Escucha este artículo
Audio generado con IA de Google
0:00
/
0:00
Con la creación del primer centro nacional de cultivo de semillas orgánicas, expertos del norte de Argentina buscan potenciar estas variedades en un país con fama internacional en producción y exportación de cultivos transgénicos.
Situado en la norteña provincia de Santiago del Estero, el Centro de Producción de Semillas Orgánicas fue hasta no hace mucho un establecimiento dedicado al cultivo de hortalizas orgánicas, hasta que la comunidad científica que lo gestiona decidió apostar por convertirlo en un invernadero que pueda empezar a suplir la demanda nacional de semillas orgánicas.
"Todos los productores que hacemos hortalizas orgánicas necesitamos por normativa usar semillas orgánicas. El problema es que en Argentina no hay ninguna empresa que esté produciéndolas y se nos hace casi imposible poder cumplir con ese requisito", aseguró a Efe Marcela Ablín, asesora en Producción del centro.
El objetivo principal es, más que trabajar pensando en el mercado internacional, desarrollar y formar a los cerca de 7.000 productores locales del distrito para conseguir una "masa crítica" de cultivadores que puedan usar sus propias semillas y no dependan de la importación.
Según estadísticas proporcionadas por el Servicio Nacional de Sanidad y Calidad Agroalimentaria (Senasa) de Argentina, la producción orgánica en el país austral experimenta un crecimiento interanual del 3 % y un aumento del 13 % por año en sus exportaciones.
El total de productos orgánicos que se exportan desde Argentina a Estados Unidos y la Unión Europea, los dos principales destinos de estas colocaciones, ascendió en 2017 a 150,5 millones de kilos, principalmente cereales, oleaginosas, frutas, hortalizas y verduras.
En los países de la Unión Europea y en Estados Unidos "se produce mucha semilla orgánica, pero éstas no llegan a Argentina y todavía nadie ha visto la necesidad imperiosa de que esto ocurra", dijo Ablín.
Por el momento, el centro está trabajando en la producción de semillas de lechuga, acelga, rúcula y calabaza, aunque confían en que se añadan más verduras y frutas a medida que el proyecto avance.
El principal reto de la técnica de cultivo orgánico se encuentra en la monitorización de las semillas, que deben crecer sin experimentar ningún cruce de polen con otras especies, aunque se trate del mismo alimento.
"Reproducimos variedades, no híbridos", puntualizó Ablín.
Además de estar prohibida en este proceso la utilización de fungicidas, insecticidas, pesticidas y fertilizantes químicos, la producción orgánica se distingue por que el período en el que la plantación fructifica se alarga "mínimamente dos meses más" y en que el tratamiento se realiza a mano en la mayoría de los casos.
Así, este proyecto, que es pionero en el país sudamericano, contrasta con el tipo de producción habitual de Argentina, uno de los mayores productores y exportadores mundiales de granos.
La soja, el maíz y el algodón son los tres productos estrellas de la industria transgénica argentina, especialmente el primero, del cual se exportan 7,56 millones de toneladas de media anualmente y un importante volumen de productos derivados, como aceite y harina.
De esta manera, Argentina se posiciona en el segundo puesto del ránking de países que producen orgánicamente, pero, a su vez, mantiene su fábrica de transgénicos que son la base principal de su economía.
"La producción orgánica busca obtener un producto de calidad en todos los aspectos, haciendo rotación de cultivos, cuidando el suelo y que esa diversidad no tenga problemas de plagas. Lo que no busca es tanto el rendimiento por hectárea", a diferencia del cultivo convencional, explicó Ablín.
Al proyecto se han sumado expertos y expertas de la Facultad de Agronomía de la Universidad de Buenos Aires, del municipio de Santiago del Estero, de la agencia de Instituto Nacional de Semillas y de la Universidad Católica de Santiago del Estero.