Benedetti a la FAO: ¿le sirve a Colombia tener nuevo embajador en la organización?
Con años de vacancia en la posición, el nombramiento del Gobierno de poner a Armando Benedetti en el cargo abre preguntas acerca de la utilidad de esta jugada.
“Tiene más puestos que un bus”.
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“Tiene más puestos que un bus”.
Este fue uno de los comentarios que circularon en redes esta semana cuando se conoció que el Gobierno postuló a Armando Benedetti como nuevo embajador ante la Organización para la Alimentación y la Agricultura (FAO, por sus siglas en inglés). La posición se encontraba vacante desde hace 25 años.
En su más reciente participación en el escenario político, Benedetti se desempeñó como embajador en Venezuela. Del cargo salió en medio del escándalo por las presuntas chuzadas a personas del servicio doméstico de Laura Sarabia, quien en ese momento era la jefe de gabinete del presidente Gustavo Petro (y hoy es la directora del Departamento de Prosperidad Social).
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Aunque aún faltan por surtir algunos procesos oficiales, como la entrega de cartas de presentación y otros asuntos propios de la diplomacia, la designación llega luego de que en enero de 2023 la FAO y el Gobierno firmaran una carta de entendimiento en la que señalan algunas áreas de interés para trabajo conjunto entre ambas partes.
En el documento se establecen, entre otras prioridades, la necesidad de implementar proyectos que permitan reducir el hambre y la malnutrición con especial énfasis en la frontera con Venezuela y en los departamentos de La Guajira, Boyacá, Cesar, Guainía, Norte de Santander y Vichada. También se busca fortalecer a los actores del ecosistema del agro en temas macro como producción sostenible y comercialización, así como educación ambiental, entre otros rubros.
El gobierno Petro ha puesto un especial énfasis en temas que, al menos hasta hace unos años, no estaban en los primeros lugares de la agenda. Hablamos acá de asuntos como soberanía alimentaria y, claro, reforma agraria (con un especial énfasis en producción de alimentos).
De acuerdo con cifras de la propia FAO, 9,2 % de la población mundial padecía hambre. Este fenómeno creció 1,3 % entre 2019 y 2022. Esto significa que, en 2022, 122 millones de personas más sufrieron hambre en comparación con el referente prepandemia, 2019.
La alimentación y la lucha contra el hambre es un asunto que excede el horizonte clásico de la política agraria. De fondo, se trata de un reto que incide en la estabilidad económica y social de los países, por lo que requiere intervenciones que van más allá de los ministerios de agricultura.
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Ahora bien, con tantos años de vacancia en el cargo, una de las preguntas que surgen más rápido con el cambio que propone el Gobierno Petro es tratar de entender para qué sirve esta “nueva” embajada.
“El papel de la FAO está más ligado a temas de gobierno, para discutir políticas públicas que asuntos técnicos del sector. Y realiza estudios muy valiosos a nivel global, pero para eso no se necesita un embajador y la entidad tiene representante en Colombia que dialoga con el Gobierno”, sostiene Jorge Bedoya, presidente de la Sociedad de Agricultores de Colombia (SAC).
Y añade que el gremio de los empresarios del agro tiene unas expectativas más altas del rol del organismo en el país, como fortalecer temas que le sirvan al sector, a los productores. Sin embargo, no cree que esto se resuelva con un embajador. “Si se había asumido como parte de la embajada en Italia, crear una embajada que ya no existe es un gasto innecesario de recursos”, expresa.
Por otro lado, Jaime Rendón, director del Centro de Estudios e Investigaciones Rurales de la Universidad de La Salle, considera que “una representación en la FAO es políticamente viable cuando se quiere participar activamente en las decisiones de políticas internacionales sobre la agricultura, alimentos, la búsqueda de soberanía alimentaria y demás temas claves. Esa representación permanente es lo que debe hacer el embajador, para buscar que Colombia tenga un protagonismo internacional en estos temas”.
La FAO cuenta con más de 190 países miembros y un importante poder de gestión en torno a las políticas alimentarias. Pero la representación diplomática no se liga solo a eso, pues también lidera la gestión del país ante el Fondo Internacional de Desarrollo Agrícola (FIDA) y el Programa Mundial de Alimentos (PMA), organizaciones encargadas de promover el progreso económico de los habitantes en situación de pobreza de zonas rurales y de la asistencia alimentaria en pro del hambre cero, respectivamente.
Dadas las necesidades en seguridad alimentaria que tiene Colombia, hay una experticia importante de la FAO que el país puede aprovechar, de acuerdo con Carlos Duarte, docente y miembro del Instituto de Estudios Interculturales de la Universidad Javeriana de Cali.
En resumen, los temas claves en los que tendrá incidencia Benedetti ante la Organización son: asistencia técnica para la agricultura, agricultura campesina y familiar, erradicación del hambre, derecho humano a la alimentación, pobreza rural, circuitos cortos de comercialización, reforma agraria, compra pública de alimentos y los derechos del campesinado.
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Aunque no hay un consenso en la necesidad o pertinencia de que exista dicha embajada, los expertos coinciden en que el perfil de quien ocupe ese cargo debe componerse de dos aspectos esenciales: uno político (habilidades de negociación) y uno técnico, que conozca los temas sectoriales para que les sirva a los productores agropecuarios.
“De ese perfil, Armando Benedetti solo cumple con el aspecto más político, pero muy poco con la experticia técnica que requiere la representación. Porque su conocimiento de la ruralidad es reducido”, sentencia Duarte.
Es por esto que el diplomático requerirá de un equipo de trabajo sólido que domine a fondo los ejes centrales del agro, dadas las implicaciones políticas y técnicas del cargo. Pero esto representa un costo extra para el país y no hay certezas respecto a cuáles serán los beneficios tangibles de la gestión.
“Es un tema de costo-beneficio: ¿cuánto vale y cuánto se puede obtener? Con tantas necesidades que hay en el país y en el sector sería mejor invertir los recursos en asuntos como las vías terciarias”, critica Bedoya.
A pesar de los cuestionamientos, aún hay un cierto beneficio de la duda, pues estos nombramientos, por lo general, traen consigo un manto de duda y es normal que haya sectores que se opongan; más aún con décadas de vacancia en la posición. “Lo cierto es que él ha demostrado capacidades de concertación en la embajada de Venezuela. Habrá que esperar y mirar sus actuaciones. Es un nombramiento más y hay que darle tiempo para ver los hechos que permitan evaluar si es un movimiento que vale la pena para el país”, finaliza Rendón.
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