Así van las inversiones para la transición energética en el mundo y en A. Latina
Aunque el mundo registra cifras récord de inversión en el sector energético, especialmente en tecnologías renovables, los flujos de capital se concentran en economía avanzadas y en China. Esto genera brechas con economías emergentes y en desarrollo, en donde la transición también es una prioridad.
Transición energética es quizá uno de los términos más usados en la actualidad por todo tipo de actores, desde políticos y funcionarios públicos, hasta académicos y analistas de mercado. Una suerte de navaja suiza discursiva que bien sirve para una serie de necesidades e intereses.
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Transición energética es quizá uno de los términos más usados en la actualidad por todo tipo de actores, desde políticos y funcionarios públicos, hasta académicos y analistas de mercado. Una suerte de navaja suiza discursiva que bien sirve para una serie de necesidades e intereses.
Su amplio uso (y su manoseo constante, si se quiere), también ayuda a dar cuenta de su importancia y urgencia. En la medida en la que el mundo busca descarbonizar sus economías para intentar evitarse la peor parte del cambio climático, resulta más que evidente que los modelos de producción y aprovechamiento energético deben ser modificados.
Esta transformación, además de voluntad política, requiere de una cantidad de financiación nada despreciable. Hablamos acá en términos de billones de dólares, que deben entrar y ejecutarse prontamente en proyectos de todo tipo a nivel global si de verdad queremos cumplir con las metas trazadas en términos de emisiones.
Entonces, ¿cómo se ve el panorama de la financiación global de los sistemas de energía y con ellos el de la transición energética?
Hay noticias buenas y otras no tanto, según los datos recopilados por la Agencia Internacional de Energía (AIE).
El vaso medio lleno
Lo primero que vale la pena resaltar es que, a nivel global, la inversión en el sector energía superará este año los US$3 billones por primera vez en la historia; de esta cifra, US$2 billones se centrarán en energías limpias y su infraestructura.
De hecho, según los cálculos de la Agencia, la inversión en este tipo de tecnologías es, en este momento, más alta que el gasto total en petróleo, gas y carbón. Hoy, la relación de inversión entre energías limpias y combustibles fósiles es de 10 a 1, mientras que en 2015, la relación era de 2 a 1 (a favor de las primeras).
Esto es notable no sólo por números totales, por las cifras brutas, sino porque este crecimiento (que no ha parado desde 2020) se da en medio de un escenario con altas tasas de interés en todo el planeta, un punto que impacta duramente los costos de endeudamiento y, con ello, la estructuración de proyectos que requieren inyecciones duras de capital con promesas de retornos que se extienden en un horizonte más amplio de tiempo.
Los altos costos en el endeudamiento han sido balanceados, de cierta forma, por la baja en la fabricación de algunas tecnologías (como paneles solares, cuyo costo ha bajado 30 % en los últimos dos años), así como la mejora en las cadenas de suministro y producción de materias primas y materiales del sector.
Uno de los impactos de esta ecuación macroeconómica es que la ganancia productiva de los proyectos de energías renovables ha ido creciendo (un factor crucial para asegurar más financiación, especialmente privada): para 2023, según la Agencia, cada dólar invertido en paneles solares generó una producción de energía 2,5 más alta que la registrada hace una década.
El panorama de la energía solar es particularmente interesante, si se tiene en cuenta que es el pararrayos para la mayoría de la inversión que está entrando al sector energético. Para este año, la AIE estima que los recursos que irán para paneles solares será de US$500.000 millones, sobrepasando los números de todas las demás fuentes de generación juntas.
El vaso medio vacío
El lado menos halagador de toda esta ecuación es el desbalance que hay entre los lugares a los que fluye la inversión para la transición energética.
La Agencia ha advertido, desde hace algún tiempo ya, que la mayoría de los flujos de inversión se concentran en economías avanzadas, mientras que en los países en desarrollo el dinero escasea en comparación con otros lugares (con la notable excepción de China, claro).
Hay unas luces de esperanza para 2024, con progresos específicos en Brasil, algunas partes del Sudeste Asiático y África, pero cuando se mira el panorama global, los flujos de inversión para la transición en economías en desarrollo y emergentes se sitúan en 15 % del total global.
El panorama es aún más crítico para países con altos niveles de deuda pública (escenarios que fueron agravados por el impacto de la pandemia, vale agregar), lo que lleva a que en algunos de estos lugares la inversión sea mucho menor de lo requerido no sólo para realizar una transición energética, sino para asegurar que la demanda pueda ser atendida correctamente a futuro (y, además, de forma sostenible).
Por ejemplo, según cálculos de la AIE, por cada dólar gastado durante 2023 en baterías para almacenamiento de energía en economías avanzadas y en China, apenas un centavo se destinó para el mismo fin en el resto de mercados emergentes y en desarrollo.
La siguiente gráfica permite ver mejor este panorama, tan sólo con las cifras proyectadas para este año.
En Latinoamérica la situación presenta algunas particularidades, pues la composición de la canasta energética tiene una presencia menor de combustibles fósiles (apenas dos tercios, frente a 80 % de promedio global) y una preponderancia de generación hidroeléctrica.
Para 2024, según las proyecciones de la Agencia, la región registrará un récord de inversión en el sector energético, llegando a US$185.000 millones.
Y si bien la cifra es positiva, no es suficiente. Los cálculos indican que, si la región quiere alcanzar las metas que se ha trazado (más de la mitad de países quieren llegar a cero emisiones para 2050), el promedio de inversión en energías limpias entre 2026 y 2030 debería crecer cuatro veces frente a las cifras registradas una década atrás.
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