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La moda sostenible fue la respuesta de la industria textil ante la demanda de los consumidores por unas prácticas ambientales y socialmente responsables en el sector. La discusión tomó fuerza tras la tragedia del 24 de abril de 2013, en Daca, Bangladés, cuando se derrumbó el complejo textil Rana Plaza. Ese día murieron 1.138 personas, la mayoría mujeres, y el desastre evidenció las deplorables condiciones laborales a las que estaban sometidos los trabajadores y llevó a que activistas, diseñadores y los demás eslabones de la cadena buscaran alternativas ambientales, económicas y sociales.
Desde entonces se han conocido iniciativas como “¿Quién hizo mi ropa?”, donaciones de prendas y ventas de garajes para darles un segundo uso (aunque se estén saliendo de control, pues no toda la ropa que algunas personas ofrecen está en buenas condiciones). Además, emprendimientos y empresas han repensado sus procesos para reducir su impacto en la producción o utilizar materias primas menos contaminantes como residuos de café, cáñamo y algodón orgánico para crear sus productos.
En julio de 2020, El Espectador contó la historia de la primera cosecha de algodón orgánico en la Sierra Nevada de Santa Marta, que se dio entre febrero y marzo de ese año. Desde hace 1.500 años se cultiva algodón nativo en algunas zonas del Caribe colombiano, que es aprovechado por comunidades arhuacas y koguis. Sin embargo, empezó a escasear y lo poco que quedaba no funcionaba para utilizarlo en la industria textil porque la cadena no estaba en la capacidad de cumplir con los estándares.
Lea la historia completa aquí: La apuesta por el algodón orgánico en Colombia
Así las cosas, y ante la escasez de la semilla, la Fundación Pro-Sierra Nevada de Santa Marta (Prosierra) y la fundación ítalo-colombiana Environomica le apostaron a “rescatarla” y sacar adelante la primera cosecha de algodón orgánico en Ciudad Antigua, en la Sierra Nevada de Santa Marta. El modelo, que además de no usar químicos incorpora otros productos como maíz y ajíes, llamó el año pasado la atención de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), que desde 2017 trabaja en el proyecto +Algodón, que sumó su apoyo para aumentar la cosecha.
La primera cosecha de Prosierra se dio gracias al campesino Gustavo Cruz y en una hectárea se recogieron 1.230 kilos de algodón orgánico, con una fibra extralarga, blanca y libre de químicos.
En esa línea de empresas que se preocupan por la sostenibilidad se encuentra Crystal, responsable de la marca Punto Blanco, que adquirió las primeras cosechas del algodón orgánico de la Sierra Nevada para una colección de prendas.
“Quisimos trabajar con Prosierra desde que nos enteramos de la cosecha porque creemos que ese es el norte de todas las marcas. También es muy relevante ser la primera marca colombiana que trabaja con ese algodón. Fue un reto grande para lograr que toda la cadena fuera nacional”, dice Carolina Rueda, jefe de Investigación de Mercados de Punto Blanco.
La marca lanzó en febrero Nativa, una colección inspirada en la Sierra Nevada que contó con una pieza estrella: la camiseta Cassel, una producción limitada por la cantidad de la cosecha y cultivada, hilada y confeccionada en Colombia.
“La sostenibilidad es un cuento que cada día estamos aprendiendo. Es un camino que tenemos que tomar como marca. La pandemia aceleró los cambios con preguntas sobre cómo estamos afectando el medioambiente. Así que el consumidor se vuelve más consciente a la hora de comprar. La sostenibilidad no es un diferenciador. Ahora es algo que toda la industria textil colombiana debería tener implantado”, agrega Rueda.
Para decir que son prendas con algodón orgánico se tuvo que cumplir con un proceso riguroso en el que se cuidó hasta el mínimo detalle para no contaminar la fibra. Desde la descontaminación del vehículo que transporta el algodón y de las máquinas de desmote, el hilado y hasta la producción final de las camisetas.
“Después de la cosecha del algodón, los equipos del proyecto +Algodón Colombia y de la Fundación Prosierra coordinaron con las empresas Diagonal y Colhilados una operación para garantizar la calidad y la pureza de la fibra en su transporte hasta el departamento de Córdoba y de ahí hasta Medellín. Para eso, el algodón recorrió cerca de 420 km en un furgón de aluminio usado para transportar agua potable, con el fin de evitar contaminación con plásticos y polietilenos”, cuenta la FAO.
Al llegar a Córdoba, el algodón fue entregado a la Compañía Agroindustrial del Sinú, que se encargaron del desmote de la fibra. “Se realizó una limpieza profunda en la máquina desmotadora antes de su utilización para evitar cualquier rastro de otro material que pudiera mezclarse con la fibra orgánica”, agrega.
El algodón desmotado generó una paca de 278 kilos de fibra de algodón orgánica, que fue comercializada a la empresa Colhilados, encargada del proceso del hilado que se destinaría al grupo Crystal, que realizó la colección de camisetas y terminó la cadena para comercializar el primer algodón orgánico producido en el país.
Las semillas que se obtuvieron de la cosecha se repartieron entre campesinos y comunidades indígenas para replicar el modelo en otras zonas. De acuerdo con Rueda, “se repartieron las semillas para permitir que la industria algodonera orgánica del país se consolide y que otras marcas nacionales empiecen a utilizar estos cultivos. Vamos a seguir trabajando con Prosierra. Tendremos sorpresas más adelante”.
Por su parte, Diana Gómez, vocera de Crystal, señala que la sostenibilidad tiene que abarcar lo ambiental y también lo socioeconómico. “Lo valioso de haber apoyado el proyecto de algodón orgánico de Prosierra está en la posibilidad de que Colombia sea parte de un avance global hacia procesos más responsables con el planeta y los cultivadores. Una sola siembra en la Sierra Nevada para hacer solo camisetas parece algo pequeño, pero para Gustavo, el agricultor de la primera cosecha, y las familias indígenas que recibieron semillas para retomar sus propios cultivos, es un avance inmenso, pues el proyecto también los educa en cómo mejorar sus prácticas para garantizar su seguridad alimentaria, para que puedan cultivar otras materias primas y ofrecer a la industria textil nacional e internacional un valor agregado que garantice la sostenibilidad de la agricultura familiar colombiana”.
Gómez agrega que podría parecer que la noticia es solo que este algodón se cultivó sin químicos y con agua lluvia, “pero la búsqueda de prosperidad para el campesinado colombiano es lo que realmente debe celebrarse y apoyarse. En conversaciones con el equipo de comunicaciones de la FAO era palpable su entusiasmo ante el producto terminado. Personas involucradas por completo en el trabajo de dignificar a los agricultores y garantizar su progreso, emocionadas ante las camisetas como símbolo de un futuro posible para los campesinos y sus familias. Este tipo de cruces entre la moda y el progreso social del país deberían ser un pilar de la sostenibilidad para las empresas del sector”.
Además de la camiseta Cassel, Punto Blanco creó una colección en tonos orgánicos creadas para acompañar las nuevas rutinas cotidianas, un híbrido entre lo práctico del athleisure y la estructura casual.
“Los tonos de la colección son mensajeros de tranquilidad natural. Blanco, verde oliva, mandarina, crudo y arena surgen de los paisajes de la sierra bañados por el sol y encajan con la búsqueda de prosperidad y calma que marca las tendencias para primavera 2021”, explica la marca.
El consumidor necesita más información sobre proyectos sostenibles. Lo orgánico es un beneficio que no se entiende a simple vista, explica Gómez. “En Nativa hemos buscado una comunicación transparente sobre lo innovador y retador que es ese cultivo en el país y lo positivo que podría ser para los campesinos colombianos y para la conservación de nuestros recursos”.
Una marca enfocada en lo sostenible
El Grupo Crystal lleva años trabajando en procesos de reciclaje, optimización de recursos y tratamiento de agua para ofrecer productos más responsables. Incluso cuentan con un área de gestión ambiental.
En 2019 decidieron que su transición hacia la sostenibilidad se construyera de la mano de los consumidores. Así fue que en 2020 comenzaron con el proyecto del algodón orgánico, enmarcado en su línea sostenible Con-siente, con la que buscan que sus productos, empaques, espacios y experiencias disminuyan su impacto ambiental.
Por ejemplo, la marca está incorporando materiales como algodón orgánico, nylon reciclado, lyocell biodegradable y otras fibras para reutilizar en sus prendas, que permiten reducir hasta un 80 % de agua. En cuanto a sus procesos, trabajan con un tipo de estampación digital que no requiere consumo de agua.
También buscan utilizar materiales más responsables en empaques y etiquetas. “Actualmente estamos trabajando para esta línea con etiquetas hechas a partir del residuo industrial de la industria de la caña de azúcar, que se llama bagazo. Eso significa que se aprovecha un material que sería desechado”, cuenta Gómez. Además, funciona como papel biodegradable, porque no lo laminan y solo imprimen en una tinta.
Cuentan con bolsas hechas de plástico 100 % reciclado, que incluye un aditivo llamado biosphere, que acelera el proceso de biodegradación. “Todos estos procesos de empaques están siempre en modo beta: siempre estamos investigando nuevos materiales que permitan reducir el impacto ambiental”.