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Algunos de los problemas económicos y sociales más agudos del país son la alta informalidad laboral, la baja calidad del empleo, la discriminación de género y la poca remuneración. Solucionarlos requiere políticas públicas que vayan más allá de las promesas comunes de crear un millón o un millón y medio de puestos de trabajo, como si fuera una subasta del mejor candidato.
La función principal del gobierno no es ocupar a las personas; si algo comprendimos de la apertura económica de las últimas tres décadas es que el Estado no se redujo, sino que se reorientó: pasó de ser intervencionista a comisionista. Pero su función sí es mantener un escenario de infraestructura adecuada y medidas necesarias para hacer al país atractivo a la inversión. En buena medida, las decisiones públicas correctas y eficientes en el gasto también orientan la inversión hacia actividades que se traducen en empresas sólidas y prósperas, capaces de demandar trabajos formales, de calidad y bien remunerados.
No obstante, la precariedad del trabajo se da, en cierta medida, por la precariedad empresarial. Una prevalencia alta de microempresas con poca capacidad de demandar trabajo y en actividades de bajo valor lleva a su alta tasa de mortalidad. En consecuencia, es común el desconocimiento de las normas laborales y se crea una permanente tensión entre empleadores y empleados, de la cual el Estado es altamente responsable por sus acciones que lesionan el tejido económico y por sus omisiones en el cumplimiento de las normas. Partiendo de la base de su deseo de mejorar esta situación, comparto tres ideas que podrían ser útiles para su plan de gobierno.
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1. Más y mejor riqueza. Se necesita crecimiento económico, sostenible ambientalmente y con equidad para avanzar en el desarrollo. Mientras en Colombia algunos se vanaglorian por los resultados del PIB del consumo al debe, otros países nos toman una ventaja enorme en prácticamente todos los aspectos relevantes de la ciencia y la tecnología. Esos países seguirán creciendo cuando a Colombia se le agote el esquema financiado con exportaciones de materias primas, remesas y créditos caros.
Explico: el 70 % de la economía colombiana es consumo de los hogares, con un déficit comercial promedio en los últimos cinco años por US$9.000 millones por año y con un PIB por habitante de apenas US$6.400 anual. ¿Cómo hacer que este escenario indeseable cambie para mejorar? Produciendo más bienes agropecuarios y manufacturas. Si su gobierno establece como prioridad las importaciones y celebra el consumo al debe, estará incentivando el crecimiento y el empleo de otro país. Aportará positivamente a que otro país crezca, ocupe a su fuerza de trabajo y que esas ganancias se inviertan en investigación que los lleve a producir más y mejor, sacándonos de la competencia. Si esta es su visión, quizá su candidatura esté en el país equivocado.
2. Sí al comercio exterior. Es deseable que Colombia se globalice. Gracias a la globalización una parte de la humanidad puede gozar de los privilegios de la diversidad cultural, el conocimiento, así como de las máquinas que mejoran la calidad de vida. Pero participar en un mundo global cuesta caro y Colombia no tiene la riqueza suficiente para que su inserción genere bienestar. Para comprar las maravillas que ofrece la globalización toca disponer de divisas suficientes, que provienen de las exportaciones de nuestras empresas. Todos los países del planeta, en todas las etapas del capitalismo, que han logrado incrementar sus exportaciones con alto valor, tuvieron un Estado que acompañó y estimuló su aparato productivo.
3. Mercados libres con Estados fuertes. La política económica de un país no es un libro de ficción de Mankiw. Ni la mano invisible ni el comunismo existen en países con gobiernos que buscan la prosperidad. Es el trabajo mancomunado de acciones públicas que preparan el terreno y de empresas que las aprovechan y cumplen las leyes. A su vez, las empresas no demandan trabajo por generosidad, sino por necesidad. Más empresas sólidas con más producción y ventas requerirán más fuerza de trabajo. Para mantenerse en el mercado deberá incrementar la productividad y especializar al trabajador. La producción formal incita al trabajo formal.
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Así que su propuesta de empleo debería solucionar estas preguntas: ¿su gobierno llegará cargado de onerosos compromisos burocráticos o de planeación estatal para aumentar la riqueza nacional? ¿Usted cree que el fracaso del comercio exterior y los TLC es porque los empresarios no aprovechan el mercado mundial o porque la política de globalización del país necesita una revisión? ¿Usted considera suficiente el crecimiento de la intermediación financiera y el extractivismo o debe haber una política de desarrollo productivo? ¿Usted opina que un crecimiento sostenible ambientalmente y equitativo ayudaría a subir el salario promedio o que el salario mínimo es muy alto? ¿Usted será amigo de las empresas de todos los sectores en general o de negociantes en particular?
Por último, en países de ingreso alto hay patrones comunes que han permitido reactivaciones rápidas: la industria manufacturera es uno de los ejes articuladores donde se desencadenan efectos positivos para la educación y formación de la fuerza de trabajo, el agro y la minería como insumos, los servicios en general como logística y para el Estado en el cobro de impuestos a las ganancias. Asimismo, definir una política que genere empleo en la producción como pilar también obliga a que el Estado decida qué actividades respaldar inicialmente, cumpliendo, al menos, tres criterios: que ya existan, que tengan multiplicadores de inversión y empleo altos y que se encadenen significativamente con otros sectores.
Aunque todo técnicamente pueda tener solución, el ingrediente más importante es su voluntad política para llevarlo a cabo. Esperamos que el éxito de su gobierno se mida por el incremento del bienestar de su población.
*Director de Conexión Análisis, docente del CESA y la Universidad Nacional.