Auralac, la empresa colombiana que entró a las grandes ligas de los quesos
La compañía empezó hace 24 años su producción con una caja de 28 quesos. Hoy tienen una planta con capacidad para procesar unos 500.000 litros diarios de lácteos y un catálogo que supera los 25 productos.
Con 34 litros de leche y una olla, dos hermanos colombianos empezaron a fabricar quesos con el sueño de ser independientes y hoy, 24 años después, han conseguido llevar sus productos lácteos a miles de hogares y ubicarse entre las empresas más grandes del país.
”A nosotros nos enseñaron a ser más generadores que consumidores”, expresa Gerardo Arbeláez Rojas, quien junto a su hermana Beatriz fundó en 1996 en Rionegro, municipio del departamento de Antioquia, una microempresa que inicialmente llamaron Productos Lácteos Aura.
En una moto recogió la leche y regresó para empezar junto a su socia con el proceso de cuajado en una pequeña casa campesina que adecuaron. Una caja con 28 quesos fue su primera producción y la vendieron en dos horas.
Ahora que cuentan con una planta con capacidad para procesar unos 500.000 litros diarios y un catálogo que supera los 25 productos, los Arbeláez Rojas recuerdan con nostalgia sus primeros pasos.
”Estudié zootecnia y me incliné por los derivados lácteos. Resultó la oportunidad de hacer la práctica en una quesera durante cuatro meses, pero me quedé cuatro años administrándola”, relató el empresario.
De micro a gran empresa
Como Beatriz acababa de graduarse como ingeniería de alimentos, los hermanos tomaron la decisión de independizarse y tras amasar juntos los primeros quesos, el negocio empezó paulatinamente una evolución con la compra de un pasteurizador, una inversión que elevó la calidad de sus quesos y amplió sus horizontes.
Sin dinero pero con ganas de progresar fueron construyendo la marca Auralac, que fue incluida en el ranking de las 1.000 empresas más grandes de Colombia publicado recientemente por la revista Semana.
”Me siento bendecido de hacer parte de la historia y espero seguir haciéndolo”, comenta sobre esa distinción y agrega que “la gracia no es el dinero o salir ahí, sino saber cómo lo hicimos posible”.
Interactuar, el combustible
El empresario cuenta que ante la necesidad de capital para mejorar la parte locativa y conseguir las primeras herramientas, un cuarto frío y mesas de acero inoxidable, se acercaron en 1998 a la Corporación Interactuar.
”Allá nos prestaron cuando no teníamos nada”, señala el ahora gerente de una compañía con 574 empleados y símbolo de pujanza, que pese al crecimiento no renuncia a canales tradicionales como el “tienda a tienda”.
A su juicio, “las cosas regaladas no sirven”, por lo que valora ese respaldo financiero que le permitió fijar los cimientos de una compañía que actualmente mueve buena parte de la economía de toda una región.
También destaca haber recibido por más de dos décadas un “acompañamiento integral” de ese aliado que les dio claridad como unidad de negocio y los capacitó en áreas como desarrollo de productos, empaque, comercialización y registro de marca, entre otras.
”Eso nos minimizó riesgos y pérdidas, y nos dio más oportunidad de tener éxito”, asegura el zootecnista, quien destacó las asesorías jurídicas, tributarias y laborales que expertos de Interactuar les dieron.
Grandes ligas
Tras ocho créditos, una renovación tecnológica, la inauguración de su planta de producción y la acumulación de premios como el Famiempresario del Año, Auralac disparó su crecimiento y continuó beneficiando a productores lecheros de Antioquia.
”Hace unos siete años me di cuenta que nos estábamos metiendo a las grandes ligas”, enuncia el empresario al evocar que aumentaron los clientes e iniciaron una cadena de ampliaciones en la planta que hoy se ha convertido en un “centro de aprendizaje” para jóvenes universitarios, emprendedores y productores.
”Llego a la empresa, veo el edificio, los carros entrando y saliendo y tanta gente trabajando, y digo: se nos creció esto. Siento mucha alegría, pero es una gran responsabilidad”, enuncia el visionario.
Caer y levantarse
El camino no ha sido fácil. Con el paso del tiempo, los problemas van cambiando de forma y los Arbeláez Rojas se han enfrentado a la crisis y la escasez de dinero para comprar una máquina o cumplir con los requerimientos de entes reguladores, pero “todo lo hemos ido solucionando”.
Ahora se adaptan a nuevos retos por la pandemia de la COVID-19, con el propósito de reducir los riesgos y preservar la salud sus trabajadores en un ciclo que asumen con “toda la fe y los cuidados” porque incluso en este momento sienten que “hay posibilidad de salir adelante”.
”El que se meta a empresario tiene que tener perseverancia y no desfallecer por ningún motivo. Debe ser lo más parecido a un colonizador”, apostilla Gerardo, que proyecta ampliar el mercado nacional y empezar a exportar sus productos lácteos.
Con 34 litros de leche y una olla, dos hermanos colombianos empezaron a fabricar quesos con el sueño de ser independientes y hoy, 24 años después, han conseguido llevar sus productos lácteos a miles de hogares y ubicarse entre las empresas más grandes del país.
”A nosotros nos enseñaron a ser más generadores que consumidores”, expresa Gerardo Arbeláez Rojas, quien junto a su hermana Beatriz fundó en 1996 en Rionegro, municipio del departamento de Antioquia, una microempresa que inicialmente llamaron Productos Lácteos Aura.
En una moto recogió la leche y regresó para empezar junto a su socia con el proceso de cuajado en una pequeña casa campesina que adecuaron. Una caja con 28 quesos fue su primera producción y la vendieron en dos horas.
Ahora que cuentan con una planta con capacidad para procesar unos 500.000 litros diarios y un catálogo que supera los 25 productos, los Arbeláez Rojas recuerdan con nostalgia sus primeros pasos.
”Estudié zootecnia y me incliné por los derivados lácteos. Resultó la oportunidad de hacer la práctica en una quesera durante cuatro meses, pero me quedé cuatro años administrándola”, relató el empresario.
De micro a gran empresa
Como Beatriz acababa de graduarse como ingeniería de alimentos, los hermanos tomaron la decisión de independizarse y tras amasar juntos los primeros quesos, el negocio empezó paulatinamente una evolución con la compra de un pasteurizador, una inversión que elevó la calidad de sus quesos y amplió sus horizontes.
Sin dinero pero con ganas de progresar fueron construyendo la marca Auralac, que fue incluida en el ranking de las 1.000 empresas más grandes de Colombia publicado recientemente por la revista Semana.
”Me siento bendecido de hacer parte de la historia y espero seguir haciéndolo”, comenta sobre esa distinción y agrega que “la gracia no es el dinero o salir ahí, sino saber cómo lo hicimos posible”.
Interactuar, el combustible
El empresario cuenta que ante la necesidad de capital para mejorar la parte locativa y conseguir las primeras herramientas, un cuarto frío y mesas de acero inoxidable, se acercaron en 1998 a la Corporación Interactuar.
”Allá nos prestaron cuando no teníamos nada”, señala el ahora gerente de una compañía con 574 empleados y símbolo de pujanza, que pese al crecimiento no renuncia a canales tradicionales como el “tienda a tienda”.
A su juicio, “las cosas regaladas no sirven”, por lo que valora ese respaldo financiero que le permitió fijar los cimientos de una compañía que actualmente mueve buena parte de la economía de toda una región.
También destaca haber recibido por más de dos décadas un “acompañamiento integral” de ese aliado que les dio claridad como unidad de negocio y los capacitó en áreas como desarrollo de productos, empaque, comercialización y registro de marca, entre otras.
”Eso nos minimizó riesgos y pérdidas, y nos dio más oportunidad de tener éxito”, asegura el zootecnista, quien destacó las asesorías jurídicas, tributarias y laborales que expertos de Interactuar les dieron.
Grandes ligas
Tras ocho créditos, una renovación tecnológica, la inauguración de su planta de producción y la acumulación de premios como el Famiempresario del Año, Auralac disparó su crecimiento y continuó beneficiando a productores lecheros de Antioquia.
”Hace unos siete años me di cuenta que nos estábamos metiendo a las grandes ligas”, enuncia el empresario al evocar que aumentaron los clientes e iniciaron una cadena de ampliaciones en la planta que hoy se ha convertido en un “centro de aprendizaje” para jóvenes universitarios, emprendedores y productores.
”Llego a la empresa, veo el edificio, los carros entrando y saliendo y tanta gente trabajando, y digo: se nos creció esto. Siento mucha alegría, pero es una gran responsabilidad”, enuncia el visionario.
Caer y levantarse
El camino no ha sido fácil. Con el paso del tiempo, los problemas van cambiando de forma y los Arbeláez Rojas se han enfrentado a la crisis y la escasez de dinero para comprar una máquina o cumplir con los requerimientos de entes reguladores, pero “todo lo hemos ido solucionando”.
Ahora se adaptan a nuevos retos por la pandemia de la COVID-19, con el propósito de reducir los riesgos y preservar la salud sus trabajadores en un ciclo que asumen con “toda la fe y los cuidados” porque incluso en este momento sienten que “hay posibilidad de salir adelante”.
”El que se meta a empresario tiene que tener perseverancia y no desfallecer por ningún motivo. Debe ser lo más parecido a un colonizador”, apostilla Gerardo, que proyecta ampliar el mercado nacional y empezar a exportar sus productos lácteos.