Coronavirus: ¿Y la estrategia económica para los vulnerables?
A raíz de la emergencia que atraviesa el país, la economista Cecilia López señala los vacíos en la atención a la población que superó la pobreza, pero que tampoco es clase media. Asimismo, para ella, ha quedado en evidencia la subestimación del trabajo de cuidado, realizado principalmente por las mujeres.
María Alejandra Medina C. - @alejandra_mdn
La emergencia sanitaria que atraviesa el país ha hecho aflorar con fuerza los retos y problemas que implica para Colombia tener los niveles de informalidad que tiene: cerca de la mitad de los trabajadores son informales. Eso, como dijo en entrevista con este diario Iván Daniel Jaramillo, investigador del Observatorio Laboral de la Universidad del Rosario, puede hacer más difícil de contener el coronavirus, pues hay muchos trabajadores que no ven como opción el aislamiento preventivo recomendado por expertos y autoridades, porque no salir a trabajar un día es sinónimo de no tener con qué comer. Lea más sobre esto en: Empleador y trabajador: ¿qué decisiones puede (y no puede) tomar a causa del coronavirus?
No cabe duda de que el trabajo informal tiene en gran medida una relación con la pobreza y la vulnerabilidad que los gobiernos recientes tanto se han preciado de enfrentar. En la informalidad, además, como también dijo Ana Güezmes, representante de ONU Mujeres en Colombia, las mujeres han estado “sobrerrepresentadas”, y, según la bibliografía sobre el tema, esa informalidad ha estado ligada, de alguna manera, al hecho de que a través de la historia ellas, en sus casas, han tenido que asumir tareas que dificultan conciliar un trabajo formal con las exigencias del hogar.
La informalidad tiene varios puntos de conexión con lo que se denomina economía del cuidado: todas aquellas labores domésticas y de cuidado, asumidas principalmente por las mujeres, sin las cuales no podríamos funcionar como sociedad, pues tienen que ver con algo tan básico como la alimentación y la higiene. Sin embargo, ese trabajo, que según se calcula equivale casi al 20 % del PIB (más que el agro o la minería), no es remunerado y sí consume tiempo que no se puede dedicar a trabajos por los que sí pagan. El trabajo doméstico y de cuidado que sí se paga (como el de las empleadas domésticas, niñeras o enfermeras) sufre de un alto grado de informalidad.
Lea más sobre esto en: Tareas del hogar: un trabajo poco valorado
La emergencia sanitaria actual se ha enfrentado con retos como, por ejemplo, el hecho de que los niños al no tener clases presenciales deban volver a sus casas, sin que sea del todo claro quién los cuidará o cómo se alimentarán aquellos beneficiarios de los programas escolares. También hay dudas respecto al cuidado de los enfermos, muchos de los cuales se están recuperando en casa. Para analizar el tema, El Espectador habló con Cecilia López, exministra y exsenadora que impulsó la ley de economía del cuidado en Colombia (1413 de 2010) y presidenta del Centro Internacional de Pensamiento Social y Económico (Cisoe).
Lea sobre las medidas adoptadas por el Gobierno: Gobierno lanza paquete de medidas económicas para hacer frente al coronavirus
¿Qué nos está mostrando esta emergencia en materia económica y social?
El Gobierno está frente a un 27 % de población que es pobre, pero el 39 % de la población vulnerable —aquella que gana menos de un salario mínimo y sufre porque su trabajo es inestable, informal y no tiene ahorros para poder sobrevivir a esta crisis— es gente que está en ceros, vive el día a día. La crisis tiene una cara de salud: no podemos permitir que esto se siga disparando, entre otras cosas porque sufren los enfermos del virus, pero también la población enferma en general en un sistema de salud cuyo servicio ya está saturado y al que ahora le cae el coronavirus, al cual obviamente se le está dando prioridad.
¿Cuál es la otra cara?
La otra cara, igualmente crítica, es la económica. El Gobierno ha tomado medidas para ayudar a las empresas y el sector financiero, a los que hay que apoyar porque, si no, se desmorona la economía. Pero al Gobierno se le está olvidando que tenemos un 39 % de población vulnerable, que no recibe transferencias condicionadas (Familias en Acción) o que si reciben es muy poco porque están por encima de la línea de pobreza. No hay mecanismos para ellos, ni siquiera los mencionan. Esas personas son las que están en la calle, por ejemplo, un vendedor de aguacates, a las que tampoco las cubre el microcrédito. Es gente que probablemente vive del gota a gota. Tampoco se dijo nada sobre las concesiones que se hicieron con la Ley de Financiamiento. La pregunta es con qué plata van a atender esta emergencia.
¿Qué problemas estructurales están aflorando en materia de cuidado?
La economía no ha reconocido lo que significa el cuidado. En todos los países donde se está midiendo se calcula (que representa) entre el 15 y 19 %. Los economistas no han querido reconocer que es una actividad fundamental. Hay que mirar la crisis de ahora: aquí no hay oferta de cuidado, todo recae en las mujeres, pero lo peor es que como las mujeres están en la fuerza laboral, la responsabilidad está recayendo en las abuelas: las más vulnerables frente a este virus. El cuidado es una actividad prioritaria, no solamente por la crisis de ahora, sino porque nadie en el mundo puede vivir sin cuidado. Sin embargo, es algo que las mujeres le han dado gratis a la población durante siglos. Ahora, el mundo, porque es un problema del mundo, está pagando el costo de haber subestimado el cuidado que se les dejó solo a las mujeres, que no se ha podido distribuir entre el Estado y el mercado porque, si no, en este momento habría alternativas, habría metodologías, profesionales en la materia, y no los hay. El presidente no dijo ni una sola palabra sobre el tema del cuidado.
¿Qué lecciones deja esto para formular o replantear políticas?
Esta es la oportunidad para que el país reconozca, primero, que hay dos tercios de la población que no tiene cómo sobrevivir a esta crisis: no tiene ahorros, vive del día al día; y queda claro el descuido por los vulnerables. No hemos logrado convencer de que esa población no es clase media, no tienen trabajo estable, por ejemplo las manicuristas, y no reciben transferencias condicionadas. La reducción de la pobreza no llevó a esas personas a la clase media y no hay estrategia del Gobierno para los vulnerables, para que no recaigan en la pobreza. También, esto va a dejar claro que el mundo no puede seguir subestimando la economía del cuidado: las actividades que realizan en su mayoría las mujeres sin remuneración ni reconocimiento. El cuidado es vital y no hay estrategias, políticas u oferta de servicios de buen nivel, profesional, capacitado, porque creen que las mujeres lo resuelven en las casas, pero ahora las que lo están resolviendo, las abuelas, son las más vulnerables en esta crisis.
La emergencia sanitaria que atraviesa el país ha hecho aflorar con fuerza los retos y problemas que implica para Colombia tener los niveles de informalidad que tiene: cerca de la mitad de los trabajadores son informales. Eso, como dijo en entrevista con este diario Iván Daniel Jaramillo, investigador del Observatorio Laboral de la Universidad del Rosario, puede hacer más difícil de contener el coronavirus, pues hay muchos trabajadores que no ven como opción el aislamiento preventivo recomendado por expertos y autoridades, porque no salir a trabajar un día es sinónimo de no tener con qué comer. Lea más sobre esto en: Empleador y trabajador: ¿qué decisiones puede (y no puede) tomar a causa del coronavirus?
No cabe duda de que el trabajo informal tiene en gran medida una relación con la pobreza y la vulnerabilidad que los gobiernos recientes tanto se han preciado de enfrentar. En la informalidad, además, como también dijo Ana Güezmes, representante de ONU Mujeres en Colombia, las mujeres han estado “sobrerrepresentadas”, y, según la bibliografía sobre el tema, esa informalidad ha estado ligada, de alguna manera, al hecho de que a través de la historia ellas, en sus casas, han tenido que asumir tareas que dificultan conciliar un trabajo formal con las exigencias del hogar.
La informalidad tiene varios puntos de conexión con lo que se denomina economía del cuidado: todas aquellas labores domésticas y de cuidado, asumidas principalmente por las mujeres, sin las cuales no podríamos funcionar como sociedad, pues tienen que ver con algo tan básico como la alimentación y la higiene. Sin embargo, ese trabajo, que según se calcula equivale casi al 20 % del PIB (más que el agro o la minería), no es remunerado y sí consume tiempo que no se puede dedicar a trabajos por los que sí pagan. El trabajo doméstico y de cuidado que sí se paga (como el de las empleadas domésticas, niñeras o enfermeras) sufre de un alto grado de informalidad.
Lea más sobre esto en: Tareas del hogar: un trabajo poco valorado
La emergencia sanitaria actual se ha enfrentado con retos como, por ejemplo, el hecho de que los niños al no tener clases presenciales deban volver a sus casas, sin que sea del todo claro quién los cuidará o cómo se alimentarán aquellos beneficiarios de los programas escolares. También hay dudas respecto al cuidado de los enfermos, muchos de los cuales se están recuperando en casa. Para analizar el tema, El Espectador habló con Cecilia López, exministra y exsenadora que impulsó la ley de economía del cuidado en Colombia (1413 de 2010) y presidenta del Centro Internacional de Pensamiento Social y Económico (Cisoe).
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¿Qué nos está mostrando esta emergencia en materia económica y social?
El Gobierno está frente a un 27 % de población que es pobre, pero el 39 % de la población vulnerable —aquella que gana menos de un salario mínimo y sufre porque su trabajo es inestable, informal y no tiene ahorros para poder sobrevivir a esta crisis— es gente que está en ceros, vive el día a día. La crisis tiene una cara de salud: no podemos permitir que esto se siga disparando, entre otras cosas porque sufren los enfermos del virus, pero también la población enferma en general en un sistema de salud cuyo servicio ya está saturado y al que ahora le cae el coronavirus, al cual obviamente se le está dando prioridad.
¿Cuál es la otra cara?
La otra cara, igualmente crítica, es la económica. El Gobierno ha tomado medidas para ayudar a las empresas y el sector financiero, a los que hay que apoyar porque, si no, se desmorona la economía. Pero al Gobierno se le está olvidando que tenemos un 39 % de población vulnerable, que no recibe transferencias condicionadas (Familias en Acción) o que si reciben es muy poco porque están por encima de la línea de pobreza. No hay mecanismos para ellos, ni siquiera los mencionan. Esas personas son las que están en la calle, por ejemplo, un vendedor de aguacates, a las que tampoco las cubre el microcrédito. Es gente que probablemente vive del gota a gota. Tampoco se dijo nada sobre las concesiones que se hicieron con la Ley de Financiamiento. La pregunta es con qué plata van a atender esta emergencia.
¿Qué problemas estructurales están aflorando en materia de cuidado?
La economía no ha reconocido lo que significa el cuidado. En todos los países donde se está midiendo se calcula (que representa) entre el 15 y 19 %. Los economistas no han querido reconocer que es una actividad fundamental. Hay que mirar la crisis de ahora: aquí no hay oferta de cuidado, todo recae en las mujeres, pero lo peor es que como las mujeres están en la fuerza laboral, la responsabilidad está recayendo en las abuelas: las más vulnerables frente a este virus. El cuidado es una actividad prioritaria, no solamente por la crisis de ahora, sino porque nadie en el mundo puede vivir sin cuidado. Sin embargo, es algo que las mujeres le han dado gratis a la población durante siglos. Ahora, el mundo, porque es un problema del mundo, está pagando el costo de haber subestimado el cuidado que se les dejó solo a las mujeres, que no se ha podido distribuir entre el Estado y el mercado porque, si no, en este momento habría alternativas, habría metodologías, profesionales en la materia, y no los hay. El presidente no dijo ni una sola palabra sobre el tema del cuidado.
¿Qué lecciones deja esto para formular o replantear políticas?
Esta es la oportunidad para que el país reconozca, primero, que hay dos tercios de la población que no tiene cómo sobrevivir a esta crisis: no tiene ahorros, vive del día al día; y queda claro el descuido por los vulnerables. No hemos logrado convencer de que esa población no es clase media, no tienen trabajo estable, por ejemplo las manicuristas, y no reciben transferencias condicionadas. La reducción de la pobreza no llevó a esas personas a la clase media y no hay estrategia del Gobierno para los vulnerables, para que no recaigan en la pobreza. También, esto va a dejar claro que el mundo no puede seguir subestimando la economía del cuidado: las actividades que realizan en su mayoría las mujeres sin remuneración ni reconocimiento. El cuidado es vital y no hay estrategias, políticas u oferta de servicios de buen nivel, profesional, capacitado, porque creen que las mujeres lo resuelven en las casas, pero ahora las que lo están resolviendo, las abuelas, son las más vulnerables en esta crisis.