Así se busca cerrar la brecha digital en el campo
Las Escuelas Digitales Campesinas son la continuación o la versión del siglo XXI de la Radio Sutatenza. Familiarizar a los trabajadores rurales con las nuevas tecnologías es clave para que sean líderes, más productivos y conscientes de sus derechos.
María Alejandra Medina c.
Dicen que loro viejo no aprende a hablar. Pero eso, para los estudiantes de las escuelas campesinas digitales, no es cierto. Allí concurren trabajadores del campo, adultos, que en muchos casos nunca han tenido contacto con un computador. Se juntan para aprender qué es el software, el hardware, a abrir su correo electrónico y a confirmar o generar nuevas sospechas sobre el potencial que tiene internet.
Es el caso de un grupo de presidentes y miembros de las juntas de acción comunal del municipio de Chipaque, en Cundinamarca. Aunque ninguno tiene menos de 25 años, llegan con la capacidad de asombro de un niño y las ganas de aprender alborotadas. Luego de viajar incluso horas desde sus veredas, se ven una vez a la semana, de 3 a 5 de la tarde, con la emoción que tienen los amigos del colegio al reencontrarse después de las vacaciones.
Su maestra, o facilitadora como la llaman oficialmente, es la religiosa Elita Flores, una joven peruana que llegó en 2007 a Medellín a estudiar su carrera universitaria. Es docente y repite varias veces lo mucho que le gusta trabajar y enseñar a adultos. “Es muy gratificante porque, a pesar de que al inicio requiere mucha paciencia, luego uno ve los frutos”, dice. Vive en Bogotá, pero viaja –en el medio que pueda– casi todos los días a dar las clases en Chipaque, Cáqueza, Une, Fosca, Quetame y Nocaima.
Ese es el legado de la Radio Sutatenza, famosa por sus escuelas radiofónicas y estrategias educativas, con las que una cantidad incontable de colombianos aprendieron el abecé, los números o matemáticas y adquirieron conocimientos más avanzados en agronomía, salud o enfocados en la educación de las mujeres o la formación de líderes campesinos.
A pesar de que la señal radial se dejó de emitir en 1988 y de que seis años después murió su fundador, monseñor José Joaquín Salcedo, hoy la vocación pedagógica y comunitaria se mantiene a través de la organización católica Acción Cultural Popular (ACPO), que está cumpliendo 70 años. Según Mariana Córdoba, coordinadora de educación en ACPO, esa organización “se hizo mundialmente reconocida por las escuelas radiofónicas, pero la comunicación en el mundo actual es más transmedia, hay más información de la que somos capaces de procesar. Ahora se trata de formar ciudadanos críticos capaces de reaccionar frente a esa información”.
Aprender y multiplicar conocimiento
Las escuelas digitales campesinas (EDC) se vienen implementando como una opción de educación informal desde 2012, un año antes de que ACPO y la Radio Sutatenza fueran incluidas por la Unesco en el Registro Regional de Memoria del Mundo. Hoy están en 50 municipios de ocho departamentos: Antioquia, Cauca, Caquetá, Chocó, La Guajira, Valle, Cundinamarca y, por supuesto, Boyacá, en donde nació el proyecto educativo de monseñor Salcedo. A Chipaque, las EDC llegaron este año.
Para acceder al primer curso, cuyo objetivo básicamente es hacer que los alumnos se familiaricen con los equipos, sus partes, programas y funciones, el único prerrequisito es saber leer y escribir y tener más de 14 años. El contenido se dicta a través de una plataforma digital, disponible para todo el mundo, pero que en la escuela campesina se complementa con talleres y el acompañamiento de un facilitador. Los contenidos de ACPO también están disponibles en CD y USB o audios y cartillas, como es costumbre de la organización desde mediados del siglo pasado.
Cuando los estudiantes se vuelven maestros en alfabetización digital, se preocupan por ponerla en práctica en sus comunidades, liderando, ingresando a otros cursos en los que aprenden sobre sostenibilidad, emprendimiento, derechos humanos, comunicación, entre otros. El objetivo es generar y difundir información y conocimiento que, a todos, habitantes rurales como ellos, les puedan servir. Esa es la meta de estos líderes chipaquences, para quienes la digitalización y la conexión eran una necesidad y una tarea en mora de cumplir.
De acuerdo con Marlady Carrillo, presidenta de la Asociación de Juntas de Acción Comunal, la administración pasada les entregó a los líderes de cada junta un computador y una impresora para sus necesidades. El problema es que casi nadie sabía usarlos. Las tintas de impresión se secaron y muchos vivían pidiendo el favor de que les imprimieran esta o aquella carta. Carrillo estaba a punto de solicitar una capacitación para las 24 juntas, cuando llegó la ACPO a hablar con la Alcaldía para dar inicio a los cursos, que, al igual que en varios municipios, se dictan en el punto Vive Digital.
Además de ser útil para sus cartas, contratos o certificados, la tecnología, dicen estos agricultores y comerciantes, es una oportunidad para sus negocios. Chipaque es un municipio cultivador de cebolla, papa y hierbas aromáticas. Sus pobladores no dudan en afirmar que es la mejor yerbabuena del país. Pero, como es usual, están atados al vaivén de los precios y la injerencia de los intermediarios. Por eso, sueñan con lograr una asociatividad fuerte y conquistar mercados internacionales.
Del computador al terreno
Yolanda Gacharná es ama de casa de lunes a viernes. Los domingos trabaja en la plaza de Las Flores en Bogotá, comercializando hierbas aromáticas. Los viernes y los sábados estudia administración pública, junto con Marlady Carrillo, y ahora también asiste a la escuela digital los miércoles. Por la exigencia del currículo en la Escuela Superior de Administración Pública, en Chipaque, ambas están entre las más adelantadas del curso. Pero eso no es problema, porque la metodología de las EDC respeta que cada uno vaya a su ritmo. De todas formas, Yolanda y Marlady reconocen que aún les falta mucho por aprender.
“Para la agricultura, estar conectado es importante porque uno puede acceder a la información que está ahí, y tomar experiencias de otras personas, otros productores de otras regiones”, asegura Yolanda. Agrega que entre los temas que más les interesan a ella, a su familia –que practica la agricultura en más o menos cinco hectáreas– y a sus demás compañeros cultivadores están las buenas prácticas para producir limpio y orgánico, fundamental para atraer clientes en el exterior.
Guilibaldo Torres, presidente de la junta de su vereda, afortunado por venir desde 15 minutos a pie de distancia, muestra su celular, uno de los popularmente conocidos como “flecha”, tratando de ilustrar que su acercamiento a la tecnología digital ha sido tímido, hasta ahora. Habla con naturalidad de haber abierto su correo electrónico, haber aprendido a navegar páginas web y de ahora estar pensando en organizar la proveeduría de su negocio de vidriería a través de internet, para no tener que ir hasta Bogotá.
“La intención es rescatar el valor de los campesinos de ser líderes en sus comunidades, con el enfoque de que sean multiplicadores de lo que aprenden”, explica David Ruiz, líder regional de EDC en Cundinamarca. Explica que todos los frentes que aborda ACPO pasan por y se fortalecen con los cursos que se dictan en las EDC: el bienestar campesino, la formación de líderes, el fortalecimiento de los medios de comunicación comunitarios, la sostenibilidad, asociatividad y el emprendimiento y desarrollo socioeconómico en general.
En el campo desde cuando nadie lo volteaba a mirar
Mariana Córdoba, coordinadora de ACPO, es argentina. Llegó a Colombia hace dos años, para acompañar a su pareja. Abogada e internacionalista, pero siempre dedicada a la pedagogía, dice haber tenido la “fortuna” de haber entrado a trabajar con Acción Cultural Popular y las EDC. Afirma que la tarea de la organización, ahora en tiempos de posconflicto, es “fortalecer a quien está llamado a protagonizar los cambios auténticos que se vienen: los casi 14 millones de habitantes rurales de Colombia, incluyendo aquellos que hoy se están atreviendo a volver a sus tierras y a fortalecer el tejido social”.
Para ella, saldar la tan mentada “deuda histórica con el campo” es una frase vacía si verdaderamente no se hace partícipes a los campesinos en la sociedad. Promover su derecho a internet significa también promover su derecho a la información y la expresión, cree Córdoba.
Chipaque, junto con Garagoa, en Boyacá, será sede del piloto de la red de reporteros rurales, para que cada uno, formado no sólo en redacción sino en fotografía y video, cuente lo que pasa en sus veredas, y aumenten y estructuren su participación en los contenidos del periódico El Campesino, fundado en 1958 y que hoy pervive en formato digital. El departamento del Valle, por su parte, será el lugar de prueba para implementar una estrategia para la formulación de proyectos de vida de los jóvenes, básicamente la elección vocacional.
La idea es orientarlos, tomar en cuenta las condiciones del mercado laboral, identificar oportunidades de becas, entre otros, siempre con la intención de hacerlos sentir orgullosos de su tierra e inspirarlos a trabajar por ella. ACPO tiene claro que una de sus tareas es abogar por el relevo generacional, en un campo en el que, en 2005, el 64,2 % de los hogares rurales tenían niños menores de 15 años, pero hoy la cifra es apenas del 50 %.
Radio Sutatenza ha sido reconocida a nivel mundial por llegar a la ruralidad cuando nadie más lo hacía. Es probable que la tasa de analfabetismo en el campo, de 12 %, no sea mayor por la labor que personas como monseñor Salcedo han hecho en las últimas décadas. Esa cifra, por cierto, fue uno de los resultados que arrojó el último censo nacional agropecuario, el primero en 45 años y el tercero de la historia. “La política ya no tiene permiso de olvidarse del campo, ya no se puede”, remata Córdoba.
Dicen que loro viejo no aprende a hablar. Pero eso, para los estudiantes de las escuelas campesinas digitales, no es cierto. Allí concurren trabajadores del campo, adultos, que en muchos casos nunca han tenido contacto con un computador. Se juntan para aprender qué es el software, el hardware, a abrir su correo electrónico y a confirmar o generar nuevas sospechas sobre el potencial que tiene internet.
Es el caso de un grupo de presidentes y miembros de las juntas de acción comunal del municipio de Chipaque, en Cundinamarca. Aunque ninguno tiene menos de 25 años, llegan con la capacidad de asombro de un niño y las ganas de aprender alborotadas. Luego de viajar incluso horas desde sus veredas, se ven una vez a la semana, de 3 a 5 de la tarde, con la emoción que tienen los amigos del colegio al reencontrarse después de las vacaciones.
Su maestra, o facilitadora como la llaman oficialmente, es la religiosa Elita Flores, una joven peruana que llegó en 2007 a Medellín a estudiar su carrera universitaria. Es docente y repite varias veces lo mucho que le gusta trabajar y enseñar a adultos. “Es muy gratificante porque, a pesar de que al inicio requiere mucha paciencia, luego uno ve los frutos”, dice. Vive en Bogotá, pero viaja –en el medio que pueda– casi todos los días a dar las clases en Chipaque, Cáqueza, Une, Fosca, Quetame y Nocaima.
Ese es el legado de la Radio Sutatenza, famosa por sus escuelas radiofónicas y estrategias educativas, con las que una cantidad incontable de colombianos aprendieron el abecé, los números o matemáticas y adquirieron conocimientos más avanzados en agronomía, salud o enfocados en la educación de las mujeres o la formación de líderes campesinos.
A pesar de que la señal radial se dejó de emitir en 1988 y de que seis años después murió su fundador, monseñor José Joaquín Salcedo, hoy la vocación pedagógica y comunitaria se mantiene a través de la organización católica Acción Cultural Popular (ACPO), que está cumpliendo 70 años. Según Mariana Córdoba, coordinadora de educación en ACPO, esa organización “se hizo mundialmente reconocida por las escuelas radiofónicas, pero la comunicación en el mundo actual es más transmedia, hay más información de la que somos capaces de procesar. Ahora se trata de formar ciudadanos críticos capaces de reaccionar frente a esa información”.
Aprender y multiplicar conocimiento
Las escuelas digitales campesinas (EDC) se vienen implementando como una opción de educación informal desde 2012, un año antes de que ACPO y la Radio Sutatenza fueran incluidas por la Unesco en el Registro Regional de Memoria del Mundo. Hoy están en 50 municipios de ocho departamentos: Antioquia, Cauca, Caquetá, Chocó, La Guajira, Valle, Cundinamarca y, por supuesto, Boyacá, en donde nació el proyecto educativo de monseñor Salcedo. A Chipaque, las EDC llegaron este año.
Para acceder al primer curso, cuyo objetivo básicamente es hacer que los alumnos se familiaricen con los equipos, sus partes, programas y funciones, el único prerrequisito es saber leer y escribir y tener más de 14 años. El contenido se dicta a través de una plataforma digital, disponible para todo el mundo, pero que en la escuela campesina se complementa con talleres y el acompañamiento de un facilitador. Los contenidos de ACPO también están disponibles en CD y USB o audios y cartillas, como es costumbre de la organización desde mediados del siglo pasado.
Cuando los estudiantes se vuelven maestros en alfabetización digital, se preocupan por ponerla en práctica en sus comunidades, liderando, ingresando a otros cursos en los que aprenden sobre sostenibilidad, emprendimiento, derechos humanos, comunicación, entre otros. El objetivo es generar y difundir información y conocimiento que, a todos, habitantes rurales como ellos, les puedan servir. Esa es la meta de estos líderes chipaquences, para quienes la digitalización y la conexión eran una necesidad y una tarea en mora de cumplir.
De acuerdo con Marlady Carrillo, presidenta de la Asociación de Juntas de Acción Comunal, la administración pasada les entregó a los líderes de cada junta un computador y una impresora para sus necesidades. El problema es que casi nadie sabía usarlos. Las tintas de impresión se secaron y muchos vivían pidiendo el favor de que les imprimieran esta o aquella carta. Carrillo estaba a punto de solicitar una capacitación para las 24 juntas, cuando llegó la ACPO a hablar con la Alcaldía para dar inicio a los cursos, que, al igual que en varios municipios, se dictan en el punto Vive Digital.
Además de ser útil para sus cartas, contratos o certificados, la tecnología, dicen estos agricultores y comerciantes, es una oportunidad para sus negocios. Chipaque es un municipio cultivador de cebolla, papa y hierbas aromáticas. Sus pobladores no dudan en afirmar que es la mejor yerbabuena del país. Pero, como es usual, están atados al vaivén de los precios y la injerencia de los intermediarios. Por eso, sueñan con lograr una asociatividad fuerte y conquistar mercados internacionales.
Del computador al terreno
Yolanda Gacharná es ama de casa de lunes a viernes. Los domingos trabaja en la plaza de Las Flores en Bogotá, comercializando hierbas aromáticas. Los viernes y los sábados estudia administración pública, junto con Marlady Carrillo, y ahora también asiste a la escuela digital los miércoles. Por la exigencia del currículo en la Escuela Superior de Administración Pública, en Chipaque, ambas están entre las más adelantadas del curso. Pero eso no es problema, porque la metodología de las EDC respeta que cada uno vaya a su ritmo. De todas formas, Yolanda y Marlady reconocen que aún les falta mucho por aprender.
“Para la agricultura, estar conectado es importante porque uno puede acceder a la información que está ahí, y tomar experiencias de otras personas, otros productores de otras regiones”, asegura Yolanda. Agrega que entre los temas que más les interesan a ella, a su familia –que practica la agricultura en más o menos cinco hectáreas– y a sus demás compañeros cultivadores están las buenas prácticas para producir limpio y orgánico, fundamental para atraer clientes en el exterior.
Guilibaldo Torres, presidente de la junta de su vereda, afortunado por venir desde 15 minutos a pie de distancia, muestra su celular, uno de los popularmente conocidos como “flecha”, tratando de ilustrar que su acercamiento a la tecnología digital ha sido tímido, hasta ahora. Habla con naturalidad de haber abierto su correo electrónico, haber aprendido a navegar páginas web y de ahora estar pensando en organizar la proveeduría de su negocio de vidriería a través de internet, para no tener que ir hasta Bogotá.
“La intención es rescatar el valor de los campesinos de ser líderes en sus comunidades, con el enfoque de que sean multiplicadores de lo que aprenden”, explica David Ruiz, líder regional de EDC en Cundinamarca. Explica que todos los frentes que aborda ACPO pasan por y se fortalecen con los cursos que se dictan en las EDC: el bienestar campesino, la formación de líderes, el fortalecimiento de los medios de comunicación comunitarios, la sostenibilidad, asociatividad y el emprendimiento y desarrollo socioeconómico en general.
En el campo desde cuando nadie lo volteaba a mirar
Mariana Córdoba, coordinadora de ACPO, es argentina. Llegó a Colombia hace dos años, para acompañar a su pareja. Abogada e internacionalista, pero siempre dedicada a la pedagogía, dice haber tenido la “fortuna” de haber entrado a trabajar con Acción Cultural Popular y las EDC. Afirma que la tarea de la organización, ahora en tiempos de posconflicto, es “fortalecer a quien está llamado a protagonizar los cambios auténticos que se vienen: los casi 14 millones de habitantes rurales de Colombia, incluyendo aquellos que hoy se están atreviendo a volver a sus tierras y a fortalecer el tejido social”.
Para ella, saldar la tan mentada “deuda histórica con el campo” es una frase vacía si verdaderamente no se hace partícipes a los campesinos en la sociedad. Promover su derecho a internet significa también promover su derecho a la información y la expresión, cree Córdoba.
Chipaque, junto con Garagoa, en Boyacá, será sede del piloto de la red de reporteros rurales, para que cada uno, formado no sólo en redacción sino en fotografía y video, cuente lo que pasa en sus veredas, y aumenten y estructuren su participación en los contenidos del periódico El Campesino, fundado en 1958 y que hoy pervive en formato digital. El departamento del Valle, por su parte, será el lugar de prueba para implementar una estrategia para la formulación de proyectos de vida de los jóvenes, básicamente la elección vocacional.
La idea es orientarlos, tomar en cuenta las condiciones del mercado laboral, identificar oportunidades de becas, entre otros, siempre con la intención de hacerlos sentir orgullosos de su tierra e inspirarlos a trabajar por ella. ACPO tiene claro que una de sus tareas es abogar por el relevo generacional, en un campo en el que, en 2005, el 64,2 % de los hogares rurales tenían niños menores de 15 años, pero hoy la cifra es apenas del 50 %.
Radio Sutatenza ha sido reconocida a nivel mundial por llegar a la ruralidad cuando nadie más lo hacía. Es probable que la tasa de analfabetismo en el campo, de 12 %, no sea mayor por la labor que personas como monseñor Salcedo han hecho en las últimas décadas. Esa cifra, por cierto, fue uno de los resultados que arrojó el último censo nacional agropecuario, el primero en 45 años y el tercero de la historia. “La política ya no tiene permiso de olvidarse del campo, ya no se puede”, remata Córdoba.