A dos años del 21N: ¿Qué ha cambiado en la economía?
Las manifestaciones del paro nacional de 2019 empezaron con un malestar social que tenía, entre otras cosas, raíces económicas: el PIB iba bien, pero el empleo no. Este panorama se sigue viviendo hoy. Dos años y una pandemia después: ¿qué ha cambiado?
Santiago La Rotta
Hablar de paro nacional, tanto en noviembre de 2019, como en abril o mayo de 2021, implica tener una conversación sobre la economía y, particularmente, sobre el empleo.
Ambos son temas con perspectivas inquietantes, si se quiere, pues presentan retos y problemas que, si bien son actuales, tienen un sabor particular que recuera la situación del país en noviembre de 2019.
De acuerdo con el dato más reciente del DANE, la economía colombiana creció 13,2 % en el tercer trimestre de 2021. La cifra estuvo por encima de las expectativas de los analistas: proyecciones que rondaban entre el 11,9 % y 13 %. Además, el Banco de la República proyectaba un 12,7 %.
Lea también: Desempleo en Colombia se ubicó en 12,1 % en septiembre de 2021
El comercio (33,8 % de crecimiento), la industria (18,8 %) y el sector de administración pública y defensa, educación y salud humana (8 %) fueron las actividades que más aportaron valor agregado a la economía, según el DANE.
A juzgar por las cifras, todo el mundo parece realmente entusiasmado con el ritmo de recuperación de la economía colombiana. Actores que van desde el Banco de la República, pasando por centros de pensamiento y unidades de análisis financiero de bancos, han ajustado al alza sus proyecciones de crecimiento para 2021 muy por encima de los números que se habían registrado, digamos, en el primer semestre de este año.
Fedesarrollo, por ejemplo, actualizó su pronóstico de 7,2 % a 9,5 %. BBVA Research hizo lo propio con una cifra de 9,2 % y el Banco de la República aseguró el viernes pasado que proyecta un crecimiento de 9,8 % para el PIB de 2021.
Y, aunque aunque los datos del PIB son sólidos, esconden una paradoja: la economía se está reactivando y recuperando, pero el desempleo no baja.
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Esta disociación entre economía y empleo era un escenario muy similar al que se vivía en noviembre de 2019, cuando se dio el primer estallido social en el gobierno de Iván Duque. Para ese entonces, la economía colombiana crecía a un ritmo de 3,3 % (anual, 2019), el dato más alto en media década. Una cifra que incluso estaba por encima de pares regionales y mundiales, dijo el Gobierno en su momento.
Para cuando se dio el llamado a paro (noviembre de 2019), el desempleo iba por encima de 10 % (con excepción de junio de ese año). Esta relación problemática entre crecimiento y desempleo fue una de las razones para salir a marchar de algunos de los sectores sindicales que llamaron al paro.
Ahora, de fondo, buenas cifras macroeconómicas no implican necesariamente que no haya malestar social. El ejemplo más cercano de esto se dio en Chile, que en 2019 se embarcó en fuertes protestas y replanteamientos de cómo funciona la sociedad en medio de un crecimiento trimestral de 3,3 % del PIB; el mismo que en Colombia, por una gran coincidencia.
Al final, buenos datos económicos pueden ser sinónimos de malestar social.
Y malestar había en 2019, siguió existiendo, y creció, en 2020 y continúa en 2021, a pesar de la recuperación.
El paro de 2019
En noviembre de 2019, bajo la bandera de sindicatos, centrales obreras y movimientos estudiantiles, se armó un movimiento social de escala nacional con marchas en todo el país y protestas que se alargaron hasta diciembre.
Para ese entonces se inauguró la modalidad de cacerolazo. Y la presión social dio paso a lo que el Gobierno denominó una conversación nacional.
En la mitad quedó una noche de terror en ciudades como Bogotá y Cali, con supuestos intentos de entrada de personas armadas a viviendas, que al final resultó ser un esfuerzo bien coordinado para esparcir miedo.
Se anunciaron investigaciones. Nada más pasó.
Puede leer: ¿En qué van los proyectos que nacieron del paro nacional?
Luego de esto llegó diciembre con su respectiva reforma tributaria, una de las alegrías modernas de este mes en Colombia.
Y en medio de este panorama, en el que había una cierta agitación social, se hablaba al mismo tiempo de propuestas de reformas laborales y pensionales, pero sin mucha claridad al respecto.
Lo que había era una serie de rumores: que se iba a subir la edad de las pensiones, que se le iba a bajar el salario a los jóvenes, que se iba a acabar con Colpensiones…
En medio de esta incertidumbre, la Corte Constitucional tumbó la primera reforma tributaria del gobierno Duque, llamada en ese entonces Ley de Financiamiento. En medio de la sorpresa por el fallo del alto tribunal, el Gobierno decidió presentar de nuevo la iniciativa y pasarla por el Congreso a toda velocidad, pero cambiando el nombre: Ley de Crecimiento.
Mientras tanto, la conversación nacional no llegó a ningún lado y después de esto pasamos a 2020, el primer año de la pandemia.
Los fantasmas de los paros pasados
En la misma línea en la que los analistas advierten que en 2021 experimentaremos un crecimiento del PIB que, casi con seguridad, será calificado de histórico, prácticamente todas las miradas macro de la economía advierten que uno de los grandes lunares sigue siendo el empleo. Un asunto que, lastimosamente, carece completamente de novedad y que se ha convertido en uno de los grandes miedos de la recuperación económica.
El país parece ir caminando una fina línea entre crecer en términos del PIB, pero no hacerlo de la mano de la creación de más, y mejor, empleo.
“Estas cifras esconden una diversidad de realidades. Por ejemplo, personas que perdieron el empleo y están buscando aún, y un porcentaje que salió de la ocupación en la pandemia y no han regresado. Todo esto hace parte de la devastación social de la pandemia. La realidad de la recuperación es que es insuficiente y no llega a todos los hogares que debiera llegar”, dice Marc Hofstetter, profesor de la Universidad de los Andes.
Puede leer: El turismo se recupera, pero los empleos del sector no
Hofstetter hace referencia a las grietas sociales en la sociedad, que, claro, existían antes de la pandemia, pero se agravaron con la irrupción de una crisis multidimensional como ninguna otra.
Y esas grietas ayudan a entender las disociaciones, incluso contradicciones para algunos, entre las proyecciones del PIB y todo lo demás. Por ejemplo, para septiembre de este año el DANE encontró a través de su encuesta Pulso Social que el 64 % de los jefes de hogar no creen tener mayores posibilidades de adquirir bienes de primera necesidad (ropa, zapatos, alimentos). El 31,9 % siente que tiene las mismas posibilidades del año anterior, mientras que 4,1 % dice que sí puede acceder a este tipo de bienes.
Las cifras de la entidad también permiten ver, por ejemplo, que apenas 70,9 % de los hogares encuestados aseguraron que consumen tres comidas diarias. Hay que aclarar que esta cifra ha ido mejorando desde mayo de este año, cuando alcanzó su punto más bajo, con 63 %, pero dista de volver a los niveles prepandemia, cuando se encontraba en 91,3 %.
“El PIB está creciendo porque es normal que lo haga después de cerrar y abrir la economía. Pero antes de la pandemia ya teníamos problemas estructurales que no se estaban abordando: tenemos un déficit estructural en cuenta corriente de 20 años o más; y esto es estructuralmente deficitario porque no somos capaces de producir lo suficiente y como no lo hacemos, pues no demandamos mano de obra”, explica Mario Valencia, experto en temas laborales y columnista de este diario.
El deja vú con el paro de 2019 empieza con los problemas de empleo y se extiende hasta las reformas que fueron anunciadas desde ese entonces y que hoy continúan sin ser diseñadas, presentadas y tramitadas en el Congreso. Los asuntos que las motivan siguen ahí, claro está. Las soluciones quedarán en manos del próximo Gobierno, que también deberá presentar otra reforma tributaria. Como dice una película: días del futuro pasado.
Hablar de paro nacional, tanto en noviembre de 2019, como en abril o mayo de 2021, implica tener una conversación sobre la economía y, particularmente, sobre el empleo.
Ambos son temas con perspectivas inquietantes, si se quiere, pues presentan retos y problemas que, si bien son actuales, tienen un sabor particular que recuera la situación del país en noviembre de 2019.
De acuerdo con el dato más reciente del DANE, la economía colombiana creció 13,2 % en el tercer trimestre de 2021. La cifra estuvo por encima de las expectativas de los analistas: proyecciones que rondaban entre el 11,9 % y 13 %. Además, el Banco de la República proyectaba un 12,7 %.
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El comercio (33,8 % de crecimiento), la industria (18,8 %) y el sector de administración pública y defensa, educación y salud humana (8 %) fueron las actividades que más aportaron valor agregado a la economía, según el DANE.
A juzgar por las cifras, todo el mundo parece realmente entusiasmado con el ritmo de recuperación de la economía colombiana. Actores que van desde el Banco de la República, pasando por centros de pensamiento y unidades de análisis financiero de bancos, han ajustado al alza sus proyecciones de crecimiento para 2021 muy por encima de los números que se habían registrado, digamos, en el primer semestre de este año.
Fedesarrollo, por ejemplo, actualizó su pronóstico de 7,2 % a 9,5 %. BBVA Research hizo lo propio con una cifra de 9,2 % y el Banco de la República aseguró el viernes pasado que proyecta un crecimiento de 9,8 % para el PIB de 2021.
Y, aunque aunque los datos del PIB son sólidos, esconden una paradoja: la economía se está reactivando y recuperando, pero el desempleo no baja.
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Esta disociación entre economía y empleo era un escenario muy similar al que se vivía en noviembre de 2019, cuando se dio el primer estallido social en el gobierno de Iván Duque. Para ese entonces, la economía colombiana crecía a un ritmo de 3,3 % (anual, 2019), el dato más alto en media década. Una cifra que incluso estaba por encima de pares regionales y mundiales, dijo el Gobierno en su momento.
Para cuando se dio el llamado a paro (noviembre de 2019), el desempleo iba por encima de 10 % (con excepción de junio de ese año). Esta relación problemática entre crecimiento y desempleo fue una de las razones para salir a marchar de algunos de los sectores sindicales que llamaron al paro.
Ahora, de fondo, buenas cifras macroeconómicas no implican necesariamente que no haya malestar social. El ejemplo más cercano de esto se dio en Chile, que en 2019 se embarcó en fuertes protestas y replanteamientos de cómo funciona la sociedad en medio de un crecimiento trimestral de 3,3 % del PIB; el mismo que en Colombia, por una gran coincidencia.
Al final, buenos datos económicos pueden ser sinónimos de malestar social.
Y malestar había en 2019, siguió existiendo, y creció, en 2020 y continúa en 2021, a pesar de la recuperación.
El paro de 2019
En noviembre de 2019, bajo la bandera de sindicatos, centrales obreras y movimientos estudiantiles, se armó un movimiento social de escala nacional con marchas en todo el país y protestas que se alargaron hasta diciembre.
Para ese entonces se inauguró la modalidad de cacerolazo. Y la presión social dio paso a lo que el Gobierno denominó una conversación nacional.
En la mitad quedó una noche de terror en ciudades como Bogotá y Cali, con supuestos intentos de entrada de personas armadas a viviendas, que al final resultó ser un esfuerzo bien coordinado para esparcir miedo.
Se anunciaron investigaciones. Nada más pasó.
Puede leer: ¿En qué van los proyectos que nacieron del paro nacional?
Luego de esto llegó diciembre con su respectiva reforma tributaria, una de las alegrías modernas de este mes en Colombia.
Y en medio de este panorama, en el que había una cierta agitación social, se hablaba al mismo tiempo de propuestas de reformas laborales y pensionales, pero sin mucha claridad al respecto.
Lo que había era una serie de rumores: que se iba a subir la edad de las pensiones, que se le iba a bajar el salario a los jóvenes, que se iba a acabar con Colpensiones…
En medio de esta incertidumbre, la Corte Constitucional tumbó la primera reforma tributaria del gobierno Duque, llamada en ese entonces Ley de Financiamiento. En medio de la sorpresa por el fallo del alto tribunal, el Gobierno decidió presentar de nuevo la iniciativa y pasarla por el Congreso a toda velocidad, pero cambiando el nombre: Ley de Crecimiento.
Mientras tanto, la conversación nacional no llegó a ningún lado y después de esto pasamos a 2020, el primer año de la pandemia.
Los fantasmas de los paros pasados
En la misma línea en la que los analistas advierten que en 2021 experimentaremos un crecimiento del PIB que, casi con seguridad, será calificado de histórico, prácticamente todas las miradas macro de la economía advierten que uno de los grandes lunares sigue siendo el empleo. Un asunto que, lastimosamente, carece completamente de novedad y que se ha convertido en uno de los grandes miedos de la recuperación económica.
El país parece ir caminando una fina línea entre crecer en términos del PIB, pero no hacerlo de la mano de la creación de más, y mejor, empleo.
“Estas cifras esconden una diversidad de realidades. Por ejemplo, personas que perdieron el empleo y están buscando aún, y un porcentaje que salió de la ocupación en la pandemia y no han regresado. Todo esto hace parte de la devastación social de la pandemia. La realidad de la recuperación es que es insuficiente y no llega a todos los hogares que debiera llegar”, dice Marc Hofstetter, profesor de la Universidad de los Andes.
Puede leer: El turismo se recupera, pero los empleos del sector no
Hofstetter hace referencia a las grietas sociales en la sociedad, que, claro, existían antes de la pandemia, pero se agravaron con la irrupción de una crisis multidimensional como ninguna otra.
Y esas grietas ayudan a entender las disociaciones, incluso contradicciones para algunos, entre las proyecciones del PIB y todo lo demás. Por ejemplo, para septiembre de este año el DANE encontró a través de su encuesta Pulso Social que el 64 % de los jefes de hogar no creen tener mayores posibilidades de adquirir bienes de primera necesidad (ropa, zapatos, alimentos). El 31,9 % siente que tiene las mismas posibilidades del año anterior, mientras que 4,1 % dice que sí puede acceder a este tipo de bienes.
Las cifras de la entidad también permiten ver, por ejemplo, que apenas 70,9 % de los hogares encuestados aseguraron que consumen tres comidas diarias. Hay que aclarar que esta cifra ha ido mejorando desde mayo de este año, cuando alcanzó su punto más bajo, con 63 %, pero dista de volver a los niveles prepandemia, cuando se encontraba en 91,3 %.
“El PIB está creciendo porque es normal que lo haga después de cerrar y abrir la economía. Pero antes de la pandemia ya teníamos problemas estructurales que no se estaban abordando: tenemos un déficit estructural en cuenta corriente de 20 años o más; y esto es estructuralmente deficitario porque no somos capaces de producir lo suficiente y como no lo hacemos, pues no demandamos mano de obra”, explica Mario Valencia, experto en temas laborales y columnista de este diario.
El deja vú con el paro de 2019 empieza con los problemas de empleo y se extiende hasta las reformas que fueron anunciadas desde ese entonces y que hoy continúan sin ser diseñadas, presentadas y tramitadas en el Congreso. Los asuntos que las motivan siguen ahí, claro está. Las soluciones quedarán en manos del próximo Gobierno, que también deberá presentar otra reforma tributaria. Como dice una película: días del futuro pasado.