¿Cómo digitalizar la construcción?
Una de las necesidades del sector es la adopción de tecnología para incrementar su productividad a nivel global.
Santiago LaRotta/ @troskiller
La construcción es un sector que concentra el 7 % de la fuerza laboral en el mundo. En Colombia, según cálculos del Ministerio de Vivienda, 14 de cada 100 empleos están vinculados, en varios niveles, a la construcción. No es de extrañar, entonces, que las esperanzas o problemas de una economía descansen en parte sobre este sector.
Durante el congreso de la Cámara Colombiana de la Construcción (Camacol), uno de los mensajes claros es que el sector definitivamente está repuntando, luego de ajustarse al bajo desempeño de la economía derivado de la crisis con el petróleo, entre otros factores.
“A pesar de su crecimiento en valor, la construcción es un sector que tiene una productividad baja, si lo comparamos con otros renglones de la economía. ¿Por qué?”. La pregunta la hace Kevin Nobels, uno de los conferencistas del congreso y el líder de los proyectos de infraestructura de la firma de consultoría McKinsey en Latinoamérica.
De acuerdo con Nobels, parece haber un cierto consenso global en que una de las causas claves en la baja productividad del sector tiene que ver con el diseño inadecuado o con deficiencias en el diseño de los proyectos. El tema parece un poco abstracto, pero se entiende mejor con un ejemplo: “En China hay proyectos de edificios de 57 pisos que son finalizados en 19 días. Este nivel de eficiencia se alcanza con una planeación meticulosa y el montaje de una especie de línea de producción, en la cual se fabrican módulos que son montados en el sitio. En Barcelona se hacen edificios de cuatro pisos en seis días y en Noruega se está experimentando con tecnología para construir pisos en menos de 24 horas”.
Al igual que en muchos otros sectores, tecnología es una palabra recurrente en la discusión sobre retos y posibilidades futuras. El ejemplo noruego que Nobels invoca es la construcción con impresoras 3D, un asunto que ya se ha puesto a prueba en Filipinas, por ejemplo. Y si bien la técnica aún es un tema experimental (aunque con rápidos avances), sirve para exponer la necesidad de innovar y acelerar el desarrollo de nuevos métodos y caminos de desarrollo.
La construcción es uno de los sectores que, a nivel global, menos ha entrado en la era digital. Cuando se habla de digitalizar esta actividad se hace referencia a la inclusión de internet de las cosas (IoT, por sus siglas en inglés), automatización en los procesos, uso de drones para topografía o big data para análisis de riesgos. No es un asunto menor ni una discusión de moda, pues la mejora en tecnología podría significar aumentos del 40 % en la productividad del sector.
La necesidad de innovar y de invertir en desarrollo es un asunto transversal a prácticamente cualquier industria. Desarrollo y tecnología son casi sinónimos hoy en día. En palabras de Luis Alberto Moreno, presidente del Banco Interamericano de Desarrollo (BID), “lo que detiene nuestro crecimiento es nuestra falta de productividad. Falta invertir en innovación en toda Latinoamérica. La región entera invierte en este rubro 70 % del total de Corea del Sur, por ejemplo. Tenemos un reto enorme de acomodarnos a la economía del conocimiento y al tsunami tecnológico. Hay que tener en cuenta que el 10 % de los empleos de hoy pueden ser automatizados y en 10 años se espera que este porcentaje sea de 40 %”.
Uno de los problemas comunes aquí, y que se presenta en prácticamente cualquier país, son las imposiciones y trabas de la regulación estatal. “La construcción tiene, en promedio, siete veces más regulación que la minería o la agricultura. Y en muchos lugares la legislación es vieja. Hemos registrado casos en los que toma hasta dos años obtener una licencia de construcción”, dice Nobels, quien habla no tanto de desregular sino como de volver eficientes los procesos ante las autoridades.
Aunque no hay una fórmula mágica, ni de aplicación global, para solucionar este escenario, sí hay ejemplos que ofrecen algo de esperanza y luces sobre cómo enfrentar el reto. Australia ha revisado sus procesos de expedición de licencias y ha reducido en 30 % el tiempo de este trámite. La ciudad de Calgary, en Canadá, consolidó todos los permisos necesarios para un proyecto en uno solo, una única decisión. No se incrementa la favorabilidad hacia las constructoras, pero sí se garantiza una decisión más rápida: 80 % de estas respuestas por parte de las autoridades se da en tres semanas, aproximadamente.
La forma como evolucione la construcción como sector tendrá, a su vez, un impacto en cómo se edifican y se planean las ciudades. Se estima que 60 % del PIB mundial se concentra en 600 ciudades, la mayoría en países desarrollados. En menos de una década muchos de estos lugares estarán en economías emergentes, en donde se congregará la nueva clase media global.
De acuerdo con cifras de la ONU, un 55 % de la población global está en las ciudades y, para 2050, se estima que dos de cada tres personas vivirán en zonas urbanas. Lo que esto dice es que lo que pase con la construcción, y con las ciudades, tendrá profundas consecuencias económicas, pero también dictará parte del futuro del planeta y de nuestra especie. Puede sonar obvio, pero no por eso es menos importante tenerlo en cuenta.
La construcción es un sector que concentra el 7 % de la fuerza laboral en el mundo. En Colombia, según cálculos del Ministerio de Vivienda, 14 de cada 100 empleos están vinculados, en varios niveles, a la construcción. No es de extrañar, entonces, que las esperanzas o problemas de una economía descansen en parte sobre este sector.
Durante el congreso de la Cámara Colombiana de la Construcción (Camacol), uno de los mensajes claros es que el sector definitivamente está repuntando, luego de ajustarse al bajo desempeño de la economía derivado de la crisis con el petróleo, entre otros factores.
“A pesar de su crecimiento en valor, la construcción es un sector que tiene una productividad baja, si lo comparamos con otros renglones de la economía. ¿Por qué?”. La pregunta la hace Kevin Nobels, uno de los conferencistas del congreso y el líder de los proyectos de infraestructura de la firma de consultoría McKinsey en Latinoamérica.
De acuerdo con Nobels, parece haber un cierto consenso global en que una de las causas claves en la baja productividad del sector tiene que ver con el diseño inadecuado o con deficiencias en el diseño de los proyectos. El tema parece un poco abstracto, pero se entiende mejor con un ejemplo: “En China hay proyectos de edificios de 57 pisos que son finalizados en 19 días. Este nivel de eficiencia se alcanza con una planeación meticulosa y el montaje de una especie de línea de producción, en la cual se fabrican módulos que son montados en el sitio. En Barcelona se hacen edificios de cuatro pisos en seis días y en Noruega se está experimentando con tecnología para construir pisos en menos de 24 horas”.
Al igual que en muchos otros sectores, tecnología es una palabra recurrente en la discusión sobre retos y posibilidades futuras. El ejemplo noruego que Nobels invoca es la construcción con impresoras 3D, un asunto que ya se ha puesto a prueba en Filipinas, por ejemplo. Y si bien la técnica aún es un tema experimental (aunque con rápidos avances), sirve para exponer la necesidad de innovar y acelerar el desarrollo de nuevos métodos y caminos de desarrollo.
La construcción es uno de los sectores que, a nivel global, menos ha entrado en la era digital. Cuando se habla de digitalizar esta actividad se hace referencia a la inclusión de internet de las cosas (IoT, por sus siglas en inglés), automatización en los procesos, uso de drones para topografía o big data para análisis de riesgos. No es un asunto menor ni una discusión de moda, pues la mejora en tecnología podría significar aumentos del 40 % en la productividad del sector.
La necesidad de innovar y de invertir en desarrollo es un asunto transversal a prácticamente cualquier industria. Desarrollo y tecnología son casi sinónimos hoy en día. En palabras de Luis Alberto Moreno, presidente del Banco Interamericano de Desarrollo (BID), “lo que detiene nuestro crecimiento es nuestra falta de productividad. Falta invertir en innovación en toda Latinoamérica. La región entera invierte en este rubro 70 % del total de Corea del Sur, por ejemplo. Tenemos un reto enorme de acomodarnos a la economía del conocimiento y al tsunami tecnológico. Hay que tener en cuenta que el 10 % de los empleos de hoy pueden ser automatizados y en 10 años se espera que este porcentaje sea de 40 %”.
Uno de los problemas comunes aquí, y que se presenta en prácticamente cualquier país, son las imposiciones y trabas de la regulación estatal. “La construcción tiene, en promedio, siete veces más regulación que la minería o la agricultura. Y en muchos lugares la legislación es vieja. Hemos registrado casos en los que toma hasta dos años obtener una licencia de construcción”, dice Nobels, quien habla no tanto de desregular sino como de volver eficientes los procesos ante las autoridades.
Aunque no hay una fórmula mágica, ni de aplicación global, para solucionar este escenario, sí hay ejemplos que ofrecen algo de esperanza y luces sobre cómo enfrentar el reto. Australia ha revisado sus procesos de expedición de licencias y ha reducido en 30 % el tiempo de este trámite. La ciudad de Calgary, en Canadá, consolidó todos los permisos necesarios para un proyecto en uno solo, una única decisión. No se incrementa la favorabilidad hacia las constructoras, pero sí se garantiza una decisión más rápida: 80 % de estas respuestas por parte de las autoridades se da en tres semanas, aproximadamente.
La forma como evolucione la construcción como sector tendrá, a su vez, un impacto en cómo se edifican y se planean las ciudades. Se estima que 60 % del PIB mundial se concentra en 600 ciudades, la mayoría en países desarrollados. En menos de una década muchos de estos lugares estarán en economías emergentes, en donde se congregará la nueva clase media global.
De acuerdo con cifras de la ONU, un 55 % de la población global está en las ciudades y, para 2050, se estima que dos de cada tres personas vivirán en zonas urbanas. Lo que esto dice es que lo que pase con la construcción, y con las ciudades, tendrá profundas consecuencias económicas, pero también dictará parte del futuro del planeta y de nuestra especie. Puede sonar obvio, pero no por eso es menos importante tenerlo en cuenta.