¿Cómo lidiar con los problemas extra de la recolección de basura en tiempos de COVID-19?

En estos días de crisis es aún más evidente la fragilidad de la actividad de aprovechamiento dentro del servicio público de aseo y por ende la necesidad de fortalecerlo para evitar que se siga enterrando material aprovechable.

Luisa Fernanda Tovar*
08 de mayo de 2020 - 09:19 p. m.
El relleno Doña Juana, a donde van a parar la abrumadora mayoría de los residuos que se producen en Bogotá. / Gustavo Torrijos - El Espectador
El relleno Doña Juana, a donde van a parar la abrumadora mayoría de los residuos que se producen en Bogotá. / Gustavo Torrijos - El Espectador
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En tiempos de crisis, y aún más de pandemias, son múltiples las urgencias que emergen. Una de ellas es el manejo de residuos. En Colombia se agudizan dos problemas: el control de la contaminación producto de desechos hospitalarios y la gestión normal de los residuos, labor de la cual subsiste una gran población vulnerable. Aunque la economía haya reducido drásticamente su ritmo, no sucede lo mismo con la producción de basura, con el agravante de la aparición de un nuevo tipo de residuos vinculados a la crisis sanitaria: los residuos domésticos posiblemente contaminados.

En Wuhan, donde surgió el nuevo coronavirus, junto con la construcción de hospitales se levantó una planta adicional de desechos médicos y además se dispusieron 46 instalaciones móviles de tratamiento de desechos. En el pico del brote los hospitales produjeron seis veces más desechos.

En Europa y Estados Unidos se han desinfectado las plantas para la gestión de residuos y se mantiene la recolección de desechos puerta a puerta y la disposición en contenedores. Para los hogares habitados por personas infectadas, la basura deben recogerse en bolsas de plástico resistentes a las rasgaduras, sellarse y ser entregadas al servicio de recolección o disponerlas en los contenedores.

Las condiciones para la gestión de residuos en estos países se alejan bastante de la realidad colombiana en donde el servicio público de aseo no está garantizado para toda la población. Además, predomina el sistema de disposición final con el enterramiento de 97 % de las toneladas de desechos. Antes de decretarse la pandemia, 35 % de los rellenos tenían una vida útil vencida o próxima a vencer (entre 0 a 3 años). 

Bogotá mantiene la prestación del servicio de aseo y permite a los recicladores, que desde hace cuatro años iniciaron su proceso de formalización, trabajar en la calle si tienen sus documentos en regla. Sin embargo, la ciudadanía no es consciente del servicio que prestan los recicladores y continúa tratándolos como informales. A pesar de las campañas de sensibilización, gran parte del material reciclable se mezcla con los residuos ordinarios y son entregados al camión del operador de aseo para ser enterrados en el relleno de Doña Juana.

Teniendo en cuenta que no todas las personas infectadas han sido diagnosticadas, existe una alta probabilidad que se esté generando basura que podría estar contaminada. Algunos estudios indican que el virus puede persistir por un día en cartón y hasta nueve días en otros materiales. Ante esta situación es fundamental la protección de los recolectores de basuras, así como la de los recicladores.

Ahora más que nunca se requiere que la ciudadanía sea responsable de sus residuos y continúe con la separación adecuada, incluyendo una tercera clasificación: 1) residuos orgánicos y no aprovechables en lo posible depositándolos después de al menos siete días para minimizar los riesgos de supervivencia del virus; 2) material reciclable limpio y seco (envases, papel, cartón, plásticos, vidrio); y 3) si existe sospecha de infección, material potencialmente contaminado colocándolo en doble bolsa y rociado con desinfectante.

Desde las instituciones gubernamentales es indispensable asegurar el cuidado de los trabajadores del aseo y de los recicladores. No sólo incrementar los auxilios humanitarios para adultos mayores que hacen parte del grupo de alto riesgo que no pueden salir a trabajar, sino además garantizar las condiciones de protección como gafas, guantes, calzado de seguridad y ropa adicional.

Así mismo, se requiere el apoyo a las organizaciones de recicladores para mejorar su operatividad y el acompañamiento a sus miembros, estableciendo canales de comunicación y protocolos de atención ante la posibilidad de contagio de algún compañero de trabajo o de recicladores independientes.

Si los recicladores se enferman, ¿quién recolectará los residuos aprovechables y evitará que los rellenos colapsen?, ¿quién los apoyará si no tienen el acceso garantizado a la salud?, ¿quién se encargará de sostener a sus familias?

En estos tiempos de crisis es aún más evidente la fragilidad de la actividad de aprovechamiento dentro del servicio público de aseo y por ende la necesidad de fortalecerlo para evitar que se siga enterrando material aprovechable. Aunque no sepamos cómo ni cuándo finalizará esta pandemia, probablemente encontraremos un mercado del reciclaje fuertemente afectado, una población más empobrecida y focos de contaminación que pueden desencadenar nuevos contagios.

* Profesora de la Facultad de Derecho, Ciencias Políticas y Sociales e investigadora del Centro de Investigaciones para el Desarrollo (CID) de la Universidad Nacional de Colombia.

Por Luisa Fernanda Tovar*

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