Entonces, se puso el foco en ¿quién hace mi ropa y quiénes están detrás de lo que tengo puesto?”, explica Carolina Agudelo, diseñadora textil.
Luego de la tragedia, el gobierno de Bangladés, más de 200 empresas y los dueños de las fábricas de ropa tomaron medidas para aumentar los salarios e incrementar el control corporativo para garantizar la seguridad de los edificios. Las compañías extranjeras se comprometieron a terminar sus contratos con proveedores que no cumplieran con las condiciones que determinaron en el Acuerdo de Seguridad de Bangladés.
Según la organización Ropa Limpia, el acuerdo ha permitido descalificar a 200 fábricas que no cumplen con los requisitos y se han solucionado 120.000 problemas sobre posibles incendios o daños en las estructuras de los sitios de producción. Además, invita a que las marcas se sigan uniendo al acuerdo, pues se siguen presentando accidentes y muertes de trabajadores textiles en industrias alrededor del mundo. Vale la pena mencionar que los textiles representan casi el 82 % de las exportaciones de Bangladés.
Lea también: ¿La moda rápida, “fast fashion”, tiene los días contados? Europa apuesta a que sí
Por otra parte, la Comisión Europea presentó en marzo de este año un paquete de propuestas dentro del Pacto Verde Europeo, que pretende fomentar la economía circular y que los consumidores tengan las herramientas para tomar mejores decisiones sobre la sostenibilidad. La estrategia de la UE en el tema de la moda busca “hacer que los textiles sean más duraderos, reparables, reutilizables y reciclables” para luchar contra la moda rápida, los residuos textiles y la destrucción de los productos que no se venden. Además, busca que la producción respete los derechos laborales, especialmente de las mujeres, pues son las que más componen el sector.
En cuanto a medidas concretas para llevar a cabo el objetivo, se buscará implementar el diseño ecológico para los textiles, etiquetas claras con información de la elaboración de la prenda, pasaporte digital de productos y un régimen ampliado obligatorio en la UE de responsabilidad de los productores.
En caso de ser aprobada, la propuesta de la UE, que será debatida por el Consejo y el Parlamento Europeo, se convertiría en una hoja de ruta que puede ser aplicada globalmente.
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Colombia y sus avances en moda sostenible
La industria textil y del cuero en Colombia representó 8,6 % del PIB en 2021, de acuerdo con el DANE. Inexmoda, Raddar y Sectorial registraron que, el año pasado, el gasto de los hogares colombianos en moda ascendió a $27,7 billones, un 21 % más que el mismo período de 2020. En comparación con 2020, en 2021 la producción de toda la industria creció en 15,1 % y las ventas aumentaron 16,1 %. En cuanto al empleo, el sector creció 16,2 %, según la ANDI.
De acuerdo con Juan Fernando Loaiza, especialista en investigación económica de Inexmoda, en el primer semestre de 2022 el consumo en moda alcanzó los $7,1 billones; es decir, un 6,7 % por encima de 2021, y la cifra de inflación del sector en la canasta es cercana al 1 %.
Lea: Moda sostenible: el reto de la industria textil en Colombia
Loaiza mencionó las cifras económicas porque hay que recordar que la sostenibilidad se basa en tres componentes: económico, social y ambiental. Tener un músculo económico fuerte permite que las empresas tengan iniciativas en sostenibilidad ambiental y social.
Aunque de procesos sostenibles se habla desde las décadas de los años 60 y 70, las investigaciones sobre el consumidor colombiano hace apenas 20 años no mostraban que este tema le importara a los compradores. “Hoy, aproximadamente un 8 % de los consumidores colombianos tienen valores y características de una consciencia ambiental. Lo que hace que estos consumidores sean revisores de las marcas y de las iniciativas que consumen”, agregó Loaiza.
Agudelo agregó que es difícil pensar en sostenibilidad si no se sabe qué es. “Una marca de moda para ser sostenible tiene que usar materiales limpios, una mano de obra bien paga y no tener desperdicios, si no cumples con eso no eres una marca de moda sostenible. No conozco la primera empresa colombiana 100 % sostenible”.
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Así las cosas, no se debe hablar de empresas 100 % sostenibles, sino de compañías que tienen iniciativas en el marco de la sostenibilidad y están basadas en los 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible. Valentina Suárez, diseñadora y experta en el tema, aseguró que “Colombia es el segundo país líder en sostenibilidad en moda en Latinoamérica después de Argentina. Podemos trazarnos objetivos medibles para llegar a ser más sostenibles. La sostenibilidad no es un destino, es un camino. Todos estamos reaprendiendo nuevos hábitos de producción y consumo”.
¿En dónde queda la ropa en Colombia cuando termina su vida útil?
Aunque durante estos años han surgido preguntas sobre el origen de las prendas e iniciativas, donaciones y ventas de garaje para darle el máximo provecho a la ropa, luego de las impactantes imágenes a comienzos de año del desierto de Atacama, en Chile, que mostraron montañas de ropa surgió la pregunta: ¿en dónde queda mi ropa?
Según cifras reportadas por la agencia de noticias AFP, el desierto de Atacama alberga cerca de 100.000 toneladas de ropa. Unas 59.000 toneladas de ropa llegan cada año al puerto de Iquique. De este total, cerca de 39.000 terminan en los vertederos, muchas con etiquetas y nuevas. Chile es el primer consumidor de ropa en América Latina y el primer importador de la región de prendas de segunda mano desde Asia, Europa, Estados Unidos y Canadá.
Moda sostenible: ¿cómo adquirir prendas responsables con el medioambiente?
Las prendas que están en el desierto de Atacama viajan, en mayor cantidad, desde Estados Unidos (es el segundo mercado de la moda más grande del mundo), pasan por México, Centroamérica y por países de Latinoamérica. “Hay mercados de venta de ropa de segunda que venden por costales en países como Ecuador, Perú y Bolivia. Ese fenómeno de Chile, al ser el punto final en donde se aglomera ropa en buenas o malas condiciones, nos muestra que, antes de que llegue ahí, mucha ropa de segunda se queda en los otros países, incluido Colombia”, dijo Loaiza.
En Colombia la ropa queda en varios sitios, pero no hay centros de acopio oficiales. Sin embargo, se cree que una prenda en el país tiene una vida útil muy larga, porque “tenemos familias que legamos de primos a primos y de hermanas a hermanos. Es una costumbre que no se ha perdido, así que es difícil que una prenda muera o se tire”, dijo Agudelo.
Los sitios de trueques, intercambios y suprarreciclaje van tomando fuerza en el país. También están los bancos de ropa, como el de la Corporación Organización el Minuto de Dios, que surgió hace 16 años y se dedica a la recepción, clasificación y distribución de ropa para atender a población vulnerable, fundaciones e instituciones. Diariamente, reciben entre cuatro y cinco toneladas de ropa, que se distribuyen en los catorce roperos que tienen en el país. Al año, entregan 125 toneladas de ropa.
“Las personas se pueden acercar a cualquiera de nuestros roperos para adquirir prendas a bajo costo, pues el Minuto trabaja bajo una misión social. También recibimos donaciones de personas particulares y tenemos alianzas con empresas que nos aportan con el transporte o los jabones para desinfectar las prendas, y compañías de moda nos donan prendas que no están en condiciones de ser exhibidas en sus tiendas”, explicó Elsy Yasmín Zafra, directora del programa.
El banco se suma a los esfuerzos por mitigar el impacto de la industria en el medio ambiente. Cuando termina el ciclo, el paso final de las prendas es demolerlas y utilizarlas como relleno. “El programa busca crecer y se están creando bancos de ropa regionales en Barranquilla, Medellín y Cali”, dijo. Zafra.
La invitación es a que los colombianos hagan llegar sus donaciones y que los hombres se unan, pues, de acuerdo con Zafra, solo el 20 % de prendas que tiene el banco son artículos de hombre y niño.
Sin embargo, como no todas las personas conocen iniciativas como la del banco de ropa, las prendas terminan en vertederos, por lo general. “Aproximadamente entre 400 a 600 toneladas de residuos textiles y ropa resultan a diario en Doña Juana, en Bogotá. Esto es un problema grave, porque no solo afecta a la gente que vive del vertedero sino a los alrededores y con los años esos químicos explotan y se liberan en la atmósfera”, aseveró María Pérez, CEO de la marca Trans.
Por su parte, el Ministerio de Ambiente trabaja en la Estrategia Nacional de Economía Circular, basado en la definición propuesta por la fundación Ellen McArthur. Los residuos textiles equivalen al 2,74 %, según esta cartera.
El Informe Sectorial de la Actividad de Aprovechamiento 2020, elaborado por la Superintendencia de Servicios Públicos Domiciliarios, indicó que en la distribución porcentual del reporte de toneladas efectivamente aprovechadas para 2020, el 0,41 % corresponde a los textiles.
En 2015, el Ministerio de Ambiente, en convenio con la Universidad Nacional de Colombia (UN), seleccionó al subsector textil como piloto para la construcción del Programa Integral de Gestión Ambiental (PGAS), con el objetivo de disminuir los impactos ambientales más significativos del sector textil.
Actualmente, el Minambiente “estudia la opción de implementar el principio de Responsabilidad Extendida del Productor (REP) para los productos textiles puestos en el mercado nacional”. El REP busca minimizar la cantidad de residuos enviados a rellenos sanitarios, reducir costos en producción, mejorar la condición de trabajo de los recicladores, fortalecer el uso eficiente de los recursos, conservar el capital natural y reducir emisiones de gases de efecto invernadero, entre otros.
Otra alternativa para el textil posconsumo que propone Minambiente es la creación de paneles aislantes acústicos y térmicos para el sector de la construcción.
Mientras el Estado establece lugares específicos y sistemas de recolección para el desecho de los textiles, los usuarios pueden reutilizar, reciclar, donar, aprender a hacer ropa y realizar una correcta clasificación de las prendas cuando terminen su ciclo para que no acaben en botaderos. Las marcas nacionales, por su parte, deben continuar con campañas para hacer centros de acopio y otras deben pagar lo justo y ponerle freno a la explotación laboral.
Finalmente, los expertos concuerdan en que todo el sector textil y de la moda colombiana se debe unir para repensar la industria y reactivar la producción local con enfoque sostenible desde el comienzo de la cadena. El papel del Estado será fundamental para apoyar estas iniciativas y diseñar leyes para que, desde la moda, se puedan beneficiar las comunidades y se genere bienestar para la gente.
La moda es una industria que, como tantas otras cosas en la experiencia humana, habita tensiones y contradicciones, paradojas y absurdos. Y presenta, cuando menos, dos caras. Por un lado, está la magia de las prendas y sus creadores, la tecnología y la búsqueda por resaltar lo local; por el otro, la masificación ha hecho que muchos tengan lo último en tendencias a precios bajos.
De entrada, ofrecer ropa barata suena interesante para muchos consumidores, pero que sea así de económica quiere decir que alguien, en algún lugar del mundo, está pagando un costo, así no sea monetario. La industria textil permitió que el fast fashion ocasionara la peor tragedia en la historia de la moda. Un desastre que, además, estaba anunciado. Desde entonces, las consecuencias de ofrecer ropa tan económica dejaron de ser un secreto. Con más de 1.000 muertos a cuesta, ha habido algunos cambios.
Primero, un poco de historia breve. El 24 de abril de 2013, antes de las 9:00 a.m., se derrumbó el complejo textil Rana Plaza, en la capital de Bangladés (Daca). “La tragedia marcó un punto de quiebre para mostrar algo que ya sabíamos que sucedía: que la moda rápida usaba mano de obra mal remunerada de países en desarrollo para poder ser así de barata. Entonces, se puso el foco en ¿quién hace mi ropa y quiénes están detrás de lo que tengo puesto?”, explica Carolina Agudelo, diseñadora textil.
Luego de la tragedia, el gobierno de Bangladés, más de 200 empresas y los dueños de las fábricas de ropa tomaron medidas para aumentar los salarios e incrementar el control corporativo para garantizar la seguridad de los edificios. Las compañías extranjeras se comprometieron a terminar sus contratos con proveedores que no cumplieran con las condiciones que determinaron en el Acuerdo de Seguridad de Bangladés.
Según la organización Ropa Limpia, el acuerdo ha permitido descalificar a 200 fábricas que no cumplen con los requisitos y se han solucionado 120.000 problemas sobre posibles incendios o daños en las estructuras de los sitios de producción. Además, invita a que las marcas se sigan uniendo al acuerdo, pues se siguen presentando accidentes y muertes de trabajadores textiles en industrias alrededor del mundo. Vale la pena mencionar que los textiles representan casi el 82 % de las exportaciones de Bangladés.
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Por otra parte, la Comisión Europea presentó en marzo de este año un paquete de propuestas dentro del Pacto Verde Europeo, que pretende fomentar la economía circular y que los consumidores tengan las herramientas para tomar mejores decisiones sobre la sostenibilidad. La estrategia de la UE en el tema de la moda busca “hacer que los textiles sean más duraderos, reparables, reutilizables y reciclables” para luchar contra la moda rápida, los residuos textiles y la destrucción de los productos que no se venden. Además, busca que la producción respete los derechos laborales, especialmente de las mujeres, pues son las que más componen el sector.
En cuanto a medidas concretas para llevar a cabo el objetivo, se buscará implementar el diseño ecológico para los textiles, etiquetas claras con información de la elaboración de la prenda, pasaporte digital de productos y un régimen ampliado obligatorio en la UE de responsabilidad de los productores.
En caso de ser aprobada, la propuesta de la UE, que será debatida por el Consejo y el Parlamento Europeo, se convertiría en una hoja de ruta que puede ser aplicada globalmente.
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Colombia y sus avances en moda sostenible
La industria textil y del cuero en Colombia representó 8,6 % del PIB en 2021, de acuerdo con el DANE. Inexmoda, Raddar y Sectorial registraron que, el año pasado, el gasto de los hogares colombianos en moda ascendió a $27,7 billones, un 21 % más que el mismo período de 2020. En comparación con 2020, en 2021 la producción de toda la industria creció en 15,1 % y las ventas aumentaron 16,1 %. En cuanto al empleo, el sector creció 16,2 %, según la ANDI.
De acuerdo con Juan Fernando Loaiza, especialista en investigación económica de Inexmoda, en el primer semestre de 2022 el consumo en moda alcanzó los $7,1 billones; es decir, un 6,7 % por encima de 2021, y la cifra de inflación del sector en la canasta es cercana al 1 %.
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Loaiza mencionó las cifras económicas porque hay que recordar que la sostenibilidad se basa en tres componentes: económico, social y ambiental. Tener un músculo económico fuerte permite que las empresas tengan iniciativas en sostenibilidad ambiental y social.
Aunque de procesos sostenibles se habla desde las décadas de los años 60 y 70, las investigaciones sobre el consumidor colombiano hace apenas 20 años no mostraban que este tema le importara a los compradores. “Hoy, aproximadamente un 8 % de los consumidores colombianos tienen valores y características de una consciencia ambiental. Lo que hace que estos consumidores sean revisores de las marcas y de las iniciativas que consumen”, agregó Loaiza.
Agudelo agregó que es difícil pensar en sostenibilidad si no se sabe qué es. “Una marca de moda para ser sostenible tiene que usar materiales limpios, una mano de obra bien paga y no tener desperdicios, si no cumples con eso no eres una marca de moda sostenible. No conozco la primera empresa colombiana 100 % sostenible”.
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Así las cosas, no se debe hablar de empresas 100 % sostenibles, sino de compañías que tienen iniciativas en el marco de la sostenibilidad y están basadas en los 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible. Valentina Suárez, diseñadora y experta en el tema, aseguró que “Colombia es el segundo país líder en sostenibilidad en moda en Latinoamérica después de Argentina. Podemos trazarnos objetivos medibles para llegar a ser más sostenibles. La sostenibilidad no es un destino, es un camino. Todos estamos reaprendiendo nuevos hábitos de producción y consumo”.
¿En dónde queda la ropa en Colombia cuando termina su vida útil?
Aunque durante estos años han surgido preguntas sobre el origen de las prendas e iniciativas, donaciones y ventas de garaje para darle el máximo provecho a la ropa, luego de las impactantes imágenes a comienzos de año del desierto de Atacama, en Chile, que mostraron montañas de ropa surgió la pregunta: ¿en dónde queda mi ropa?
Según cifras reportadas por la agencia de noticias AFP, el desierto de Atacama alberga cerca de 100.000 toneladas de ropa. Unas 59.000 toneladas de ropa llegan cada año al puerto de Iquique. De este total, cerca de 39.000 terminan en los vertederos, muchas con etiquetas y nuevas. Chile es el primer consumidor de ropa en América Latina y el primer importador de la región de prendas de segunda mano desde Asia, Europa, Estados Unidos y Canadá.
Moda sostenible: ¿cómo adquirir prendas responsables con el medioambiente?
Las prendas que están en el desierto de Atacama viajan, en mayor cantidad, desde Estados Unidos (es el segundo mercado de la moda más grande del mundo), pasan por México, Centroamérica y por países de Latinoamérica. “Hay mercados de venta de ropa de segunda que venden por costales en países como Ecuador, Perú y Bolivia. Ese fenómeno de Chile, al ser el punto final en donde se aglomera ropa en buenas o malas condiciones, nos muestra que, antes de que llegue ahí, mucha ropa de segunda se queda en los otros países, incluido Colombia”, dijo Loaiza.
En Colombia la ropa queda en varios sitios, pero no hay centros de acopio oficiales. Sin embargo, se cree que una prenda en el país tiene una vida útil muy larga, porque “tenemos familias que legamos de primos a primos y de hermanas a hermanos. Es una costumbre que no se ha perdido, así que es difícil que una prenda muera o se tire”, dijo Agudelo.
Los sitios de trueques, intercambios y suprarreciclaje van tomando fuerza en el país. También están los bancos de ropa, como el de la Corporación Organización el Minuto de Dios, que surgió hace 16 años y se dedica a la recepción, clasificación y distribución de ropa para atender a población vulnerable, fundaciones e instituciones. Diariamente, reciben entre cuatro y cinco toneladas de ropa, que se distribuyen en los catorce roperos que tienen en el país. Al año, entregan 125 toneladas de ropa.
“Las personas se pueden acercar a cualquiera de nuestros roperos para adquirir prendas a bajo costo, pues el Minuto trabaja bajo una misión social. También recibimos donaciones de personas particulares y tenemos alianzas con empresas que nos aportan con el transporte o los jabones para desinfectar las prendas, y compañías de moda nos donan prendas que no están en condiciones de ser exhibidas en sus tiendas”, explicó Elsy Yasmín Zafra, directora del programa.
El banco se suma a los esfuerzos por mitigar el impacto de la industria en el medio ambiente. Cuando termina el ciclo, el paso final de las prendas es demolerlas y utilizarlas como relleno. “El programa busca crecer y se están creando bancos de ropa regionales en Barranquilla, Medellín y Cali”, dijo. Zafra.
La invitación es a que los colombianos hagan llegar sus donaciones y que los hombres se unan, pues, de acuerdo con Zafra, solo el 20 % de prendas que tiene el banco son artículos de hombre y niño.
Sin embargo, como no todas las personas conocen iniciativas como la del banco de ropa, las prendas terminan en vertederos, por lo general. “Aproximadamente entre 400 a 600 toneladas de residuos textiles y ropa resultan a diario en Doña Juana, en Bogotá. Esto es un problema grave, porque no solo afecta a la gente que vive del vertedero sino a los alrededores y con los años esos químicos explotan y se liberan en la atmósfera”, aseveró María Pérez, CEO de la marca Trans.
Por su parte, el Ministerio de Ambiente trabaja en la Estrategia Nacional de Economía Circular, basado en la definición propuesta por la fundación Ellen McArthur. Los residuos textiles equivalen al 2,74 %, según esta cartera.
El Informe Sectorial de la Actividad de Aprovechamiento 2020, elaborado por la Superintendencia de Servicios Públicos Domiciliarios, indicó que en la distribución porcentual del reporte de toneladas efectivamente aprovechadas para 2020, el 0,41 % corresponde a los textiles.
En 2015, el Ministerio de Ambiente, en convenio con la Universidad Nacional de Colombia (UN), seleccionó al subsector textil como piloto para la construcción del Programa Integral de Gestión Ambiental (PGAS), con el objetivo de disminuir los impactos ambientales más significativos del sector textil.
Actualmente, el Minambiente “estudia la opción de implementar el principio de Responsabilidad Extendida del Productor (REP) para los productos textiles puestos en el mercado nacional”. El REP busca minimizar la cantidad de residuos enviados a rellenos sanitarios, reducir costos en producción, mejorar la condición de trabajo de los recicladores, fortalecer el uso eficiente de los recursos, conservar el capital natural y reducir emisiones de gases de efecto invernadero, entre otros.
Otra alternativa para el textil posconsumo que propone Minambiente es la creación de paneles aislantes acústicos y térmicos para el sector de la construcción.
Mientras el Estado establece lugares específicos y sistemas de recolección para el desecho de los textiles, los usuarios pueden reutilizar, reciclar, donar, aprender a hacer ropa y realizar una correcta clasificación de las prendas cuando terminen su ciclo para que no acaben en botaderos. Las marcas nacionales, por su parte, deben continuar con campañas para hacer centros de acopio y otras deben pagar lo justo y ponerle freno a la explotación laboral.
Finalmente, los expertos concuerdan en que todo el sector textil y de la moda colombiana se debe unir para repensar la industria y reactivar la producción local con enfoque sostenible desde el comienzo de la cadena. El papel del Estado será fundamental para apoyar estas iniciativas y diseñar leyes para que, desde la moda, se puedan beneficiar las comunidades y se genere bienestar para la gente.