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Colombia, en la cuarta revolución industrial

El Foro Económico Mundial, versión Latinoamérica, puso el debate de la tecnología sobre la mesa. Ya hay casos de éxito, persisten los retos en la regulación y hay críticos que dicen que el país está en pañales. La realidad es que ya está en la palma de su mano. ¿La ha notado?

Edwin Bohórquez Aya / Enviado especial Medellín
19 de junio de 2016 - 01:44 a. m.
Winston Haddkins tiene 71 años y pesca con tecnología en las aguas de La Boquilla, en la costa bolivarense. / Cortesía
Winston Haddkins tiene 71 años y pesca con tecnología en las aguas de La Boquilla, en la costa bolivarense. / Cortesía
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Imagine a un pescador artesanal en su pequeña balsa. Imagine sus manos curtidas y cortadas por la red. Ampolladas y quemadas. Imagine que hoy sale de madrugada pero la subienda es esquiva y amarga. Imagine siete días, al sol y al agua, con tres pescados brincando en la madera. Imagine, sólo imagine. Ahora, visualice a ese mismo pescador, después de capacitarlo en el uso de tecnología, con tableta en mano, leyendo la información que le da el cruce del viento con la corriente del mar. Sale sólo tres días a la semana y tiene un 15 % más de animales en sus manos. Así se ve la cuarta revolución industrial o Industria 4.0 entre la gente de a pie, que está cambiando, por completo, los hábitos de la sociedad. Ese pescador se llama Winston Haddkins, tiene 71 años, pesca en las aguas de La Boquilla, la costa bolivarense, un rostro visible de la nueva era industrial.

“La nueva era ha sido desencadenada por los bajos costos de la computación infinita, los grandes avances en la tecnología digital, unidos a la convergencia de lo nuevo, más manejable, asequible y accesible de las tecnologías exponenciales como la robótica, la inteligencia artificial, los sensores, la impresión 3D, la nanotecnología, la computación cuántica, etc. Creó nuevos modelos de negocio, innovadores, que están impactando en los procesos tradicionales de negocio, en las cadenas de valor”, cuenta Gary Coleman, uno de los expertos en la materia invitado por el Foro Económico Mundial, versión Latinoamérica, que este semana se llevó todas las miradas del mundo porque se celebró en Medellín, la ciudad que lleva en su espalda el rótulo de ser la más innovadora del mundo.

Empresas de transporte compartido como Uber, banca móvil, los viajes espaciales comerciales y la atención médica domiciliaria son algunos de los ejemplos más populares y conocidos. Otros menos vistosos son los pequeños comerciantes en zonas rurales de África que compran un panel solar y un teléfono inteligente barato, activan una aplicación de banca móvil y mantienen sus tiendas abiertas muchas horas después de que anochece, elevando sus ingresos. Son capaces de recoger dinero en efectivo y pagar facturas en formato electrónico sin tener que tomar horas o días de descanso para viajar a un banco físico, donde antes era obligatorio hacer todas las transacciones.

Esto es una realidad. Ya dejó de ser un plan y está en cada uno de los teléfonos, por más básico que sea, que usted lleva en las manos. David Luna, el ministro colombiano de las TIC, tiene una lectura acorde. “En la última década, Colombia vivió un boom minero-energético, hoy estamos viviendo un boom digital. Y se está viendo reflejado en la transición del internet del consumo al internet de la producción”. Su colega, la ministra de Comercio, María Claudia Lacouture, tiene su propia forma de verlo: “Tenemos aplicaciones que ofrecen soluciones a la agricultura desarrolladas en Colombia pero operando en Holanda. Hay otras que lo hacen en el sector de logística. Estamos siendo pioneros y al mismo tiempo eficientes en la nueva industria”.

Hugo Guerrero, director regional de desarrollo de negocios de Oracle, consultado por El Espectador, logra explicarlo en las empresas, el soporte de la economía tradicional y de la nueva economía. “Las organizaciones exitosas son aquellas que manejan su universo digital para analizar comportamientos, basadas en datos reales y utilizando los conceptos de ‘computación en la nube’, con lo que pueden acceder rápidamente a la información para tomar decisiones sobre acontecimientos reales”. Claramente son los empresarios los que primero accedieron a ella y por eso hablan con tanta propiedad. “Desde la revolución industrial no habíamos tenido algunos elementos que afectaran tanto a tantos ciudadanos simultáneamente como es la digitalización, lo que está pasando con la conectividad va a generar mucho bienestar y por eso se denomina revolución”, apunta Alfonso Gómez, presidente de Telefónica Colombia.

Sin embargo, porque siempre hay un pero, el mayor obstáculo para esta nueva era resulta siendo la regulación, o más bien, la articulación. Una voz autorizada para hablar de ello es Andrés Freire, cofundador de una plataforma llamada llamada Officenet, primer emprendedor Endeavor en la historia y hoy ministro de la Modernización, Innovación y Tecnología de la ciudad de Buenos Aires. Y es autorizada porque la sorpresa que trajeron a la sociedad aplicaciones como Uber y su nueva oferta de transportar a las personas o Airbnb, la aplicación que está cambiando el modelo de hospedarse en el mundo, tienen a todos buscando cómo convivir con ellas en una sana competencia.

“La cuarta revolución industrial está viniendo y creo que no la estamos aprovechando bien porque lo que hace falta, y se lo digo como ministro, es un cambio de paradigma en la manera de pensar del Estado, dejando de pensar que este Estado puede generar respuestas a las necesidades y pasando a entender que son los emprendedores los que deben generar esas respuestas y entonces el Estado debe convocar y articular a esos emprendedores para que sean los generadores de esas respuestas”.

Ahora que está del otro lado del barco, ve las cosas de otra forma. “Creo que el Estado tiene una cierta arrogancia en su manera de pensar, cree que tiene las respuestas a esas preguntas en vez de verse a sí mismo como un simple articulador de la iniciativa privada. Ese es el cambio profundo que hay que hacer y que estoy tratando de generar. Una de las primeras cosas que hice fue convocar a los mejores emprendedores de Endeavor, el fundador de Mercado Libre, por ejemplo, y a otros, para que sean parte de las mesas de innovación y trabajo, que sean ellos los que nos ayuden a pensar de una manera distinta todos los proyectos que estamos encarando en el Estado. Esa es una de las maneras de acercarnos a ese nuevo paradigma, pero nos falta mucho. Estamos dando los primeros pasos”.

El escenario descrito prueba que sí se está haciendo la tarea. “Son varios los ejemplos de empresarios colombianos que sí están innovando, especialmente en el campo de servicios con desarrollos de software, videojuegos y aplicaciones móviles que compiten con grandes jugadores mundiales de la tecnología en mercados competitivos como Estados Unidos y Canadá porque ofrecen cualidades técnicas y contenidos creativos. Queda mucho por hacer y es precisamente esa la invitación que hacemos constantemente desde Procolombia a las empresas del país, innovar y apostarle al valor agregado para aumentar la competitividad y en consecuencia la rentabilidad y las posibilidades de crecer”, cuenta Felipe Jaramillo, el recién llegado presidente de Procolombia, también ejemplo de los jóvenes que han logrado sacarla del estadio con la tecnología.

Sin embargo, Diego Molano, gerente de Innovando LLC, exministro de TIC colombiano, lanza sus críticas. “Tenemos la tecnología en la mano, donde fallamos es cómo la usamos. Hay que pasar del gobierno electrónico al gobierno digital. El gran problema que tiene Colombia es que la empresa privada no usa la tecnología adecuadamente, creen que es solo tener una página web. No, eso no es, es transformar su modelo de negocio. Las empresas no innovan usando la tecnología, porque este no es el fin, es la herramienta. El fin es cambiar el modelo de negocio, eso es ser innovador. Y donde estamos peor es en el talento, porque cada profesional debería tener algo de ingeniero. Un médico debería saber usarla para hacer telemedicina. El país que va a ganar esta nueva revolución va a ser el que tenga el capital humano para hacerlo”.

Bien lo decía Coleman, de Deloitte: en este nueva era “los casos (de éxito) son pequeños, entonces el impacto total a la economía latinoamericana es relativamente limitado. Para lograr un impacto más significativo en el crecimiento del PIB de América Latina se tiene que invertir más dinero en la infraestructura, apostarles a la políticas públicas de negocio amigables” y diseñar planes educativos que se enfoquen en las nuevas demandas de los negocios. Mientras eso pasa, Winston Haddkins, el pescador de 71 años, en medio de su trabajo artesanal, ya lo puede contar, porque hace parte del proyecto en el que se pretende incrementar sus ingresos en 55.000 pesos fomentando el uso de dispositivos móviles en la población. Él ya hace parte de la cuarta revolución industrial de las pequeñas cosas.

Por Edwin Bohórquez Aya / Enviado especial Medellín

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