Colombia vs. la inflación: el agujero negro del control de precios
Una propuesta de la ministra de Trabajo aviva un debate en el que no hay respuestas fáciles ni únicas. De fondo, se cuestiona qué herramientas usar para meter en cintura el crecimiento de los precios al consumidor.
En sus marcas. ¿Listos? ¡Control de precios!
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Quizás era tan solo cuestión de tiempo, luego de al menos dos intervenciones presidenciales cuestionando el papel de las tasas de interés y su efectividad para bajar la inflación. Quizá no.
Independiente de esto, la primera piedra ya voló: la ministra de Trabajo, Gloria Inés Ramírez, sugirió este viernes que la canasta básica familiar sea congelada, de cara a la negociación sobre el salario mínimo, que este año será una de las más críticas en años recientes por cuenta de la inflación.
“La discusión de salario mínimo la haremos con los empresarios y trabajadores, con quienes analizaremos los diferentes factores, como es el de la productividad, la pérdida del valor adquisitivo de los salarios y otras condiciones que son complementarias, que tienen que ver con medidas como de una congelación de la canasta básica, porque el incremento del salario es del 10 % y cuando los productos básicos del hogar aumentan el 12 %, esto genera que el valor adquisitivo quede superior por los costos de vida”, indicó la ministra Ramírez.
En contexto: Mintrabajo propone congelar la canasta básica, ¿qué implica?
Inflación y recesión son dos palabras que, al menos por estos días, parecieran ir casi de la mano. A estos dos términos habría que sumarles tasas de interés y, si acaso existiera una ronda infantil para este tema, la cosa ya estaría completa.
En Colombia, el Índice de Precios al Consumidor (IPC-inflación) lleva tres meses con dos dígitos (11,44 % en agosto) y la perspectiva de los analistas es que cierre el año cercano al 12 %.
El paso galopante de la inflación ha revivido un debate que no resulta enteramente nuevo, pero no por eso es menos importante: ¿hay otras formas de ajustar cuentas con la inflación más allá de las tasas de interés?
Y la pregunta resuena con más fuerza justo en un día en el que el dólar rompió una nueva barrera en su cotización frente al peso, apenas $300 por debajo del umbral de los $5.000.
De mundos imperfectos y agujeros negros
Una subida de tasas de interés tiene la intención teórica de hacer un poco más escaso el dinero y de encarecer los créditos. Y estos dos elementos tienen, a su vez, la posibilidad de influir en las decisiones de consumo de las personas: si el crédito se encarece mejor no endeudarse para comprar esa moto, carro o casa.
El punto acá es que los incrementos en las tasas pueden terminar por desacelerar demasiado una economía: sí, se trata de quitarle oxígeno a la demanda, pero no tanto como para impactar duramente al consumo y, con ello, a todo el andamiaje.
Es un fino balance que no deja de ser imperfecto, claro. Y esas imperfecciones generan consecuencias. Como también las tienen otras miradas alternativas.
Más allá de las tasas de interés, “no se puede hacer mucho. Hay muchas malas ideas. Mucha tentación que suena razonable, pero que son la puerta al desastre”, dice Marc Hofstetter, economista y profesor de la U. de los Andes.
Algunas de las respuestas menos ortodoxas a la pregunta sobre la efectividad de las tasas de interés hablan de, por ejemplo, subsidiar algunas materias primas con la intención de abaratar los costos de producción de algunos productos.
Vale recordar acá que alimentos es la categoría que más ha impulsado la inflación en Colombia durante meses y que, al menos para varios productos del agro, los incrementos están vinculados a los altos precios de fertilizantes y otros insumos que se han disparado en los mercados internacionales (y que no se producen en el país).
Asimismo, desde el Gobierno Central se han bajado aranceles para algunos insumos agrícolas con miras a bajar el precio de ciertos productos que, como ya se dijo, tienen un componente de importación (que pesa aún más con un dólar que se acerca peligrosamente a los $5.000).
¿Controlar o no controlar?
En medio del debate, la propuesta de la ministra Ramírez no ha caído muy bien entre algunos analistas.
“Congelar precios de la canasta equivale a implementar control de precios. No hay evidencia (incluida en Colombia en 1930) donde esta medida funcione para contener incrementos en precios. Todo lo contrario, genera escasez y escalona más la presión al alza de precios”, explicó María del Pilar López, PhD y profesora de economía de la Universidad de los Andes por medio de su cuenta de Twitter.
En un documento de mayo de este año, el propio Hofstetter, en conjunto con David Pérez-Reyna, razonaban de esta forma en una publicación: “No hay ninguna evidencia que permita concluir que el actual escenario de inflación sea la consecuencia de un brote anticompetitivo que justifique una intervención de precios. Los controles de precios pueden tener efectos perversos: pueden empujar al sector comercial y empresarial a repensar sus productos para hacerles el quite a los listados burocráticos; en otros casos, la oferta de bienes y servicios -contrario a lo que se querría- puede colapsar y la reducida producción termina nutriendo un mercado negro a precios aún más altos. En casos menos dramáticos, lo que hace la medida es reprimir temporalmente los incrementos, pero una vez estas restricciones se levantan, también lo hace la inflación”.
Y aquí habría que tener en cuenta también que, según cuentas de la firma Raddar, alrededor del 15 % de los bienes que consumen los hogares colombianos es importado, por lo que su esquema de precios tiene más que ver con el comportamiento del dólar que con variables internas. Limitar su precio podría reducir o incluso impedir su importación al país.
El debate, con seguridad, continuará, más aún de cara a las próximas decisiones del Banco de la República. Sin embargo, las intervenciones centrales en las porciones no reguladas del mercado parecen no ser muy bienvenidas y, en cambio, sí parecen tener espejos que traen una imagen de fracaso rotundo.
A la vez, como pocas cosas suelen ser blanco o negro, el revés de esta moneda equivaldría a preguntarse: si la inflación no cede, ¿seguirán subiendo las tasas de interés por siempre?
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