Café con alma: una historia de vida que empieza en el campo
Alma León tiene 20 años y es la creadora de la marca de café Floralma, que proviene de la finca que tiene su familia en Supía, Caldas. La joven recibió un reconocimiento de la Federación Nacional de Cafeteros (FNC) por su proyecto de vida. Esta es su historia.
En un “pedacito de cielo” de Supía, Caldas, empieza el camino de unos frutos rojizos que serán lavados, secados y tostados para terminar convertidos en la marca de café Floralma. Las ganancias de este emprendimiento ayudan a que Alma León Marulanda pueda pagar sus estudios.
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En un “pedacito de cielo” de Supía, Caldas, empieza el camino de unos frutos rojizos que serán lavados, secados y tostados para terminar convertidos en la marca de café Floralma. Las ganancias de este emprendimiento ayudan a que Alma León Marulanda pueda pagar sus estudios.
Esta joven de 20 años decidió apostarle al campo, lo que la llevó a ser reconocida por la Federación Nacional de Cafeteros (FNC) en la categoría Proyecto de vida en el marco de Cafés de Colombia Expo 2024.
Sacar adelante este proyecto fue un camino cuesta arriba, donde la meta no siempre fue la misma. En principio, León no quería dedicarse a nada relacionado con el café. “Yo decía que el trabajo en el campo era muy duro, tener que levantarse a las 5:00 a.m. para coger café. Mi sueño desde chiquita era ser policía y mi papá me decía que eso me iba a dar plata ligero. Pero luego descubrí que no quiero plata ligero, yo quiero darle valor agregado al trabajo de mi familia”, cuenta la emprendedora.
Y es que el empalme generacional es una de las mayores preocupaciones del sector cafetero, pues muchos de los jóvenes con familias en esta actividad optan por migrar a las ciudades y buscar otro tipo de oportunidades. Esta es una labor considerada de tradición, el 3,3 % de los caficultores colombianos son jóvenes entre 18 y 24 años y de ellos solo el 33 % son mujeres, según las cifras de la Federación.
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Enamorarse del campo
Alma se fue enamorando poco a poco de los cafetales. Todo empezó cuando tenía ocho años, pues su padre Norbeiro León, tras muchos años de trabajar como jornalero, logró tener su propiedad y sembrar café en una hectárea y media. Eso hizo que se involucrara en las labores de la finca desde niña y le enseñaran a “hacer de todo, porque nunca se saben las vueltas que da la vida”.
Pero a ella no siempre le gustaban las labores del campo. “Cuando no quería recoger café, mi papá me decía que si no lo iba a hacer con amor, mejor no hiciera nada. Yo me sentía mal si me iba para la casa y me quedaba. Entonces él me pedía que si lo iba hacía, le metiera el alma y el corazón”, relata la caficultora.
A partir de la educación rural fue aprendiendo todo de esa actividad económica. Desde que estaba en cuarto de primaria la formaron en café y la producción tecnificada en el colegio rural, bajo el modelo Escuela Nueva.
Ya a los 16 años comenzaron a relacionar la caficultura con el emprendimiento y modelo financiero. Para graduarse de bachiller y como técnica, fue aplicando los conocimientos que adquiría en la finca y presentó su proyecto productivo, que era un requisito. Así nació la idea de crear una marca de café.
“Mi papá me dijo que me ayudaba con su conocimiento y me dio 500 árboles (menos de media cuadrita) para empezar. Era solo un proyecto de café pergamino (en verde)”, cuenta León. Después siguió estudiando la Tecnología en Gestión de Empresas Turísticas, gracias a una alianza entre la FNC y varias empresas privadas que financiaban el programa Universidad del Campo.
El último empujón que recibió el emprendimiento para consolidarse fue que su papá ganó un reconocimiento al Mejor café de Caldas en 2021. Todo eso ayudó para que en 2022 sacaran la marca de café: Floralma, cuando ella tenía 18 años. Su papá se comprometió a mejorar cada vez más las prácticas productivas y ella hacía todo lo demás.
“Empezamos tostando 12 kilos y nos adentramos en el mundo del café. Tenía miedo porque, aunque había unas bases, no eran suficientes. No sabía de marcas ni de tostión. Investigaba cuando salía a coger señal porque no llegaba a la finca. Ha sido un camino duro, llevamos un año en el que hemos mejorado el proceso y aprendido a vender, que es la parte que me ha parecido más dura”, destaca la emprendedora.
A pesar de los obstáculos que ha encontrado, la joven recuerda con emoción el momento más gratificante que ha tenido, ese que le ayudó a descubrir que valía la pena todo el esfuerzo que hacía por sacar adelante su emprendimiento. Fue a finales de 2022, cuando Floralma llevaba cinco meses y se presentaron a un reto emprendedor en Caldas.
En todo momento pensó que no sería elegida, pero la seleccionaron entre los 15 mejores emprendimientos, de más de 400 de todo el departamento. “Yo veía a los demás con sus instalaciones y quedé impresionada; a mí me daba pena mostrar mi tanque ruñido, pero era lo que había. En ese momento ni había vendido nada, pero me presenté llena de nervios”, narra.
Comenzaron a llamar desde los últimos puestos y no dijeron su nombre. Cuando faltaba anunciar el primer lugar, ya se pensaba perdedora y agradecía haber llegado hasta ese punto. “Todos comenzaron a mirarme: ¡me lo había ganado! El premio era un capital semilla para fortalecer la marca. En ese momento yo no sabía todavía en qué terreno me estaba parando, ha sido uno de los momentos más fuertes que he vivido”.
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Sembrando y cosechando frutos
La familia León Marulanda decidió seguir apostando por la educación de Alma: la mayor de los tres hijos. El programa Universidad del Campo permitía homologar semestres por la formación que ya había recibido, por lo que entró a estudiar en el sexto de Administración de Empresas Turísticas en la Universidad Católica de Manizales.
Ahora está cursando el séptimo de 10, pero decidir seguir estudiando no fue sencillo. “Cuando lo hablé con mis papás, les dije que me daba miedo porque es una inversión costosa, pero me respondieron que tenía a Floralma. Mi papá me decía: ‘Póngase a vender el café, mija, mosquéese’. Él me dio, el año pasado, una parte del grano para levantarme la plata del semestre”, dice la emprendedora.
Y eso es lo que ha hecho: vender su marca de café para costear sus estudios y darse la oportunidad de ser profesional. También ofrece panela, aguacate y todo lo que salga de la finca. Promocionar su marca ha llevado a esta emprendedora a superar lo que le parecía más difícil: vender.
Ella entendió que era necesario tener algo más que un producto de excelente calidad. La Specialty Coffee Association define un café de especialidad como el que tiene una taza con una calificación por encima de 80 puntos; Floralma ha llegado a 87,5. “Vender es mucho más que hablar de calidad, hay que mostrar la historia. Eso es lo que nos hace únicos, que detrás del producto está mi familia. Somos cinco personas: mi papá, mamá, yo como hermana mayor, mi hermanito de 14 años y mi hermanita de 11. Mi papá siempre me ha dicho que si uno lo hace con amor, con el corazón, es lo que les trasmitimos a los consumidores”, resalta.
Un futuro con mucha alma
Al ser la mayor, Alma León siente que tiene la responsabilidad de transmitirles la formación que ha recibido a sus ayudantes: los hermanos. Por eso procura involucrarlos en el emprendimiento de una manera práctica.
A la joven se le encharcan los ojos cuando recuerda a su familia y todos los años de arduo trabajo de sus padres, pues es ella quien los “está representando con Floralma”.
De hecho, hay mucho significado detrás de ese nombre. La “flor” se debe a que siempre le han dicho sus padres que ella y sus hermanos son “la plantica de ellos, que hay que cuidar, sembrar, abonar y enderezar si se tuercen. Para que la planta dé buen fruto hay que cultivarla con amor e invertirle tiempo”.
Y alma, contrario a lo que parece, no se debe a su nombre sino a la enseñanza de su familia de que se le debe poner el alma a todo lo que se hace. “Mi papá dice que todas las cosas que se hacen con amor y dedicación tienen grandes reconocimientos. Somos una familia que trabaja con el alma, con el corazón para sacar buenos frutos que ofrecerle al consumidor café”, sostiene.
Pese a todo lo que implica tener una empresa, Alma León todavía disfruta el tener que recoger café porque la desconecta de todo, de sus responsabilidades y le hace vivir el momento. Se conecta con el campo.
El sueño más grande que tiene la emprendedora es llevar a Floralma a cada rincón del mundo. “Somos pequeños productores, pero quiero que esa bolsita de café marque la diferencia y que la gente conozca nuestra historia”.
Puede comprar el café de Floralma y conocer más del proyecto a través del Instagram @floralma_cafe y del número: +57 315 646 1481.
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