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La fabricación, mantenimiento y servicios derivados de drones (o vehículos aéreos no tripulados) se ha consolidado, con los años, en una industria vibrante que da muestras firmes de haber entrado en un proceso de madurez y consolidación empresarial.
Más allá de los dispositivos para el consumidor final, un área de mercado que pertenece en buena parte al fabricante DJI, el mercado ha ido reorganizándose en sectores como software y análisis de datos, servicios de logística y mantenimiento, así como el diseño de plataformas para tareas específicas en sectores de la economía como infraestructura o minería.
Para 2020, se estima que el mercado total de drones supere los US$127.000 millones, de acuerdo con datos de la firma de consultoría Price Waterhouse Coopers (PwC). Por ejemplo, el año pasado el Departamento de Defensa de Estados Unidos asigno más de US$3.000 millones en presupuesto para sus programas con drones (que son, principalmente, de vigilancia y ataque).
Los drones son una de las ramas en tecnologías que más están creciendo, a la par quizá con la seguridad digital. Pero la aplicación y el diseño de los vehículos aéreos ya exceden los horizontes de las industrias de tecnología.
De acuerdo con la consultora Gartner, la industria de los drones ya alcanzó una especie de etapa de productividad, luego de superar estados en los que las expectativas y los usos reales crearon una suerte de burbuja. Hoy, según varios observadores del mercado, hay por lo menos 1.000 compañías impulsando la construcción y adopción de estos vehículos en una variedad de sectores.
Uno de los ejemplos clásicos del uso de drones es la construcción y mantenimiento de infraestructura: desde torres de energía, turbinas de viento y oleoductos, hasta puentes. Por cierto, la primera inspección que reveló fallas críticas en la estructura del viaducto de Chirajara que quedó en pie fue hecha con un dron especializado en la detección de grietas y fallas en el concreto.
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La revisión de infraestructura es un caso útil para examinar cómo se conjugan diferentes jugadores para dinamizar una industria, más allá del fabricante del vehículo. Aquí se juntan los diseñadores de óptica especializada en este uso (que puede incluir búsqueda de huellas de calor en la consolidación del cemento, por ejemplo), programadores de algoritmos y técnicas de inteligencia artificial para detectar patrones de daños en estructuras, software de análisis de datos de los vuelos y programas que permitan integrar la información de un vuelo en procesos existentes, como indexación de bases de datos o compilación de datos en tiempo real.
Según un informe de PwC, para 2020 los drones utilizados en infraestructura (y sus servicios asociados) podrían representar 36 % del total del mercado global para estos vehículos no tripulados. Esto si se superan barreras existentes, como capacidad de carga de equipos especializados y duración de las baterías, entre otros retos pendientes en este caso.
La madurez de la industria parece estar respaldada también por las inversiones de empresas como Airbus y Boeing, los dos jugadores más relevantes en la industria aeronáutica a nivel global. Ambas compañías tienen iniciativas para desarrollar tecnología y servicios alrededor de los vehículos no tripulados.
Justo este mes, Airbus completó la primera demostración de vuelo de su dron de envíos en la Universidad Nacional de Singapur. La compañía también anunció recientemente que expandirá a Asia la operación de su sistema de recolección de imágenes con drones. Por su parte, en octubre del año pasado se conoció la primera inversión de Boeing en una compañía enfocada en desarrollar autonomía; el gigante aeronáutico también ha hecho inversiones y compras en por lo menos dos empresas más relacionadas con drones.
Ahora, para todo el interés que pareciera despertar la autonomía en vehículos aéreos, nadie parece estar apostando en el vuelo de un avión comercial con pasajeros, pero sin piloto. Al menos no en el mediano plazo, e incluso hay quienes aseguran que este escenario es casi una fantasía debido a la cantidad de embrollos de regulación y rediseño del espacio aéreo y el funcionamiento de aeropuertos, por sólo mencionar algunos obstáculos.
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Esto no quiere decir, sin embargo, que no se esté trabajando en otorgar mayor autonomía a los vehículos no tripulados, una meta que pasa por el diseño de sistemas de navegación más avanzados y diseño de software para procesar los datos de vuelo en tiempo real, entre otros varios retos.
El desarrollo de una industria a gran escala en servicios y usos para drones podría redefinir las fronteras del negocio aeronáutico. Boeing calcula que, para 2037 debe haber unos 63.000 aviones comerciales en servicio para seguirle el paso al crecimiento en pasajeros. Las comparaciones son odiosas, pero en este caso sirve para ilustrar la escala del potencial de los drones: 4,5 millones de estos vehículos no tripulados fueron vendidos en 2015 y la demanda se puede duplicar en menos de cinco años.