Café robusta en Colombia: una alternativa que gana terreno
La discusión sobre sembrar otras variedades de café en el país es compleja, tiene que ver con la investigación científica, tradiciones de consumo, industria, marca país, comercio internacional y la paz. Estos son los retos y avances de cultivar robusta en Colombia.
El aroma de los cafetales y su fruto rojo intenso adorna las laderas de 16 departamentos colombianos: es el producto agrícola más reconocido del país a nivel internacional y casi que una forma de identificar a Colombia en prácticamente cualquier parte del planeta.
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El aroma de los cafetales y su fruto rojo intenso adorna las laderas de 16 departamentos colombianos: es el producto agrícola más reconocido del país a nivel internacional y casi que una forma de identificar a Colombia en prácticamente cualquier parte del planeta.
Eso a lo que llamamos café es de variedad arábica, reconocida por su alta calidad, por ser muy aromática y por la delicadeza de la planta. Colombia es el mayor productor mundial de café arábigo suave lavado en el mundo.
El 96,7 % de los caficultores nacionales tiene cultivos de cinco hectáreas o menos, según la Federación Nacional de Cafeteros (FNC). “Las bajas oportunidades de economías de escala y los altos costos variables fueron las principales razones para que Colombia adoptara históricamente una estrategia de calidad y diferenciación en los mercados internacionales, evitando una carrera hacia los bajos costos para la que no tiene ventajas competitivas”, relata Luis Fernando Samper, consultor internacional en temas cafeteros.
De ese modo se buscaba maximizar los ingresos, pese a que países como Brasil y Vietnam podían ofrecer un mejor precio por un producto de menor calidad: una variedad, la canephora, mejor conocida como robusta. Esta se diferencia por ser más amarga, cargada de cafeína y con una planta más resistente.
Ahora bien, desde hace años existe el debate sobre si Colombia —con su fama de excelencia en café— debería producir también variedades de robusta, que no van en la misma línea de su reputación y desarrollo histórico.
Recientemente la discusión ha revivido porque el contexto de inflación y altas tasas de interés en los principales mercados del mundo han tendido a favorecer el precio sobre la calidad.
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Están latentes las oportunidades que trae esta especie, pero también implica retos y obstáculos a superar en medio de la investigación científica que trae consigo la siembra de una nueva variedad a nivel nacional. Este es el panorama del café robusta en Colombia.
La semilla
El hecho de que no se produzca una variedad localmente no quiere decir que no se consuma. En el mercado predominan “pasillas (granos defectuosos) mezcladas con robustas o cafés de mala calidad. Por lo general, el colombiano no ha aprendido a consumir un buen producto, es un consumidor poco exigente”, asegura Erminsu Iván David Pabón, director del Instituto Mayor Campesino (IMCA).
La industria igual necesita hacer mezclas y cafés solubles (instantáneos). Entonces se importan variedades de baja calidad: entre enero y julio se registró el ingreso de 62.033 toneladas netas, el mayor país de origen es Brasil (49.929 t), le sigue Vietnam (5.999 t) y Perú (4.519).
La demanda está, pero la idea de suplirla en el país no es nueva. Fue una recomendación de la Misión de Estudios para la Competitividad de la Caficultura en Colombia de 2015, encabezada por Juan José Echavarría, exgerente del Banco de la República e investigador de Fedesarrollo.
“Lo que dijimos fue que la demanda de café que más rápido estaba creciendo en el mundo era la de robusta y recomendamos que Colombia debería producir todo tipo de variedades. Acá se importa para hacer mezclas y reexportar. Acabamos en el peor de los mundos, estamos importando café robusta en vez de producirlo”, repasa Echavarría.
Aunque han pasado varios años y no parece haber resultados, esas recomendaciones fueron la semilla que ha crecido en los campos de investigación de la Corporación Colombiana de Investigación Agropecuaria (Agrosavia). La entidad ha sido la encargada de poner a prueba diferentes especies para evaluar sus enfermedades, condiciones y productividad.
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Crecer: carrera de obstáculos
La demanda es innegable, pero a pesar de ella “este es un tema científico y no puede ser que nos empujen desde el punto de vista comercial a hacer cosas que no vayan con la debida diligencia”, advierte el gerente de la Federación Nacional de Cafeteros (FNC), Germán Bahamón.
Y añade que hay un paso a paso a seguir. Lo primero es identificar la variedad que sea más productiva y la que se adapte a las condiciones climatológicas propias del territorio, algo que toma tiempo. Después de pasar la prueba técnica, se debe garantizar que ese material sea propagado adecuadamente y tenga una productividad en campo que genere rentabilidad.
“Eso implica prácticas diferentes. El arábico se recoge a mano y la robusta, con máquinas en cultivos de grandes extensiones. Por eso tenemos que encontrar esas dinámicas porque si no lo logramos, termina siendo más barato para la industria importarlo”, sostiene el gerente de la Federación.
En ello coincide Samper, pues insiste en que es necesario competirle en este campo a Brasil, tanto en costos de producción como en los de transporte a los centros de consumo. Implica, a su vez, que haya un desarrollo de infraestructura en las zonas en que se vaya a sembrar dicha variedad.
“La pregunta es si las carreteras tienen la posibilidad de sacar el producto agrícola, si hay electricidad e infraestructura. Puede que la respuesta sea no, por eso hay que acordar con el Gobierno cuál es el trazado del desarrollo para esos territorios”, plantea Bahamón.
Pabón agrega que uno de los mayores obstáculos es que se cambiaría el modelo y tipo de caficultura colombiana, una realidad innegable. En este panorama, la tradición cafetera del país representa un nivel extra de dificultad.
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“Si esta investigación se hiciera en un país que no sabe de café, no habría tanto problema. Pero somos reconocidos a nivel mundial y por eso tenemos que ser muy rigurosos”, detalla Jorge Mario Díaz, director ejecutivo de Agrosavia. Para cumplir con tan alto estándar, la entidad ha venido trabajando de la mano del Centro Nacional de Investigaciones de Café (Cenicafé), de la FNC.
Para el gerente de la FNC es claro que el desarrollo de dicho producto nunca puede ir en detrimento de lo que ya hay. “Nuestro café tiene que seguir siendo el mejor café del mundo y esa es la marca país”.
La robusta que ya crece
Díaz reconoce que ha sido un proceso largo por el cuidado que han tenido en Agrosavia, pues emitir una recomendación en una variedad tan distinta requiere de un manejo de información muy precisa. Ya se están realizando evaluaciones de algunas especies y su comportamiento en terreno, etapa que toma varios años.
Los lugares en los que realizan las pruebas son: Cereté (Córdoba), Tumaco (Nariño), Puerto Gaitán y Puerto López (Meta).
“Hasta ahora hemos tenido buen comportamiento en los Llanos y probando en regiones de baja altura”, destaca el director de la corporación investigativa. Ese es uno de los principales atractivos que tiene la robusta, se da en zonas que no son de tradición cafetera y puede ayudar a ampliar el cultivo.
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Más del 78 % de los caficultores se encuentran por encima de los 1.600 metros sobre el nivel del mar (msnm) y este café estaría por debajo de los 1.400. “Significaría crear una cultura cafetera o crear una nueva idiosincrasia en cierto sector productivo”, dice el director del IMCA.
El área potencial para este cultivo asciende a las 80.000 hectáreas, aproximadamente, un 10 % de las hectáreas totales de café sembradas en el país. Podría beneficiar alrededor de 32.000 fincas cafeteras en el país, cada una con un tamaño promedio de 2,5 hectáreas.
Aún no hay cosechas representativas de esta prueba, por lo que se explora el desempeño y comportamiento agronómico. Después vendrá el estudio de su rentabilidad, etapa en la que intervienen las empresas e importadoras para analizar el mercado. Después de eso se puede determinar cuál material sembrar, según Díaz.
Bahamón asegura que se deben hacer pruebas en parcelas de cinco hectáreas —que es la extensión promedio de los cafeteros— para medir el rendimiento en campo. Él estima que solo hasta 2026 habrá datos sólidos para realizar los análisis de adaptación y estabilidad de los clones que se están probando. Antes de eso no se puede “empezar a sembrar comercialmente, sería irresponsable hacerlo”.
Mientras que desde Agrosavia son más optimistas, pues establecen que “a finales de 2024 podríamos estar registrando algunos materiales en el Instituto Colombiano Agropecuario (ICA) para su comercialización. Aunque ellos trabajan con diferentes especies y no todas están en el mismo nivel de avance.
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Que se estudien distintas variedades es relevante porque “el genotipo de café robusta tiene productividades potenciales que varían entre 13 y 100 sacos de 60 kilos por hectárea, de acuerdo con el ultimo catálogo de genotipos del World Coffee Research. Sin embargo, en el caso de fincas de aproximadamente 20 hectáreas en Brasil, los ejercicios de costos de producción se realizan en productividades medias observadas que varían entre 30 y 60 sacos por hectárea para robusta y entre 20 y 35 sacos por hectárea para arábico”, agrega Samper, consultor internacional.
Complemento, no competencia
Todo lo anterior deja claro que es un proceso que avanza a su ritmo y en ningún caso debe poner en riesgo la fortaleza que ya tiene el país, pues son variedades totalmente diferentes, se producirían en lugares distintos, puntualiza Echavarría. Bahamón coincide con ello y hace énfasis en que reemplazar la arábica por robusta sería el peor error.
Otro beneficio que ofrece este potencial cambio es que ya hay universidades y centros de investigación que ven la posibilidad de utilizar esta especie para sustitución de cultivos y hasta el Gobierno ha expuesto esa ventaja. Para Juan José Echavarría podría ser casi que un plan de paz.
Que este proceso sea exitoso también pasa por “asegurar la comercialización de ese tipo de café en la producción interna”, según Carlos Duarte, miembro del Instituto de Estudios Interculturales de la Universidad Javeriana de Cali. A esto, Bahamón se adhiere y rescata que la producción debe hacerse de acuerdo a la demanda y hay que crear una estrategia comercial para vender un producto diferenciado.
Y es que la ventana de oportunidad está más abierta ahora que nunca. La inflación y las altas tasas de interés en los principales mercados del mundo están favoreciendo productos más económicos. “Eso hace que los consumidores tengan que elegir entre comprar 1 libra de café o el alimento de sus familias. Hay dos alternativas: dejar de comprar el producto para adquirir unos de primera necesidad o adquirir un café un más económico”, explica Gustavo Gómez, presidente de la Asociación Nacional de Exportadores de Café de Colombia (Asoexport).
Preparación del consumo
Mientras se desarrollan los procesos de robusta en el país, el volumen del mercado de café comercial es dominado por mezclas importadas “que seguramente tienen un alto contenido de robusta para competir por precio” y vienen del exterior, según Samper.
Por su parte, desde el Gobierno sostienen que es “inaudito” que un país cafetero importe café (y de esas características) cuando podemos producirlo para reemplazar el envío de otros países, de acuerdo con el ministro de Hacienda, Ricardo Bonilla.
Y es paradójico que esa tradición de arábigo de alta calidad no sea lo que consume el colombiano día a día, pues la mayor parte de ese producto se exporta. En 2022 los sacos que llegaron al exterior (11.408.241 millones) superaron los producidos (11.084.000 millones), de acuerdo con los datos de la FNC.
Por eso, inicialmente la apuesta de robusta va para el mercado nacional. Pese a que quedan dudas, para Duarte, de si los procesos productivos alcanzarán a competir en mercados internacionales especialmente frente a la mega producción de monocultivo de Brasil. Desde Asoexport sostienen que están dispuestos a incursionar en este nuevo modelo de negocio.
Esta es una apuesta con un buen número de incertidumbres, que no termina de convencer del todo y genera opiniones divididas. “Siempre hemos creído que debemos continuar en la ruta de la calidad. Ha habido una presión en el mundo respecto al crecimiento de la variedad de robusta y debemos considerarlo de manera seria", destaca el gerente de la Federación.
El sello de la calidad
En este punto es válido preguntarse si una variedad de baja calidad puede perjudicar todo el marketing y el imaginario que se ha construido en el mundo frente a lo especial de la marca: Café de Colombia.
La respuesta de Echavarría es que “los compradores de café no son tontos sino muy sofisticados. Son variedades supremamente diferentes, incluso en la planta”. Y es cierto, sin duda, pero los consumidores no son tan expertos.
La industria nacional se habría aprovechado de ello, se “ha venido importando café y vendiéndolo al consumidor sin informarle el origen de sus mezclas. En la gran mayoría de los casos destacan en sus etiquetas ‘tostado en Colombia’, ‘hecho en Colombia’. Evocan ese origen sin informar la verdadera procedencia del café”, reconoce Samper.
Y considera que se trata de competencia desleal con los productores colombianos de arábica, por lo que la legislación debería proteger la denominación de origen asociada con la especie suave por la que el país es famoso y mantener el posicionamiento de marca que ya se tiene.
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Aunque existe también la posibilidad de que dicho reconocimiento se extienda también a la variedad robusta, pues tras una cata de ese café, los expertos catadores reconocieron la calidad de dos materiales diferentes que fueron cultivados por Agrosavia. “Parece ser que sí tenemos características especiales, pero todavía no podemos asegurar que son permanentes porque nos faltan más estudios”, analiza Díaz.
Brindar el me jor producto posible puede ser una apuesta central para el café que se produzca en Colombia, sin importar qué sea. Eso podría permitir que las variedades robustas sigan encontrando terreno para crecer y que lleven los frutos del negocio cafetero a más zonas del país, a más productores. Para lograrlo es fundamental que el proceso sea diligente, respetando su rigurosidad.
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