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Consolidar una industria aérea competitiva y eficiente pasa por una serie de desafíos que exigen el trabajo conjunto de todos los actores de la cadena. Si bien Colombia ha invertido en este objetivo, aún falta responder a las expectativas y necesidades de un mercado que exige mayores esfuerzos.
El crecimiento de la aviación civil en la última década (promedio anual del 10,4 % para pasajeros) aceleró los esfuerzos tanto del sector público como del privado. Hoy, diferentes actores coinciden en la urgencia de alcanzar un desarrollo ordenado, seguro y sostenible.
La Aeronáutica Civil, por su parte, identificó seis líneas de acción para desarrollar el sector de aquí a 2030. Éstas se construyeron con información aportada por la entidad, así como el Departamento Nacional de Planeación y los ministerios de Transporte y Medio Ambiente, entre otras. Estos lineamientos son la base del nuevo Plan Estratégico Aeronáutico del país.
Algunos de los ejes sobre los que gira este plan incluyen mejorar las competencias institucionales, alcanzar mayor conectividad y competitividad, y desarrollar la infraestructura de la mano de la sostenibilidad ambiental, por ejemplo.
Una de las tareas prioritarias del sector es avanzar en infraestructura aeroportuaria. La insuficiencia en este frente es con frecuencia atribuida a la deuda que tiene el Estado en la planificación e inversión para el desarrollo y la modernización de los aeropuertos, aun cuando el 85 % del tráfico nacional está en manos de privados.
En ese sentido, si bien se ha hecho un trabajo importante articulando las concesiones de manera que los aeropuertos regionales no queden rezagados, es evidente que las terminales áreas más grandes del país concentran un gran desarrollo, mientras las más pequeñas aún deben optimizar sus inversiones y, en consecuencia, mejorar el acceso a las regiones.
De acuerdo con el Plan de Navegación Aérea para Colombia (PNA COL) de la Aerocivil, el 38 % de la infraestructura aeroportuaria bajo su responsabilidad se encuentra en estado crítico, el 45 % en condiciones aceptables y el 17 % está en condiciones óptimas. Los déficits más altos están en el estado de las obras especiales y complementarias, de las torres de control, de las franjas de pista y de las plataformas.
Édgar Ramiro Jiménez, Ph.D. en sistemas de transporte de la Universidad de Oporto y director del Departamento de Ingeniería Civil de la Universidad de Ibagué, resaltó la importancia de la planeación a la hora de identificar necesidades y servicios a ofrecer cuando se esté diseñando el modelo de potencialización de cada aeropuerto. La idea es no construir una terminal que no se adapte a las condiciones o cambios de la aviación comercial. “Conectar esa planificación a la infraestructura es pensar en lo que realmente se necesita y aprovechar las oportunidades en el desarrollo de vuelos chárter, pasajeros regulares, aerolíneas de bajo costo y servicios de turismo, especialmente con el posconflicto”, dijo.
Esto tiene implicaciones directas en otro de los grandes retos del sector: la conectividad. La Asociación Internacional de Transporte Aéreo (IATA, por sus siglas en inglés) ha planteado el reto a escala regional: conectar no sólo las ciudades principales, sino también las intermedias. El vicepresidente regional de la IATA, Peter Cerda, explicó que en la mayoría de los casos existen la demanda y el potencial, pero no hay inversión en las ciudades más pequeñas.
Para suplir esta necesidad, en 2017 el Gobierno colombiano inició la modernización de 18 aeropuertos regionales, lo que contribuye a que el mercado nacional sea el tercero después de Brasil y México con relación al tráfico internacional de pasajeros.
Carga fiscal y competitividad
La industria de la aviación en el mundo ha insistido en que es un error sobrecargarla de impuestos.
Colombia no ha sido ajena a este debate. Hoy, el sector busca demostrar que se pueden desarrollar inversiones sin necesidad de impactar el bolsillo de los viajeros a través de la oferta de más servicios con beneficios económicos multidimensionales para las regiones.
Juan Carlos Salazar, director general de la Aerocivil, dijo que la industria ha demostrado cómo la mayoría de los costos asociados con el transporte aéreo hoy en día son por tasas, contribuciones e impuestos, lo que afecta el desarrollo. “Hay casos en los que esos costos pueden ser incluso más altos que el mismo ingreso que percibe la línea aérea por su servicio”, indicó.
Pero la competitividad no sólo se alcanza con una menor carga impositiva. También tiene que ver con la implementación de una política aerocomercial que permita a las aerolíneas incursionar en nuevos mercados y así garantizar el crecimiento sostenido del transporte aéreo. En este frente, Colombia ha avanzado, con la aprobación de 70 rutas nuevas entre 2016 y 2018.
Del mismo modo, el progreso tecnológico y las mejoras operacionales deben comprometerse con el medioambiente. En ese sentido, una de las metas es que un 20 % de los aeropuertos colombianos cuenten con certificaciones internacionales en temas ambientales.
Los retos son varios: mejor planeación para aprovechar los recursos disponibles para la modernización de aeropuertos y mayor competitividad del sector con una revisión de las cargas para las aerolíneas. En últimas, se trata de un trabajo conjunto entre varias instancias, labor que debe hacerse de manera flexible porque, como en muchas industrias, la adaptación al cambio representa un camino para combatir la incertidumbre.