Cómo y por qué la debacle de Evergrande está arrastrando a los mercados globales
Evergrande, el gigante inmobiliario chino, puede incumplir esta semana con el pago de intereses sobre su enorme de deuda. El riesgo por el colapso de esta compañía ha esparcido una ola de malos resultados en bolsas y precios de materias primas como el cobre, por ejemplo. ¿Qué está pasando?
Santiago La Rotta
Las noticias financieras este lunes distaban de ser buenas, en medio de una caída en las bolsas más significativas, desde Japón y Hong Kong, pasando por Italia, España, Alemania, hasta llegar a Nueva York. Índices como el S&P 500 acumulaban sus peores pérdidas del mes a media mañana de este lunes y los precios de materias primas como el petróleo y el cobre también bajaban significativamente. Y en todos los malos titulares figuraba de primero el nombre de Evergrande.
Evergrande es una de las principales firmas inmobiliarias en China, que es otra forma de decir que es una de las compañías más grandes de su tipo en el planeta. Y, a la vez, es la empresa más endeudada en su país: se estima que el gigante inmobiliario debe unos US$304.000 millones. Para hacerse una idea, esta cifra equivale, más o menos, al PIB de Rumania.
Y aunque la crisis de Evergrande viene desarrollándose desde hace varios días, la reacción de este lunes tiene que ver con que la compañía podría no cumplir con los próximos pagos de intereses, que debe hacer en esta misma semana, sobre su inmensa deuda.
Lo cierto es que el gigante inmobiliario viene registrando protestas en frente de sus oficinas centrales (en Shenzen) por parte de dueños de viviendas, acreedores y sus propios empleados. Y esto llama la atención poderosamente porque protestas y China son dos palabras que no suelen rimar ni ir juntas en la misma frase, por ponerlo de alguna forma.
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El escenario para la compañía, fundada en 1996, no se ve nada halagador: sus acciones han perdido 80 % de su valor en este año (y están a niveles de 2009) y, además del escrutinio de reguladores gubernamentales, enfrenta demandas por parte de sus acreedores y empleados, además de deberle a bancos y proveedores. Dos agencias crediticias degradaron hace dos semanas la calificación de la deuda de esta empresa.
La debacle de Evergrande tiene varias facetas y la enorme deuda es sólo una de ellas. La otra tiene que ver, justamente, con el mercado inmobiliario. En este punto, se calcula que la compañía no podrá terminar o entregarle a sus propietarios casi millón y medio de unidades de vivienda.
Esto puede tener efectos devastadores para los dueños de esas viviendas por obvias razones: al final se trata de los ahorros y esperanzas de millones de personas.
En un nivel de análisis más macro la cosa no se ve muy diferente, pues hoy se calcula que un tercio de la riqueza en los hogares chinos está entrelazada con la vivienda (bien sea la tenencia o gasto en ella). En otras palabras, un golpe de este tamaño al mercado inmobiliario asusta, de entrada. Y aterroriza cuando esto sucede en pleno momento de recuperación de las economías a escala global, y que en buena parte dependen de China y el apetito de sus industrias y consumidores para cosas tan diversas como compras de petróleo, soya o teléfonos de Apple.
Los directivos de Evergrande aseguraron la semana pasada que la empresa no quebrará, aunque esta declaración pareciera haber perdido solidez y validez, a juzgar al menos por las reacciones de los mercados.
Los otros miedos
Las opiniones sobre el alcance global del desastre de Evergrande siguen estando divididas. Algunos analistas ven solidez en los resultados de la economía china en general, mientras que otros están a la espera de acciones del gobierno chino, si las hay, para evitar un golpe más fuerte en el mercado inmobiliario de este país.
Aunque nadie pareciera dudar de que se vienen días de volatilidad en los mercados, la pregunta de fondo es si los riesgos que han emergido en China pueden tener un efecto cascada en el panorama bursátil global.
Por ejemplo, la Comisión Chilena del Cobre (Cochilco) informó este lunes que los acontecimientos con Evergrande llevaron este lunes a que los precios de este metal tuvieran su mayor hundimiento en un mes. Esto sirve para ilustrar el potencial alcance de una caída más generalizada.
Ahora bien, el punto acá es que, además de Evergrande, hay otras cuestiones que, al parecer, también están asustando a los inversionistas. Entre éstas se cuentan los altos precios de la energía en Europa y las posibles decisiones de la Reserva Federal sobre comenzar a reducir su posición de ayuda a la economía de Estados Unidos.
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En cuanto al primer aspecto habría que decir que Europa se aproxima a un invierno que le saldrá caro, gracias a los precios del gas, que están cinco veces por encima de lo que estaban para este momento en 2019. Así mismo, las reservas de este combustible se encuentran en 61 %, cuando lo habitual es que para estas fechas se encuentren en 92 %.
Una subida no controlada en los precios de este combustible podría seguir impulsando hacia arriba la inflación en la Unión Europea, lo que a su vez podría apresurar intervenciones del Banco Central Europeo para controlar este fenómeno. Todas son posibilidades y supuestos, pero como hay pocas más cobardes que el dinero, estos temores están impulsando la volatilidad en el mercado.
Por el lado de la Reserva Federal (Fed), es poco probable que ésta anuncie una fecha de inicio para reducir las compras de activos en su reunión de septiembre pero parece seguir encaminada a comenzar en 2021.
La Fed se reúne esta semana y en este encuentro se espera que comience a discutir una reducción en la compra de bonos (que podría darse para finales del año), lo que a su vez podría indicar un camino hacia el aumento de sus tasas de interés (en mínimos históricos por cuenta de la pandemia) en 2022.
La volatilidad en los mercados está en directo contraste con una declaración de las Naciones Unidas la semana pasada, que afirmaba que el crecimiento de la economía global este año será el más fuerte en 50 años.
Tras la contracción de 3,5 % del año pasado, es probable que el producto interno bruto mundial aumente 5,3 % en 2021 debido a “radicales” intervenciones políticas y a una exitosa, aunque incompleta, campaña de vacunación en las economías avanzadas, señaló Conferencia de las Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo (UNCTAD, por sus siglas en inglés).
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Lo que sucede con los mercados este lunes no contradice necesariamente las estimaciones de la ONU, sino sirve para entender que la recuperación global será un proceso más moderado y fragmentado de lo que se pensaba, apoyándose en diferencias e inequidades entre países y al interior de ellos mismos. O sea, un poco lo que ya se había visto con el avance y devastación de la pandemia, sólo que ahora aplicado al escenario de recuperación económica.
Y aquí hay otro contraste, pues hasta hace un par de meses la recuperación se anunciaba como un sano rebote en “U” que vendría acompañado de crecimiento en PIB, empleo y con una especie de retorno a la normalidad en asuntos como gasto de los hogares y confianza del consumidor.
Esta promesa no se ha roto del todo, ni en todo lado, además, pero lo que antes se mostraba como una carrera de velocidad hoy parece más una maratón. La rápida recuperación económica, con todas sus disparidades y asimetrías, pareciera estar en un equilibrio muy frágil y contrario a cosas como la expansión de la variante delta del coronavirus o los vaivenes en los mercados bursátiles.
A esto habría que sumarle los problemas globales en la logística y transporte, que hoy le siguen pegando a la producción y cadenas logísticas de varias industrias.
Los próximos días probarán ser vitales para esclarecer qué pasará con Evergrande y cómo este desenlace de la crisis (la quiebra o la intervención gubernamental) impactará los mercados globales, si acaso lo sigue haciendo como hasta ahora.
Las noticias financieras este lunes distaban de ser buenas, en medio de una caída en las bolsas más significativas, desde Japón y Hong Kong, pasando por Italia, España, Alemania, hasta llegar a Nueva York. Índices como el S&P 500 acumulaban sus peores pérdidas del mes a media mañana de este lunes y los precios de materias primas como el petróleo y el cobre también bajaban significativamente. Y en todos los malos titulares figuraba de primero el nombre de Evergrande.
Evergrande es una de las principales firmas inmobiliarias en China, que es otra forma de decir que es una de las compañías más grandes de su tipo en el planeta. Y, a la vez, es la empresa más endeudada en su país: se estima que el gigante inmobiliario debe unos US$304.000 millones. Para hacerse una idea, esta cifra equivale, más o menos, al PIB de Rumania.
Y aunque la crisis de Evergrande viene desarrollándose desde hace varios días, la reacción de este lunes tiene que ver con que la compañía podría no cumplir con los próximos pagos de intereses, que debe hacer en esta misma semana, sobre su inmensa deuda.
Lo cierto es que el gigante inmobiliario viene registrando protestas en frente de sus oficinas centrales (en Shenzen) por parte de dueños de viviendas, acreedores y sus propios empleados. Y esto llama la atención poderosamente porque protestas y China son dos palabras que no suelen rimar ni ir juntas en la misma frase, por ponerlo de alguna forma.
Lea también: ¿Es momento de mirar la tasa de cambio yuan-peso colombiano?
El escenario para la compañía, fundada en 1996, no se ve nada halagador: sus acciones han perdido 80 % de su valor en este año (y están a niveles de 2009) y, además del escrutinio de reguladores gubernamentales, enfrenta demandas por parte de sus acreedores y empleados, además de deberle a bancos y proveedores. Dos agencias crediticias degradaron hace dos semanas la calificación de la deuda de esta empresa.
La debacle de Evergrande tiene varias facetas y la enorme deuda es sólo una de ellas. La otra tiene que ver, justamente, con el mercado inmobiliario. En este punto, se calcula que la compañía no podrá terminar o entregarle a sus propietarios casi millón y medio de unidades de vivienda.
Esto puede tener efectos devastadores para los dueños de esas viviendas por obvias razones: al final se trata de los ahorros y esperanzas de millones de personas.
En un nivel de análisis más macro la cosa no se ve muy diferente, pues hoy se calcula que un tercio de la riqueza en los hogares chinos está entrelazada con la vivienda (bien sea la tenencia o gasto en ella). En otras palabras, un golpe de este tamaño al mercado inmobiliario asusta, de entrada. Y aterroriza cuando esto sucede en pleno momento de recuperación de las economías a escala global, y que en buena parte dependen de China y el apetito de sus industrias y consumidores para cosas tan diversas como compras de petróleo, soya o teléfonos de Apple.
Los directivos de Evergrande aseguraron la semana pasada que la empresa no quebrará, aunque esta declaración pareciera haber perdido solidez y validez, a juzgar al menos por las reacciones de los mercados.
Los otros miedos
Las opiniones sobre el alcance global del desastre de Evergrande siguen estando divididas. Algunos analistas ven solidez en los resultados de la economía china en general, mientras que otros están a la espera de acciones del gobierno chino, si las hay, para evitar un golpe más fuerte en el mercado inmobiliario de este país.
Aunque nadie pareciera dudar de que se vienen días de volatilidad en los mercados, la pregunta de fondo es si los riesgos que han emergido en China pueden tener un efecto cascada en el panorama bursátil global.
Por ejemplo, la Comisión Chilena del Cobre (Cochilco) informó este lunes que los acontecimientos con Evergrande llevaron este lunes a que los precios de este metal tuvieran su mayor hundimiento en un mes. Esto sirve para ilustrar el potencial alcance de una caída más generalizada.
Ahora bien, el punto acá es que, además de Evergrande, hay otras cuestiones que, al parecer, también están asustando a los inversionistas. Entre éstas se cuentan los altos precios de la energía en Europa y las posibles decisiones de la Reserva Federal sobre comenzar a reducir su posición de ayuda a la economía de Estados Unidos.
Lea también: La fragilidad oculta en el transporte del gas natural en Colombia
En cuanto al primer aspecto habría que decir que Europa se aproxima a un invierno que le saldrá caro, gracias a los precios del gas, que están cinco veces por encima de lo que estaban para este momento en 2019. Así mismo, las reservas de este combustible se encuentran en 61 %, cuando lo habitual es que para estas fechas se encuentren en 92 %.
Una subida no controlada en los precios de este combustible podría seguir impulsando hacia arriba la inflación en la Unión Europea, lo que a su vez podría apresurar intervenciones del Banco Central Europeo para controlar este fenómeno. Todas son posibilidades y supuestos, pero como hay pocas más cobardes que el dinero, estos temores están impulsando la volatilidad en el mercado.
Por el lado de la Reserva Federal (Fed), es poco probable que ésta anuncie una fecha de inicio para reducir las compras de activos en su reunión de septiembre pero parece seguir encaminada a comenzar en 2021.
La Fed se reúne esta semana y en este encuentro se espera que comience a discutir una reducción en la compra de bonos (que podría darse para finales del año), lo que a su vez podría indicar un camino hacia el aumento de sus tasas de interés (en mínimos históricos por cuenta de la pandemia) en 2022.
La volatilidad en los mercados está en directo contraste con una declaración de las Naciones Unidas la semana pasada, que afirmaba que el crecimiento de la economía global este año será el más fuerte en 50 años.
Tras la contracción de 3,5 % del año pasado, es probable que el producto interno bruto mundial aumente 5,3 % en 2021 debido a “radicales” intervenciones políticas y a una exitosa, aunque incompleta, campaña de vacunación en las economías avanzadas, señaló Conferencia de las Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo (UNCTAD, por sus siglas en inglés).
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Lo que sucede con los mercados este lunes no contradice necesariamente las estimaciones de la ONU, sino sirve para entender que la recuperación global será un proceso más moderado y fragmentado de lo que se pensaba, apoyándose en diferencias e inequidades entre países y al interior de ellos mismos. O sea, un poco lo que ya se había visto con el avance y devastación de la pandemia, sólo que ahora aplicado al escenario de recuperación económica.
Y aquí hay otro contraste, pues hasta hace un par de meses la recuperación se anunciaba como un sano rebote en “U” que vendría acompañado de crecimiento en PIB, empleo y con una especie de retorno a la normalidad en asuntos como gasto de los hogares y confianza del consumidor.
Esta promesa no se ha roto del todo, ni en todo lado, además, pero lo que antes se mostraba como una carrera de velocidad hoy parece más una maratón. La rápida recuperación económica, con todas sus disparidades y asimetrías, pareciera estar en un equilibrio muy frágil y contrario a cosas como la expansión de la variante delta del coronavirus o los vaivenes en los mercados bursátiles.
A esto habría que sumarle los problemas globales en la logística y transporte, que hoy le siguen pegando a la producción y cadenas logísticas de varias industrias.
Los próximos días probarán ser vitales para esclarecer qué pasará con Evergrande y cómo este desenlace de la crisis (la quiebra o la intervención gubernamental) impactará los mercados globales, si acaso lo sigue haciendo como hasta ahora.