Colombia, ¿el futuro Silicon Valley del cannabis medicinal?

Empresas inmersas en este negocio tienen la capacidad de generar miles de empleos en el país. Una hectárea puede llegar a generar utilidades netas entre los US$3 millones y US$8 millones.

Diego Ojeda /@Diegoojeda95
10 de marzo de 2019 - 02:00 a. m.
Trabajadores de Clever Leaves deshojan las plantas para dejar libre la flor del cannabis. / Diego Ojeda
Trabajadores de Clever Leaves deshojan las plantas para dejar libre la flor del cannabis. / Diego Ojeda
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Por más de 30 años, el padre Carlos Eduardo Osorio, en su rol como líder religioso, recomendó a sus feligreses no beber licor ni fumar sustancias como cigarrillo o marihuana. Hoy, con sus convicciones intactas y siendo gobernador del Quindío, le da la bendición a un cultivo de cannabis medicinal.

“Cuando me presentaron este proyecto me sonó al revés: ¿un cura dándole la bendición a un plantío de marihuana? ¿Y me lo propone un ateo?”, cuenta el sacerdote y gobernador con tono burlesco, al recordar cuando Alberto Montoya, gerente general de Plantas Medicinales de Colombia (Plantmedco), le propuso edificar sus instalaciones en el departamento que representa.

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La reacción de este mandatario no es diferente al repudio que por años diversas organizaciones, entre ellas la Dirección Nacional de Estupefacientes, buscaron provocar en los colombianos con respecto a la marihuana. El lema de su campaña fue “No cultives la mata que mata”, que se hizo popular mediante un comercial de televisión que mostraba la hoja de esta planta con una mirada villana y colmillos de vampiro ensangrentados.

De allí que empresas como Plantmedco y Clever Leaves, entre otras de la emergente industria del uso científico y medicinal de esta planta, se refieran a ella como cannabis y no marihuana, un pequeño esfuerzo para evitar que en el imaginario social se confunda a la “mata que mata” con la mata que, según dicen, alivia.

Un negocio que se mira con lupa

Proyectos como el de la compañía colombiana Plantmedco, que se dedica a la plantación, el cultivo, la extracción de aceite y la generación de productos derivados del cannabis medicinal, han atraído la mirada de inversionistas internacionales dispuestos a destinar un estimado US$40 millones para su desarrollo. Lo anterior es posible gracias a una regulación que les permite operar en el país.

En entrevista con El Espectador, Julián Wilches, cofundador y director de asuntos corporativos y regulatorios de Clever Leaves, compañía que, como Plantmedco, hace parte del negocio del cannabis medicinal, afirmó que el punto de partida de esta industria en Colombia se dio gracias al decreto 2467 de 2015, que regula la Ley 30 de 1986, que enmarca el Estatuto Nacional de Estupefacientes en el país. “Colombia se demoró casi 30 años para dar este paso”, señala con asombro el directivo.

La norma contiene las reglas de juego para la industria del cannabis medicinal en Colombia. En sus páginas, por ejemplo, se especifican las cuatro licencias que debe obtener una empresa que quiera participar en este negocio: posesión de semillas, cultivo de plantas, producción y fabricación de sus derivados y exportación de éstos con fines médicos y científicos.

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Luego, en julio de 2017, la regulación avanzó para lograr lo que Wilches considera un segundo hito: la aprobación del Congreso, y la firma del presidente, de la Ley 1787 de 2016, que se consolida como la ley marco del cannabis medicinal en Colombia. “En agosto de ese mismo año también se presentaron cinco resoluciones de los ministerios de Justicia y Salud que reglamentan el decreto. Ahí se completa el marco regulatorio para el cannabis y comienzan las primeras operaciones empresariales”, precisa.

El Espectador estuvo en el cultivo que tiene Clever Leaves en Boyacá. Tiene tres cercas en el perímetro de sus instalaciones para impedir accesos no autorizados. Ninguna planta puede perderse, ya que cada una es registrada y supervisada desde su plantación hasta el laboratorio; todas las variedades deben estar registradas ante el Instituto Colombiano Agropecuario y las compañías no pueden sembrar más de lo que les sea autorizado, entre otras normativas.

El presidente de Plantmedco, Iván Darío Arias, asegura que incluso los fundadores de la compañía fueron investigados por los ministerios de Justicia y Salud para comprobar que son “gente de bien”.

Un negocio que mueve millones de dólares

En el terreno de plantación, estas matas se organizan en hileras que parecen interminables, una selva de cannabis que puede albergar hasta 10.000 plantas por hectárea. A lo lejos se puede ver cómo las deshojan trabajadores que con tijera en mano van dejando solo la flor, el oro verde de donde se extraen todos los componentes.

Un dato curioso es que la hoja, el ícono de la marihuana, no es utilizada para la extracción del aceite, que es la materia prima con la que se fabrican todos los derivados. Lo importante es la flor. El resto de la planta se procesa y devuelve a la tierra para abonar el cultivo.

Según Arias, una hectárea de cannabis medicinal puede llegar a generar utilidades netas entre los US$3 millones y US$8 millones, es decir, un promedio de US$5,5 millones. Teniendo en cuenta que compañías como Clever Leaves y Plantmedco actualmente disponen de cinco hectáreas dedicadas a la plantación y que anualmente pueden tener hasta cuatro cosechas, a cálculo de servilleta cada una podría recibir ganancias cercanas a los US$22 millones cada año.

Estas cifras esperan multiplicarlas con el paso del tiempo, ya que, por ejemplo, Clever Leaves proyecta expandir sus cultivos y alcanzar las 100 hectáreas para 2023.

Sumado a lo anterior, personalidades como el gobernador Osorio ven con buenos ojos la presencia de estas compañías en su territorio, ya que las proyecciones de Plantmedco en Quindío permiten hablar de la generación de cerca de 2.000 empleos.

“Con el alcalde de Armenia, la Cámara de Comercio y las fuerzas vivas del departamento creamos dos entidades: Invest, que es la agencia de inversiones, y Buró. Llevamos un año con eso y hemos generado 1.750 empleos. Ahora viene una sola empresa y me dice que va a generar 2.000. Obviamente para uno es muy refrescante escuchar noticias como esas”, manifestó el gobernador del departamento que, para abril de 2017, se consolidó como el que tiene la tasa de desempleo más alta del país, según cifras del DANE.

Elia Meza, madre cabeza de familia a cargo de tres hijos, es una de los miles de trabajadoras que se benefician de esta fuente de empleo. Con sus pómulos rojizos, probablemente producto de las altas temperaturas que se registran en los invernaderos, explica que a las plantas hay que tratarlas con amor. Todos los días, desde que inicia su jornada a las 6:30 de la mañana, saluda a las matas y les pide permiso para deshojarlas.

Sin embargo, en regiones como el Quindío, en donde es protagónico el cultivo de café, el arribo de empresas como Plantmedco podría resultar tentador para los productores que, viendo las bajas ganancias que han reportado en los últimos meses debido a la cotización del grano, que actualmente está por debajo del dólar, se verían atraídos a mudarse al cannabis, espacio en el que, según Arias, “el trabajador más raso” recibe no menos de un salario mínimo y medio, es decir, más de $1’200.000 mensuales.

Arias reconoce que anticipar un panorama de sustitución de cultivos, en el que la gente del Quindío deje de plantar plátano y café para que sus tierras produzcan cannabis, es poco probable, pues este es un negocio muy regulado. “El pequeño y mediano agricultor solo podrán sembrar 2.000 metros teniendo los respectivos permisos, entonces la gente seguirá con su agricultura normal”, asegura.

Hay que tener en cuenta que el Ministerio de Justicia exige a estos grandes empresarios que el 10 % de su cuota de producción lo aporten pequeños y medianos productores. No es descabellado pensar que agricultores de regiones como Quindío y Boyacá, departamento donde se encuentra ubicada Clever Leaves, contemplen adoptar estos cultivos.

Los clientes finales del cannabis medicinal

De más está decir que todos estos esfuerzos empresariales y regulatorios están concentrados en los pacientes, quienes son los que reciben los beneficios del cannabis medicinal.

Hay que dejar claro que las investigaciones no han demostrado que el cannabis cure enfermedades. Según la anestesióloga Ana Valencia, quien cuenta con estudios en cannabis medicinal y además presta asesoría a Clever Leaves, solo hay evidencia robusta que comprueba que sus componentes pueden coadyuvar a pacientes con tres patologías: dolor crónico, espasticidad (tensión de músculos) por esclerosis múltiple y vómito por quimioterapia. Aún con esto, la administración de este compuesto no debe ser exclusiva; su uso está pensado para potenciar la acción de otros medicamentos, con la intención de reducir a largo plazo el consumo de opioides.

Aunque la doctora Valencia reconoce que hay estudios que evalúan aplicaciones para tratar otras patologías, como el trastorno del sueño, la anorexia y la epilepsia, aún no cuentan con evidencia sólida que compruebe su eficacia. Es decir, señala, cualquier cosa que prometa beneficios diferentes a los comprobados, como el cuidado de la piel que promocionó en su momento la farmacéutica Khiron, son falsos.

La doctora Paola Cubillos asegura que la razón por la cual no hay evidencia robusta en esta materia es que la obtención de información se ha hecho a la inversa: mientras la investigación de un fármaco se hace primero en un laboratorio con unas células, luego con animales y finalmente con humanos, los avances en cannabis se han hecho a partir de la historia clínica de pacientes que reportan mejorías.

“El hecho de que la evidencia se haya generado al revés no quiere decir que no sea de mejor calidad. Lo que sucede con los fármacos es que se estudia la dosis por medio de un proceso de fases. Hay evidencia, sí, pero no robusta”, concluye.

“¿Usted compraría un analgésico en polvo que alguien le venda en una bolsita en Transmilenio? No, ¿verdad?”, cuestiona Valencia. Para ella el cannabis es un medicamento y debe ser visto como tal.

En diálogo con El Espectador, aseguró que cree que Colombia tiene el potencial para convertirse en el “Silicon Valley del cannabis medicinal”. Para ella, no es un escenario exagerado, dados los avances en la regulación que permiten trabajar e investigar sobre el tema.

“Los pacientes tienen derecho a no tener dolor”, concluyó esta profesional al recordar la historia de su amiga Margarita, quien era anestesióloga, como ella, y murió por un cáncer en el estómago. “La última llamada que recibí de ella fue: ‘Ana, cuándo van a tener productos, me estoy muriendo de dolor, no paro de vomitar’. Lamentablemente falleció y no pudimos ofrecerle producto alguno. El cannabis no le hubiera curado el cáncer, pero sí hubiera hecho más llevadera su enfermedad”.

*Invitado por Plantmedco y Clever Leaves a las plantaciones en Quindío y Boyacá.

Por Diego Ojeda /@Diegoojeda95

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